"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

14 de febrero de 2019

"Que seas tan bueno como tu padre"




Entrevista en El Correo de Madrid

Luis Felipe Utrera-Molina: “Franco me puso la mano en el hombro y me dijo que solo me pedía una cosa, que fuese tan bueno como mi padre”

Escrito por   2019-02-14 05:30:00   3: 35 minutos

Luis Felipe Utrera-Molina en "El Español"

"El Español" 

Para mí es un honor y un privilegio defender como abogado una causa tan justa. Dios quiera que se haga justicia y dejen a los muertos en paz. 















LFU



31 de enero de 2019

El matrimonio y la Familia: roca y fundamento de la Sociedad. Por Beatriz Silva de Lapuerta


El Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 2002 y 2007, establece que un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia; ésta institución es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública, que tiene obligación de reconocerla, y debe considerarse el punto de referencia normal en función de la cual deben ser apreciadas las diversas formas de parentesco. La familia es la célula original de la vida social y es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad, y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad y de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida social.

De acuerdo con estos párrafos, la familia es la célula original de la sociedad, es donde naturalmente aprendemos a ser miembros responsables y fecundos de la sociedad; Como se menciona, existen principios que todos debemos admitir que son necesarios para el adecuado funcionamiento de cualquier sociedad: el respeto a la autoridad, seguridad, el buen uso de la libertad y la fraternidad entre sus miembros.

Teniendo en cuenta nuestra natural tendencia tras el pecado original, nos es muy difícil adquirir estos valores, incluso de un modo imperfecto, sin ningún tipo de ayuda. Pero como miembros de una familia, estos valores se aprenden de un modo natural, y en algunos casos sin gran esfuerzo.

Yo crecí con un padre y una madre, que sin ser perfectos, nos transmitieron a mis ocho hermanos y a mí, un ejemplo de fe vivida de palabra y obra, en un entorno de cariño y comprensión pero donde también supieron establecer con claridad límites y expectativas en beneficio de todos y consecuencias cuando estos no se cumplían.

De este modo aprendí, con todas mis imperfecciones, a ser responsable, a compartir con generosidad, a querer incondicionalmente, a perdonar y a ser perdonada, y principalmente, aprendí que esta vida es un peregrinaje hacia nuestra “Casa Celestial” y nuestra Esperanza y Confianza total no se haya en nosotros mismos o en nuestro Estado, sino en nuestro Señor Jesucristo.

Tengo que clarificar, que en contra de lo que algunos quieren ahora hacernos creer, mis creencias jamás han sido motivo para no preocuparme de mis hermanos, mi país o el mundo y sus necesidades, sino por el contrario, mis creencias, tal como aprendí de mis padres, han sido siempre el fundamento para actuar y participar y tratar de hacer un mundo mejor y ayudar a aquellos más necesitados.

Me casé en 1990 y el Señor nos bendijo con seis hijos. Mirando retrospectivamente, ahora que la menor tiene 19 años y el mayor 27, veo como dentro de la nueva familia que creamos, con facilidad y sin gran esfuerzo, empecé a hacerme algo más responsable, algo menos egoísta y más comprensiva, simplemente por amor a mi marido y a mis hijos.

Ahora, sin casi habernos dado cuenta, nuestros dos hijos mayores están ya casados y hace un año me encontraba en el hospital esperando el nacimiento de nuestro primer nieto. Aunque al nacer nuestros propios hijos experimenté el milagro que es la Vida, al estar tan ocupada no tuve tanto tiempo para meditar. Ahora que soy abuela y puedo contemplar todo con más tranquilidad, me puedo permitir el lujo de meditar. Así al nacer Michael, nos llamaron a su habitación para que pudiéramos conocerle  y al llegar vi a mi hijo Patrick de 26 años con su hijo en brazos. A continuación escuché a Hannah, su mujer, que acababa de tener una cesárea, pedir ayuda para reajustar la posición de su almohada y la oí decir: “Creo que Michael tiene frio, ¿Podrías  envolverle en la manta?”

Instantáneamente, vi a mi hijo Patrick apresurarse a colocarle la almohada a su mujer y a  envolver a su hijo con la manta. Naturalmente, sin grandes esfuerzos, de la noche a la mañana, le vi actuar como un marido y padre cariñoso y responsable, como su padre, de un modo que sería imposible aprender en unas clases de “Educación Cívica”, de un modo que solo se puede aprender en la Familia.

Entonces, mientras me puse a meditar de nuevo, me di cuenta de que este es el motivo por el que, siempre que sea posible, el entorno natural para crecer es con un padre, una madre y en una familia.

Mientras en la familia aprendemos a compartir, querer, perdonar y ser perdonados, a ser más responsables y a pensar en los demás, también estamos aprendiendo y nos estamos preparando para ser mejores y más fecundos miembros de la Sociedad, Nuestro País y del Mundo.

Nos enfrentamos a una paradoja. Por una parte, este es el motivo por el que debemos luchar por el Matrimonio y la Familia (el matrimonio entendido desde el principio de la civilización como la unión de un hombre y una mujer para mutuo amor y procreación) porque es el lugar donde aprendemos a ser miembros responsables de la sociedad y padres y madres de la próxima generación; pero este es también el motivo por el que quieren destruir el auténtico significado del Matrimonio y la Familia. Saben que con su destrucción y confusión en cuanto a su intrínseco significado, destruyen la Roca y Fundamento de la Sociedad y pueden crear un nuevo mundo donde nuestros derechos inalienables y libertades desaparecen bajo la idea falsa de una sociedad inclusiva donde todo es permitido y todo tiene un significado subjetivo y relativo y por lo tanto irrelevante; un mundo donde el Estado autoritario y déspota usurpa el lugar que le corresponde a la Familia.

El párrafo 2008 del CIC establece que la familia debe vivir de manera que sus miembros aprendan el cuidado y la responsabilidad respecto de los pequeños y mayores, de los enfermos o disminuidos, y de los pobres; cuando las familias no se hallen en condiciones de prestar esta ayuda,  entonces corresponde esta obligación a otras personas y subsidiariamente a la sociedad.

Al crecer, vi como mis padres se ocuparon de nuestras abuelas que vinieron a vivir con nosotros cuando murieron mis abuelos. Aprendí, siendo la tercera de nueve hermanos, a ocuparme de mis hermanos menores. También aprendí desde pequeña que toda vida merece la pena, la del nacido y la del no nacido, y a ocuparme de aquellos más necesitados ya que una de nuestras hermanas nació mentalmente incapacitada.

Incluso hoy en día en que nuestros padres ya han fallecido, nuestra hermana ocupa el lugar central de nuestra familia, es en parte el pegamento que nos mantiene a todos mas unidos ya que nos turnamos para ocuparnos de ella (algunos como yo, por las distancias, menos que otros) y de ella aprendemos lecciones valiosísimas de auténtica entrega, alegría y pureza de corazón que no podríamos adquirir en ningún colegio o universidad, y que nos ayuda a todos a preocuparnos no solo de ella sino también de aquellos más necesitados en la sociedad.

Los párrafos 2009 y 2010 del CIC afirman que dada la importancia de la familia para la vida y el bienestar de la sociedad, existe particular responsabilidad de apoyarla y defenderla y cuando las familias no pueden cumplir sus responsabilidades, aplicando el principio de subsidiaridad, otras entidades sociales deben ayudar al cumplimiento de sus obligaciones.

En estos dos párrafos observamos con claridad la importancia de defender el auténtico significado del Matrimonio y la Familia como se ha entendido desde el principio de los tiempos en todas las civilizaciones, y como debemos aceptar el principio de “subsidiaridad” solo en aquellos casos en que las familias no pueden cumplir sus responsabilidades; asegurándonos de que entidades más grandes no usurpan las prerrogativas de la familia o interfieren en su vida.

¿Cómo hemos llegado a la situación en que nos encontramos hoy en día? Me 
gustaría mencionar lo que el Arzobispo de Filadelfia Charles J. Chaput especifica en su libro “Strangers in a Strange Land” (Extraños en Tierra extraña): “Durante mi vida, he conocido a muchos hombres y mujeres que han contribuído a hacer un mundo mejor, con una vida de entrega a los demás, pero el mayor fracaso…. ha sido el fracaso en transmitir la fe de un modo auténtico a la siguiente generación. El motivo por el que la fe cristiana es irrelevante para muchos de nuestros jóvenes es porque con frecuencia ya la habíamos hecho irrelevante en nuestras propias vidas. Al menos no suficientemente importante como para marcar nuestra conducta. No suficientemente como para estar dispuestos a sufrir por ella. . .nos sentimos como extraños en nuestro propio país –“extraños en tierra extraña”- . . . pero el mayor problema en América (y podríamos decir también en España) no es el que los creyentes nos sintamos “extraños”, es el que nuestros hijos y nietos no lo son”.

