"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

10 de septiembre de 2014

Sic transit gloria mundi

Eso es lo primero que me ha venido a la cabeza al escuchar la noticia del fallecimiento de Emilio Botín.  Reflexionar sobre lo efímero de la gloria terrenal y pensar si, sorprendido por la guadaña en plena noche, habrá tenido tiempo para bien morir. Saber que de nada sirve en ese último viaje lo atesorado en la tierra, que el único equipaje que hay que tener siempre a punto son las cuentas de amor que tenemos en el haber.

Me ha venido a la memoria aquella impresionante carta de un joven José Antonio, condenado a muerte, a su amigo Rafael en la que se quejaba de la forma en la que había de entregar la vida: “Quisiera haber muerto despacio, en casa y cama propias, rodeado de caras familiares y respirando un aroma religioso de sacramentos y recomendaciones de alma, es decir, con todo el rito y la ternura de la muerte tradicional. Pero ésta no se elige”

No se elige. Ni el día ni la hora tampoco. Viene sin avisar y todos vivimos como si fuéramos a estar aquí para siempre. Por eso olvidamos con frecuencia qué importante es vivir cada día como si fuera el último, disfrutar de los que queremos, darnos a los demás, no dejar para mañana esa palabra, ese perdón, ese gesto amable que los demás esperan y que siempre dejamos para un mañana que a lo mejor no lo es.

He rezado por su alma, que por muchos juicios terrenales que ahora reciba, sólo conoce Dios. Es lo que debe hacer un cristiano. Y estar preparado, también.


LFU 

8 de septiembre de 2014

Ha muerto el soldado Palomo. Por José Utrera Molina



Ninguna etapa de mi vida ha tenido una resonancia en mi corazón tan fuerte y definitiva como los años inolvidables del servicio militar.  Allí tuve la ocasión de conocer a un hombre excepcional. Una mañana, en el cuartel de San Jerónimo (Granada), sorprendí a un grupo de soldados que atendían absortos a las palabras de un soldado de filas, para mí desconocido. Me acerqué al grupo y escuché con admiración las palabras cortantes, lacónicas y firmes que utilizaba el soldado Francisco Palomo.  Cuando terminó, le pregunté: soldado, ¿vendrías conmigo a donde yo te dijera? “Aunque fuera al infierno” -me contesto-. “Al infierno, no –le dije-, pero tienes derecho a conocer muchas cosas de la vida, porque creo en tu valor, en tu inteligencia y mereces una vida nueva. Cuando termine mis prácticas de Alférez, quiero que vengas conmigo.”

No lo dudó y desde entonces tuve el extraordinario honor de su compañía. Lo llevé conmigo al Gobierno civil de Ciudad Real, luego a Burgos y por fin a Sevilla, donde se asentó, ya casado, en una pequeña vivienda juntó a la que instaló un quiosco en el que vendía todo aquello que sabía que la gente necesitaba.

Jamás se interrumpió nuestra amistad. Hablábamos con frecuencia. Palomo amaba a España con la intimidad de su corazón insatisfecho. Decía que su patria era la mejor del mundo, cuando él había nacido sin ningún medio y perpetuaba su existencia sin lujos de ninguna clase.

Pasó el tiempo. Yo cesé de ministro, abandoné mis responsabilidades políticas y con el tiempo, también las privadas pagaron el precio de mi lealtad. Palomo, que sabía de mi abundante carga familiar, me llamó un día y me dijo: “Mi alférez: tengo cinco millones ahorrados. Son para usted”. Las lágrimas que derramo ahora, brotaron entonces de la emoción y le dije: “Gracias, amigo. Puedo todavía enfrentarme con la vida sin ninguna clase de ayuda, pero jamás olvidaré tu enorme gesto de generosidad.” Esa era la nobleza de un hombre sencillo que atesoraba una riqueza en el corazón que no he conocido en nadie más.

Hace tres días me llamó su mujer: “Mi alférez, soy la mujer de Palomo y le llamo para decirle que se ha ido”. ¿Dónde se ha ido?, le pregunté. “Se ha ido, para siempre”, me contestó. Aquella lacónica comunicación me produjo una perturbación emocional que nunca había conocido. Palomo, mi soldado, mi entrañable amigo, había muerto, y su viejo Alférez lloraba de dolor.

Era su corazón el más puro, el más auténtico que traté jamás.  Poseía un altísimo grado de intuición, que es siempre el principio motor de la sabiduría. Tenía valor, pero sus límites estaban claros y limitados por su bondad. Ya no escucharé más su voz preguntándome “¿cómo está, mi Alférez?” Pero yo seguiré cada día, mientras pronuncie su nombre en mi oración de cada mañana,  contestándole lo acostumbrado: “voy viviendo, Palomo.”


