"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

23 de abril de 2019

Manuel Alcántara. Por Gonzalo Cerezo Barredo


Lo mejor del recuerdo  es el olvido
                                                           Manuel Alcántara    

A ti, fiel camarada, que padeces 
el cerco del olvido atormentado
                                                          Ángel  María Pascual
     
¿Que se puede decir de Manuel Alcántara que no se haya dicho ya?. Pues, eso.  Lo que nadie ha dicho. El fallecido poeta formaba con Manolo Cantarero y Pepe Utrera un núcleo de estrecha amistad. los tres malagueños,  y los tres miembros de  esa generación que algunos llaman perdida, otros olvidada, venían  a ser como tres mosqueteros  que, cada uno a su modo, persiguen sus ideales. Los tres pertenecían a
aquella juventud atrapada entre dos guerras, una en que no lucharon, pero ganaron. Otra que perdieron aunque no combatieron. Como tantos de nosotros,  demasiado niños para la primera y demasiado jóvenes para la segunda. Ni siquiera en la testimonial División Azul, que les pilló todavía de pantalón corto. Ya  no queda ninguno de los tres.

Último en abandonarnos,  a su 91 años, Manuel Alcántara y Manolo Cantarero, eran miembros del Frente de Juventudes y pertenecían a la centuria  que mandaba José Utrera Molina. Pepe, para quienes fuimos sus amigos y camaradas. El destino les llevó por diferentes derroteros. Pero no les separó. Su amistad se mantuvo siempre, unidos, coincidentes en sueños y recuerdos; los mismos, pero  no lo mismo.

     Conocí a Cantarero y Alcántara a través de Pepe Utrera,  en los años de mi colaboración con  el en sus tareas ministeriales,  primero, y de  prolongada amistad,  después, cuando fue apartado de ellas,  aunque nunca de sus irrenunciables lealtades. Poeta secreto, brillante orador que traslucía en sus palabras la innata vocación poética, Pepe se orientó a la política activa. Fue gobernador en tres provincias y ministro en dos ocasiones y en  tiempos de turbulenta transitoriedad. 

Manolo Cantarero no desoyó la llamada de la mar que acariciaba su infancia y a ella dedicó buena parte de su vida como oficial de la  marina mercante. No tanta como para olvidarse de la política, a la que consagró los años que pasó en tierra. Dejó el cuaderno de bitácora para navegar  en mares más procelosos… Se dedicó al periodismo y escribió un  denso libro sobre el socialismo de la Falange;  fundó un partido con el que concurrió a las primeras elecciones de la Transición , y formó parte del Parlamento Europeo.

Muy diferente fue el camino recorrido por Manuel Alcántara. Si bien coqueteó con el boxeo -que marcó su nariz para siempre-  la  poesía, nada secreta en su caso,  fue la pasión de su vida. Incluso aunque se la ganara con el sudor de su pluma (no me lo imagino escribiendo en un ordenador), atado, como decía Capmany —otro de los nuestros- “a la columna”.  En realidad, su verso y su prosa no se diferenciaba más que en la música. Si el periodismo era su profesión, la poesía constituía su vocación. Solo él sabía dónde comenzaba una y concluía  otra. Tan está llena su poética de naturalidad espontánea y cuidadosa selección del lenguaje coloquial que resplandece  con insólita luminosidad al pasar por sus manos; al igual que la prosa se nutre de metáforas, Insólitas, inesperados quiebros o referencias sorprendentes, tanto  que, si no fuera por su dominio del lenguaje, diríase  que,  contrariamente al personaje de Moliere, hablaba en poesía sin saberlo.

     Menos Baudelaire que Ronsard; menos  sarcástico que Quevedo; tan humano como Lope, venía poco por la Corte,  recluido, pero más afortunado que don Francisco el “rincón de estos desiertos”,  en su malagueño Rncón de la Victoria.

     La política era un venero soterrado en su escritura. No se notaba, pero estaba allí,  como en otros poetas de esa generación olvidada (Marcelo Arroita Jáuregui, Alfonso Albalá Cortijo, Salvador Jiménez,...) A ella se refería Ángel María Pascual (191),   algo más tempranero, en su inolvidable soneto  Envío.  Hacerse  un hueco  tras aquellas dos generaciones del 27 y del 36,  sin haber  pertenecido a ellas como sus hermanos mayores, tenía mucho mérito,  pero lo lograron aunque  hoy se pretenda borrar sus huellas y mistificar sus señas de identidad. 