Como cristianos tenemos todo motivo para tener Esperanza, porque la Victoria ya es nuestra. Debemos actuar con confianza. A lo mejor tenemos que pasar por la Cruz, pero esta siempre nos llevará a la Victoria. Como cristianos debemos trabajar como podemos para plantar semillas de renovación para devolver el auténtico significado al Matrimonio y la Familia y para ello debemos volver a los puntos básicos del Evangelio.

¿Cómo lo hacemos? Viviendo fielmente y con amor nuestra vocación de padres, madres, solteros, sacerdotes o religiosos, dando ejemplo en nuestras familias; tal como nos invita el Evangelio, ocupándonos de las viudas y huérfanos, los necesitados, los ancianos, los incapacitados y ¡los concebidos y no nacidos!

Es importante la fidelidad con que vivimos nuestra vocación como discípulos de Jesucristo y como actuamos, en aquellas cosas pequeñas y cotidianas y en aquellas de mayor importancia, todas tienen inmensas consecuencias para nuestra propia salvación y la de aquellos a nuestro alrededor. Fuimos creados por Dios a su imagen y semejanza para amar y ser amados y para tratarnos como hermanos, y es en la familia, de nuestro padre, madre y hermanos, donde naturalmente y más fácilmente aprendemos a ser realmente humanos y verdaderos miembros de la sociedad.

Si vivimos de acuerdo con las leyes de Dios y nuestra naturaleza y como discípulos de Jesucristo, seremos capaces de contribuir a la renovación y transformación de nuestra sociedad y si conocemos la historia sabemos con certeza que no seríamos la primera generación que lo consiguiera.

Debemos actuar con valentía y defender sin miedo, de palabra y obra, el verdadero significado del Matrimonio y la Familia dándonos cuenta de que si no lo hacemos las consecuencias son gravísimas para nuestras propias Familias, nuestro País y el Mundo entero.


Beatriz Silva De Lapuerta





18 de enero de 2019

La raza, según José Utrera Molina


Hojeando anoche los tesoros de mi biblioteca, me encuentro con la preciosa dedicatoria que en el mes de julio de 1981 -contaba yo entonces 12 años- me escribió mi padre al regalarme el libro del guión de la película "Raza" escrito por Francisco Franco bajo el pseudónimo de "Jaime de Andrade". 

No es sólo una dedicatoria, sino toda una declaración de principios, que quiero compartir hoy con vosotros.


«La raza no es para mí un determinado color de piel, ni un factor biológico diferenciado, ni una irritante preeminencia de un concreto y singular grupo humano.

Yo entiendo la raza como un valor del espíritu, como un temple especial del alma, como una aristocrática categoría social.

Un español con raza es aquél que tiene en el corazón el milagro del coraje y el brío y en la sangre la nobleza y la generosidad.

Un español con raza es el que antepone la conservación del honor al de la propia vida.

Tiene raza el que posee atrevimiento y valor; el que hace de la lealtad un credo, el que acepta el desafío de la justicia y lucha alegre por la verdad. La raza tiene mucho que ver con la hidalguía.

Que este libro querido Luis te ayude a tensar las finas cuerdas de tu espíritu.

Tu padre

José»



                                                                          LFU

14 de enero de 2019

Nuevos escolios hispanos (IV)

Ecos del 68

Todas las utopías tienen víctimas. No existen variedades indoloras. Las utopías del presente bajo el nombre de las teorías de género o los feminismos de nuevo cuño fabrican lentamente nuevas víctimas: adultos, jóvenes y niños que no tienen oportunidad alguna. Luchar contra la naturaleza es una derrota segura contra un adversario temible. Ninguna utopía ha vencido ni vencerá a la realidad. Sólo es una cuestión de tiempo. (18 y 26 de diciembre de 2018)
Ninguna civilización se ha construido con pulsos a la naturaleza y a la razón. Ha sido el compromiso con éstas y la humildad de aprender de ellas la que ha permitido florecer cualquier civilización. (26 de diciembre de 2018)

Actualidad y Pensamiento

La actividad política para un cristiano cabal debe dirigirse fundamentalmente a colaborar activamente tanto en el colapso de las viejas utopías como en el combate de las nuevas que tratan de imponerse. En esos colapsos y combates emergen los espacios de libertad, justicia y progreso a la que toda comunidad humana legítimamente aspira. No conviene pensar que es posible el advenimiento de un orden definitivo por bien inspirado que sea, pues ese es el principio de la utopía que siempre es enemiga de lo humano. Todo lo humano per se es susceptible de reforma. (7 de enero de 2019)



