23 de febrero de 2009

Garzón y la instrucción del Sumario sobre Pilatos


Como prueba de que el ingenio español no descansa nunca, quiero compartir el chiste que recibí al poquísimo tiempo de hacerse público el vahío del Juez titular del Juzgado de Instrucción nº 5 de la Audiencia Nacional -de cuyo nombre no quiero acordarme- como explicación de su ansiosa indisposición:

Está el juez Garzón, en la soledad y silencio de su despacho de la
Audiencia Nacional, redactando una providencia de 400 folios, cuando,
de repente, se ve interrumpido por un extraño sonido, como de alguien
que chista:

- "Chisssss, chissssss"

Garzón levanta la vista de las cuartillas, pero no puede ver a nadie:
está solo.
Al cabo de unos segundos, se repite el sonido

- "Chisssss, chissssss"

Perplejo, vuelve a extender la vista por todo el despacho: nada,
nadie...
Una tercera vez, se repite el fenómeno:

- "Chisssss, chissssss"

Se levanta de la silla dispuesto a lavarse la cara y entonces se
percata de que el Cristo del crucifijo que preside su despacho ha
soltado una mano y le hace gestos para que se acerque. Garzón,
perplejo, se pone enfrente de él y le oye decir:

- "¿Y de lo mío, qué?, ¿Cuándo procesamos a Pilatos?"


Por cierto, son las ocho de la tarde, a Bermejo lo han dimitido y, que se sepa, su compañero de montería, paradigma de la imparcialidad y del buen gusto en la indumentaria cinegética, sigue en su puesto. Entre tanto, la nación entera, preocupada por su salud, hace votos para que decida de una vez descargarse del enorme peso de la justicia universal que tantos desvelos le provoca y opte por un merecido retiro recorriendo los campos de España con su preciosa gorra de bolchevique.

LFU

2 comentarios:

  1. Sólo por esa pose de guerrero interestelar, terciendo de forma pedante y zafia esa escopeta de trombón, (que además nunca la he visto utilizar nunca en los más de 30 años que llevo cazando) y esas gafas de chulo hortera de bolera, habría que procesarle.
    Me amargó mi última tarde de San isidro cuando le tuve en el abono de delante al mío. Al menos, le clavé, lo que pude las rodillas en su espalda.
    Un abrazo, Felipe.
    Alberto Pertejo-Barrena

    ResponderEliminar