13 de septiembre de 2013

Rajoy y el error Chamberlain

Entre tanto ruido mediático provocado por el nacionalismo separatista catalán, llama la atención el permanente silencio en el que se mantiene el Presidente del Gobierno español. Sabemos que Rajoy es partidario de exponerse lo justo, consciente de que el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de palabras y de que, en no pocas ocasiones, el mero transcurso del tiempo acaba resolviendo muchos problemas que, a corto plazo, se antojan irresolubles. Pero mucho me temo que, en este caso, tal exceso de prudencia puede salirnos muy caro a los españoles.

No faltan precedentes en la Historia de gobernantes que prefirieron adoptar un perfil bajo ante la agresión del nacionalismo antes que mostrar una actitud de firmeza. Fue el silencio y la prudencia mal entendida de Francia e Inglaterra los que permitieron a Hitler convertirse en el amo de una Europa castrada por la debilidad del pacifismo británico y francés. El silencio ante la anexión de Austria y la invasión de Checoslovaquia en 1938, y el vergonzoso pacto de Munich de septiembre de ese mismo año entre Chamberlain, Daladier y Hitler para solucionar la crisis de los Sudetes, no fueron otra cosa que la antesala del infierno.

Cierto es que los silencios de Rajoy ante la chulería nacionalista evitan que se eleve el clima de tensión a corto plazo, pero no lo es menos que, como sucediera en la Europa de los años 30, el nacionalismo se crece ante la debilidad de su oponente –nada menos que el Gobierno de España- que parece hacer dejación de sus responsabilidades.  El espectáculo de ver unos encapuchados quemando impunemente una bandera nacional sin que la fuerza pública intervenga, la descarada y abierta chulería del independentismo reivindicando un Estado propio, la intoxicación masiva y constante de la población con una mitología histórica perfectamente comparable al mito de la superioridad de la raza aria y la clamorosa impunidad con la que el gobierno catalán incumple abiertamente las resoluciones de los Tribunales y desafía la legalidad vigente, tan sólo han merecido el silencio del Presidente cuando no la estúpida declaración de algún ministro hablando de encajes, comprensiones y comodidades, de la misma forma que el padre le compra al niño mimado lo que quiere para que no le dé la tabarra. Estoy seguro de que Chamberlain también quería que Hitler se encontrase a gusto y encajase en Europa, pero todos sabemos el precio que Europa tuvo que pagar por sus silencios.

Rajoy corre el riesgo de repetir el error Chamberlain. Mientras los separatistas siguen al pie de la letra un plan perfectamente urdido cuyo horizonte es la ruptura de la unidad de España, y no reparan en utilizar los fondos públicos en el desafío a la legalidad, los miles de catalanes que aún se sienten españoles no sienten cercano el aliento de España. Saben que el Estado de Derecho en Cataluña se ha convertido en una ficción y que proclamar abiertamente la españolidad de aquella tierra requiere dosis importantes de heroísmo. La incertidumbre con la que miran el futuro no encuentra eco alguno en el Gobierno de España, cuyo único plan ante el desafío de  los buitres es ponerse de perfil y aguardar a que escampe.

Me temo que ya es tarde para poner parches, pero es imperativo y urgente el diseño de un plan de choque contra la marea secesionista que haga sentir la presencia de España en Cataluña y permita que los miles de catalanes ahora agazapados alcen la cabeza para pronunciar con orgullo el nombre de España. Los españoles queremos que nuestro dinero se utilice para defender lo que es nuestro y Cataluña es España. No hacer nada y hacer de don Tancredo ante esta gravísima embestida no es táctica ni estrategia. Es una gran cobardía que todos los españoles pagaremos muy caro.

LFU

  

3 comentarios:

  1. de acuerdo razón tienes,y ¡¡¡¡¡¡qué hacer¿

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  2. De momento sería bueno no darles más dinero?

    Esta claro que es todo cuestión de euros...

    Pepo

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