"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

11 de marzo de 2019

Reflexiones sobre las autonomías en la obra de Federico Silva Muñoz. Por Beatriz Silva de Lapuerta



Con este artículo no pretendo escribir nada nuevo sino simplemente transmitir lo que mi padre, Federico Silva Muñoz, escribió con una “clarividencia espeluznante” en el año 1980, poco después de ser aprobada la Constitución del 78 a la que el siendo diputado en el Congreso otorgó su voto negativo precisamente debido al tema de las autonomías.

De su libro “La transición inacabada” he extractado párrafos para comprimir su contenido, aun así  como veréis el resumen es largo pero dada la importancia de cada uno de sus pensamientos y predicciones en un tema tan de actualidad como son las autonomías, no he podido hacerlo más breve. Espero que esto nos ayude a todos a reflexionar y quizás a vislumbrar algunas posibilidades de reforma.

¡Que Dios nos dé políticos clarividentes, honrados y con amor a la Patria!

Beatriz Silva

Extractos de “La transición inacabada”:

La democracia se fundamenta en el imperio de la norma, y ésta es la que regula la convivencia. Naturalmente, la norma encargada de regular fundamentalmente la convivencia ciudadana es la Constitución. La Constitución es un término cargado de resonancia histórica que a lo largo del siglo XIX y en parte del XX levanta en España, esperanzas e ilusiones, o críticas acerbas y situaciones dramáticas.

Casi cincuenta años después de la última, España ha vuelto a ensayar Constitución (la del 78). Una Constitución de elaboración asamblearia y de aprobación por consenso. Ambos factores exigen reflexión: el anteproyecto que sirvió de base para la elaboración del texto que hoy nos rige no fue el fruto de un equipo de estudiosos, de un grupo de especialistas o de una voluntad monolítica y mayoritaria. Desde el primer momento se busco que sus primeras letras fueran obra de los representantes de los partidos con presencia parlamentaria nacida de las elecciones del 15 de junio de 1977. Esto no excluye ciertamente que los redactores fueran expertos en Derecho Constitucional, pero quiero subrayar que sobre los conocimientos técnicos prevaleció la representación política. Los ponentes que han redactado la Constitución, sobre todo y ante todo han sido portavoces de los partidos. Así se elaboró un texto constitucional que no fue fruto de una voluntad mayoritaria, sino del acuerdo consensual de los partidos.

Este planteamiento conlleva gravísimas secuelas. En primer término, porque en el orden constitucional, las unanimidades son ficticias y en materia tan extensa, opinable y trascendental, la unanimidad es una unanimidad ficticia donde quedan al margen del consenso millones de españoles y decenas de partidos, grupos y sectores. En este orden de ideas, la política de consenso es una trampa. El consenso no justifica determinado tipo de cesiones que están más allá del comercio de los hombres y de los tratos de la política y que hasta la propia Constitución en su día puede condenar.

La Constitución ha nacido, pues, bajo el signo del consenso, pero la política del consenso apunta tener posconstitucionalmente otro nombre, el de política de cesión, y esto es lo verdaderamente inadmisible. Creo que el pacto y la transacción difícilmente pueden apartarse de la tarea política, pero el dar todo o mucho por nada o casi nada es difícil de comprender. En la dialéctica del poder ejercida o asumida por los partidos tiene que haber un equilibrio de las prestaciones; si se rompe, hay dictadura o hay revolución.

Por encima o por debajo del consenso, crecen en el horizonte político español dos hechos gravísimos, me refiero a las autonomías y a la crisis económica.

He defendido en todas mis exposiciones públicas la regionalización y la descentralización, fiel al principio de que aquello que puede hacer un ente inferior no le corresponde hacerlo al ente superior; fiel al principio de la aproximación de la Administración a los administrados; fiel al principio sobre todo y ante todo del mantenimiento de la unidad de España. Otros hablaron de autonomías, término ambiguo, porque lo único que puede decirse de él con claridad es que su definición se contrapone a la de heteronomía: La autonomía supone la facultad de darse normas a sí mismos los entes autónomos; la heteronomía supone la posibilidad de aceptar normas dictadas por otros.

