23 de septiembre de 2010

Memorias de guerra: Divisionario versus Brigadista.



Memorias de un soldado de la División Azul de Jose María Blanch Sabench (año 2010)
La Guerra es Bella de James Neugass (año 2010).


«…Puestos a ver similitudes entre los testimonios que comento, en ambas memorias encontramos un testimonio de heroísmo que no es posible pasar por alto. Una juventud de ambos signos entregó sus años decisivos en la experiencia total que es la guerra y con una exhibición de generosidad, que está por encima de las propias causas que defienden»



Según pasan los años soy más partidario del género memorialista. Especialmente de las memorias de guerra, preferiblemente de soldados más o menos anónimos. No me valen las de generales o estadistas que están llenas de compromisos, cautelas u omisiones interesadas. Asumo con cierto optimismo dos factores inherentes al subgénero que garantizan el interés de todo lector. El primero, la fuerza de un buen argumento está servido, de oficio, por las circunstancias que rodean a toda guerra; como segundo factor, el itinerario del superviviente, sólo por el hecho de sobrevivir, aventura que hay algo extraordinario en su acontecer personal durante la contienda. Lo cierto es que estas dos condiciones no bastan por sí solas para dar empaque a unas memorias, porque toda buena historia necesita ser bien contada, sino, no luce lo que vale y no hay quien la lea, estudiosos aparte.

En el último mes, he podido leer dos libros apreciables de éste género, con algunas semejanzas notables y diferencias no menores. Memorias de un soldado de la División Azul de Jose María Blanch Sabench (año 2010) y La Guerra es Bella de James Neugass (año 2010).

Jose María Blanch Sabench, gerundense de 85 años, con 18 años se alistó voluntario en la División de voluntarios españoles que lucharon con el ejército alemán en el frente ruso en la II Guerra Mundial, conocida como División Azul. Recibió instrucción de artillero y desempeñó funciones como tal, combatiendo en varios frentes. Superviviente de una de las acciones más encarnizadas del frente ruso, la batalla de Krany Bor. Dada su capacidad para los idiomas ejerció también como traductor el alemán y ruso, recibiendo, por ello, formación especializada del ejército alemán.

James Neugass (1905-1948), procedente de una acomodada familia de Nueva Orleans recibió formación universitaria y con 32 se años y se alistó voluntario para ir al cuerpo auxiliar médico de los voluntarios comunistas llamados por Stalin de todo el mundo que lucharon junto al ejercito republicano, las llamadas Brigadas Internacionales. Durante los escasos 5 meses que estuvo en España fue conductor de ambulancias. Estuvo en el frente de Aragón hasta la retirada en 1938 del ejército rojo tras perder Teruel.

Las memorias del Divisionario, escritas recientemente, tienen un tono sencillo. Con objetividad relata los sucesos habituales que tan bien dibujan la rutina del soldado: las marchas de aproximación, los traslados de frente, el contacto con las unidades alemanas circundantes, la ocasional toma de contacto con el enemigo. Tampoco, le falta pulso literario para contar aquello extraordinario y singular. Escueto pero muy emocionante es el relato de la batalla de Krasny Bor en la que hizo gala de un heroísmo sobrio y en el que la Providencia le echó un capote formidable. Resulta curioso, como apenas hay juicios de valor y sí una transcripción fiel de todo aquello que a la impresionable edad de 18 años quedó grabado para siempre en el corazón y memoria del Divisionario: la entrega de los que se alistaron voluntarios; la conexión cordial de los soldados españoles con el pueblo ruso o la extraordinaria organización del ejército alemán. No menos interés, tiene su frecuente trato con los prisioneros del Ejército Rojo. Sin duda, Jose María Blanch tuvo y tiene una mirada libre de prejuicios y un corazón generoso, eso le hizo comportarse con la caballerosidad y nobleza del mejor soldado español. Con 18 años, el idealismo y un afán aventurero le impulsaron a devolver la visita en el año 42 a los comunistas rusos que vinieron en el 36 a España. Sus memorias atestiguan que se hizo hombre siendo soldado en el frente más duro de la II Guerra Mundial.

