"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

29 de octubre de 2015

Mi princesa roja

Ayer, junto a mi mujer y mis padres, acudí al estreno del musical "Mi princesa roja", sobre el amor y la muerte en José Antonio. 

Sólo por ver la primera escena ya merece la pena haber ido. Como los buenos aficionados que después de ver una buena verónica se levantan del tendido y se van a casa porque lo demás no puede superarlo. 

El musical, con sus licencias históricas, que las hay, es un canto a la verdad y al amor en la vida de un José Antonio desconocido por la España de hoy. 

Me quito el sombrero ante quienes han puesto su afán, su dinero y su vida por dignificar a uno de los mejores políticos que han nacido en España. Sólo por eso ya tendrían mi apoyo. Pero además, el musical contiene sorpresas y temas de altura. Merece mucho la pena, de verdad.

LFU

28 de octubre de 2015

No es provocación, es sedición

Confieso que, en mi ardorosa ingenuidad, llegué a pensar ayer que Mariano Rajoy iba, por fin, a tomar una decisión sobre el problema catalán. Que, por fin, el imperio de la ley y el Estado de derecho iban a ser respetados en Cataluña. 

La percha que le dieron los independentistas con la resolución presentada en el Parlamento de Cataluña no podía ser mejor. En negro sobre blanco se hace público un acuerdo para cometer un delito de rebelión o, cuando menos, de sedición, de los regulados en los artículos 472 y 544 del Código penal, lo que implica ya la comisión del delito en grado de conspiración.

Rajoy tenía y tiene elementos suficientes para incitar al Fiscal General para que cumpla con su deber, es decir, garantice el cumplimiento de la legalidad en Cataluña y tiene elementos más que suficientes para aplicar el artículo 155 de la Constitución, asumir las competencias de la Generalidad y nombrar un delegado del Gobierno en Cataluña para que garantice el orden y el cumplimiento de la legalidad.

Pues no. se limitó a llamar provocación lo que no es sino sedición. Se limitó a repetir solemnemente lo que constituye su obligación más básica, cumplir y hacer cumplir la ley. Pero esto no es lo que espera ni necesita España. Los españoles que cumplimos con la ley cada día exigimos un respeto y que, de una vez por todas se pasen de las palabras a los hechos. 

La hora ha llegado y ya está tardando el gobierno en asumir su responsabilidad.

LFU  

15 de octubre de 2015

Independencia con acento en la “a"

Resulta sintomático que la canalla cateto-nacionalista-catalana haya adoptado en sus eslóganes la tradicional fonética abertzale-etarra consistente en acentuar la última sílaba de las palabras, sean éstas esdrújulas o llanas.

¡In!-¡dé!-¡indé-pendén-siá!

braman los catetos en cada ocasión que tienen con gesto desafiante y desafiando todas las reglas de la gramática catalana. Se produce así una curiosa mimetización con el cateto nacionalista vasco –ahora en estado durmiente- adoptando sus gritos de rebelión.

Ya sólo nos falta ver a Arturo Mas con un pendiente y una coleta teñida a un lado de la cabeza para  completar el esperpento.


LFU

8 de octubre de 2015

¿Muerte digna?


Durante los últimos días ha sido incesante y unidireccional el mensaje que los medios de comunicación han venido ofreciendo con ocasión de la petición de unos padres de procurar una “muerte digna” a su hija Andrea de 13 años, aquejada de una enfermedad degenerativa irreversible, y que, según acabo de conocer, ya descansa en paz.

Debo decir que me impresionó escuchar a la madre de esta niña decir que no querían ver cómo sufría inútilmente, cuando al parecer y según el testimonio de los médicos que la trataban, la niña tan sólo estaba siendo alimentada mediante una sonda nasogástrica ya que sus órganos vitales funcionan por sí solos.

Lejos de mi intención el juzgar el comportamiento de unos padres atribulados por el sufrimiento, y que hoy velarán con inmenso dolor el cuerpo sin vida de su hija. Pero su caso, convenientemente aderezado, está siendo arteramente aprovechado y difundido por los defensores de la eutanasia, para lanzar un mensaje tan claro como perverso: resulta incompatible la dignidad con el sufrimiento, lo cual implica despojar a un ser humano de un rasgo inherente a su propia naturaleza.

La dignidad de un ser humano no puede contraponerse a su naturaleza. Sufrir, envejecer –que no es sino degenerarse progresivamente- y morir no son fenómenos que degraden la dignidad de un ser humano sino que son consustanciales a su propia condición humana. Es muy diferente aplicar métodos terapéuticos para ahorrar sufrimientos innecesarios ante el inevitable final de la vida que provocar voluntariamente la muerte de un ser humano negándole la alimentación para evitar ver cómo se degrada lentamente hasta la muerte.

No se trata de impedir la muerte por medios artificiales extraordinarios -lo que merece análogo reproche- sino de dejar que la naturaleza siga su curso, paliando sufrimientos innecesarios con métodos terapéuticos.

El veneno que se inocula con la falacia de la mal llamada “muerte digna” no es sino una variante de la narcotización de una sociedad nihilista que sólo encuentra su razón de ser en el placer. Una sociedad egoísta que trata de despojar de dignidad a los moribundos, a los más débiles, a los que, a la luz de la ciencia no tienen esperanza de recuperación, a los que tan sólo suponen una carga para la sociedad. Una sociedad que se ha acostumbrado tanto a mirarse a sí misma que es incapaz de abrir los ojos a la realidad y defender la vida de los seres humanos más indefensos.

Pienso hoy en los miles de ancianos  aquejados del mal de alzheimer a los que sus familiares se afanan cada día en cuidar con amorosa ternura, sabiendo la condición irreversible de dicha enfermedad degenerativa. No creo que ninguno de ellos se lleve a engaño ni espere una mejoría. Saben que si dejaran de alimentarlos, si dejaran de cuidarlos, de limpiarlos, provocarían su final. Pero no les imagino diciendo que no quieren seguir viendo cómo se apagan.  Cada sonrisa, cada día que amanece en los ojos de esos enfermos, es una oportunidad para los que le rodean de crecer como personas, aprendiendo el verdadero sentido del amor.

Ojalá algún día podamos vivir en una sociedad en la que, frente a la cultura de la muerte, podamos proclamar sin complejos la cultura del amor, la cultura de la vida. Como gritó  Santa Teresa de Calcuta en la sede de Naciones Unidas “No los matéis, dádmelos a mí”. Se refería a los más débiles indefensos, a los no nacidos y a los ancianos, a los abandonados, a todos los que suponen una pesada losa para una sociedad anestesiada y egoísta que sólo piensa en su propio bienestar.  Ella fue la pública encarnación del mensaje de amor y entrega de Cristo: “Cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.” (Mt. 25. 31-46) y seguro que con ese mismo amor habrá abrazado esta mañana el alma de Andrea.


Publicado de ABC el 10 de octubre de 2015.


Luis Felipe Utrera-Molina Gómez
Abogado