Todos los que he citado, han fallecido, pero no han muerto. Permanecerán en nuestro recuerdo. En Manuel Alcántara, encasillado en su columna periodística,  como si su poemario no existiera, resumo esta memoria del olvido. A todos conocí.  De todos mantengo recuerdo.


                                                                                                                    Gonzalo Cerezo Barredo
Publicado en "Desde la Puerta del Sol"
Número 162– martes 23 de abril de 2019

22 de abril de 2019

Dos años después. La muerte en ti no manda.




Hace hoy dos años del día en que cerraste los ojos en este mundo para abrirlos a la luz de Cristo. Dos años del día en que conociste por fin la Verdad, los misterios que nos inquietan, el porqué de tantas cosas que no somos capaces de entender. Dos años del día en que moriste para vivir siempre.

Pero fue tanto lo que sembraste en vida que puedo decir que la muerte en ti no manda. No manda, porque tu recuerdo sigue vivo en el corazón de esa gran familia que formaste y en el de miles de españoles en los que anida la virtud de la gratitud. No manda porque tus escritos, tus discursos, tu incansable cruzada por mantener una verdad maltratada siguen llegando a muchos españoles que no han sido anestesiados por la mentira. No manda porque la colosal obra social que tú contribuiste a hacer realidad sigue en pie aunque arranquen las placas y borren los nombres de hospitales, viviendas, pantanos, universidades y hogares de ancianos. No manda porque todavía queda un puñado de españoles valientes que no están dispuestos a asistir impávidos y cobardes a que se escupa impunemente sobre la tumba de sus padres y abuelos. Porque cada vez son más los españoles que sienten la emoción de serlo y muy pronto empezaremos a ver esa primavera que, pese a todo, seguiste anunciando en cada escrito.

No hay noche sin aurora, repetías. Y la noche que ha sido larga, no va a ser eterna, ni mucho menos. No vamos a permitir impasibles a que los muñidores del odio profanen vuestras tumbas y vuestra memoria y nos impongan un relato mentiroso de nuestra historia, de vuestra historia para blanquear el odio de quienes te robaron la niñez y llenaron de sangre las calles de España.

Los españoles empiezan a reaccionar a una atmósfera turbia, ya cansada, como de taberna al final de una noche crapulosa, como decía José Antonio. Estamos hartos de que nos digan cómo tenemos que vivir, pensar y hablar y el grito de Viva España y los acordes de nuestro himno vuelven a escucharse vibrantes por toda nuestra Patria.  

He tenido el privilegio y el honor de poner mi grano de arena en la defensa de la dignidad del sepulcro de tu viejo capitán. No creo en las casualidades. Tú te empeñaste en que aquél niño de 6 años te acompañase a conocer al capitán de tu juventud y hoy tengo el orgullo de estar en primera línea de combate defendiendo con mis armas de abogado su dignidad frente a los profanadores.  En este año convulso, a veces angustioso, he sentido como nunca tu aliento y tu presencia. Sé que estás conmigo y que desde tu lucero, pides por España.

Como tú mismo dijiste, la verdadera tumba de los muertos está en el corazón de los vivos.  Por eso en ti la muerte no manda. Porque siempre seguirás vivo en nuestro orgulloso corazón.

Recibe, una vez más, en esta nueva primavera, esas cinco rosas como tributo del amor eterno de tu hijo que jamás podrá olvidarte.

Luis Felipe   

3 de abril de 2019

Las Naciones Unidas y el choque de dos visiones del mundo: una dominada por poder y dinero y otra por la verdad y el sentido común. Por Beatriz Silva de Lapuerta


«El respeto a la mujer comienza respetándola de acuerdo con todos los aspectos de su humanidad, incluyendo su capacidad para ser esposa, madre, y vivir en relaciones de familia.»