Escribo esto en homenaje a su hombría de bien, a su profundo amor a España, a su generosidad y a su amor por su familia. Fue un soldado ejemplar. Un hombre de una pieza. Yo le rindo mi homenaje y se me rompe el corazón al recordarlo. Tengo la seguridad de que ahora nos mirará desde el lugar de privilegio que Dios tiene reservado para quienes pasan por la vida haciendo el bien, sin proclamarlo.

Descansa en paz, Palomo, amigo del alma.


José Utrera Molina, Exministro y Alférez del Arma de Ingenieros

4 de septiembre de 2014

Un heróico 16%

Con la que está cayendo, que algo más de un 16% de los jóvenes españoles esté dispuesto a dar la vida por España, lejos de ser una mala noticia, resulta una invitación a la esperanza.  Yo creía que eran, o éramos -pues con cuarentaytantos aún  me considero joven-muchos menos.

Fue la derecha –no olvidarlo- la que eliminó de un plumazo el servicio militar con la repugnante gracieta del peor ministro que recuerdan los militares, Federico Trillo, que quiso hacerse el enrollado con aquello de “se acabó la puta mili”.  Era evidente que Aznar pensaba más en las próximas elecciones que en las siguientes generaciones, aunque con su proverbial humildad seguro que tampoco es capaz de reconocer aquél inmenso error. Se privó a generaciones de jóvenes de conocer la milicia, de aprender valores como la disciplina, la humildad, la renuncia o el compañerismo. Se les hurtó la posibilidad de escuchar en la orden del día las hazañas gloriosas de nuestro ejército, de sentir el orgullo de servir a una patria que para muchos ha desaparecido de su entorno, de saber en definitiva, lo que representa ser español.  

Como decía Spengler, al final siempre es un pelotón de soldados el que ha salvado la civilización. Y en una España en plena decadencia, en la que los valores del honor y de la patria quedaron arrumbados, cuando no proscritos, hace decenios; en los que los chavales estudian de memoria los churros, rosquillas y huesos de santo como alimento tradicional e ignoran el nombre de nuestros legendarios conquistadores del XVI; en la que la categoría de las personas se mide por el precio de su teléfono y el sacrificio ha pasado de ser un valor a convertirse en una patología más del masoquismo, saber que hay un 16% de los españoles que, resistiendo heroicamente el colosal embite de un medio hostil, serían capaces de dar su vida por España, es como para estar orgullosos y sacar pecho.

En ese 16% caben muchos pelotones. Con muchos menos, D. Pelayo inició la reconquista. Definitivamente, un nuevo motivo para creer aún en nuestra querida España.


LFU

1 de septiembre de 2014

De vuelta

Gracias a Dios, he podido disfrutar de un mes de vacaciones en compañía de mi mujer, de mis hijas, de mis padres y de mis hermanos. No todos pueden decir lo mismo. Por eso sé que soy un privilegiado. Por eso no sé qué es eso del "síndrome posvacacional", esa horterada insensible con quienes no pueden permitirse ni un día de vacaciones porque no tienen donde trabajar.

Así que de vuelta al trabajo y feliz por tenerlo. Ojalá muchos españoles encuentren trabajo el curso que comienza, que se nos antoja vital para nuestra querida España y en el que procuraré asomarme a esta página, en su7º año de vida, cuando mi trabajo me lo permita. "Primum vivere..."

Como decía Don Quijote, podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, jamás.

Un abrazo a todos

LFU


29 de julio de 2014

Pujol, Game over

El reciente destape de una mínima parte sus vergüenzas pecuniarias por el patriarca nacionalista Pujol ha hecho emerger de las profundidades enormes dosis de impostura en no pocos políticos y comentaristas que parecen recién caídos del guindo tras décadas mirando para otro lado mientras la familia hacía caja con las pingües comisiones que formaban parte de la normalidad empresarial en medio del paisaje putrefacto de un oasis mantenido durante lustros por tirios y troyanos gracias a una ley electoral hecha a la medida de las fuerzas centrífugas.

No creo demasiado en las casualidades. Que precisamente en el año clave para la ofensiva separatista y pocos días antes de que el presidente de la Generalidad visite la Moncloa se destape el escándalo conocido y tapado por tantos durante tanto tiempo, tiene un tufillo a seria advertencia más que a descubrimiento policial, y me provoca un asco inmenso por el desprecio y agravio que supone al resto de los españoles que procuramos cumplir con nuestras obligaciones y no tenemos nada que ofrecer para la “estabilidad” institucional de la nación.

