"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

24 de marzo de 2015

De otras corrupciones. Por Fernando Suárez González

Reproduzco a continuación, por su extraordinaria calidad, la tercera de ABC del sábado 21 de marzo de 2015, firmada por el ex-ministro de trabajo D. Fernándo Suárez González, que incide en que la transformación de la representación popular en séquito y comparsa de los líderes de los partidos está en la raíz de otras corrupciones.


La siempre ilustrativa consulta al Diccionario de la lengua española que su Real Academia nos ofrece periódicamente actualizado permite sostener que reducir la corrupción a su vertiente económica equivale a ignorar la amplitud del concepto. Corromper es sobornar con dádivas o utilizar funciones públicas en provecho económico privado, pero lo es también alterar y trastocar la forma de algo, echar a perder, depravar, dañar, pudrir, estragar, viciar y resulta inquietante que se dedique tanto espacio y tanto tiempo a la dimensión económica de la corrupción y se dé tan poca importancia a otros vicios y daños que pueden incluso estar en la raíz de la que tanta y tan generalizada preocupación suscita.

Se dice con frecuencia que la corrupción económica, denunciada casi a diario por los periódicos y los jueces, puede llegar a poner en riesgo la democracia. Pienso, por el contrario, que nada más eficaz que la democracia para la acusación, el enjuiciamiento y la sanción de los corruptos debidamente comprobados, y me preocupa mucho más la naturalidad con que la opinión pública española acepta que se distorsionen, se ignoren y se manipulen los preceptos de la Constitución que configuran la estructura de la democracia misma. Eso sí que, en mi opinión, la corrompe y la pone seriamente en peligro, en la medida en que puede provocar el desdén, la decepción o la desconfianza de los ciudadanos, aunque cause gran satisfacción a los políticos que se benefician de prácticas bien poco democráticas.

Por poner un ejemplo de la máxima actualidad, el artículo 140 de la Constitución Española dispone que “los concejales serán elegidos por los vecinos del municipio mediante sufragio universal, igual, libre, directo y secreto, en la forma establecida por la ley”, añadiendo inmediatamente que los “alcaldes serán elegidos por los concejales”. Mas he aquí que la aplicación de estos preceptos por los partidos políticos -por todos los partidos políticos- ha llevado a la situación precisamente inversa: todos sabemos ya quienes están propuestos como candidatos a alcaldes, pero ignoramos absolutamente los nombres de los candidatos a concejales que, una vez elegidos, deben a su vez elegir al alcalde.

Como es de suponer, los candidatos a alcalde -elegidos en primarias del todo peculiares o designados por uno de esos dedos todopoderosos que han fabricado nuestras organizaciones políticas- no consentirán impasibles que sus partidos respectivos les elaboren la completa lista electoral y concentrarán todos sus esfuerzos en incluir en ella el mayor número posible de gente de confianza. De donde es lícito deducir que, concluido el proceso, no habrán sido los concejales los que han elegido al alcalde, sino precisamente el alcalde el que ha elegido a la mayoría de los concejales que le ha permitido el acceso a la vara. El mecanismo refuerza el poderío de la primera autoridad municipal y priva de cualquier posibilidad de control a los concejales de su mayoría, mientras los de la minoría protestan, gritan y denuncian, pero no controlan. En cualquier Ayuntamiento que se quiera examinar, se puede comprobar que si el alcalde ha cometido algún exceso endeudando al municipio, bautizando calles con nombres polémicos o contratando personal laboral para regatear información a los funcionarios o para colocar amigos y parientes, la protesta surge de los opositores, pero nunca de los partidarios, únicos que podrían evitar abusos y desmesuras.

Como de las candidaturas a las Comunidades Autónomas se puede predicar exactamente lo mismo, la calidad democrática de las próximas elecciones municipales y autonómicas resulta manifiestamente mejorable, pero no se aprecia en los partidos dominantes la menor voluntad de atribuir a los ciudadanos las competencias que les han venido sustrayendo durante ya demasiado tiempo.