Hace un par de semanas asistí a la 63ª sesión de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW63) que tuvo lugar en la Sede de las Naciones Unidas en Nueva York del 11 al 22 de marzo, bajo el tema “Los sistemas de protección social, el acceso a los servicios públicos y la infraestructura sostenible para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres y niñas”. Si bien es cierto que las conclusiones de esta Comisión no tienen carácter imperativo y se trata simplemente de recomendaciones, sin embargo allí se dirimen los asuntos relacionados con los derechos de la mujer que luego se implementan en los diferentes países ya que vienen “recomendados” desde la ONU, como son el aborto, la ideología de género y el adoctrinamiento sexual a nivel internacional.

Estamos todos de acuerdo en que la condición jurídica y social de la mujer puede mejorar mundialmente, pero al comenzar a leer los títulos de algunas de las reuniones con antelación, y más tarde al asistir a algunas de las mismas, me sobrecogió la presencia de dos puntos de vista totalmente opuestos que se encuentran representados en la ONU pero en medida muy desproporcionada; se estima la asistencia de unos 8.000 participantes, pero solo unos centenares que claramente defienden los valores tradicionales del Matrimonio, la Familia y la Vida.

Por una parte está el punto de vista del “feminismo radical” con una abrumadora mayoritaria representación, que bajo expresiones como “acceso a derechos sexuales  y reproductivos” intentan incluir acceso libre al aborto para toda mujer y a cualquier edad, el aborto como un “derecho fundamental”, el acceso libre a condones y otros métodos anticonceptivos, la defensa y promoción del derecho del trabajador sexual (prostitución), la educación sexual e ideología de género y educación comprensiva sexual para niños, intentando intensificar el adoctrinamiento de 0-3 años. Claramente, una visión que promueve una “cultura de muerte y destrucción de la familia”, dirigida principalmente por aquellos países “llamados” del primer mundo. –A este respecto, debo destacar que en los últimos dos años la Administración de EEUU y sus representantes en la ONU, se han manifestado rotundamente en favor a la vida, no otorgando ningún dinero para financiar o promocionar el aborto internacional y dirigiendo las cantidades asignadas a ayuda real de la mujer-.

Por otra parte nos encontramos con un segundo punto de vista, aquellos que luchan por defender los "valores tradicionales”, el valor de la maternidad, el matrimonio, la defensa de la vida y la libertad religiosa, al tiempo que tratan de encontrar auténticas soluciones a verdaderos problemas, tratando de erradicar la pobreza y el hambre, mejorar la educación y la sanidad, crear programas para ayudar a obtener agua potable etc. Estas son necesidades de todas las mujeres y son vitales en países con recursos limitados. Proponen el ver a la mujer desde un punto de vista auténtico y con una  visión integral de la misma, no presentándola solo como un sujeto económico u objeto sexual y solicitan el que no se les impongan programas –especialmente de aborto, anticonceptivos e ideología de género- que no desean a cambio de asistencia económica que realmente necesitan. Encabezando este grupo se encuentra la voz constante de la Santa Sede, Observador Permanente de la ONU, así como los países “llamados” del tercer mundo, especialmente África.

Mientras paseaba por los pasillos y atendía distintas reuniones, me sobrecogió la gran contradicción de un mundo que se ha vuelto del revés; un mundo donde se ataca aquello que es sentido común y sin embargo se ensalza aquello que está en contra de la mujer. Pude ver la presencia del “impostor/engañador” tergiversando la verdad y la mentira hasta que quedan pocos que pueden reconocer la diferencia entre ambas.

Destacando de nuevo que la representación de estos dos puntos de vista no es igualitaria sino que el “feminismo radical” se haya representado con una mayoría aplastante, quisiera acabar con una nota de esperanza, ya que la última reunión que asistí estuvo organizada por la Santa Sede sobre el tema del “trabajo no remunerado de ayuda a la familia”, especialmente el trabajo de las madres en todo el mundo. Allí pude ver con claridad, que rodeada por una gran oscuridad, existe una Institución que todavía se mantiene hoy como un faro dando luz en medio de la noche y defendiendo la Verdad y el sentido común: La Iglesia Católica.