Hay por tanto en el seno del término autonomía el riesgo de caminar por una vía rápida o lenta de separatismo o de independencia total; no ocultada por sectores extremistas de algunas regiones españolas y mantenidos con violencia y fanatismo en otros límites, pero enormemente significativos y preocupantes de la actual vida española.

Se ha inscrito en la Constitución el término nacionalidades. Esta palabra entraña aun más riesgos, por cuanto trata de sustituir la única nacionalidad, la española; o al menos compartirla con la propia de determinadas regiones donde se dice que además de regiones que esperan ser territorios autónomos o empezaron a serlo por reconocimiento expreso del Estado, hay además una nacionalidad derivada de sus propias peculiaridades.

Un recto entendimiento de las autonomías exige algunas precisiones. El autonomismo no habla una palabra sobre el problema de soberanía, lo da por supuesto, y reclama para esos poderes secundarios la mayor descentralización posible de funciones políticas y administrativas.

Un Estado unitario que se federaliza es un organismo de pueblos que retrograda y camina hacia su dispersión. Los problemas de soberanía pertenecen a una dimensión histórica radicalmente más profunda que todas nuestras restantes discrepancias, que todos los cambios de forma política y que se refiere a aquel subsuelo de la vida de un pueblo del cual depende todo lo demás.

Por eso defiendo con plena convicción la unidad de España, por encima de todo, sin anfibologías, sin habilidades de menor cuantía, sin apaciguamientos inútiles. España es una nación que ninguna generación tiene derecho a enajenar o a disolver. España, como unidad, esta fuera del comercio de los hombres.

La Constitución resulta contradictoria al afirmar por una parte “…la indisoluble unidad de la nación española”, y, por otra, reconocer “el derecho a la autonomía de las nacionalidades…”. Es de sobra sabido que nación y nacionalidad se implican y complican. No puede existir al mismo tiempo una ‘indisoluble unidad de la nación española” y otras nacionalidades –en el mismo territorio-, porque estas apuntan a que “sus” naciones tengan “sus” respectivos Estados. La Constitución, tal como está redactada en este tema, incurre en una grave incoherencia.

Pero aunque todos tengamos motivo para la protesta, nadie la tiene para el engaño. Si se acepta que determinadas partes de España son naciones, lo lógico es que recaben la forma jurídica de Estado; y más tarde o más temprano un régimen de autodeterminación y autogobierno, una negación a nivel soberano con el Estado español; tal vez una independencia más adelante.

El líder catalanista Jordi Pujol ha declarado que “la reivindicación catalana es una reivindicación de soberanía” y por su parte, hombre tan moderado como el señor Roca Junyent ha afirmado que “a Cataluña, España le ha usurpado su infraestructura industrial, las obras públicas y la cultura”. Ante tamaña afirmación, no se levanta nuestra ira porque no la tenemos, ni nuestro desprecio, porque somos incapaces de despreciar a un ser humano, pero en servicio a la verdad yo haría volver la cabeza a esos catalanes engañados hacia sus fábricas, que han sido pioneras del desarrollo industrial en España y la han convertido, quizá, en la región más opulenta de la Península. Les haría volver sus caras hacia las autopistas que el llamado “centralismo” ha construido allí, que en tierra catalana son centenares de kilómetros, y que ha convertido sus comunicaciones viarias quizá en las mejores de Europa.

Está claro lo que se persigue por determinados sectores de Cataluña: volver al ensayo general de hace un siglo, que sembró el caos y la ruina de todos los españoles sin distinción de regiones ni de colores. Eso es lo que encierra el “truco de las nacionalidades”.

Las cosas están claras, pues, se pretende crear un número de ocho a quizá quince entidades autónomas… Pronto en la Península habrá múltiples nacionalidades, Entonces “por consenso” se construirá un Estado federal, quizá hasta con dificultades, porque algunas de esas nacionalidades intentaran pactar con otros Gobiernos u organismos supranacionales europeos para afianzar su independencia. Este es el camino por el que estamos discurriendo. Una vez más reclamamos el derecho a que se nos reconozca haber permanecido al margen u opuestos a este suicidio colectivo de la nación española.