Religión:
Algunas de las mentes más preclaras e incisivas de la primera mitad del siglo XX como Edith Stein, Simone Weil o Albert Camus directamente entraron, se acercaron o merodearon alrededor de la Iglesia Católica, respectivamente, cuando ésta permanecía centrada nítidamente, sobre todo, en su misión espiritual. El cambio de estrategia eclesial centrándose en el diálogo con el mundo ensayado desde mediados de los 60 hasta finales de los 70 parece haber influido más a la Iglesia que ésta al mundo, amén de no producir esa misteriosa atracción en las cabezas lúcidas del pensamiento contemporáneo. Por el contrario, un doloroso, sorprendente y masivo proceso de abandono de la Iglesia desde dentro se puso en marcha y no ha cesado, pese a útiles correcciones ulteriores de los papados de San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora en la segunda década del siglo XXI, una nueva versión de ese enfoque, con un marcado sesgo buenista hacia todo lo que el mundo dice, plantea dudas legítimas: ¿Qué ha cambiado tan radicalmente para volver a recetas que ya fueron probadas sin éxito? Más allá de toda sesuda explicación intraeclesial, acaso el signo de este tiempo pasa por una Iglesia Católica derrotada en todos los frentes, abandonada por decepción o indiferencia de muchos de sus hijos, que vivirá con la humildad de los vencidos, con una inevitable pobreza y sobre todo con una razón purificada por el desdén del mundo irracionalista y despojada de todo éxito mundano. Recemos por los damnificados. (18 y 26 de diciembre de 2018 y 7 de enero de 2019)





FUEYO


28 de diciembre de 2018

Barcelona y Alfonso XIII


Hace justo cien años, la prensa nacional se hacía eco de la iniciativa  de un grupo de españoles desde la ciudad de Barcelona, en agradecimiento a la meritoria labor humanitaria del Rey Alfonso XIII durante los trágicos años de la Primera Guerra Mundial. El Archivo General de Palacio conserva el documento completo que en nombre de la ciudad condal se dirigió a las Cortes españolas, documento que está expuesto al público en la Exposición “Cartas al Rey: La mediación humanitaria de AlfonsoXIII en la Gran Guerra”

Creo que en  momentos de incertidumbre como los que estamos viviendo en España, estrechar nuestros lazos con la verdadera memoria de la historia es siempre una fuente de consuelo y sobre todo la reivindicación de una esperanza.  No me resisto a que unas palabras tan elocuentes del sentir de tantos españoles queden en el olvido o pasen desapercibidas,  

“A las Cortes

Fue siempre norma de todo corazón noble en España dar muestra de gratitud por los beneficios recibidos y entendemos que ha sido muy grande el que ha reportado a nuestra nación el alto, generoso, magnánimo proceder de nuestro amado monarca Don Alfonso XIII, derrochando tesoros de caridad con miles de gentes desventuradas de todos los países, durante los terribles años de la guerra que ha desolado al mundo.

Alejada providencialmente nuestra patria querida de la feroz contienda, no por ello mirábamos indiferentes las espantosas penalidades que afligían a tantos nobles pueblos, y ansias generosas reprimieron muchos pechos, que hubieran querido socorrer a desvalidos hermanos, si al mismo impulso de caridad, en aquellos instantes de pasión, no se hubieran interpretado con torcido pensamiento.

Afortunadamente, nuestro Rey, siempre Grande y Caballero, supo recoger tan nobles estímulos de millares de sus súbditos y, haciéndose intérprete de sus sentimientos, se lanzó a la empresa de salvar vidas del suplicio, consolar tristezas, llevar consuelo a almas doloridas, y dejar caer sobre ellas el santo rocío de la caridad, empresa por Dios mil veces bendita, premiada aquí mismo, en la tierra, por el coro de alabanzas que ha despertado tan noble conducta, no solo en quien recibió el beneficio, sino en todo el que fue digno de comprenderlo.

No detallaremos esas nobles acciones tan conocidas del mundo entero, cual son testimonio tantísimas cartas publicadas en la prensa europea, en las que brillan desde el tierno sentimiento del corazón de un niño, hasta la más elevada y culta expresión del alma de un gran poeta, cartas de madres, de esposas, de viudas, de hijos, de patriotas, que tejen una corona inmarcesible, más pura y refulgente que la diadema que ciñe la frente del Rey, que lo fue desde antes de haber nacido.