Puede ser que haya un porcentaje muy pequeño en la ONU que defiende la Verdad que Dios ha imprimido en nuestros cuerpos y almas; el matrimonio como una institución permanente entre un hombre y una mujer para amarse (el don mutuo de uno mismo para beneficio del otro y de la familia) y para la procreación (la participación con Dios en el acto de crear); los hijos como bendiciones con potencia de pasar la eternidad en el cielo o en el infierno y la responsabilidad de guiarles por el buen camino; la vida como un regalo de nuestro Creador y que se nos acaba en “su tiempo perfecto” y cuando El así lo desea; la dignidad humana como algo que debe ser respetada y apoyada desde su concepción hasta la muerte natural, para aquellos con discapacidades y sin ellas, para ancianos y jóvenes; el respeto a nuestros cuerpos y la sexualidad como algo valioso que no debemos usar como un objeto sino como algo sagrado que debe ser apreciado y vivido dentro del matrimonio; los hombres y mujeres como seres complementarios uno del otro y colaboradores y no como enemigos; pero existe una mayoría en el mundo que no se haya representada en la ONU y que si pudiera asistir a esta Conferencia de la CSW levantaría su voz contra el programa del “feminismo radical”; por eso aquellos que podemos participar en este tipo de reuniones, tenemos la obligación de hablar abiertamente por aquellos que comparten nuestros valores y no se hayan representados, como dice el Arzobispo Charles Chaput de Filadelfia: “los seculares pretenden imponernos su manera de ver el mundo, y si nosotros no promovemos la visión de nuestra fe, una visión de la realidad contraria a la nuestra se nos impondrá”.

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En cuanto a las ideas que se promueven en la ONU, debemos preguntarnos: ¿respetan verdaderamente la dignidad de la mujer auténticamente como mujer?, ¿son realmente lo que la mujer desea o están tratando de hacer a la mujer competitiva de acuerdo con un modo masculino de ver la vida, la sociedad y la realidad económica?

El respeto a la mujer comienza respetándola de acuerdo con todos los aspectos de su humanidad, incluyendo su capacidad para ser esposa, madre, y vivir en relaciones de familia. Por ello debemos condenar aquellas situaciones de injusta discriminación de la mujer, apoyar su protección social, el acceso a servicios públicos e infraestructura sostenible que la permitan el acceder al trabajo fuera de casa si lo desea, pero esto debe hacerse sin separar su maternidad y su feminismo. Debemos de valorar y promover a la mujer en todos sus aspectos de “auténtico feminismo”, incluyendo el fundamental, la maternidad.


                                                                                     Beatriz Silva de Lapuerta

29 de marzo de 2019

La Iglesia y el mal. Por Fueyo

El porqué del desinterés de tantos fieles de la Iglesia Católica en los últimos 51 años también responde al previo cuasi abandono, de ésta, de enseñanzas esenciales durante siglos. Doctrinas que se han vuelto molestas, poco gratas de enseñar y se han visto arrinconadas en vez de actualizarse. Un ejemplo. El mal, sus terminales, su explicación a fondo ha dejado de ser objeto de prédica y enseñanza, pese a lo formidable de esta cuestión. Sin embargo, la realidad, una y otra vez, nos enseña que el mal está a la vuelta de nuestra esquina. Es un colosal error de dimensiones desconocidas. Desperdiciar los siglos de sabiduría que atesora la Iglesia en el combate contra el mal ha traído una visión bobamente optimista de la realidad y lo peor, deja inermes a generaciones de cristianos ante esa realidad pertinaz. ¿Así que cabe sorprenderse de que a la voluntaria mutilación del carácter magistral de la Iglesia haya sucedido un progresivo desinterés de muchos que dejaron de aprender de ella en busca de respuestas a preguntas que no dejan de plantearse?

 Fueyo.

11 de marzo de 2019

Reflexiones sobre las autonomías en la obra de Federico Silva Muñoz. Por Beatriz Silva de Lapuerta



Con este artículo no pretendo escribir nada nuevo sino simplemente transmitir lo que mi padre, Federico Silva Muñoz, escribió con una “clarividencia espeluznante” en el año 1980, poco después de ser aprobada la Constitución del 78 a la que el siendo diputado en el Congreso otorgó su voto negativo precisamente debido al tema de las autonomías.

De su libro “La transición inacabada” he extractado párrafos para comprimir su contenido, aun así  como veréis el resumen es largo pero dada la importancia de cada uno de sus pensamientos y predicciones en un tema tan de actualidad como son las autonomías, no he podido hacerlo más breve. Espero que esto nos ayude a todos a reflexionar y quizás a vislumbrar algunas posibilidades de reforma.

¡Que Dios nos dé políticos clarividentes, honrados y con amor a la Patria!

