8 de enero de 2008

Bono

Confieso que llevaba tiempo queriendo escribir sobre José Bono y últimamente no para de regalarnos perchas que resulta dificil desaprovechar.

Sus amigos lo califican como entrañable; algunos de sus subordinados -en la última cartera ministerial- de despótico y maleducado; por lo general es sobradamente conocido por su vertiente populista y demagógica. Dejando al margen toda consideración sobre su faceta personal y humana -en la que no soy quien para entrar-, tengo que confesar que, si durante algún tiempo me ha tenido engañado, ha terminado por decepcionarme profundamente al descubrir en su trayectoria política, no ya una escandalosa falta de coherencia política sino también una colosal indignidad.

No puede calificarse de otro modo a quien repite hasta la saciedad -para demostrar su abierto talante- que su padre era falangista y no era menos honrado que todos los socialistas, y al mismo tiempo participa, promueve y defiende una Ley como la de Memoria Histórica que trata de desterrar a las mazmorras de la historiaaa la media España en la que se alistó su padre.

No puede defenderse al mismo tiempo en alta voz y con luces y taquígrafos la unidad de España y a España como nación, y mostrar una abierta complicidad y apoyo al gobernante que más y mejor ha hecho por destruir la unidad de una nación que para él no era más que un concepto discutido y discutible. Es más, me atrevo a decir que su ominoso silencio durante la negociación del Estatuto catalán, las negociaciones del gobierno-ETA, las concesiones a Batasuna, la humillante retirada de los cargos por el Ministerio fiscal a Otegui, los vergonzantes privilegios a De Juana Chaos no eran prueba de su desagrado sino una muestra de cobardía escondiendo la cabeza en el gabinete mientras otros ponían la cara en las ruedas de prensa.

Se fue del gobierno al final, y muchos quisimos pensar que lo hacía porque no se sentía identificado con Zapatero, porque se sentía engañado por él. No pocos quisimos ver en la extraña pirueta previa a la designación de candidatos a la alcaldía de Madrid, un regalo envenenado para su Presidente. Pero tampoco. Tengo para mí que si no se presentó, sólo fue porque no está acostumbrado a perder y la victoria se vendía demasiado cara.

Ahora, parece que piensa que España no tiene bastante con cuatro años de ignominia zapateril y ha decidido volver a la política activa arrumbando el National Geografic y dejando otra vez huérfanos a sus hijos. Llegué a confiar en su buena fe, pero su vuelta a la política para apoyar a Zapatero ha terminado por abrirme los ojos a su verdadera condición.

Últimamente y como monaguillo de Pepiño Blanco, no ha podido callarse y ha decidido entrar de lleno en los ataques a la Iglesia, acusándola de defender dogmas (?) que hacen infelices a la gente y de promover una familia basada en "la mujer en la cocina y la pata quebrada". No cabe mayor dosis de demagogia, pero también de ignorancia. No se le ha escuchado, empero, palabra alguna en relación con el escándalo de los abortorios, pese a definirse como católico y presumir de dicha condición. Como siempre, saldrá diciendo que él no es quien para condenar a una pobre mujer que se ve obligada a abortar. Pero sí lo es para guardar silencio ante el holocausto de miles de vidas humanas que diariamente van a parar a la trituradora.

He sido el primero en agradecer algunos de sus gestos, como aquél de invitar a miembros de la División Azul y de ambos ejércitos contendientes en nuestra Guerra al primer desfile del 12 de octubre como ministro. En ocasiones, le he defendido ante lo que consideraba ataques injustificados y sectáreos, a los que soy alérgico. Por eso me duele comprobar que su imagen se parece, cada vez más, a la de un sepulcro blanqueado.

LFU

1 comentario: