28 de junio de 2013

Un Dios prohibido. Indispensable

Hace una semana que, acompañando a mi padre y a un sobrino mío, fui al cine Palafox a ver la última película de la productora "Contracorriente". Una película políticamente incorrecta, por cuanto refleja la verdad -con crudeza edulcorada- de la terrible persecución religiosa llevada a cabo por anarquistas, socialistas y comunistas durante nuestra guerra civil y socialmente indispensable, pues constituye un testimonio de primer orden del valor, la templanza y el perdón con que los 51 mártires de Barbastro se entregaron a sus verdugos, que los medios de comunicación públicos y privados continúan silenciando de forma vergonzosa.

Lo peor de la película, su excesivo metraje, que rompe en ocasiones el hilo emocional de una historia estremecedora. Su excesiva fidelidad al testimonio de los hechos les ha impedido lograr un desenlace más apretado y emocionante. La falta de medios -el coste de la película no ha superado los 300.000 €- se nota en el sonido, en el abuso de descorados y en la bisoñez de la mayor parte de sus actores, compensada por la espléndida interpretación de la hija de Lolita Flores, Elena Furiase en uno de los mejores papeles de la película y la fortuna de algunas escenas de gran emotividad.

Lo mejor, la ausencia de un excesivo misticismo en la película, que prefiere reflejar la vibrante humanidad de sus protagonistas antes de tomar la palma del martirio, las dudas de algunos ante la terrible tentación de conservar la vida a cambio de una rápida y fácil apostasía, las tentaciones de la carne y la inmensa fuerza de la fe, que les llevó al martirio con la alegría de quien sabe que está a punto de abrazar la Gloria eterna y el abrazo del Padre.

La película es toda una lección de fe y de esperanza para los cristianos y de auténtica memoria histórica en vena para todos. No me extraña que, en más de una sesión alguien se haya levantado al final para gritar con fuerza, como aquellos jóvenes mártires un enorme ¡Viva Cristo Rey!. Y es que uno sale del cine con ganas de proclamar a los cuatro vientos su condición de católico y español. Solamente por eso, nadie debería perderse esta película.  

LFU

15 de junio de 2013

Un burgalés excepcional. por José Utrera Molina


(Artículo publicado hoy en La Gaceta)

Cada día que pasa por nuestra existencia ya gastada, me afianzo en la creencia de que morir no es otra cosa que quedar sin testigos. Desde hace unos meses, la avalancha de muertes conocidas me ha dado tristemente la razón y entre ellas figura en primerísimo lugar el fallecimiento de un camarada de impresionante calidad humana: Ignacio Fernández García. Le conocí en mis años mozos (porque yo también fui joven). Él era entonces el respetado rector y líder de las Juventudes Falangistas de Madrid. Observé entonces el inmenso respeto que provocaba su presencia, el estupor de los que eran obedientes a su mandato, de la calidad asombrosa de sus directrices y orientaciones. Jamás predicó el sectarismo. Nunca se afilió a posturas radicales absolutamente incompatibles con la esencia reconciliadora de la Falange. Aclaro, que me refiero a un grupo minoritario e influyente de la organización. Había otros, sin embargo, partidarios de echar todo por la borda. Ignacio y los suyos nunca sucumbieron a esta demagógica tentación.

Le conocí. Era un hombre de una reciedumbre espartana, de unas convicciones arrebatadoras, de una ejemplaridad limpia y brillante. Quizás porque había mirado frecuentemente y muy de cerca la constelación inmensa de nuestras estrellas y porque era burgalés, cuya sangre me era muy conocida porque fue la vertebradora de la unidad de España y cuya esencia histórica golpea todavía mi alma y mis entrañas. Hice todo lo posible para que abandonara Málaga y viniera conmigo a Madrid a compartir otro género de responsabilidades. Él se negó siempre. Se había instalado con su alma limpia y con su corazón desmesurado a orillas de este Mediterráneo que da luz a Málaga y a sus hombres. Hablé mucho con él, posiblemente de lo que se podía hablar mucho entonces, de nuestra inquietud, de nuestra angustia por ver torcido el itinerario revolucionario que nosotros habíamos preconizado y servido con una ingenua pasión juvenil. Él siempre era el mismo, me decía: “Estoy bien en Málaga; hago aquí mi labor”. Yo terciaba una y otra vez porque lo consideraba un elemento clave para el nuevo despliegue de la Organización Juvenil. El viejo ayudante, cuyo recuerdo todavía se extiende en las capas medias de la sociedad madrileña, siempre aceptó la orden de sus mayores que se afirmaba siempre en sus preferencias y en sus gustos independientes. 