Es precisamente la quiebra del Estado de derecho que durante tantos años ha estado ausente de forma selectiva en Cataluña y que tuvo quizás su faceta más turbia en la Sentencia del caso Banca Catalana, la que me hace dudar que, una vez más, al final de esta historia, y a cambio de frenar el proceso secesionista, hayamos de tragarnos los demás el inmenso sapo de que las millonarias comisiones del 3% se hayan convertido para la historia en una romántica y añeja masa hereditaria tardíamente regularizada.

Parece claro que a Pujol y a su familia se les ha acabado su rentabilísimo juego. Pero no apostaría a que sufrirán como cualquier otro ciudadano el rigor de la justicia. Las cloacas del Estado aprietan, pero no parece que ahoguen.


LFU

17 de julio de 2014

Cataluña. La cesión al chantaje

Sólo desde la humildad y la autocrítica pueden afrontarse los problemas que nos afectan. España debe reconocer que, ante el desafío separatista del nacionalismo catalán, lleva décadas a la defensiva, cediendo continuamente a su chantaje y tratando de encontrar un “encaje” de “Cataluña” en España, cuando en realidad de lo que se trata es de calmar a la fiera con carne cruda.

Pero la fiera –el nacionalismo separatista- cada vez pide más. Hasta ahora se había contentado con inyecciones de dinero y transferencia de competencias. Con ese dinero y esas competencias han educado a dos generaciones que en su mayor parte no se sienten españoles, con la inestimable ayuda del control de los medios de comunicación, al servicio de los mitos goebbelsianos del separatismo.  

Resulta desazonador comprobar cómo en las élites de la sociedad prevalece el tacticismo y la resignación y toda la estrategia gira en torno a ver cómo se puede contentar “a los catalanes” cuando de lo que verdaderamente se trata es de contentar la voracidad del separatismo, olvidando absolutamente a ese 40 o 50% de los catalanes que se sienten españoles, a los que nadie toma en serio y que sufren en silencio la opresión nacionalista.

No resulta baladí el hecho de que el rey Felipe en los últimos meses haya viajado en ocho ocasiones a Cataluña y en ninguno de sus viajes se haya reunido con alguna de las plataformas que se atreven a hacer frente públicamente al nacionalismo.  

En los últimos días se habla incesantemente de nuevas maniobras opacas para ofrecer nuevos privilegios al nacionalismo a costa de la soberanía de los españoles y si hace falta cambiar la Constitución, ésta no será la barrera.

Es la derrota del Estado de derecho frente al desafío y la chulería del nacionalismo. España está abandonando a su suerte a millones de catalanes que se sienten catalanes y españoles y sobre cuyo atemorizado silencio cabalga triunfante la hidra nacionalista.

El verdadero triunfo del nacionalismo separatista está en la extrema debilidad de España como nación. Se equivocan quienes piensan que esta vez lo van a solucionar con dinero. Ya es demasiado tarde. La única solución pasa por la firmeza en la defensa de la ley y el estado de derecho frente al chantaje y la desobediencia.


LFU

15 de julio de 2014

Mariano Rajoy y el peligro Chamberlain

“Bien está, sí, el diálogo, como primer instrumento de comunicación (…)” pero quienes elevan el diálogo a categoría absoluta corren el riesgo de ser derrotados por los que presionan con la fuerza de los hechos consumados.

Daladier y Chamberlain creyeron que debían dialogar con Adolfo Hitler tras la anexión por el Reich de los Sudetes y el Anschluss y el resultado fue la invasión de Polonia, y de la mayor parte de Europa, la guerra mundial y el caos. “Renunciasteis al honor para tener paz y ahora no tendréis ni paz ni honor” les reprochaba Sir Winston Churchill a aquellos ingenuos enamorados del diálogo.

Ante la ofensiva separatista de los nacionalistas catalanes, Mariano Rajoy parece más inclinado a emular a Chamberlain que a Churchill. Sólo así puede entenderse que ante el constante y abierto desafío a la legalidad vigente, ante la descarada desobediencia de las sentencias judiciales, ante la bravuconería y chulería del Gobierno de la Generalidad y ante la quiebra del Estado de derecho en una parte querida de España, el Presidente del Gobierno reaccione con una nueva invitación al diálogo con el agresor.

No hay nada de qué hablar con quien amenaza abiertamente con romper la convivencia y atentar contra la soberanía de la nación española. Con los que chantajean al Estado y se burlan de la ley no se dialoga, se aplica la ley, con todas sus consecuencias. Hacer lo contrario constituye un síntoma de debilidad alarmante y un precedente extremadamente peligroso, además de una colosal injusticia y agravio comparativo con el resto de los españoles que cumplimos la ley.


LFU