14 de diciembre de 2007

Una sociedad enferma



Vivimos inmersos en una moral pública presidida por el respeto y cuidado del medio ambiente. Son constantes las llamadas que desde el sector público y la sociedad civil se hacen a concienciarnos de que debemos cuidar nuestro hábitat, respetar y conservar la naturaleza, conseguir un desarrollo sostenible que nos garantice un futuro más habitable en el planeta.

La obra pública se pliega a las exigencias medioambientales y no es infrecuente que los trazados de autopistas, carreteras y vías férreas se vean perjudicados por la presencia de colonias de especies protegidas en vías de extinción.

El Código penal ha dado entrada a figuras delictivas como el maltrato a los animales, la gente se lo piensa dos veces antes de salir a la calle con un abrigo de piel y los aficionados a la fiesta nacional tenemos que aguantar la pesadez de un ínfimo número de tontos pulgosos que insisten en su ignorancia en llamarnos asesinos a quienes disfrutamos de una tradición milenaria sin la cual la presencia del toro bravo hubiera quedado reducida a su curiosa exposición en los zoológicos.

En contraste con tanto cuidado ambiental y mimo de la naturaleza, proliferan en nuestra enferma sociedad, con pública anuencia, cientos de abortorios –allí no se sana a nadie de nada- en los que se asesina sin piedad a seres humanos que aún no han visto la luz por el mero hecho de constituir una carga escasamente cómoda para sus progenitores. Son seres humanos, en muchas ocasiones totalmente formados, con sus sentidos totalmente desarrollados, que sufren horrendas mutilaciones dentro del seno materno y cuyo dolor se ahoga en el líquido de una placenta convertida en macabra sala de torturas. No estamos hablando de coleópteros, de linces ibéricos o águilas imperiales. Hablamos de seres humanos, a los que no alcanza ni el más mínimo nivel de protección que se extiende a la más común de las especies irracionales.

Paradójicamente, los que aprueban y fomentan la práctica del aborto suelen coincidir con los que no dudan en clamar vociferantes contra la muerte del toro en la plaza y disfrutan viendo como los más adelantados de entre ellos destrozan abrigos de piel con botes de pintura.

Claro que todos podemos ver al toro en la hora de su muerte y, sin embargo, no es frecuente que se televisen las carnicerías que se practican en los abortorios. Por eso, Intereconomía Televisión prestó anoche un servicio impagable a la sociedad y es justo reconocerlo. Confieso que aún tengo el corazón sobrecogido por las terribles escenas que emitió ayer dicha cadena. No han desaparecido de mis pupilas las imágenes de un pequeño cuerpo descuartizado, sus piernecitas, los brazos, la cabeza. Nunca podré olvidarlo y no podría verlo una segunda vez, pero el mejor servicio que podemos hacerle a esta sociedad es invitar a todos a que contemplen el horror de esas imágenes.

El mundo no se estremeció ante los horrores del holocausto judío hasta que pudo contemplar con sus propios ojos el dantesco espectáculo de los cadáveres amontonados en los campos de concentración. El mundo no se estremeció ante el terrorismo hasta que no pudo contemplar en directo la tragedia de miles de personas en las Torres Gemelas. Y el mundo no se dará cuenta del terrible holocausto que diariamente se está practicando en nuestra cada vez más higiénica y reciclada sociedad hasta que no contemplen, de una vez por todas, y a todo color, la carnicería del aborto y el macabro resultado de tan horrendo crimen.

LFU

5 comentarios:

  1. No hay palabras.

    Lo primero que hay que hacer es refrenar los impulsos de pedir que a quienes cometen tales crímenes los corten en cachitos y los tiren a los perros. Lo segundo, hacer algo para evitar estos crímenes horrendos, cada uno desde donde nos toque. Y lo tercero y más importante, pedir perdón a Dios por nuestros pecados (también tenemos parte de culpa) y por los de toda esta sociedad enferma y asquerosita.

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  2. La verdad es que entrar en este blog todos los días es una "putada", porque despierta las conciencias dormidas de muchos, entre los que me incluyo. Y lo malo es encontrar tanta madera como para mantener este blog funcionando todos los días. LFU, ánimo, estás haciendo algo bueno.

    Respecto al comentario de DAL,con todo respeto puesto que en el fondo comparto el planteamiento, la atocrítica está muy bien, y todos tenemos que pedir perdón. Pero, ¿qué tal si aplicamos la ley estrictamente (incluso la nuestra), sin refrenarnos, y que cada uno pague con sus culpas? Aquí pasa lo de siempre, que ser el malo de la historia es mejor, porque no sólo sale gratis sino que además sale rentable.

    Monky

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  3. Estupenda entrada. Un abrazo. César.

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  4. Muchas gracias por tu reflexión siempre acertada. En mi "Meditación de la trituradora" (http://elbaluartedeoccidente.blogspot.com/2007/11/meditacin-de-la-trituradora-o-de-cmo.html) digo que "El pueblo que mata a sus hijos ni tiene alma ni merece tener futuro". Creo que nosotros no lo tenemos...
    Un abrazo
    Luis

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  5. Es realmente dantesco ver las imágenes de seres humanos descuartizados con la excusa de que sólo tienen unas semanas o meses de vida. y es que el aborto no es más que éso. Un asesinato impune de seres humanos indefensos. Yo soy médico, estudié durante 6 años de mi vida y empleé otros 4 para formarme como especialista con el fin de tratar de cuidar la salud de los demás y de luchar por la vida de mis pacientes. En ningún libro me enseñaban cómo matar a un semejante, porque un feto es un ser igual que tú y que yo. Desde el mismo momento de la concepción tenemos toda nuestra información genética invariable hasta el día de nuestra muerte. Lo único que cambia es el aspecto externo. Un recién nacido no es igual que un niño de 3 años, pero sus genes son los mismos. Lo esencial de su ser no cambia con los años. ¿Qué derecho tenemos a quitar la vida a alguien igual a nosotros?¿Qué diferencia ven entre un ser humano de 3 meses de vida intraútero y uno de tres meses de vida extrauterina?. Sólo alguien con un total y absoluto deprecio por la vida y la dignidad humana es capaz de cometer un crimen tan repugnante como el aborto, y quien le ampara bajo el nombre de una ley demuestra algo aún peor, cobardía.
    Un abrazo.
    Antonio Vallejo

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