Ha muerto ya. Creo que a los 92 años. Me enteré de su fallecimiento por una esquela publicada en el diario Sur. Elocuente y esclarecedora. Había interrumpido mi contacto con él hacía años, cuando yo era el único testigo posiblemente de aquella maravillosa emoción juvenil que ambos compartíamos. Quise conocer a su familia y me informaron de la muerte de su mujer hacía cuatro años. Vivía con sus hijos y fundamentalmente arropado por la ternura de su hija Mª del Mar. Hablé con ella, le dije que como una nueva herida en mi corazón había conocido la muerte de su padre. Ella me contestó: “Sí, continuó con sus ideales hasta el final pero voy a contarte algo que te llamará posiblemente la atención: padecía cuatro cánceres irremediables y desde hacía unos meses se encontraba a las puertas de la muerte. No cambió su carácter y mucho menos sus convicciones. Cercana la hora de su muerte me pidió, –según me decía su hija– que le vistiera con la camisa azul y que le pusiera un disco con los compases del himno falangista del Cara al Sol. María del Mar me dijo que lo escuchaba como transportado a otro mundo y que, mientras escuchaba la estrofa de “Volverán banderas victoriosas…” cerró sus ojos para siempre”.

Ni qué decir tiene que Ignacio vive plenamente en mi corazón. Que recibo actualmente su ejemplo en contraste con los valores que hoy dominan a una sociedad mediatizada y que su apostura, su dignidad de hombre, su condición de burgalés de pro, será todavía un recuerdo que levantará mi ánimo de todo género de obligada decepción.

Le prometo que yo continuaré escuchando las estrofas del Cara al Sol que tanto amaba y que prometen un “Nuevo Amanecer”, aunque nuestro cielo esté oscurecido y triste. 

José Utrera Molina 

10 de junio de 2013

Sus balas no Lo tocaron, pero el Sagrado Corazón tocó el corazón de los Milicianos

Ni una bala tocó el Sagrado Corazón del Cerro de los Ángeles cuando fue fusilado en 1936



El 28 de julio de 1936, un grupo de milicianos de la República fusiló, entre blasfemias, el monumento al Sagrado Corazón de Jesús -de nueve metros- del Cerro de los Ángeles, en la localidad madrileña de Getafe. El 7 de agosto der 1936, otro grupo de militares dinamitó lo que quedaba de la imagen sacra. Hoy, en el monasterio del Cerro, fundado por santa Maravillas de Jesús, las carmelitas conservan la piedra en la que fue esculpido el Corazón de Cristo. Sorprendentemente, no le rozó ni una bala.

A prueba de bombas

De entre las muchas sorpresas con que Dios aguarda tras sus muros, una lleva impresa, a golpe de bala, la historia reciente más dramática de España: la reliquia del monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que el 28 de julio de 1936 fue fusilado por un grupo de milicianos de la República, volado con tres cargas de dinamita una semana después, y que presenta seis impactos de proyectil... Ninguno, por increíble que parezca, alcanzó al enorme corazón que buscaban herir. Quienes mejor conocen su historia son las religiosas del monasterio, que, desde tiempos de santa Maravillas, adoran, reparan y acompañan al Sagrado Corazón de Jesús que corona el Cerro.

Una de ellas relata cómo, «en 1940, el padre Torres, un sacerdote que estaba de Ejercicios, se dio un paseo entre los escombros del monumento al Sagrado Corazón que derribaron en la guerra. Iba pensando en el dolor que debía de sentir Él al verse derribado por hombres a los que amaba. Entonces sintió un pálpito: llamó a los obreros que estaban desescombrando la zona y pidió que diesen la vuelta a una piedra enorme, en la que estaba, precisamente, el Corazón tallado. El padre Torres dijo a las hermanas: Le acribillaron a balazos, pero al corazón no le han tocado. Es como si quisiera decirnos que sigue tan vivo, con todo su amor y con toda su misericordia, para perdonarnos. ¡Y es verdad! Su Corazón sigue vivo para perdonar a los que le atacan».

