20 de junio de 2014

Mi hermana Reyes

“No hay quinto malo”. Eso decimos los aficionados a los toros para agarrarnos a un clavo ardiendo cuando la corrida no da para más. En este caso, de ocho morlacos que somos los hermanos Utrera, la quinta, es sin lugar a dudas, la mejor. Y para no romper la tradición, le dedico esta página con motivo de su cumpleaños.

Mi hermana Reyes es, simplemente, la personificación de la bondad.  Siempre he admirado en ella su extraordinaria capacidad para ver y mostrar siempre la luz de los demás, ignorando las sombras que nos rodean.  Alérgica a la murmuración y a la maledicencia, sabe apartar los prejuicios para ponerse en lugar del otro y siempre encuentra justificación para salvar al árbol caído, algo que sólo lo consiguen los que tienen enorme el corazón.

En algún sitio he leído que no hay mayor signo de superioridad que la bondad, y es que ésta sólo brota con fuerza en el corazón de los elegidos por Dios para servir de faro a los que le rodean. 

Reyes es la dulzura sin empalagos, la sinceridad piadosa, no hay persona en el mundo que sepa como ella arrimar el hombro como el Cireneo para cargar con las cruces que los demás llevamos a cuestas, siempre con una sonrisa.  Y tiene el corazón –como su casa- abiertos de par en par. Por eso son tantos los que buscamos la paz en su consejo y por eso también, si alguna vez he sentido, no ya su enojo, sino un leve reproche en su mirada, nunca he dudado que era yo quien había fallado.

De los ocho hermanos, la única que cambió el Código civil por el de Hammurabi, volcó su enorme sensibilidad en el cultivo de la historia y del arte, y es de esas personas que saben que la luz que entra por su balcón cada mañana viene a iluminar la tarea justa que Dios les ha asignado en la armonía del mundo.

Sólo los que saben darse alcanzan la verdadera felicidad. Mi hermana quiere y es querida por todos. Su marido, Alejandro -que compite con ella en bondad- y sus hijos, Victoria y Alejandro, saben muy bien de lo que hablo. Por eso sólo puedo imaginarla con una sonrisa.  

Que Dios te bendiga siempre, querida Reyes y te conserve intacta esa mirada luminosa que te hace grande entre los demás.

Tu hermano que te quiere.


Luis Felipe

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