17 de junio de 2020

Por la puerta grande (A mi hija Paloma)




Recuerdo, como si fuera ayer, aquel día de septiembre de 2005 en el que mamá y yo te llevamos por vez primera al “Mater”. Toda la alegría, los nervios y la emoción de aquella mañana al enfundarte el nuevo uniforme del “cole de mayores”, se truncaron en sentido llanto cuanto te diste cuenta de que te dejábamos allí.  Todo estaba bien hasta que te dijimos adiós, los dos con un nudo en la garganta, encogido el corazón y cargado el lagrimal.  Tus primeras lágrimas eran la expresión de tu zozobra, del miedo a lo que entonces estabas por conocer.

Han pasado 15 años, y se agolpan en mi mente, desordenados, cientos de recuerdos, todos ellos felices. Aquellas mañanas del mes de mayo, cantándole a María y llevándole flores, aunque tú, tímida y alérgica a cualquier protagonismo, limitabas la ofrenda floral a un par de días, por aquello de no destacar ni por defecto ni por exceso.  Cómo no recordar aquél “enhorabuena por vuestra hija” de Charo y aquella sonrisa inolvidable, llena de ternura de la inolvidable Madre Madurga que te ha acompañado hasta el final.

Luego vinieron los rezos en el porche de primaria, el ofrecimiento de obras, los cánticos, a veces tiritando de frío, pero que no dejaban de emocionarme. Recuerdo que contaba con pena los años que me quedaban aún de rezos y lo mucho que luego los eché de menos cuando tu hermana pasó a secundaria y me quedé sin ese momento de paz.

Los festivales de primaria en junio bajo un sol abrasador, vestida de gato o lo que tocase, que a punto estuvo de causarle quemaduras de tercer grado en la calva a tu abuelo Pepe que, de chaqueta y corbata, aguantaba estoico la canícula y los gritos y empujones de madres desaforadas y al que tuvimos que cubrir la cabeza con un pañuelo.


Luego vendrían los festivales Mater, los bailes regionales, las bulerías, alegrías o tanguillos de Cádiz, la boda gitana…. el día que llevaste el chapiri de la Legión y aquél
en el que enarbolaste nuestra bandera con traje vasco-navarro y a mí se me caía la baba de la emoción.

En estos 15 años de colegio tan sólo te he tenido que ayudar con la tabla de multiplicar y con alguna que otra poesía….. El resto, con alguna ayuda de tu madre -mucho más aplicada que yo- lo has hecho tú sola con tu esfuerzo y con ilusión.  Has heredado de tu madre su pundonor, su sentido de la responsabilidad, su disciplina y capacidad de sacrificio. De mí, acaso el entusiasmo para disfrutar de todo lo bueno que Dios te ha concedido.
Y como nadie cosecha sin sembrar, la recompensa que acabas de ofrecernos nos llena de orgullo y será un jalón en el acontecer de tu vida del que siempre podrás estar orgullosa. Matrícula de honor en Bachillerato con una felicitación especial del Colegio y del claustro de profesores. Has dejado muy alto el pabellón, haciendo honor a tus apellidos y buen recuerdo que tu madre dejó en el Mater.

Sé lo que quieres a ese colegio, que ha marcado para siempre tu personalidad, tu estilo de vida. Sé lo feliz que allí has sido y eso compensa todos los esfuerzos; adiviné que aguantabas la lágrimas el día que fuiste a recoger tus cosas, en este año tan extraño y duro para todos y he visto tu emoción de ayer al recibir esa Matrícula de honor que es una puerta grande que se abre para completar tres lustros de felicidad. En esta ocasión, he sido yo quien no ha podido contener las lágrimas, de puro orgullo, de pura alegría. Sé que las lágrimas te acompañarán también a tí en la despedida, las mismas lágrimas con las que entraste, pero esta vez derramadas, no por miedo, no por angustia, sino por amor, porque sólo cuando se ama se puede sufrir.

Lo has dado todo y hoy es el día que, echando la vista atrás, tus padres podemos estar orgullosos de haberte dejado aquel día a los pies de la Virgen Mater Salvatoris, a la que te encomendamos entonces, que te ha acompañado estos quince años y seguirá a tu lado, guiando tus pasos el resto de tu vida.

Te vas del Colegio por la puerta grande o, si me lo permites, aún mejor, por la Puerta del Príncipe. Como los grandes toreros y sobre mis hombros orgullosos. Pero allí quedará para siempre, junto a la capilla de esa Virgen niña, el depósito de los mejores recuerdos de tu niñez. Esos recuerdos que han fortalecido tus raíces, que han tensado las finas cuerdas de tu espíritu y a los que volverá siempre tu corazón en busca de consuelo cada vez que te angustien las dificultades de la vida.

Ahora empieza una nueva etapa ilusionante en la que se forjará definitivamente tu destino. Aprovecha cada instante y da gracias por todo lo que Dios te ha concedido. No olvides nunca que la gratitud y la humildad son las virtudes en las que se resumen todas las demás.

Termino con el último terceto del soneto de tu abuelo que desde el cielo te mira orgulloso:

Es tu mirada azul, canto callado  
que adivina el mañana, hora tras hora
bajo un cielo de estrellas plateado.

Enhorabuena Paloma. Te quiero.

Tu padre

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