En este tema de las autonomías, aun conviene plantear algunos problemas. Se dice que van a existir del orden de trescientos cincuenta ministros regionales, y que la cohorte de funcionarios autonómicos andará alrededor de los veinte mil.  Y me pregunto: ¿quién va a pagar todo eso? ¿Se ha hecho la reforma fiscal para que nuestros pensionistas perciban mas, para que los funcionarios del Estado, militares y civiles, estén mejor retribuidos, para que los servicios públicos funcionen más eficazmente, para que prosiga el trabajo y modernización de nuestras infraestructuras para que se multipliquen los puestos de trabajo? ¿O para que bajo la espadaña de cada campanario se sitúe un opulento funcionario autonómico con sus estados mayores y menores? Esto es grave y el pueblo español tiene derecho a exigir que sus impuestos no se despilfarren o se inutilicen.

Aquí aparece la verdadera faz del principio de las nacionalidades: ser el soporte de su consiguiente inmediato, un Estado propio e independiente que nace; y además, que nace contra algo; contra ese algo que hasta ese momento le ha impedido, real o supuestamente, realizarse. Poned la letra a esa música en nuestro futuro más inmediato que mediato, y estaréis avizorando el devenir histórico de España.

Desde que la Revolución francesa consagró el principio de la soberanía nacional,  toda colectividad que ha adquirido la conciencia de nación ha aspirado a la autarquía política. Y esa conciencia puede surgir de modo espontáneo, pero lo que es más frecuente es que sea inducida por una minoría capaz de crear una opinión o, por mejor decir, una conciencia de nacionalidad.

Quiero creer que en el ánimo de la mayoría de los diputados españoles no existe propósito alguno de aceptar el secesionismo y, por consiguiente, el fraccionamiento de la unidad nacional; pero no podemos ignorar que hay quienes pretenden eso de un modo inequívoco.

En cuanto al pretendido derecho a la autodeterminación, las regiones tienen derecho, dentro del Estado, a que se reconozca su personalidad y se respeten, sin discriminaciones, sus peculiaridades. También lo tienen a la autogestión en el ámbito que les es propio. Pero ¿acaso deben gozar, como culminación, del derecho a la secesión mediante el ejercicio del derecho a la autodeterminación?

Frente al concepto de la autonomía como plataforma del separatismo, hay que levantar el de la regionalidad y la descentralización. El regionalismo no es una aspiración romántica; es una expresión de aquella variedad nativa que exige la personalidad afirmada en la historia con caracteres indestructibles, pero que sostiene al mismo tiempo la unidad nacional y no simplemente la unidad política, la del Estado. La nación española es la resultante de una sucesión de acontecimientos que agrupan y entrelazan a las regiones peninsulares, formando un todo armónico con un único destino que cumplir: unidad superior de vida común con hermanación de todas ellas. De ahí que si las regiones existen históricamente, también haya de concedérseles la categoría de personalidad jurídica. Las regiones, por tener el derecho a manifestar su vida y carácter propio, poseen la prerrogativa de conservar y perfeccionar, conforme a su especial modo de ser, la legislación civil y administrarse y regirse interiormente en todo lo que les ataña.

Espana, como unidad de vida común, es el resultado de una variedad que era anterior y a la que sirvió de corononamiento; llevaba la unidad de creencias en el fondo y por obra de la geografía, de la larga convivencia y de las influencias análogas, llego a congregarse en una unidad histórica superior, que no puede servir de obstáculo para la plena autarquía y la libertad misma a que tienen derecho sus regiones. Repito: sus regiones, no las “nacionalidades” inexistentes.

España está huérfana de una empresa histórica para este momento. A nuestro pueblo se le despachó en la pasada década la filosofía del desarrollo, pero no se le explicó que la elevación del nivel de vida era un medio y no un fin; que a la hora de la verdad, el bienestar alcanzado se degradaría si no éramos capaces de conservar y desarrollar los valores en que se fundaba y entre ellos, muy destacadamente, la convivencia, la unidad nacional y el patriotismo que nos hermana, porque los problemas de Vascongadas están profundamente interconectados con los de Zamora o Salamanca, de donde nace la energía que mueve sus fábricas y alimenta sus puestos de trabajo; o que el nivel de vida de la región catalana tenía mucho que ver con la capacidad de consumo del resto de los españoles; o con las aguas montañesas, riojanas o aragonesas, del Ebro; que no se puede hacer caso omiso de la geografía y de la historia.

