"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

29 de julio de 2014

Pujol, Game over

El reciente destape de una mínima parte sus vergüenzas pecuniarias por el patriarca nacionalista Pujol ha hecho emerger de las profundidades enormes dosis de impostura en no pocos políticos y comentaristas que parecen recién caídos del guindo tras décadas mirando para otro lado mientras la familia hacía caja con las pingües comisiones que formaban parte de la normalidad empresarial en medio del paisaje putrefacto de un oasis mantenido durante lustros por tirios y troyanos gracias a una ley electoral hecha a la medida de las fuerzas centrífugas.

No creo demasiado en las casualidades. Que precisamente en el año clave para la ofensiva separatista y pocos días antes de que el presidente de la Generalidad visite la Moncloa se destape el escándalo conocido y tapado por tantos durante tanto tiempo, tiene un tufillo a seria advertencia más que a descubrimiento policial, y me provoca un asco inmenso por el desprecio y agravio que supone al resto de los españoles que procuramos cumplir con nuestras obligaciones y no tenemos nada que ofrecer para la “estabilidad” institucional de la nación.

Es precisamente la quiebra del Estado de derecho que durante tantos años ha estado ausente de forma selectiva en Cataluña y que tuvo quizás su faceta más turbia en la Sentencia del caso Banca Catalana, la que me hace dudar que, una vez más, al final de esta historia, y a cambio de frenar el proceso secesionista, hayamos de tragarnos los demás el inmenso sapo de que las millonarias comisiones del 3% se hayan convertido para la historia en una romántica y añeja masa hereditaria tardíamente regularizada.

Parece claro que a Pujol y a su familia se les ha acabado su rentabilísimo juego. Pero no apostaría a que sufrirán como cualquier otro ciudadano el rigor de la justicia. Las cloacas del Estado aprietan, pero no parece que ahoguen.


LFU

17 de julio de 2014

Cataluña. La cesión al chantaje

Sólo desde la humildad y la autocrítica pueden afrontarse los problemas que nos afectan. España debe reconocer que, ante el desafío separatista del nacionalismo catalán, lleva décadas a la defensiva, cediendo continuamente a su chantaje y tratando de encontrar un “encaje” de “Cataluña” en España, cuando en realidad de lo que se trata es de calmar a la fiera con carne cruda.

Pero la fiera –el nacionalismo separatista- cada vez pide más. Hasta ahora se había contentado con inyecciones de dinero y transferencia de competencias. Con ese dinero y esas competencias han educado a dos generaciones que en su mayor parte no se sienten españoles, con la inestimable ayuda del control de los medios de comunicación, al servicio de los mitos goebbelsianos del separatismo.  

Resulta desazonador comprobar cómo en las élites de la sociedad prevalece el tacticismo y la resignación y toda la estrategia gira en torno a ver cómo se puede contentar “a los catalanes” cuando de lo que verdaderamente se trata es de contentar la voracidad del separatismo, olvidando absolutamente a ese 40 o 50% de los catalanes que se sienten españoles, a los que nadie toma en serio y que sufren en silencio la opresión nacionalista.

No resulta baladí el hecho de que el rey Felipe en los últimos meses haya viajado en ocho ocasiones a Cataluña y en ninguno de sus viajes se haya reunido con alguna de las plataformas que se atreven a hacer frente públicamente al nacionalismo.  

En los últimos días se habla incesantemente de nuevas maniobras opacas para ofrecer nuevos privilegios al nacionalismo a costa de la soberanía de los españoles y si hace falta cambiar la Constitución, ésta no será la barrera.

Es la derrota del Estado de derecho frente al desafío y la chulería del nacionalismo. España está abandonando a su suerte a millones de catalanes que se sienten catalanes y españoles y sobre cuyo atemorizado silencio cabalga triunfante la hidra nacionalista.

El verdadero triunfo del nacionalismo separatista está en la extrema debilidad de España como nación. Se equivocan quienes piensan que esta vez lo van a solucionar con dinero. Ya es demasiado tarde. La única solución pasa por la firmeza en la defensa de la ley y el estado de derecho frente al chantaje y la desobediencia.