El relato de Neugass, tiene una marcada vocación literaria y en el mismo se nos revela que la visita a España tenía entre otros objetivos, el de acumular experiencias que le sirvieran para escribir. Sin duda, Neugass tuvo talento para la descripción y una sensibilidad afinada por su origen y estudios, pero la ideología que abrazó lastra de prejuicios su mirada sobre la realidad que presenció y el valor literario del relato. Éste quedó trufado de consignas políticas del momento que el autor machaconamente introduce cuando no narra los sucesos concretos en los que está envuelto. Su visión de la España nacional es maniquea y simplista (Iglesia cómplice del capital, nobleza explotadora, militares fascistas y moros a su servicio…), sus juicios sobre los prisioneros nacionales que fueron asistidos en los hospitales de las Brigadas resultan tan esquemáticos y pueriles que resultan contradictorios con el talento del autor y sólo se explican por el potente filtro y control ideológico que acompañaba a los Brigadistas. En algún momento, sus elogios del espíritu de las Brigadas resultan tan excesivos que suenan a las obligadas declaraciones de ortodoxia del Partido tan frecuentes en esa época. No obstante, sería injusto negar que Neugass tenía una indudable sensibilidad social y humana, y su relato lo trasluce. De hecho, procediendo de un ambiente acomodado, renunció a una existencia acomodada por un anhelo legítimo de reforma social y, equivocadamente, abrazó al comunismo como solución de los problemas sociales. Resulta reveladora una frase de sus memorias, ante la constatación de la dureza de la contienda, se interroga obsesivamente por los motivos de su venida a España y se responde “que no vino por amor sino por asco” a una España, la nacional, que, sin embargo, estaba lejos de conocer. Neugass, por su origen y formación, debió ser un comunista ortodoxo pero algo tibio para la época, que sin embargo creyó en la redención mesiánica de la humanidad que prometía el comunismo sin querer vislumbrar el sendero de destrucción que sembraba a su alrededor. Aventuro que esa es la razón y no otra, la que explica que el texto haya permanecido inédito hasta ahora. Neugass no fue un comunista suficientemente comprometido, no odió sin contemplaciones a su enemigo de clase, así sus memorias permanecieron sin publicar durante tantos años, porque, probablemente, a juicio del mandarín de turno que recibió el texto en su momento, no daban el tono requerido para la propaganda comunista, esa mezcla indisoluble de odio y mentiras.

Puestos a ver similitudes entre los testimonios que comento, en ambas memorias encontramos un testimonio de heroísmo que no es posible pasar por alto. Una juventud de ambos signos entregó sus años decisivos en la experiencia total que es la guerra y con una exhibición de generosidad, que está por encima de las propias causas que defienden. Asimismo, en ambas relatos, se detecta algo natural e inevitable, la sublimación de los recuerdos. Supongo, que es inevitable que la mente humana sólo pueda custodiar lo mejor de la experiencia guerrera, pues el reverso tiene tanta oscuridad que toda mente sana, debe, naturalmente, blanquearla. Asimismo, ambos lucharon con los bandos que perdieron sus respectivas guerras algo que puede ser anecdótico, pero que no lo fue para ellos, en absoluto.

Concluyo confrontando la diferencia esencial entre ambas memorias. Me arriesgo a explicarla por la distinción entre idealismo e ideología, o dicho de otro modo, entre unos valores o ideas que se confrontan con la realidad y los esquemas ideológicos que se imponen sobre la misma y la interpretan deformándola. Esta disquisición puede parecer algo abstracta, pero aventuro que se entiende mejor si uno escruta, mínimanente, la trayectoria vital posterior de ambos. Ambos resultaron perdedores de la contienda. En sus respectivos países, fuera de un breve momento de reconocimiento inicial, sus causas se volvieron indefendibles políticamente, caso de Neugass. Condenadas al olvido, para el Divisionario. Sin embargo, la experiencia de guerra de Blanch, parece resultar claramente un revulsivo, una suerte de catalizador para salir adelante en la empobrecida y convulsa posguerra española y europea, pues su génesis responde al entusiasmo juvenil y al idealismo de una época, libre de una rígida ortodoxia ideológica que la asfixiara. Para Neugass, en cambio su compromiso político comunista en España no encontró acomodo vital en la América de la II Guerra Mundial y en la posguerra posterior, de suerte que ni a sus hijos pequeños les pudo hablar con franqueza de ello. Y no, no fue sólo por la presión anticomunista ambiental del momento como se insinúa en el prólogo (que, por otro lado, empezó prácticamente con la muerte en 1948 de Neugass, al emperzar la guerra de Corea), lo terrible es que la experiencia decisiva de Neugass no pudo amoldarse a las exigencias de la ortodoxia estalinista de la época por su fuerte dosis de subjetividad, pero tampoco a las exigencias de libertad política de su país pues su visión política sectaria despreciaba, profundamente, las bases políticas de la democracia americana, revelando así la letal esterilidad de toda experiencia vital sometida al tamiz rígido de cualquier ideología, la comunista, en este caso.

César Utrera-Molina Gómez.

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