Los milicianos, convertidos

Ciertamente, se hace difícil entender que ningún miliciano alcanzase al Corazón. El bloque de piedra -de más de metro y medio de ancho, por uno de alto- presenta seis impactos de bala que, aunque pasaron cerca, no alcanzaron su objetivo. «El Señor quiso demostrar que el hombre no puede matar a Dios, aunque su indiferencia le cause un gran dolor -dice una religiosa-. No hay bala que le duela tanto como la ingratitud. Es lo que le pasa a cualquiera que ama y es despreciado. En los años 80, pedimos enrejar las ruinas del antiguo monumento, porque había profanaciones, insultaban a Dios, gritaban ¡Mueran las monjas!..., pero Dios los amaba. Él quiere llevar almas al cielo, y nosotras también, porque los intereses de Dios son nuestros intereses. Por eso le adoramos, reparamos las ofensas que recibe y oramos por todos los hombres; sobre todo, por los pecadores». ¿También por los que fusilaron la imagen de Cristo? «¡Claro! Si supieran lo que hacían, no lo hubieran hecho», dice una carmelita. «Y tanto... Dos de ellos se arrepintieron y se convirtieron», apunta otra. Y da más datos: «Hace tiempo recibimos una carta de las Hermanitas de la Caridad, de Zaragoza, que nos contaban cómo un hombre pidió confesión y se arrepintió, por fusilar al Corazón de Jesús, de Getafe. Y el juez que juzgó a otro de ellos, contó que el miliciano pidió trabajar en la construcción de una iglesia, aunque no le conmutasen la pena, para expiar la ofensa de haber fusilado la imagen del Cerro. ¡Cómo no vamos a rezar por ellos!»

De no ser por un pequeño golpe en una esquina del Corazón, fruto de la caída del monumento cuando fue dinamitado, no sería fácil distinguir la antigua piedra que veneran las religiosas en la capilla de la Santa Reliquia -como empezó a llamarla santa Maravillas- de la reconstrucción que hoy corona, como antaño, el Cerro de los Ángeles, centro geográfico de la Península. Un emplazamiento nada casual: «Estamos aquí con el Sagrado Corazón de Jesús para acompañarle, adorarle y orar por España. Él ha querido reinar en España desde el corazón del país, y nosotras oramos por todos los hombres desde el Corazón de Jesús. Porque el Señor tiene corazón, no es un ser etéreo», dice una carmelita. Son palabras que se confirman por los sentidos, no sólo por la fe, porque quien visita el carmelo del Cerro de los Ángeles y observa el monumento, experimenta la sensación de estar, no sólo en el corazón geográfico del país, sino en el corazón latiente de España; como si las oraciones de estas religiosas sostuvieran muchas más vidas de las que uno pueda imaginar.


(José A. Méndez/Alfa y Omega) Publicado el 21 de diciembre de 2008 en ReL

7 de junio de 2013

Políticos y estadistas

Decía Bismark que el político piensa en la próxima elección y el estadista, en la próxima generación. Desde luego, Rajoy no tiene talla de estadista y la prueba está en que prefiere gestionar a decidir. En sus cálculos arriolísticos, ha decidido apostar por el maquillaje económico consistente en ahogarnos a impuestos en lugar de afrontar una reforma en profundidad de las administraciones públicas, que es el verdadero cáncer que ha hecho metástasis en todos los rincones -y en todos los bolsillos- de España.

Lo demás, todo el proyecto de ingeniería social de ZP permanece incólume dos años después de que éste saliese con el rabo entre las piernas.  Rajoy y su escudera tan sólo piensan en las próximas elecciones. De ahí que les produzca urticaria la reforma de la ley del aborto y de la ley de educación y estén decididos a edulcorarlas al máximo para evitar que la oposición haga sangre

¡Lástima de mayoría absoluta desperdiciada! Pero tampoco nos engañemos: Ni Rajoy ni el Partido popular tienen coraje para emprender el camino desandado por el errático estado de las autonomías hacia un estado unitario descentralizado. Esto es cosa de estadistas y no de políticos.  Y de lo primero hace ya mucho tiempo que no aparece ninguno por el foro. 


LFU