Beatriz Silva

Extractos de “La transición inacabada”:

La democracia se fundamenta en el imperio de la norma, y ésta es la que regula la convivencia. Naturalmente, la norma encargada de regular fundamentalmente la convivencia ciudadana es la Constitución. La Constitución es un término cargado de resonancia histórica que a lo largo del siglo XIX y en parte del XX levanta en España, esperanzas e ilusiones, o críticas acerbas y situaciones dramáticas.

Casi cincuenta años después de la última, España ha vuelto a ensayar Constitución (la del 78). Una Constitución de elaboración asamblearia y de aprobación por consenso. Ambos factores exigen reflexión: el anteproyecto que sirvió de base para la elaboración del texto que hoy nos rige no fue el fruto de un equipo de estudiosos, de un grupo de especialistas o de una voluntad monolítica y mayoritaria. Desde el primer momento se busco que sus primeras letras fueran obra de los representantes de los partidos con presencia parlamentaria nacida de las elecciones del 15 de junio de 1977. Esto no excluye ciertamente que los redactores fueran expertos en Derecho Constitucional, pero quiero subrayar que sobre los conocimientos técnicos prevaleció la representación política. Los ponentes que han redactado la Constitución, sobre todo y ante todo han sido portavoces de los partidos. Así se elaboró un texto constitucional que no fue fruto de una voluntad mayoritaria, sino del acuerdo consensual de los partidos.

Este planteamiento conlleva gravísimas secuelas. En primer término, porque en el orden constitucional, las unanimidades son ficticias y en materia tan extensa, opinable y trascendental, la unanimidad es una unanimidad ficticia donde quedan al margen del consenso millones de españoles y decenas de partidos, grupos y sectores. En este orden de ideas, la política de consenso es una trampa. El consenso no justifica determinado tipo de cesiones que están más allá del comercio de los hombres y de los tratos de la política y que hasta la propia Constitución en su día puede condenar.

La Constitución ha nacido, pues, bajo el signo del consenso, pero la política del consenso apunta tener posconstitucionalmente otro nombre, el de política de cesión, y esto es lo verdaderamente inadmisible. Creo que el pacto y la transacción difícilmente pueden apartarse de la tarea política, pero el dar todo o mucho por nada o casi nada es difícil de comprender. En la dialéctica del poder ejercida o asumida por los partidos tiene que haber un equilibrio de las prestaciones; si se rompe, hay dictadura o hay revolución.

Por encima o por debajo del consenso, crecen en el horizonte político español dos hechos gravísimos, me refiero a las autonomías y a la crisis económica.

He defendido en todas mis exposiciones públicas la regionalización y la descentralización, fiel al principio de que aquello que puede hacer un ente inferior no le corresponde hacerlo al ente superior; fiel al principio de la aproximación de la Administración a los administrados; fiel al principio sobre todo y ante todo del mantenimiento de la unidad de España. Otros hablaron de autonomías, término ambiguo, porque lo único que puede decirse de él con claridad es que su definición se contrapone a la de heteronomía: La autonomía supone la facultad de darse normas a sí mismos los entes autónomos; la heteronomía supone la posibilidad de aceptar normas dictadas por otros.

Hay por tanto en el seno del término autonomía el riesgo de caminar por una vía rápida o lenta de separatismo o de independencia total; no ocultada por sectores extremistas de algunas regiones españolas y mantenidos con violencia y fanatismo en otros límites, pero enormemente significativos y preocupantes de la actual vida española.

Se ha inscrito en la Constitución el término nacionalidades. Esta palabra entraña aun más riesgos, por cuanto trata de sustituir la única nacionalidad, la española; o al menos compartirla con la propia de determinadas regiones donde se dice que además de regiones que esperan ser territorios autónomos o empezaron a serlo por reconocimiento expreso del Estado, hay además una nacionalidad derivada de sus propias peculiaridades.

Un recto entendimiento de las autonomías exige algunas precisiones. El autonomismo no habla una palabra sobre el problema de soberanía, lo da por supuesto, y reclama para esos poderes secundarios la mayor descentralización posible de funciones políticas y administrativas.

Un Estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión. Los problemas de soberanía pertenecen a una dimensión histórica radicalmente más profunda que todas nuestras restantes discrepancias, que todos los cambios de forma política y que se refiere a aquel subsuelo de la vida de un pueblo del cual depende todo lo demás.