Por otra parte, cuando terminó aquella década se empezó a inculcar en las mentes de los nuevos españoles que la democracia supondría el nacimiento de una nueva España y que se resolverían con ella todos los problemas que el franquismo era incapaz de solucionar; resultando ahora que la democracia no es esa panacea, lo que produce desencantos por doquier, siendo uno de los más graves la pérdida de fe en el sistema, sencillamente porque se hizo creer al pueblo español que la democracia tenía virtudes taumatúrgicas, alentando una vez más esa milagrería secularmente innata en nuestro pueblo y esa fe en lo nuevo y desconocido, simplemente por ser desconocido y nuevo.

14 de febrero de 2019

"Que seas tan bueno como tu padre"




Entrevista en El Correo de Madrid

Luis Felipe Utrera-Molina: “Franco me puso la mano en el hombro y me dijo que solo me pedía una cosa, que fuese tan bueno como mi padre”

Escrito por   2019-02-14 05:30:00   3: 35 minutos

Luis Felipe Utrera-Molina en "El Español"

"El Español" 

Para mí es un honor y un privilegio defender como abogado una causa tan justa. Dios quiera que se haga justicia y dejen a los muertos en paz. 















LFU



31 de enero de 2019

El matrimonio y la Familia: roca y fundamento de la Sociedad. Por Beatriz Silva de Lapuerta


El Catecismo de la Iglesia Católica, párrafos 2002 y 2007, establece que un hombre y una mujer unidos en matrimonio forman con sus hijos una familia; ésta institución es anterior a todo reconocimiento por la autoridad pública, que tiene obligación de reconocerla, y debe considerarse el punto de referencia normal en función de la cual deben ser apreciadas las diversas formas de parentesco. La familia es la célula original de la vida social y es la sociedad natural en que el hombre y la mujer son llamados al don de sí en el amor y en el don de la vida. La autoridad, la estabilidad, y la vida de relación en el seno de la familia constituyen los fundamentos de la libertad, de la seguridad y de la fraternidad en el seno de la sociedad. La familia es la comunidad en la que, desde la infancia, se pueden aprender los valores morales, se comienza a honrar a Dios y a usar bien de la libertad. La vida de familia es iniciación a la vida social.

De acuerdo con estos párrafos, la familia es la célula original de la sociedad, es donde naturalmente aprendemos a ser miembros responsables y fecundos de la sociedad; Como se menciona, existen principios que todos debemos admitir que son necesarios para el adecuado funcionamiento de cualquier sociedad: el respeto a la autoridad, seguridad, el buen uso de la libertad y la fraternidad entre sus miembros.

Teniendo en cuenta nuestra natural tendencia tras el pecado original, nos es muy difícil adquirir estos valores, incluso de un modo imperfecto, sin ningún tipo de ayuda. Pero como miembros de una familia, estos valores se aprenden de un modo natural, y en algunos casos sin gran esfuerzo.

Yo crecí con un padre y una madre, que sin ser perfectos, nos transmitieron a mis ocho hermanos y a mí, un ejemplo de fe vivida de palabra y obra, en un entorno de cariño y comprensión pero donde también supieron establecer con claridad límites y expectativas en beneficio de todos y consecuencias cuando estos no se cumplían.

De este modo aprendí, con todas mis imperfecciones, a ser responsable, a compartir con generosidad, a querer incondicionalmente, a perdonar y a ser perdonada, y principalmente, aprendí que esta vida es un peregrinaje hacia nuestra “Casa Celestial” y nuestra Esperanza y Confianza total no se haya en nosotros mismos o en nuestro Estado, sino en nuestro Señor Jesucristo.