Esa es la situación que tenemos delante aquí y ahora, a pesar de que las primeras figuras designadas para los puestos de principal relieve -y, muy en concreto, para los de Madrid- se desgañitan proclamando su espíritu democrático y, en algún caso concreto, su prosapia liberal. Si los demócratas y liberales proceden de tal guisa, no debieran escandalizarse tanto de que haya quienes pretendan cuestionar el entero sistema y a quienes se viene atribuyendo el equívoco nombre de “populistas”. Su amenaza puede prorrogar durante algún tiempo la insatisfactoria situación actual, pero los partidos hasta ahora mayoritarios deben aceptar que, o se ponen de acuerdo para hacer más auténtica la democracia española, o crecerá exponencialmente el número de los que no tienen el menor interés en defenderla.

Porque, además, lo dicho sobre las próximas elecciones municipales vale desgraciadamente también para las elecciones generales. El número uno de la lista de Madrid invita a participar a quienes tenga a bien y estos ya saben que por el mero hecho de haber sido incluidos en la lista del partido en cualquier provincia española renuncian al fundamental derecho que les otorga el artículo 99.3 de la Constitución, porque no serán ellos quienes otorguen su confianza al presidente, sino que han debido obtener la confianza previa del presidente para ocupar su escaño. No conozco a nadie que sostenga que eso es precisamente lo que se consagró en la Constitución.

De ahí resulta la corrupción -quiero decir el trastueque, la desfiguración- del Parlamento, convertido en cámara de resonancia de los debates partidistas, con lectura de discursos redactados en otros ámbitos, imposibilidad de convencer a nadie que no esté previamente convencido y resultados de las votaciones previsibles desde el día primero de la legislatura. Quienes debieran controlar al gobierno deben el cargo a su presidente y tienen que comportarse con mansedumbre, votando incluso contra lo que piensan o contra lo que anunciaron en sus campañas. Las minorías, como en el ayuntamiento, protestan, gritan y denuncian, pero no controlan.

Esta conversión de la representación popular en séquito, comparsa y acompañamiento de los reforzadísimos poderes de los líderes de los partidos que parecen incapaces de presidir a hombres y mujeres libres y prefieren tenerlos bajo control, porque eso les facilita mucho las cosas, está en la raíz de otras corrupciones. Nadie se puede creer que ni un solo concejal, diputado autonómico, diputado nacional o senador tuviera conocimiento de los desmanes de los colegas que están en la cárcel y si la disciplina de partido les mantuvo en silencio es forzoso concluir que han preferido conservar su situación que representar a ciudadanos decentes.

Hablando de los que están en la cárcel, es obligado recordar que no fueron los electores, sino los seleccionadores, quienes se equivocaron radicalmente al incluirlos en las listas, sin que uno solo de tales seleccionadores haya aceptado la menor responsabilidad, políticamente tan exigible. El velo de los aparentes “comités electorales” permite cubrir las arbitrariedades del dedo.

Si no se afrontan estos graves defectos de nuestra democracia por quienes todavía pueden hacerlo, que no se sorprenda nadie de su degeneración y de la creciente incomparecencia de quienes tienen su vida resuelta al margen de los escaños.

Fernando Suárez González

19 de marzo de 2015

Cuando era niño

Cuando era niño ponía todo mi afán en seguir tus pasos, largos, rápidos y marciales. Hoy lo pongo en acompasar los míos a tu lento caminar.

Cuando era niño me ayudabas a caminar. Hoy tengo la suerte de poder ayudarte yo a ti.

Cuando era niño me decías que fuera siempre erguido, alta la mirada. Y a pesar de los años que has vivido, a pesar de tus limitaciones, sigues altivo y en pie.

Cuando era niño me enseñaste el valor de la esperanza. Y sigues sin miedo a la oscuridad, porque sabes que no hay noche sin aurora.

Cuando era niño soñaba que algún día sería un hombre como tú. Hoy sigo soñando lo mismo.

Cuando era niño y no sabía lo que era ser un hombre, te admiraba. Hoy, que sé lo mucho que cuesta serlo, te admiro mucho más.

Y le doy gracias a Dios por haber tenido un padre como tú.


LFU

17 de marzo de 2015

Tam Pater nemo. Una hermosa lección de fe

Hace unos días, nos enterábamos de la repentina muerte de un joven a los pocos días de entrar en el seminario. Se llamaba Marcos Pou Gallo. A través de amigos comunes, me llega la carta que su hermano leyó al término del funeral por su alma y no puedo dejar de divulgarla. No tiene desperdicio.

TAM PATER NEMO

(Nadie hubo, ni puede haber tan Buen Padre)

Queridos amigos, familiares y conocidos;

Entre las 23.30 del sábado 21 de febrero y las 00.00 del día siguiente, domingo 22, mi hermano Marcos falleció en un accidente de moto, a la edad de 23 años, una semana y media después de entrar en el seminario.

No está siendo, como es lógico, nada fácil. Es mi hermano, con quien he crecido desde que nací, con quien he descubierto desde pequeño la vida, con su bien y su mal, su sufrimiento y su consolación, su belleza y su fealdad, lo divertido y lo aburrido, lo grande y lo pequeño. Con quien me he peleado, reído hasta llorar, con quien he llorado, y con quien he descubierto lo más grande que se pueda descubrir nunca ante los ojos de un pobre hombre como él y como yo.

Estos tres días están siendo los más duros de mi vida. Constante es el recuerdo de Marcos, de todo lo que hemos vivido juntos, lo bueno y lo no tan bueno. Es duro estar en casa porque es difícil caer en la cuenta de que ya no va a entrar por la puerta gritando ‘¡Minions!’ (Refiriéndose a Juan y Mateo, mis hermanos pequeños), o en mi habitación, donde él dormía. Es duro vivir, es doloroso. Lo más duro es despertarse por la mañana, porque es como si te dieran la noticia de nuevo. Es dolorosa esta nueva vida sin Marcos en la forma que ha estado siempre, tal y como la conocíamos. Lo sabéis bien aquellos que le conocisteis, aunque fuera por poco tiempo, aunque sólo cruzarais un par de frases con él.  A muchos os habrán hablado de él. Y para otros quizá era ‘hermano de’, o ‘hijo de Itziar y Paco’.

A todos vosotros os quiero contar lo que he visto estos dos días. Antes de la misa del domingo por mi hermano, tuvimos la oportunidad de besar por última vez a mi hermano. Estaba precioso, en un ataúd sencillo, como el de Juan Pablo II. Vestido de blanco, puro. Mi familia y yo pudimos estar rezando junto a él. Pidiendo por su intercesión por nosotros, para que comprendamos y nos fiemos del Señor. La misa fue el primer regalo de todos. Fue un verdadero espectáculo. La Iglesia estaba llena, hasta los topes, los dos días. Por delante de mí pasaban todos los rostros que el Señor acarició a través de Marcos. Todo lo que Dios ha generado a través de él, de toda su persona. Estaban las monjas del comedor social donde ayudaba (caritativa) desde hacía 3 años, sus compañeros y los míos del primer colegio en el que estuvimos, profesores de ese colegio, un gran número de profesores del Abat Oliba, alumnos de allí, los amigos con los que jugó al fútbol en La Salle cuando era pequeño, con los que jugó no hace tanto y con los que jugaba este año, incontables amigos suyos y míos de Madrid, matrimonios de allí que le conocieron y vinieron a acompañarnos y a despedirse, toda la comunidad de CL de Barcelona, toda mi familia… Me dejo a mucha gente, perdonadme. Celebraron misa por él en Siberia, Nueva York, Milán, Roma, Madrid, Las Azores, Méjico, Santander… y muchos sitios más donde rezaron por él.  A todos gracias por vuestras oraciones y vuestra compañía. Son un verdadero testimonio de todo lo que genera el Padre a través de la débil carne de mi hermano.

Amigos míos y de Marcos. Dios y mi hermano me regalan a cada segundo el amor que os tiene desde el cielo, y que siempre os ha tenido. Tengo la certeza, nítida, que Marcos siempre ha tenido. Tengo esa paz, esos ojos conquistados por el Señor, que Marcos tiene. Me da la sensación de que los abrazos que os doy, los besos y  las caricias, son de parte de Marcos. Me sorprendo amándoos un pequeño porcentaje de cómo él os quería, y eso es enorme. Lloro y sufro, le echo de menos, me gustaría abrazarle una última vez. Pero está conmigo. La relación con Marcos es única. Continuamente le oigo decirme que me fíe. Le veo sonreír, le veo feliz, donde toda su vida ansiaba estar. Marcos nos ha hecho el mejor regalo que nadie puede hacer. Nos ha puesto ante la vida, y ante Cristo. Siempre ha sido esa su intención, presentarnos a Cristo, mirad: ‘He visto el mismísimo rostro de Cristo, la ternura con la que Dios ama, he visto cómo me quiere y me da vértigo. ¿¡Por qué tanto!? Dios me prefiere, y en las palabras de Giussani, me prefiere “porque soy nada, porque soy como esa chica de Nazaret de 15 años, nada. O como su marido, un hombre lleno de dudas, confundido, humilde, carpintero, nada”’. Y estos días lo hace de una forma radical y espectacular, con la misa, el funeral y lo que vendrá. Nos presenta el infinito. Cada canto, cada lectura y cada salmo, cada abrazo que me habéis dado, cada rostro que he besado, son signo del Dios bueno que habita en Marcos. Es una sobreabundancia que jamás había experimentado, ni podía imaginar. Sufro con gran dolor, pero soy profundamente feliz. Porque ¿quién soy yo para recibir semejante regalo del cielo, como es la certeza de Marcos? ¿Quién soy yo para ser llamado a una relación con el Misterio como la que él tenía? La Misericordia que Dios tiene conmigo dándome esto se sale de toda medida. Nos da este regalo: ahora sólo lo infinito nos bastará. Ahora solo Dios bastará a nuestros desgarrados corazones de hombres.

La política, la economía, lo que estudiamos o donde trabajamos, lo que vivimos ahora, las relaciones con nuestros seres queridos y amigos, todo vuelve a ser verdadero. Porque todo está revestido de esta espera y esta pregunta: ¿Hay algo que sea para siempre? Si. Existe. Porque lo hemos visto y lo vemos. Siempre quiso presentar a Dios al mundo. Y estos días lo hace de una forma radical. O todo o nada, como ha sido él. Y Cristo está. Amigos, no es incompatible el sufrimiento de perder una ‘forma’ de relación, con la paz y la seguridad de que Dios está. No es incompatible el desgarro con la alegría que Dios presente nos da. Todo lo que nuestros corazones desean, y hoy más que nunca, existe. Lo vimos en Marcos y lo vemos entre nosotros hoy. Lo vemos en la unidad de un pueblo donde el Señor quiso crear a Marcos. Lo tenía todo pensado. Para llevarse a Marcos tenía que estar seguro de que él daba su ‘sí’ libremente y feliz. Y os lo demuestro: Marcos escribía el 11 de febrero esto. ‘ENTRADA EN EL SEMINARIO: Vértigo y confianza plena, soy Tuyo Cristo. Que este sea un camino de santidad. ¡Feliz de darte la vida! Domina más esto que lo que no apetece, da pereza o parece ser una futura fatiga. A ti me encomiendo María. Virgen de Lourdes, ¡hazme fiel! ¡Hazme santo!’

¿Lo veis? Marcos se fue plenamente feliz, como nunca lo había sido. Y nos quiere regalar esta paz. Dejad que entre en vuestros corazones el dolor, bucead en el sufrimiento para descubrir el deseo de infinito que a Marcos caracterizaba. Pero sumergíos también en la vida. Estad atentos a lo que Dios nos regala, estad atentos a la realidad que fascinaba a Marcos. Porque es allí donde encontraremos la paz que Dios nos da. No tapéis vuestro dolor, vuestras preguntas, vuestro sufrimiento, el echar de menos, o las ganas de estar con él. Vividlas hasta que esas preguntas os definan. De lo contrario, despreciaremos el regalo que Marcos nos hace. Contaos lo que os fascinaba de Marcos, recordad lo que os decía, contaos y recordad a Cristo, que se hacía más carne a través de mi hermano. Que el sí que él dio sea también nuestro sí a vivir este sufrimiento y esta gracia. Pidamos su cercanía con el Señor, su relación privilegiada con el Padre y celebremos que él es ahora feliz para siempre. Descansad en esta certeza, en la imagen de su sonrisa desde el cielo.

Mi relación con Marcos es mejor ahora que nunca. Ahora que no puedo tocarlo ni abrazarlo, es más mío, está más en mí, que nunca. Marcos hoy se me regala más que hace tres días. Lo mejor de Marcos, Cristo, está infinitamente más presente hoy que nunca. Es más nuestro amigo hoy que nunca. Me llegan ya las cosas que están sucediendo. Me envían muchas personas los testimonios de lo que Dios y Marcos hacen desde el cielo. A Dios tengo que agradecer ser testigo de semejante espectáculo. No dejéis de contármelo, por favor. Ya está sucediendo.

Os pido que os acompañéis entre vosotros, que os recordéis esto. Os pido que no cerréis vuestro corazón, que lo abráis al dolor y al presente. También pedid por mi familia: Francisco, Itziar, Natalia





9 de marzo de 2015

Cada vida importa

Ayer, un chico con síndrome de Down me dio un folleto de la manifestación contra el aborto del próximo sábado. Me lo dio con una sonrisa confiada, sonrisa que yo le devolví no sin cierto sentimiento de culpa.

Luego, durante la misa, tuve delante a otro chico Down de unos 12 o 13 años, que cubrió de besos a su madre y a su hermana mayor a las que no paró de lanzar lisonjas y piropos de una dulzura infinita. Piropos –pensaba yo- por los que alguna descerebrada le acusaría de machista….Al salir, mi hija mayor, que había estado atenta al comportamiento de este chico,  me decía “Papi, ¡¡yo quiero un hermano así!!” y a mí me dieron unas ganas enormes de felicitar a esa madre por la fortuna de disfrutar de tanto cariño incondicional.

Hablo de sentimiento de culpa, porque hemos convivido y seguimos haciéndolo con la monstruosidad del aborto eugenésico con total normalidad; porque hemos confiado en que los políticos nos solucionarían la papeleta, sin tener en cuenta que a éstos, salvo excepciones, no les mueven intereses ilustres sino el deseo de conseguir o mantener el poder; porque nos hemos quedado cómodamente en casa o nos hemos ido al campo en lugar de unirnos a los que ponían su voz para denunciar el holocausto, para luego decir que, total, son muy pocos los que se manifiestan y nada se consigue.

Somos cada uno de nosotros quienes tenemos la obligación de cambiar las conciencias de la gente; nosotros quienes estamos obligados a lograr que los políticos dejen de mirar para otro lado. Somos legión los que, católicos o no, de izquierdas o de derechas, ricos o pobres, aborrecemos el crimen sin sentido de los más indefensos y si saliéramos todos a hacer oir nuestra voz, no tendrían más remedio que escucharnos, porque son muchos los votos que están en juego. No es una bandera ideológica la que levantamos, es una sacudida de conciencias la que preconizamos. La de los que niegan la condición humana del concebido y la de los sepulcros blanqueados que conociéndola, miran para otro lado porque es una forma rápida de quitarse un problema de encima.  

Eran millones los alemanes que callaban o aplaudían mientras veían cómo los judíos eran vejados, humillados y masacrados por sus compatriotas. Hoy son millones en todo el mundo los que defienden o asumen el derecho a privar de la vida a un ser humano por el mero hecho de tener una tara, o más aún, por el mero capricho o conveniencia de la persona que lo lleva en su seno.

Si nosotros miramos para otro lado, si convivimos cómodamente con el crimen y con todo ese sórdido mundo de esclavitud que rodea al aborto, nuestros hijos también lo harán. Muchos de los que me rodean piensan que las manifestaciones son para los frikis, y después se asustan cuando las huestes de Podemos llenan las calles. Ellos saben bien el poder de la acción, de la agitación y de la propaganda y cuentan con nuestra molicie para su victoria.

Tenemos una deuda con los niños no nacidos y con la posteridad. Cada uno de nosotros. No ganaremos ni hoy ni mañana, pero algún día la humanidad se quitará la careta y contemplará con horror este holocausto silencioso. Vale la pena luchar desde hoy porque ese mañana llegue cuanto antes.


Luis Felipe Utrera-Molina

26 de febrero de 2015

Licinio de la Fuente. Un poeta de la acción. Por José Utrera Molina



Conocí a Licinio de la Fuente en un tiempo en el que el servicio a España era un deseo común a la mayoría de los que creían en su Patria. Hijo de un modesto campesino, su extraordinario tesón le llevó a alcanzar el máximo grado universitario y ganó después las oposiciones al Cuerpo de Abogados del Estado. Fui Subsecretario suyo durante cuatro años. De él aprendí múltiples lecciones. La primera, la inconmensurable dimensión de generosidad que ofrecía su alma.

El Ministerio de Trabajo tuvo en él su más alto representante y el más vigoroso impulsor. La política sanitaria y la extensión a términos increíbles de la Seguridad Social tuvieron en él a su artífice. Yo conocí la época en que las mujeres podían un pañolón negro en la puerta de sus humildes casas para que alguien pudiera dar dinero para los restos de sus deudos. De ahí pasamos a una transformación inconmensurable de las estructuras carcomidas de España. Los mejores hospitales, los medios y aportaciones técnicas sanitarias de todo orden, tuvieron su origen en la voluntad indomable de Licinio de la Fuente.

Debo decir que esta función política la inauguró José Antonio Girón de Velasco, adalid de un nuevo concepto del trabajo y de la dignidad de los trabajadores. Licinio superó con creces aquellas primeras etapas y yo le he visto sudoroso, entregado y contento al mismo tiempo de aportar al mundo de los trabajadores españoles todo su tesón, su ambición y su envidiable ímpetu constructivo. Ahora, cuando tanto se habla de justicia social, nadie que tenga un poco de dignidad podrá negar la fabulosa obra de transformación que en favor de los trabajadores se hizo en los ministerios de trabajo.  

Licinio era incansable. No había para él ni vacaciones ni espacios de recreo. Toda su vida estuvo consagrada a su misión y la cumplió de forma admirable. Falangista de raíz, incorporó las nuevas ideas a su quehacer político, a su forma de ser sobria, lacónica pero llena de un fervor verdaderamente impresionante. Jamás le vi dudar y  apuntó siempre a metas muy lejanas para que los trabajadores de España tuvieran su asidero en las múltiples realizaciones materiales que en el ámbito social cubrieron el suelo de España. No hubo problema laboral que él no abordara con la plenitud de sus conocimientos y la voluntad férrea de su ánimo imbatible. Yo, que le seguí muy de cerca en la encomienda de la subsecretaria del trabajo que él me confió, puedo hablar antes que nadie del portentoso ánimo que caracterizó siempre la existencia de Licinio de la Fuente. Ni una desviación, ningún descanso, ninguna complacencia con los poderosos, signaron la tarea del ministro. Todos le seguíamos apasionadamente y los nuevos hogares de ancianos, los ambulatorios, las múltiples residencias sanitarias, hablan de aquella fuerza arrolladora que frente a poderes fácticos no siempre contentos con nuestro proceder, lograban uno a uno los milagros de la reconstrucción española. José Antonio nos hablaba del sentido de nuestro deber y de que España era una dimensión mejorable a través de la voluntad y del desafío a lo poco ilustre.

Licinio de la Fuente fue el prototipo de un ministro capaz de enfrentarse con las dificultades. Yo fui testigo de la sorna con que algunos compañeros suyos acogían la intrépida decisión que caracterizaba sus empeños. No cesó, sino que se marchó por propia voluntad porque había una serie de sectores que impedían el progreso revolucionario que Licinio representaba.

Le he estado hablando durante todos estos días, no para recordar, sino para afianzarnos en lo que fue una obra bien hecha. Caballero, soldado de buena estirpe, enamorado de la España eterna, jamás le escuché una frase despectiva en relación con sus enemigos, que no creo que los tuviera. Acogió con amoroso afán a todos aquellos que representaban un aporte a la obra que su patria representaba. Yo no puedo decirle adiós porque en mi pensamiento no podrá morir nunca ni su bondad, ni su ejemplaridad ni su nobleza.

Soy testigo de que Licinio de la Fuente no conoció jamás una brizna de cobardía y Dios premió su voluntad otorgándole un espacio de reflexión y de trabajo que únicamente él pudo ocupar. Decía José Antonio que a los pueblos no los movían más que los poetas. Licinio de la Fuente fue un poeta de la acción. Amó a España con toda su alma, sin recovecos, sin interpretaciones de ningún tipo, fiel a la íntegra esencialidad española. Tengo la seguridad de que allá donde nos encontraremos algún día, Licinio se hallará junto al rumor de la canción que hablaba de luceros y de otra vida.  Fiel y creyente, pongo en sus manos las rosas de mi adiós y le pido que me reconforte con su ejemplo hasta el fin de mis días.


JOSÉ UTRERA MOLINA

17 de febrero de 2015

Yo soy copto


La estremecedora imagen de los 21 cristianos coptos a punto de alcanzar la palma del martirio a manos de unos salvajes desalmados, nos debe hacer reflexionar sobre la distinta reacción que ha provocado en occidente este acto de barbarie comparado con lo sucedido recientemente en París.

Yo no soy Charlie, ni lo seré jamás, pues como cristiano no me es dado ofender ni escarnecer a nadie por su credo o religión. Pero yo sí soy copto. Tan bautizado e hijo de Dios como todos los mártires de Libia, de Irak, de Siria o de Nigeria, que han sido asesinados por su condición de tal, sin que mediara insulto o provocación alguna.

Sin embargo siendo infinitamente más numerosos los cristianos que los charlies, no he visto en los medios de comunicación un relieve informativo equiparable al de los sucesos de París. No he visto a los líderes mundiales condenando en alta voz esta barbarie. Ni siquiera a mi presidente del Gobierno, que se dice cristiano, haciendo una declaración institucional. Nadie ha viajado a El Cairo para apoyar a los cristianos coptos o solidarizarse con el pueblo egipcio. 

Y sin embargo el repugnante y sangriento vídeo iba dirigido a todos los cristianos quienes estamos en el punto de mira por el hecho de nuestra fe.

No imagino reacción semejante entre el pueblo judío, ni tampoco del pueblo musulmán. Y es que, por desgracia, son legión los cristianos que se avergüenzan de serlo, los mismos que trataron de expulsar a Dios de la Constitución europea.

Afortunadamente, la sangre de los mártires es semilla de cristianos. Que los 21 mártires que se unen en el cielo a los miles que les precedieron en el martirio intercedan para que su bienaventurado ejemplo sea semilla de esperanza en una sociedad anestesiada por el relativismo, el materialismo y la ausencia de Dios.


