"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
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25 de marzo de 2010

El Papa en la diana


Desde hace meses estamos asistiendo a una ofensiva mediática sin precedentes contra la Iglesia Católica y contra su cabeza visible, el Papa Benedicto XVI que está revistiendo caracteres de especial crudeza y colosal manipulación. Sin duda la Providencia ha querido que coincida dicho ataque con el insólito y brutal asedio que por parte del gobierno español está sufriendo la Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos. De ahí que haya querido traer a la portada una fotografía en la que aparece el Santo Padre, siendo aún Cardenal Ratzinger con la monumental Cruz a sus espaldas, una Cruz que simboliza el sufrimiento, pero también la victoria frente al mal.

Por su indudable interés y acierto, reproduzco a continuación un artículo de José Luis Restán que aborda de manera diáfana y valiente el durísimo ataque que está sufriendo nuestro Santo Padre y que a mí, como a tantos católicos, nos llena de indignación.


LFU

«Su luz brilla en medio del lodo»



«Quizás esté siendo la Cuaresma más dura de Benedicto XVI. A la amarga verificación de cuanto dijo en aquel histórico Vía Crucis de 2005 ("¡cuánta suciedad en la Iglesia!") se une una repugnante operación de caza en la que participan desde distintos ángulos la prensa laicista, la disidencia tipo Küng y los lobbys de los nuevos derechos. Días de plomo y furia en los medios, Pedro de nuevo en medio de la tempestad.


Con una precisión de relojero saltan los casos perfectamente medidos, como bombas que persiguen su objetivo. Y mientras se espera la carta dirigida a los católicos de Irlanda tras las terribles denuncias del Informe Ryan, la prensa destapa historias ya viejas en Holanda, en Alemania y en Austria, muchas de ellas juzgadas y archivadas veinte o treinta años atrás. Material inflamable para construir una historia tan sucia como mentirosa. Se trata de instalar en el imaginario colectivo la figura de una Iglesia que ya no es sólo un cuerpo extraño en la sociedad postmoderna, sino una especie de monstruo cuya propuesta moral y cuya disciplina interna abocan a sus miembros a la anormalidad y al abuso. Sí, ésta es la Iglesia que educó a Europa en el reconocimiento de la dignidad humana, en el amor al trabajo, a las letras y al canto, es la que inventó los hospitales y las universidades, la que forjó el derecho y limitó el absolutismo... pero eso ahora no importa. Y con la misma delectación con que algunos se aplican a eliminar su rastro de los espacios públicos, otros se aprestan a demoler su imagen.


Ya escucho la pregunta: ¿pero es verdad o no lo que se nos cuenta? Veamos los datos. En Alemania, por ejemplo, de los 210.000 casos de abusos a menores denunciados desde 1995, 94 corresponden a eclesiásticos. Cierto que 94 casos en parroquias y colegios son una enormidad, constituyen una llaga en el cuerpo de la Iglesia y plantean gravísimas preguntas. Cierto también que de los miembros de la Iglesia, especialmente de quienes tienen el encargo de educar, se espera siempre más que de la media, pues a quien mucho se le ha dado mucho se le ha de exigir.



Pero digamos también muy claro que la Iglesia no vive en el espacio, fuera de la historia. Está formada por hombres débiles y pecadores, su cuerpo se ve asaltado por las corrientes culturales de la época y no faltan momentos en que la conciencia de muchos de sus miembros está más determinada por el mundo que por la tradición viva que han recibido.


El horror de estos casos no puede minimizarse, y por eso Benedicto XVI (ya desde que era Prefecto de la Doctrina de la Fe) ha puesto en marcha una formidable tarea de saneamiento cuyos frutos ya son incluso cuantificables. Pero cuando la gran prensa fabrica primeras páginas a costa de 94 casos y calla miserablemente sobre los otros 200.000, estamos ante una operación asquerosa que debe ser denunciada. Las cifras de esta catástrofe nos hablan de una enfermedad moral de nuestra época y reclaman dirigir la mirada, no al celibato de los sacerdotes católicos, sino a la revolución sexual del 68, al relativismo y a la pérdida del significado de la vida que aflige a las sociedades occidentales.