Tengo que clarificar, que en contra de lo que algunos quieren ahora hacernos creer, mis creencias jamás han sido motivo para no preocuparme de mis hermanos, mi país o el mundo y sus necesidades, sino por el contrario, mis creencias, tal como aprendí de mis padres, han sido siempre el fundamento para actuar y participar y tratar de hacer un mundo mejor y ayudar a aquellos más necesitados.

Me casé en 1990 y el Señor nos bendijo con seis hijos. Mirando retrospectivamente, ahora que la menor tiene 19 años y el mayor 27, veo como dentro de la nueva familia que creamos, con facilidad y sin gran esfuerzo, empecé a hacerme algo más responsable, algo menos egoísta y más comprensiva, simplemente por amor a mi marido y a mis hijos.

Ahora, sin casi habernos dado cuenta, nuestros dos hijos mayores están ya casados y hace un año me encontraba en el hospital esperando el nacimiento de nuestro primer nieto. Aunque al nacer nuestros propios hijos experimenté el milagro que es la Vida, al estar tan ocupada no tuve tanto tiempo para meditar. Ahora que soy abuela y puedo contemplar todo con más tranquilidad, me puedo permitir el lujo de meditar. Así al nacer Michael, nos llamaron a su habitación para que pudiéramos conocerle  y al llegar vi a mi hijo Patrick de 26 años con su hijo en brazos. A continuación escuché a Hannah, su mujer, que acababa de tener una cesárea, pedir ayuda para reajustar la posición de su almohada y la oí decir: “Creo que Michael tiene frio, ¿Podrías  envolverle en la manta?”

Instantáneamente, vi a mi hijo Patrick apresurarse a colocarle la almohada a su mujer y a  envolver a su hijo con la manta. Naturalmente, sin grandes esfuerzos, de la noche a la mañana, le vi actuar como un marido y padre cariñoso y responsable, como su padre, de un modo que sería imposible aprender en unas clases de “Educación Cívica”, de un modo que solo se puede aprender en la Familia.

Entonces, mientras me puse a meditar de nuevo, me di cuenta de que este es el motivo por el que, siempre que sea posible, el entorno natural para crecer es con un padre, una madre y en una familia.

Mientras en la familia aprendemos a compartir, querer, perdonar y ser perdonados, a ser más responsables y a pensar en los demás, también estamos aprendiendo y nos estamos preparando para ser mejores y más fecundos miembros de la Sociedad, Nuestro País y del Mundo.

Nos enfrentamos a una paradoja. Por una parte, este es el motivo por el que debemos luchar por el Matrimonio y la Familia (el matrimonio entendido desde el principio de la civilización como la unión de un hombre y una mujer para mutuo amor y procreación) porque es el lugar donde aprendemos a ser miembros responsables de la sociedad y padres y madres de la próxima generación; pero este es también el motivo por el que quieren destruir el auténtico significado del Matrimonio y la Familia. Saben que con su destrucción y confusión en cuanto a su intrínseco significado, destruyen la Roca y Fundamento de la Sociedad y pueden crear un nuevo mundo donde nuestros derechos inalienables y libertades desaparecen bajo la idea falsa de una sociedad inclusiva donde todo es permitido y todo tiene un significado subjetivo y relativo y por lo tanto irrelevante; un mundo donde el Estado autoritario y déspota usurpa el lugar que le corresponde a la Familia.

El párrafo 2008 del CIC establece que la familia debe vivir de manera que sus miembros aprendan el cuidado y la responsabilidad respecto de los pequeños y mayores, de los enfermos o disminuidos, y de los pobres; cuando las familias no se hallen en condiciones de prestar esta ayuda,  entonces corresponde esta obligación a otras personas y subsidiariamente a la sociedad.

Al crecer, vi como mis padres se ocuparon de nuestras abuelas que vinieron a vivir con nosotros cuando murieron mis abuelos. Aprendí, siendo la tercera de nueve hermanos, a ocuparme de mis hermanos menores. También aprendí desde pequeña que toda vida merece la pena, la del nacido y la del no nacido, y a ocuparme de aquellos más necesitados ya que una de nuestras hermanas nació mentalmente incapacitada.