LFU

15 de julio de 2014

Mariano Rajoy y el peligro Chamberlain

“Bien está, sí, el diálogo, como primer instrumento de comunicación (…)” pero quienes elevan el diálogo a categoría absoluta corren el riesgo de ser derrotados por los que presionan con la fuerza de los hechos consumados.

Daladier y Chamberlain creyeron que debían dialogar con Adolfo Hitler tras la anexión por el Reich de los Sudetes y el Anschluss y el resultado fue la invasión de Polonia, y de la mayor parte de Europa, la guerra mundial y el caos. “Renunciasteis al honor para tener paz y ahora no tendréis ni paz ni honor” les reprochaba Sir Winston Churchill a aquellos ingenuos enamorados del diálogo.

Ante la ofensiva separatista de los nacionalistas catalanes, Mariano Rajoy parece más inclinado a emular a Chamberlain que a Churchill. Sólo así puede entenderse que ante el constante y abierto desafío a la legalidad vigente, ante la descarada desobediencia de las sentencias judiciales, ante la bravuconería y chulería del Gobierno de la Generalidad y ante la quiebra del Estado de derecho en una parte querida de España, el Presidente del Gobierno reaccione con una nueva invitación al diálogo con el agresor.

No hay nada de qué hablar con quien amenaza abiertamente con romper la convivencia y atentar contra la soberanía de la nación española. Con los que chantajean al Estado y se burlan de la ley no se dialoga, se aplica la ley, con todas sus consecuencias. Hacer lo contrario constituye un síntoma de debilidad alarmante y un precedente extremadamente peligroso, además de una colosal injusticia y agravio comparativo con el resto de los españoles que cumplimos la ley.


LFU

8 de julio de 2014

Pablo Iglesias, el "bueno" y el "malo"

Aunque no soy asiduo al género chamuscado de las tertulias, resulta difícil husmear entre los canales y las redes sociales sin que alguien esté hablando de Pablo Iglesias. Y cuando el que habla pertenece al Partido socialista, suele apostillar su referencia distinguiendo al líder de “Podemos” de su fundador, al que le ha caído el apelativo de Pablo Iglesias, “el bueno”, quizás para destacar la radicalidad del omnipresente y flamante eurodiputado.  

Pero de “bueno” o de moderado tenía poco el linotipista. Según recoge Luis Gómez Llorente en su libro "Aproximación a la historia del socialismo español hasta 1921",( Cuadernos para el Dialogo, Madrid, 1972, página 169-) el 12 de noviembre de 1921, en su discurso pronunciado ante el VI Congreso del PSOE en Gijón, Pablo Iglesias, “el bueno” pronunciaría éstas palabras pletóricas de talante: "Queremos la muerte de la Iglesia… para ello educamos a los hombres, y así les quitamos la conciencia… No combatimos a los frailes para ensalzar a los curas. Nada de medias tintas. Queremos que desaparezcan los unos y los otros".

Pues bien, no sé cuál de los dos Pablos es peor, aunque seguramente ambos habrán renegado por igual de su apellido. Del contemporáneo, debo señalar su fuerte dogmatismo, su carácter sectario y la extraordinaria habilidad que demuestra ante las cámaras. No hay duda de que la cámara “le quiere” y lo más sorprendente –o no- es que todos los medios hayan decidido promocionarle de forma gratuita. Me barrunto que algo tendrá que ver la cocina de Arriola en todo esto, pero la estrategia no es nueva y es peligrosa. Ya lo intentó Miterrand con el Frente Nacional y ahora es la primera fuerza política de Francia.

Lo peor es que a Pablo Iglesias se las ponen con a Fernando VII. No es que el muchacho sea tonto, ni mucho menos, pero si le ponen de sparring a tertulianos de profesión a sueldo de los partidos, intelectualmente menesterosos y sin otros principios que los de Groucho Marx, la victoria la tiene asegurada. Vean si no el repaso que Fernando Paz le dio a Pablemos a cuenta del franquismo, esgrimiendo con valentía la verdad frente el rancio argumentario  de la historiografía marxista.

Ya sé que al Partido popular le interesa sacar el espantajo de este revolucionario con coleta para alentar el voto del miedo, pero mucho cuidado con estos experimentos. La campaña se la están haciendo gratis y esto se acaba pagando.


LFU