Nosotros sus súbditos fieles y leales, de esta grade ciudad de Barcelona, donde tuvo su abolengo y el valor, su archivo la cortesía y la caridad un trono, queremos ser los primeros en dar pública voz y testimonio de que sabemos agradecer a nuestro Rey, esa conducta notabilísima, que si para él ha merecido universal alabanza, ha traído para nuestra España el respeto y la estima de los mismos pueblos contendientes: que la caridad bendita aplaca los mismos hervores de la cólera.

P. ejercitando el derecho de petición que nos concede el art. 15 de la Constitución de la monarquía, nos dirigimos a las Cortes, que toda la nación representa, en súplica de que se tribute homenaje público y solemne de admiración y cariño a Su Majestad, en recompensa de sus altos y extraordinarios merecimientos, y se inicie por el Gobierno una suscripción pública para regalar al Rey la insignia, donde sobre oro con brillantes escriba el pueblo español el testimonio de su reconocimiento”

Barcelona, 23 de Enero 1919”

Reyes Utrera

20 de diciembre de 2018

"El hombre que amaba a los perros" de Leonardo Padura


Título: El hombre que amaba a los perros.
Autor: Leonardo Padura.
Editorial: Tusquets.

Una estructura narrativa en espiral intercala y reúne con acierto y tensión narrativa el acontecer de un joven escritor cubano con la peripecia vital del comunista español Ramón Mercader del Río y el periodo final de la vida de León Trotski, desde su exilio de Rusia hasta su brutal asesinato.

Las historias entrecruzadas del narrador cubano, de Mercader y del famoso revolucionario son una formidable excusa narrativa para abordar una devastadora, en ocasiones algo ingenua pero interesante crónica del desengaño con el comunismo, en sus distintas formas, ora la estalinista, bien la trostkista o la vía cubana al socialismo. Distintas caretas de la religión laica que más asesinatos y devastación ha causado en el siglo XX y en parte del XXI.

Hay dos derivas de fondo en la novela, más allá del relato contado, discutible en alguna de sus aproximaciones históricas, por algunos acentos de la parte española o el benigno retrato de Trotski, por ejemplo, por lo demás resulta en momentos hipnótico por el valor histórico, concisión y dureza de los hechos narrados.  La primera. Los personajes principales de esta novela que profesaron la fe comunista y a la que dedicaron sus energías e ilusiones, más allá de todo cálculo humano y moral, van progresivamente haciendo cuentas con sus conciencias y todos, sin excepción, acaban participando e instalándose en la decepción, el arrepentimiento y la consiguiente e inevitable melancolía cuando no en un corrosivo cinismo.  Resulta una implacable descripción de las consecuencias de consagrar la vida a la utopía comunista, pero vale para cualquier ideología, si entendemos como tal, cualquier sistema cerrado de pensamiento que trata de explicarlo todo y no admite la crítica o la reforma.  La segunda. De un modo claro, en aquellos personajes de mayor fibra moral el proceso de decepción se acompaña de una necesidad obsesiva e insoslayable de contar la verdad de su acontecer vital. Tras haber participado en el Himalaya de mentiras organizadas por el Comunismo, surge la necesidad existencial y perentoria de contar al menos su verdad personal, la biográfica como una suerte de exorcismo personal tras habitar demasiado tiempo en las tinieblas de la mentira. Como si su capacidad de perseguir las verdades concretas a las que todo hombre aspira hubiese quedado fatalmente disminuida por participar en el fabuloso embuste, personal, histórico y social que fue el comunismo con consecuencias devastadoras no sólo para las víctimas sino también para los partícipes de este.  El autor deja atisbar que la esperanza de algunos personajes sumidos en un nebuloso proceso de redención comienza por contar con honestidad su vida, buscando la elemental verdad primera, la de su propia biografía.

Ojalá que Leonardo Padura no se pare en esta primera verdad hallada: contar con honestidad su vida a través de esta novela u otras. Es razonable entender un enorme cansancio vital y escepticismo cuando se abandona el aparente mundo de las grandes certezas con una gran decepción. Ojalá no censure su seguro deseo de seguir buscando del que este libro es una prueba cierta, pues hay una Verdad que tuvo y tiene lugar entre los hombres, que no los anula ni conduce a los callejones sin salida de cualquier utopía, que los enfrenta a su libertad, que reconcilia con la condición propia sea la que sea, en el horizonte de un amor luminoso y real, sobre todo real de una esperanza que llena la vida y hace entender al hombre.

Otoño 2018.
César Utrera-Molina Gómez