Incluso hoy en día en que nuestros padres ya han fallecido, nuestra hermana ocupa el lugar central de nuestra familia, es en parte el pegamento que nos mantiene a todos mas unidos ya que nos turnamos para ocuparnos de ella (algunos como yo, por las distancias, menos que otros) y de ella aprendemos lecciones valiosísimas de auténtica entrega, alegría y pureza de corazón que no podríamos adquirir en ningún colegio o universidad, y que nos ayuda a todos a preocuparnos no solo de ella sino también de aquellos más necesitados en la sociedad.

Los párrafos 2009 y 2010 del CIC afirman que dada la importancia de la familia para la vida y el bienestar de la sociedad, existe particular responsabilidad de apoyarla y defenderla y cuando las familias no pueden cumplir sus responsabilidades, aplicando el principio de subsidiaridad, otras entidades sociales deben ayudar al cumplimiento de sus obligaciones.

En estos dos párrafos observamos con claridad la importancia de defender el auténtico significado del Matrimonio y la Familia como se ha entendido desde el principio de los tiempos en todas las civilizaciones, y como debemos aceptar el principio de “subsidiaridad” solo en aquellos casos en que las familias no pueden cumplir sus responsabilidades; asegurándonos de que entidades más grandes no usurpan las prerrogativas de la familia o interfieren en su vida.

¿Cómo hemos llegado a la situación en que nos encontramos hoy en día? Me 
gustaría mencionar lo que el Arzobispo de Filadelfia Charles J. Chaput especifica en su libro “Strangers in a Strange Land” (Extraños en Tierra extraña): “Durante mi vida, he conocido a muchos hombres y mujeres que han contribuído a hacer un mundo mejor, con una vida de entrega a los demás, pero el mayor fracaso…. ha sido el fracaso en transmitir la fe de un modo auténtico a la siguiente generación. El motivo por el que la fe cristiana es irrelevante para muchos de nuestros jóvenes es porque con frecuencia ya la habíamos hecho irrelevante en nuestras propias vidas. Al menos no suficientemente importante como para marcar nuestra conducta. No suficientemente como para estar dispuestos a sufrir por ella. . .nos sentimos como extraños en nuestro propio país –“extraños en tierra extraña”- . . . pero el mayor problema en América (y podríamos decir también en España) no es el que los creyentes nos sintamos “extraños”, es el que nuestros hijos y nietos no lo son”.

Como cristianos tenemos todo motivo para tener Esperanza, porque la Victoria ya es nuestra. Debemos actuar con confianza. A lo mejor tenemos que pasar por la Cruz, pero esta siempre nos llevará a la Victoria. Como cristianos debemos trabajar como podemos para plantar semillas de renovación para devolver el auténtico significado al Matrimonio y la Familia y para ello debemos volver a los puntos básicos del Evangelio.

¿Cómo lo hacemos? Viviendo fielmente y con amor nuestra vocación de padres, madres, solteros, sacerdotes o religiosos, dando ejemplo en nuestras familias; tal como nos invita el Evangelio, ocupándonos de las viudas y huérfanos, los necesitados, los ancianos, los incapacitados y ¡los concebidos y no nacidos!

Es importante la fidelidad con que vivimos nuestra vocación como discípulos de Jesucristo y como actuamos, en aquellas cosas pequeñas y cotidianas y en aquellas de mayor importancia, todas tienen inmensas consecuencias para nuestra propia salvación y la de aquellos a nuestro alrededor. Fuimos creados por Dios a su imagen y semejanza para amar y ser amados y para tratarnos como hermanos, y es en la familia, de nuestro padre, madre y hermanos, donde naturalmente y más fácilmente aprendemos a ser realmente humanos y verdaderos miembros de la sociedad.

Si vivimos de acuerdo con las leyes de Dios y nuestra naturaleza y como discípulos de Jesucristo, seremos capaces de contribuir a la renovación y transformación de nuestra sociedad y si conocemos la historia sabemos con certeza que no seríamos la primera generación que lo consiguiera.

Debemos actuar con valentía y defender sin miedo, de palabra y obra, el verdadero significado del Matrimonio y la Familia dándonos cuenta de que si no lo hacemos las consecuencias son gravísimas para nuestras propias Familias, nuestro País y el Mundo entero.


