18 de octubre de 2010

José Antonio y el memo de Eduardo Mendoza


Aunque más bien debería llamarle mediocre. Acaba de «ganar» un premio tan digitalizado como el Planeta -este año fue "Público" quien filtró el ganador el día antes- porque Lara no sabía de ningún otro postulante que pudiera vender más libros y no ha tardado un minuto para procurarse unos cuantos titulares que le rescaten del olvido. Para Mendoza, José Antonio Primo de Rivera era un memo.

Y se pueden decir muchas cosas de José Antonio, pero llamarle "memo" sólo lo puede hacer un mediocre sin entrañas como Mendoza, que no le llega ni a la suela de los zapatos a un hombre que, sabedor que iba a ser fusilado a la temprana edad de 33 años precisamente por el odio marxista al execrable delito de su ardorosa inteligencia, la madrugada de su último amanecer escribía algo como lo siguiente:

«Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia.

Creo que nada más me importa decir respecto a mi vida pública. En cuanto a mi próxima muerte, la espero sin jactancia, porque nunca es alegre morir a mi edad, pero sin protesta. Acéptela Dios Nuestro Señor en lo que tenga de sacrificio para compensar en parte lo que ha habido de egoísta y vano en mucho de mi vida. Perdono con toda el alma a cuantos me hayan podido dañar u ofender, sin ninguna excepción, y ruego que me perdonen todos aquellos a quienes deba la reparación de algún agravio grande o chico.»


No merece mayor desprecio el rufián que el sonoro silencio de una sangre derramada con amor, grandeza y elegancia, palabras ciertamente ajenas al escritor barcelonés.

LFU

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