4 de septiembre de 2009

Réplica serena a un antifranquista inmoderado. Por José Utrera Molina

A continuación reproduzco el artículo publicado en el día de hoy por ABC


Me refiero al jesuita Fernando García de Cortázar. A propósito, en este largo y cálido verano, me había propuesto una cura de silencio. En primer término porque no me había podido aliviar del dolor de haber perdido a un fraternal e incomparable amigo, que fue un notable profesional de la medicina y un activo militante de unas ideas que el señor a quien aludo en esta carta, no ha llegado a comprender del todo. Quería refugiarme ante dos estímulos esenciales: el mar y la montaña. Ambos me proporcionaban el silencio necesario para meditar sin pedantería y sin dogmatismo lo efímero de esta vida y lo fugaz de tantas ilusiones. Pero al hilo de la afirmación del propio señor Cortázar: «siempre me han intrigado el olvido y la prisa en aceptar presiones de una vulgar superficialidad» precisamente en esta circunstancia protagoniza el autor del artículo «Manía persecutoria» publicada en la Tercera de ABC una vulgarísima interpretación de una etapa que, vuelvo a repetir, tuvo en la reciente historia de España, sus luces y sus sombras, sus aciertos y sus errores.

¿Qué depósito de odio, qué pozo de rencor posee el señor Cortázar, para continuar las injustas alusiones a nuestro pasado histórico? Hay algo peor que la prisa en aceptar una vulgar superficialidad y es la escucha impasible de una reiterada ofensa a un periodo de historia que levantó de sus cimientos, casi destruidos, a una nación que volvió a tener conciencia de su destino. Yo, señor Cortázar, no pertenezco a ninguna familia de adinerados. No pude asistir a las clases de ninguna de las escuelas jesuíticas en las que había que pagar un alto estipendio. Fui un normal estudiante de bachillerato, en un instituto gloriosamente igualitario. Allí sufrí lógicamente, la visión de una España que poco a poco, lentamente, se levantaba de sus ruinas. Participé en su reconstrucción de una manera muy simple y tal vez según su concepto muy vulgar, cantando un amanecer que se prometía y pregonando una unidad que tantos habían negado y que se necesitaba para seguir adelante.

Insisto otra vez, ¿por qué esa reiteración abusiva, tan llena de desprecio, tan solemnemente revestida de dogmática pedantería, con que nos obsequia tan frecuentemente el señor Cortázar?
Yo fui amigo y profesor en un colegio emblemático de jesuitas durante cuatro años y puedo asegurarle, que tanto los profesores como los alumnos, mantenían una actitud de respeto ante las estructuras que usted tan frecuentemente denigra. Es más, recientemente, un grupo de antiguos alumnos, quiso reunirse conmigo, aquí en la orilla del Mediterráneo, -en Nerja- para recordar con generoso fervor las clases de Historia que yo modestamente impartía. Para usted todo lo franquista es infernal, injusto, contrario a la esencia de la verdad. No repara su lista de la contemplación de otros horizontes -que los hubo- donde se alzaron todavía ejemplos de bondad, de hacer el bien y de luchar por España, que el tiempo no ha podido derribar.

Le estoy escribiendo con serena amargura, con tranquila paciencia, con cierta tristeza de comprobar que el sectarismo no está precisamente en los bloques cerrados de una izquierda manipuladora y rencorosa, sino entre los pliegues de una sotana que precisamente el régimen que usted combate quiso defender.

En este tiempo estival, que se prorroga inexorablemente, no he dejado de pensar en las circunstancias en que viví cuando sólo tenía nueve años, el inicio de una contienda cruel y despiadada. Pero nadie podrá arrancar de mis ojos ni borrar de mi memoria los cadáveres de clérigos y de seminaristas, que muy cerca de mi casa eran vejados, escupidos y maltratados con saña verdaderamente infernal. Le aseguro que he intentado borrar todas las imágenes que pudieran reproducir una contienda que tuvo por ambas partes páginas de dolor, de gloria y también de injusticia.

He luchado siempre por una verdadera reconciliación e incluso por un discreto olvido, pero oír su voz, leer su escrito y aceptar sus insultos en bloque, no me parece una forma digna de vivir con la conciencia tranquila. Yo, al menos creo que mi silencio no sería lícito. Modere usted, -que titula su artículo como Catedrático de Historia Contemporánea, sin hacer alusión de su condición de jesuita-, su destemplanza, sus frecuentes irritaciones, su memoria lastrada por la ignorancia y piense que hubo también en aquella zona para usted maldita, héroes anónimos que ofrecieron su vida para que al final del tiempo, usted pudiera ejercer su libertad sin límite y sin censura alguna.

Le aseguro que me he esforzado en comprender su actitud y en justificar su conducta. Pero no he logrado conseguir mi propósito. Espero que quien como usted no puede estar ajeno a una escala de valores impregnada de generosidad, que usted ejerce, rectifique su afán de demolición, frene sus ataques sistemáticos y, al menos, olvide unos años que para muchos de nosotros representan un caudal de orgullo personal y de íntima satisfacción para nuestra conciencia, de cuyo sentido no estamos dispuestos a renunciar.

Espero que en esta ocasión, al menos, no recurra a colaboraciones extemporáneas y partidistas para contestar mi artículo, pues me basta las continuas manifestaciones de su inagotable rencor.

JOSÉ UTRERA MOLINA

3 comentarios:

  1. Reconozco no haber leído el artículo del sr. Cortázar; reconozco que, visto lo visto, y leído lo leído, y con la serenidad dolorida que expresa don José Utrera Molina, tampoco me afanaré en leerlo. Tanta simpleza rencorosa, a posteriori, descorazona.

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  2. Muchas gracias, Enrique. Sera un placer hacerle llegar tu comentario a mi padre. El articulo en cuestion era suscribible si no fuera por los continuas lanzadas a moro muerto que no venian a cuento y que ya son legendarias en Cortazar que tiene que hacerse perdonar su conversion con este tipo de descalificaciones genericas de toda una epoca que ademas de injustas ya empiezan a oler a naftalina.
    Un fuerte abrazo

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  3. Sr. Utrera: mi enhorabuena por su blog y por sus acertadísimos comentarios, tanto los suyos como los de su padre, persona que para muchos, como yo, es un referente moral y politico.
    El Sr. García de Cortazar tiene un problema, que es muy común hoy día en España, y también, desgraciadamente, en el clero.
    Le suena aquello de ¿por que me odias tanto, si no recuerdo haberte hecho ningún favor?
    Pues eso le pasa a la Iglesia y a la derecha, perdón centro derecha, de España, con la finalidad de que no les tachen de derechistas, prefieren renegar de aquel y aquellos que les salvaron, sencillamente, del extermino.

    Saludos. Puede visitar mi blog.
    reyserrano.blogspot.com
    José Antonio Rey Serrano
    Abogado.

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