Beatriz Silva De Lapuerta





18 de enero de 2019

La raza, según José Utrera Molina


Hojeando anoche los tesoros de mi biblioteca, me encuentro con la preciosa dedicatoria que en el mes de julio de 1981 -contaba yo entonces 12 años- me escribió mi padre al regalarme el libro del guión de la película "Raza" escrito por Francisco Franco bajo el pseudónimo de "Jaime de Andrade". 

No es sólo una dedicatoria, sino toda una declaración de principios, que quiero compartir hoy con vosotros.


«La raza no es para mí un determinado color de piel, ni un factor biológico diferenciado, ni una irritante preeminencia de un concreto y singular grupo humano.

Yo entiendo la raza como un valor del espíritu, como un temple especial del alma, como una aristocrática categoría social.

Un español con raza es aquél que tiene en el corazón el milagro del coraje y el brío y en la sangre la nobleza y la generosidad.

Un español con raza es el que antepone la conservación del honor al de la propia vida.

Tiene raza el que posee atrevimiento y valor; el que hace de la lealtad un credo, el que acepta el desafío de la justicia y lucha alegre por la verdad. La raza tiene mucho que ver con la hidalguía.

Que este libro querido Luis te ayude a tensar las finas cuerdas de tu espíritu.

Tu padre

José»



                                                                          LFU

14 de enero de 2019

Nuevos escolios hispanos (IV)

Ecos del 68

Todas las utopías tienen víctimas. No existen variedades indoloras. Las utopías del presente bajo el nombre de las teorías de género o los feminismos de nuevo cuño fabrican lentamente nuevas víctimas: adultos, jóvenes y niños que no tienen oportunidad alguna. Luchar contra la naturaleza es una derrota segura contra un adversario temible. Ninguna utopía ha vencido ni vencerá a la realidad. Sólo es una cuestión de tiempo. (18 y 26 de diciembre de 2018)
Ninguna civilización se ha construido con pulsos a la naturaleza y a la razón. Ha sido el compromiso con éstas y la humildad de aprender de ellas la que ha permitido florecer cualquier civilización. (26 de diciembre de 2018)

Actualidad y Pensamiento

La actividad política para un cristiano cabal debe dirigirse fundamentalmente a colaborar activamente tanto en el colapso de las viejas utopías como en el combate de las nuevas que tratan de imponerse. En esos colapsos y combates emergen los espacios de libertad, justicia y progreso a la que toda comunidad humana legítimamente aspira. No conviene pensar que es posible el advenimiento de un orden definitivo por bien inspirado que sea, pues ese es el principio de la utopía que siempre es enemiga de lo humano. Todo lo humano per se es susceptible de reforma. (7 de enero de 2019)



Religión:
Algunas de las mentes más preclaras e incisivas de la primera mitad del siglo XX como Edith Stein, Simone Weil o Albert Camus directamente entraron, se acercaron o merodearon alrededor de la Iglesia Católica, respectivamente, cuando ésta permanecía centrada nítidamente, sobre todo, en su misión espiritual. El cambio de estrategia eclesial centrándose en el diálogo con el mundo ensayado desde mediados de los 60 hasta finales de los 70 parece haber influido más a la Iglesia que ésta al mundo, amén de no producir esa misteriosa atracción en las cabezas lúcidas del pensamiento contemporáneo. Por el contrario, un doloroso, sorprendente y masivo proceso de abandono de la Iglesia desde dentro se puso en marcha y no ha cesado, pese a útiles correcciones ulteriores de los papados de San Juan Pablo II y Benedicto XVI. Ahora en la segunda década del siglo XXI, una nueva versión de ese enfoque, con un marcado sesgo buenista hacia todo lo que el mundo dice, plantea dudas legítimas: ¿Qué ha cambiado tan radicalmente para volver a recetas que ya fueron probadas sin éxito? Más allá de toda sesuda explicación intraeclesial, acaso el signo de este tiempo pasa por una Iglesia Católica derrotada en todos los frentes, abandonada por decepción o indiferencia de muchos de sus hijos, que vivirá con la humildad de los vencidos, con una inevitable pobreza y sobre todo con una razón purificada por el desdén del mundo irracionalista y despojada de todo éxito mundano. Recemos por los damnificados. (18 y 26 de diciembre de 2018 y 7 de enero de 2019)