LFU

6 de febrero de 2015

Un inquietante porvenir. Por José Utrera Molina


La portada de ABC de ayer sobre la estimación de voto de los españoles invita a una seria y profunda reflexión. No se trata de establecer equivalencias ni de juzgar proporcionalidades. Ante nuestros ojos aparece dibujado en trazos gruesos el próximo porvenir de España. Hay una fuerza emergente que sin duda alguna ha de ser reconocida. La conveniente estabilidad y la determinación en la política no permiten mirar con indiferencia el empuje de una perturbación institucional efectiva.  No sólo está en juego el sistema partitocrático que salió de una transición pacífica, aunque cortoplacista. A mi modesto parecer, son los cimientos de la España vital los que  se están asentando sobre arenas movedizas.

Los pueblos soportan variaciones y cambios con asombrosa normalidad pero otear en el futuro lo que pudiera significar el triunfo de una izquierda radical borra todas las posibilidades de progreso y de concordia. Es necesaria más que nunca una completa renovación de unas instituciones vapuleadas por el descrédito de una prolongada y amplia epidemia de corrupción.  Pero para eso hay que poner sobre el tapete de la historia coraje y decisión.  Existe una crisis fundamental que afecta a la estructura de un sistema que arrebató al ciudadano su representatividad en beneficio de los aparatos de los partidos y que no ha resistido los embates de una crisis económica que ha tenido efectos devastadores en la esperanza de una juventud que cuestiona legítimamente la viabilidad de unos principios que entonces se consideraron ejemplares.  Si no corregimos a tiempo la estructura esencial de España, si no le damos la vuelta a un sistema indudablemente agotado, corremos el peligro de afrontar su dolorosa liquidación.

Los restos de una España apolillada tienen que ser barridos porque en el caso contrario, el acecho de fuerzas antinacionales será un hecho inescrutable. Buena parte de la culpa la tiene la debilidad ideológica de la llamada derecha española que ha renunciado a la defensa de sus principios tradicionales acomodándose acomplejada  ante la pretendida superioridad moral de la izquierda. Y es que, ante el intolerable espectáculo cotidiano de la corrupción de buena parte de la clase política, sindical y financiera, las cifras de la recuperación económica no se me antojan como remedio suficiente capaz de ilusionar a un electorado que se ha sentido claramente defraudado. 

Los impulsos revolucionarios estuvieron siempre en la raíz de la historia de España y es responsabilidad del hombre político encauzar esas corrientes, en ocasiones arrolladoras, para el bien común de todos los españoles. Los restos de una moral cainita están sobre el tapete de la historia y es preferible borrar esos vestigios porque no conducen a ningún espacio de tranquilidad sino a una zozobra peligrosa y destructiva.

La juventud necesita ríos de seguridad, espacios abiertos a su participación y rechaza el desprecio y el orgullo de los que creen saberlo todo y sin embargo no hacen nada.  Por eso me resisto a creer que esta generación que ha vivido en la esquina de una tragedia sobre la tierra de España, pueda incurrir en la defensa de situaciones políticas, de ideas y de principios que el tiempo había clausurado. A estas alturas, fortalecida ya la idea de una unidad europea, no podemos regresar al ámbito estrecho de un particularismo suicida.

Ojalá nuestros gobernantes se apresuren a encauzar con nobleza y generosidad el torrente de novedad que representa el empuje de un movimiento que acierta en el diagnóstico, pero amenaza y atemoriza con soluciones imposibles. España no puede perecer ante una banda organizada de iluminados que pretenden hacernos revivir épocas felizmente superadas.

Si el gobierno renuncia a liderar un ambicioso cambio en el sistema fiándolo todo a las cifras macroeconómicas, corre el riesgo de ser arrastrado por un torrente demoledor de realidades. Yo tengo ese temor, pero mi corazón alberga también la esperanza de que el cambio que se avecina pueda ser positivo. España tiene al alcance de su mano un futuro prometedor en dichosa convivencia, pero requiere en esta hora crítica gobernantes que sepan estar a la altura de las circunstancias.


JOSÉ UTRERA MOLINA