El sociólogo Massimo Introvigne ha publicado al respecto un magnífico artículo en el que explica que el huracán mediático de estas semanas responde a lo que se conoce como un fenómeno de "pánico moral", perfectamente teledirigido desde determinados centros de influencia. Según su explicación se trata de una "hiperconstrucción social" tendente a crear una figura predeterminada (el monstruo del que hablamos al principio) con materiales fragmentarios y desperdigados en el tiempo. Existe ciertamente un problema real: sacerdotes (siempre demasiados) que han realizado el nefando crimen del abuso a menores. Pero las dimensiones, los tiempos y el contexto histórico son sistemáticamente alterados o silenciados. Nadie pone esos números de la vergüenza eclesial en relación a la totalidad brutal del problema; nadie dice, por ejemplo, que en los Estados Unidos eran cinco veces más los casos imputados a pastores de comunidades protestantes, o que en el mismo periodo en que en ese país fueron condenados cien sacerdotes católicos, fueron cinco mil los profesores de gimnasia y entrenadores deportivos que sufrieron idéntica condena. ¡Y nadie ha pedido cuentas a la Federación de baloncesto! Por último, el dato más escalofriante: el ámbito más habitual de los abusos sexuales a menores es precisamente el de la familia (allí suceden dos tercios del total de los casos contabilizados). Por tanto, ¿qué tiene que ver el celibato en todo esto? Dejemos aparte las viejas obsesiones de Küng, su arcaica cruzada para vaciar a la Iglesia de su nervio y sustancia. Pero de los diarios laicos, tan puntillosos y cientifistas, cabría esperar un poco más de objetividad.


La semana pasada el "pánico moral" teledirigido ha centrado bien alto su objetivo. La caza ha buscado una pieza mayor, el propio Benedicto XVI, el Papa que ha abierto ventanas y ha establecido una batería de disposiciones de máxima transparencia, colaboración con las autoridades y, sobre todo, sanación de las víctimas. Ha sido el Papa que en Estados Unidos y Australia se encontró cara a cara con quienes habían padecido esa terrible experiencia, para pedirles perdón en nombre de una Iglesia de la que ellos son miembros heridos, y merecen por tanto una preferencia total. Las insinuaciones sobre el Papa Ratzinger en esta materia merecerían simple desprecio si no fuese porque indican algo importante de este momento histórico. Hay un poder cultural, político y mediático que ha puesto a Pedro en su punto de mira, ya sin rubor y sin embozo. Cierto que no es la primera vez, y conviene recordarlo. Pero el furor y las armas de esta hora son, si cabe, más insidiosas que los de otros momentos de la historia.


Es posible imaginar la conciencia lúcida con que Benedicto XVI contempla este oleaje, y el consiguiente dolor que le acompaña en este momento dramático en que él mismo se ha convertido, dentro de la Iglesia, en el punto físico que atrae un odio irracional pero no desconocido, porque Jesús ya nos habló de él en el Evangelio. No sé si con algo de ironía, en la Audiencia del pasado miércoles nos dejaba ver cómo quiere ejercer su propio ministerio en este momento de miedos, reacciones viscerales y zozobras varias. Lo hizo mirándose en el espejo de uno de sus maestros más queridos, San Buenaventura: "para san Buenaventura, gobernar no era sencillamente un hacer, sino que era sobre todo pensar y rezar... su contacto íntimo con Cristo acompañó siempre su trabajo de Ministro General y por ello compuso una serie de escritos teológico-místicos, que expresan el ánimo de su gobierno y manifiestan la intención de... gobernar no sólo mediante mandatos y estructuras, sino guiando e iluminando las almas, orientando a Cristo". En medio de la tormenta, ésa es la humilde y firme decisión de Benedicto VI.»


José Luis Restán

2 de agosto de 2007

Oración

Mi hermano César me regala esta preciosa historia que me da pie para justificar mi ausencia de estos días atrás provocada por la sobrecarga de trabajo y por el inicio de mis vacaciones. Procuraré mantener esta tribuna aunque hasta el 15 de septiembre, me temo que no con la frecuencia que me gustaría. Felices vacaciones a todos. Y para los de habla francófona, un saludo especial.