FUEYO


28 de diciembre de 2018

Barcelona y Alfonso XIII


Hace justo cien años, la prensa nacional se hacía eco de la iniciativa  de un grupo de españoles desde la ciudad de Barcelona, en agradecimiento a la meritoria labor humanitaria del Rey Alfonso XIII durante los trágicos años de la Primera Guerra Mundial. El Archivo General de Palacio conserva el documento completo que en nombre de la ciudad condal se dirigió a las Cortes españolas, documento que está expuesto al público en la Exposición “Cartas al Rey: La mediación humanitaria de AlfonsoXIII en la Gran Guerra”

Creo que en  momentos de incertidumbre como los que estamos viviendo en España, estrechar nuestros lazos con la verdadera memoria de la historia es siempre una fuente de consuelo y sobre todo la reivindicación de una esperanza.  No me resisto a que unas palabras tan elocuentes del sentir de tantos españoles queden en el olvido o pasen desapercibidas,  

“A las Cortes

Fue siempre norma de todo corazón noble en España dar muestra de gratitud por los beneficios recibidos y entendemos que ha sido muy grande el que ha reportado a nuestra nación el alto, generoso, magnánimo proceder de nuestro amado monarca Don Alfonso XIII, derrochando tesoros de caridad con miles de gentes desventuradas de todos los países, durante los terribles años de la guerra que ha desolado al mundo.

Alejada providencialmente nuestra patria querida de la feroz contienda, no por ello mirábamos indiferentes las espantosas penalidades que afligían a tantos nobles pueblos, y ansias generosas reprimieron muchos pechos, que hubieran querido socorrer a desvalidos hermanos, si al mismo impulso de caridad, en aquellos instantes de pasión, no se hubieran interpretado con torcido pensamiento.

Afortunadamente, nuestro Rey, siempre Grande y Caballero, supo recoger tan nobles estímulos de millares de sus súbditos y, haciéndose intérprete de sus sentimientos, se lanzó a la empresa de salvar vidas del suplicio, consolar tristezas, llevar consuelo a almas doloridas, y dejar caer sobre ellas el santo rocío de la caridad, empresa por Dios mil veces bendita, premiada aquí mismo, en la tierra, por el coro de alabanzas que ha despertado tan noble conducta, no solo en quien recibió el beneficio, sino en todo el que fue digno de comprenderlo.

No detallaremos esas nobles acciones tan conocidas del mundo entero, cual son testimonio tantísimas cartas publicadas en la prensa europea, en las que brillan desde el tierno sentimiento del corazón de un niño, hasta la más elevada y culta expresión del alma de un gran poeta, cartas de madres, de esposas, de viudas, de hijos, de patriotas, que tejen una corona inmarcesible, más pura y refulgente que la diadema que ciñe la frente del Rey, que lo fue desde antes de haber nacido.

Nosotros sus súbditos fieles y leales, de esta grade ciudad de Barcelona, donde tuvo su abolengo y el valor, su archivo la cortesía y la caridad un trono, queremos ser los primeros en dar pública voz y testimonio de que sabemos agradecer a nuestro Rey, esa conducta notabilísima, que si para él ha merecido universal alabanza, ha traído para nuestra España el respeto y la estima de los mismos pueblos contendientes: que la caridad bendita aplaca los mismos hervores de la cólera.

P. ejercitando el derecho de petición que nos concede el art. 15 de la Constitución de la monarquía, nos dirigimos a las Cortes, que toda la nación representa, en súplica de que se tribute homenaje público y solemne de admiración y cariño a Su Majestad, en recompensa de sus altos y extraordinarios merecimientos, y se inicie por el Gobierno una suscripción pública para regalar al Rey la insignia, donde sobre oro con brillantes escriba el pueblo español el testimonio de su reconocimiento”

Barcelona, 23 de Enero 1919”

Reyes Utrera