Por eso defiendo con plena convicción la unidad de España, por encima de todo, sin anfibologías, sin habilidades de menor cuantía, sin apaciguamientos inútiles. España es una nación que ninguna generación tiene derecho a enajenar o a disolver. España, como unidad, esta fuera del comercio de los hombres.

La Constitución resulta contradictoria al afirmar por una parte “…la indisoluble unidad de la nación española”, y, por otra, reconocer “el derecho a la autonomía de las nacionalidades…”. Es de sobra sabido que nación y nacionalidad se implican y complican. No puede existir al mismo tiempo una ‘indisoluble unidad de la nación española” y otras nacionalidades –en el mismo territorio-, porque estas apuntan a que “sus” naciones tengan “sus” respectivos Estados. La Constitución, tal como está redactada en este tema, incurre en una grave incoherencia.

Pero aunque todos tengamos motivo para la protesta, nadie la tiene para el engaño. Si se acepta que determinadas partes de España son naciones, lo lógico es que recaben la forma jurídica de Estado; y más tarde o más temprano un régimen de autodeterminación y autogobierno, una negación a nivel soberano con el Estado español; tal vez una independencia más adelante.

El líder catalanista Jordi Pujol ha declarado que “la reivindicación catalana es una reivindicación de soberanía” y por su parte, hombre tan moderado como el señor Roca Junyent ha afirmado que “a Cataluña, España le ha usurpado su infraestructura industrial, las obras públicas y la cultura”. Ante tamaña afirmación, no se levanta nuestra ira porque no la tenemos, ni nuestro desprecio, porque somos incapaces de despreciar a un ser humano, pero en servicio a la verdad yo haría volver la cabeza a esos catalanes engañados hacia sus fábricas, que han sido pioneras del desarrollo industrial en España y la han convertido, quizá, en la región más opulenta de la Península. Les haría volver sus caras hacia las autopistas que el llamado “centralismo” ha construido allí, que en tierra catalana son centenares de kilómetros, y que ha convertido sus comunicaciones viarias quizá en las mejores de Europa.

Está claro lo que se persigue por determinados sectores de Cataluña: volver al ensayo general de hace un siglo, que sembró el caos y la ruina de todos los españoles sin distinción de regiones ni de colores. Eso es lo que encierra el “truco de las nacionalidades”.

Las cosas están claras, pues, se pretende crear un número de ocho a quizá quince entidades autónomas… Pronto en la Península habrá múltiples nacionalidades, Entonces “por consenso” se construirá un Estado federal, quizá hasta con dificultades, porque algunas de esas nacionalidades intentaran pactar con otros Gobiernos u organismos supranacionales europeos para afianzar su independencia. Este es el camino por el que estamos discurriendo. Una vez más reclamamos el derecho a que se nos reconozca haber permanecido al margen u opuestos a este suicidio colectivo de la nación española.

En este tema de las autonomías, aun conviene plantear algunos problemas. Se dice que van a existir del orden de trescientos cincuenta ministros regionales, y que la cohorte de funcionarios autonómicos andará alrededor de los veinte mil.  Y me pregunto: ¿quién va a pagar todo eso? ¿Se ha hecho la reforma fiscal para que nuestros pensionistas perciban mas, para que los funcionarios del Estado, militares y civiles, estén mejor retribuidos, para que los servicios públicos funcionen más eficazmente, para que prosiga el trabajo y modernización de nuestras infraestructuras para que se multipliquen los puestos de trabajo? ¿O para que bajo la espadaña de cada campanario se sitúe un opulento funcionario autonómico con sus estados mayores y menores? Esto es grave y el pueblo español tiene derecho a exigir que sus impuestos no se despilfarren o se inutilicen.

Aquí aparece la verdadera faz del principio de las nacionalidades: ser el soporte de su consiguiente inmediato, un Estado propio e independiente que nace; y además, que nace contra algo; contra ese algo que hasta ese momento le ha impedido, real o supuestamente, realizarse. Poned la letra a esa música en nuestro futuro más inmediato que mediato, y estaréis avizorando el devenir histórico de España.