LFU

Ocurrió en el muy elitista Servicio Aéreo Especial. En el cadáver, bien plegado en un bolsillo de la guerrera, un papel. Y en el papel, un oración que hoy se conoce como "Plegaría del Paracaidista". El soldado se llamaba André Zirnheld. Su canto fue adoptado después por los paracaidistas de la Infantería de Marina francesa. Es de una belleza acerada y recta, como un juramento ateniense. Para leer, reflexionar, guardar y volver a leer:
“Me dirijo a ti, mi Dios, porque sólo tú puedes dar lo que uno lleva dentro.
Dame, Dios mío, lo que te sobra. Dame lo que nadie te pide nunca.
No te pido riqueza, ni éxito, ni siquiera salud.
Todo eso te lo piden tanto que ya no debes tener más.
Dame, Dios mío, lo que te sobra; dame lo que los demás rechazan.
Yo quiero la inseguridad y la inquietud, la tormenta y la pelea.
Y te pido que me lo des, Dios mío, definitivamente.
Que yo pueda estar seguro de tenerlo siempre. Porque no siempre tendré
coraje para pedírtelo.
Dame, Dios mío, lo que te sobra; dame lo que nadie quiere.
Pero dame también el coraje, y la fuerza y la fe.
Porque sólo tú puedes dar lo que uno lleva dentro”.

Versión Original
Je m'adresse à vous, Mon Dieu,Car vous donnezCe qu'on ne peut obtenir que de soi.Donnez-moi, mon Dieu, ce qui vous resteDonnez-moi ce qu'on ne vous demande jamais.Je ne vous demande pas le reposNi la tranquillité,Ni celle de l'âme, ni celle du corps.Je ne vous demande pas la richesseNi le succès, ni même la santé.Tout ça, mon Dieu, on vous le demande tellementQue vous ne devez plus en avoir.Donnez-moi, mon Dieu, ce qui vous reste.Donnez-moi ce que l'on vous refuse.Je veux l'insécurité et l'inquiétude.Je veux la tourmente et la bagarreEt que vous me les donniez, mon Dieu, définitivement.Que je sois sûr de les avoir toujours,Car je n'aurai pas toujours le courageDe vous les demander.Donnez-moi, mon Dieu, ce qui vous reste.Donnez-moi ce dont les autres ne veulent pas.Mais donnez-moi aussi le courageEt la force et la Foi.

20 de julio de 2007

El invitado del Papa

En vísperas de vacaciones, nada mejor que recomendar una buena novela, cuando todo el mundo habla de Piqué. Nuestro recio amigo Antonio Arcones, motor de la Fundación Burke y uno de los que con su esfuerzo y peculio ha hecho posible la Editorial Ciudadela (que ha vuelto a editar la genial novela de Foxa Madrid de Corte a Checa), nos sosprendió a los asiduos al almuerzo "conspiratorio" de La Gran Peña, con dos libros. Uno de ellos, El invitado del Papa, de Vladimirl Volkoff, es una magnífica y muy interesante novela de intriga político-religiosa que su autor sitúa en el marco de un suceso real:

"Albino Luciani fue elegido papa el 26 de agosto de 1978 y tomó el nombre de Juan Pablo I. Fue consagrado el 3 de septiembre y murió el 28 de ese mismo mes. El día 6 concedió una audiencia al arzobispo Nikodim, metropolitano de Leningrado. Fue una entrevista que se mantuvo totalmente en privado y en la que, al parecer, se habló en francés, única lengua común a ambos interlocutores. El arzobispo murió repentinamente en brazos del papa, que le dio la absolución. Tras el suceso, Juan Pablo I declaró: “Jamás escuché palabras tan hermosas sobre la Iglesia. No puedo repetirlas porque constituyen un secreto”. La relación entre los dos fallecidos parece haber escapado extrañamente tanto a los periodistas como a los historiadores, lo cual no les ha impedido emitir una serie de hipótesis sobre la muerte del papa"

Anoche lo acabé y puedo asegurar que es de esos libros que te llaman desde la mesilla de noche a adoptar la horizontal y olvidarte del mundo y que te da pena terminar. El libro tiene la virtud de enganchar desde el principio, al tiempo que realiza un interesante retrato de la Iglesia ortodoxa, de sus relaciones con Roma y del estado soviético, a través de unos personajes singulares de verdad.
Os gustará. Un abrazo

LFU