Desde que la Revolución francesa consagró el principio de la soberanía nacional,  toda colectividad que ha adquirido la conciencia de nación ha aspirado a la autarquía política. Y esa conciencia puede surgir de modo espontáneo, pero lo que es más frecuente es que sea inducida por una minoría capaz de crear una opinión o, por mejor decir, una conciencia de nacionalidad.

Quiero creer que en el ánimo de la mayoría de los diputados españoles no existe propósito alguno de aceptar el secesionismo y, por consiguiente, el fraccionamiento de la unidad nacional; pero no podemos ignorar que hay quienes pretenden eso de un modo inequívoco.

En cuanto al pretendido derecho a la autodeterminación, las regiones tienen derecho, dentro del Estado, a que se reconozca su personalidad y se respeten, sin discriminaciones, sus peculiaridades. También lo tienen a la autogestión en el ámbito que les es propio. Pero ¿acaso deben gozar, como culminación, del derecho a la secesión mediante el ejercicio del derecho a la autodeterminación?

Frente al concepto de la autonomía como plataforma del separatismo, hay que levantar el de la regionalidad y la descentralización. El regionalismo no es una aspiración romántica; es una expresión de aquella variedad nativa que exige la personalidad afirmada en la historia con caracteres indestructibles, pero que sostiene al mismo tiempo la unidad nacional y no simplemente la unidad política, la del Estado. La nación española es la resultante de una sucesión de acontecimientos que agrupan y entrelazan a las regiones peninsulares, formando un todo armónico con un único destino que cumplir: unidad superior de vida común con hermanación de todas ellas. De ahí que si las regiones existen históricamente, también haya de concedérseles la categoría de personalidad jurídica. Las regiones, por tener el derecho a manifestar su vida y carácter propio, poseen la prerrogativa de conservar y perfeccionar, conforme a su especial modo de ser, la legislación civil y administrarse y regirse interiormente en todo lo que les ataña.

Espana, como unidad de vida común, es el resultado de una variedad que era anterior y a la que sirvió de corononamiento; llevaba la unidad de creencias en el fondo y por obra de la geografía, de la larga convivencia y de las influencias análogas, llego a congregarse en una unidad histórica superior, que no puede servir de obstáculo para la plena autarquía y la libertad misma a que tienen derecho sus regiones. Repito: sus regiones, no las “nacionalidades” inexistentes.

España está huérfana de una empresa histórica para este momento. A nuestro pueblo se le despachó en la pasada década la filosofía del desarrollo, pero no se le explicó que la elevación del nivel de vida era un medio y no un fin; que a la hora de la verdad, el bienestar alcanzado se degradaría si no éramos capaces de conservar y desarrollar los valores en que se fundaba y entre ellos, muy destacadamente, la convivencia, la unidad nacional y el patriotismo que nos hermana, porque los problemas de Vascongadas están profundamente interconectados con los de Zamora o Salamanca, de donde nace la energía que mueve sus fábricas y alimenta sus puestos de trabajo; o que el nivel de vida de la región catalana tenía mucho que ver con la capacidad de consumo del resto de los españoles; o con las aguas montañesas, riojanas o aragonesas, del Ebro; que no se puede hacer caso omiso de la geografía y de la historia.

Por otra parte, cuando terminó aquella década se empezó a inculcar en las mentes de los nuevos españoles que la democracia supondría el nacimiento de una nueva España y que se resolverían con ella todos los problemas que el franquismo era incapaz de solucionar; resultando ahora que la democracia no es esa panacea, lo que produce desencantos por doquier, siendo uno de los más graves la pérdida de fe en el sistema, sencillamente porque se hizo creer al pueblo español que la democracia tenía virtudes taumatúrgicas, alentando una vez más esa milagrería secularmente innata en nuestro pueblo y esa fe en lo nuevo y desconocido, simplemente por ser desconocido y nuevo.

14 de febrero de 2019

"Que seas tan bueno como tu padre"




Entrevista en El Correo de Madrid

Luis Felipe Utrera-Molina: “Franco me puso la mano en el hombro y me dijo que solo me pedía una cosa, que fuese tan bueno como mi padre”

Escrito por   2019-02-14 05:30:00   3: 35 minutos

Luis Felipe Utrera-Molina en "El Español"

"El Español" 

Para mí es un honor y un privilegio defender como abogado una causa tan justa. Dios quiera que se haga justicia y dejen a los muertos en paz. 















LFU