"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

28 de abril de 2015

Entrevista a José Utrera Molina (Periodista Digital)

Recomendamos la entrevista publicada hoy en Periodista Digital por el periodista Javier Torres García a D. José Utrera Molina

ENTREVISTA AL AUTOR DE 'SIN CAMBIAR DE BANDERA'

Utrera Molina: "Franco no deseaba sublevarse, tuve conversaciones con él y me lo repitió una y otra vez"

"El horizonte de España está oscurecido por el rencor y la ignorancia"

Javier Torres, 28 de abril de 2015 a las 09:22
Gobernador civil de Sevilla, Ciudad Real y Burgos, ministro de Vivienda y secretario general del Movimiento, José Utrera Molina (Málaga, 1926) fue leal a Franco "más allá de su muerte". En sus memorias 'Sin cambiar de bandera' asegura que no cambió de principios cuando otros sí lo hicieron con la llegada de la democracia. Hoy todavía lo dice: "Franco es el gran desconocido".
-¿Olvidamos rápido o hay interés en ello?
La ley más criminal, más injusta y más increíble es la Ley de Memoria Histórica. La han escrito unos señores que han mentido, porque la Historia no puede ser nunca una sucesión de mentiras, sino un moldeamiento de la verdad. No se ha aprobado nunca una ley tan lesiva para los intereses generales del pueblo como ésta. Y lo peor que han hecho es desenterrar los cadáveres para volver a la política de los enfrentamientos.
-Llegaron incluso a quitarle una calle en Málaga y en Sevilla estuvieron a punto...
Además la diputación provincial de Málaga me quitó el título de Hijo predilecto de la provincia. Lo de esta ley es criminal, es mentira. La verdad es que de los sevillanos recibí un trato entrañable hasta el punto de que me entregaron la Medalla de Oro de la provincia y la ciudad, hecho insólito hasta entonces.
-Se dice en Sevilla que incluso los que no eran franquistas guardan buen recuerdo de usted.
Eso es cierto y he tenido muchos testimonios de ellos. Como el sevillano hay poca gente, con unas características propias, donde el humor se fusiona con la ironía, donde la alegría permanece y la visión del mundo y la historia es distinta a la del resto de los mortales. Sevilla es el paisaje que mejor me sonríe: mis mejores recuerdos, los de amargura, los de desesperación, los de alegría, esperanza... todos están en Sevilla. Si tuviera que volver a algún sitio, iría siempre a Sevilla.
-¿Entonces por qué persistir en el enfrentamiento?
Personalmente nunca fui partidario de pregonar lo ‘anti'. En mi propia familia había personas que habían luchado en ambos bandos. He tenido siempre una visión bifronte de la Guerra Civil, que tuvo unas connotaciones heroicas por una parte y por la otra. Lo que no se puede es dejar de justificar el alzamiento, porque fue una necesidad histórica.
-¿Franco lo entendió así?
Franco no deseaba sublevarse, tuve conversaciones con él y me lo repitió una y otra vez: "Hubiera dado la vida por evitar un enfrentamiento entre hermanos, pero fue imposible la paz". Me dijo que aceptó sólo cuando se agotaron todas las vías y hubo unanimidad de peticiones de que se encargara de la gobernación del Estado. Me dijo además que su mano no temblaría y que siempre adoptaría una actitud no partidaria, sino una actitud de prudencia histórica que pudiera devolver a los españoles la confianza en sí mismos.
-Recoge la reciente biografía sobre Franco de Jesús Palacios y Stanley Payne que Charles de Gaulle quedó sorprendido cuando le visitó en Madrid.
Franco era y sigue siendo el gran desconocido. Cuando alguien se arrimaba a él quedaba verdaderamente sorprendido. Primero, por el rigor y la quietud serena con la que encaraba los problemas; segundo, por su fidelidad a la esencia del movimiento nacional. Para él España estaba por encima de todo y era bastante benigno en el juicio de sus compatriotas. Cuando hablaba de la guerra lo hacía con tal objetividad que parecía que había estado presidiendo una contienda de caballeros, y aquello no fue así.
-¿Qué queda de aquella época?
No todo lo que hacen los políticos se disuelve. En El Sentido de la Historia, de Karl Löwitch, se dice que no hay obra política que haya tenido fuerza que al final se disuelva del todo. Franco libró a España de una verdadera catástrofe, primero, al vencer al comunismo y después al mantenerse neutral en la Segunda Guerra mundial. Yo recuerdo con 9 años ver a las mujeres viudas en las puertas de sus casas pidiendo una limosna para poder enterrar a sus deudos. Años después vi cómo se implantaba la justicia social. El sistema de la seguridad social lo crea y desarrolla Francisco Franco.
-Cuente alguna anécdota con él.
Cuando Millán Astray estaba muriéndose, Franco fue a verlo, y al entrar en la habitación le dijo: ‘A sus órdenes se presenta el comandante de la primera bandera'. Fue un detalle estupendo de Franco, que ni mucho menos era un ser pétreo u hostil. Era un hombre normal, simpático cuando tenía que serlo y no excesivamente antipático cuando las circunstancias le obligaban. Me siento identificado con el mundo militar y especialmente con La Legión, de la que soy cabo honorario a mucha honra.
-¿Qué le parece que la ‘mili' fuera borrada de un plumazo?
El exministro Trillo dijo ‘menos mal que hemos acabado con la puta mili'. Oiga, pues la mili redimió a muchísimos españoles, hizo una labor social impresionante y creó un espíritu que no se ha perdido, en lo poco que todavía queda. Terminar con la mili es terminar con una parte del corazón de España.
-¿Estaban mejor preparados los políticos de antes que los de ahora?
Los gobiernos del 18 de julio tenían una categoría sensacional. Hubo hombres que destacaron por su formación técnica y su procedencia tecnocrática. Pero hubo otros que mantuvieron el espíritu, como José Antonio Girón. Cuando Franco me llamó para hacerme ministro le dije: ‘Mi general, creo que no estoy preparado para ello'. Él me respondió: ‘Eso lo dirá usted, yo le digo lo contrario, seguro que lo hará muy bien'.
-Sus memorias, "Sin cambiar de bandera", son toda una declaración de intenciones. ¿Qué pasa con los que han sido franquistas con Franco, centristas con Suárez y socialistas con Felipe?
Así fue. Suárez quebrantó y desmontó el Estado del 18 de julio, pero tenía un poder de seducción indudable. Él alabó mi gestión. Felipe no lo hizo del todo mal. Recuerdo que cuando murió Franco fui con su hija a su despacho y vi un libro titulado "Las verdades del socialismo" en el que aparecía una anotación manuscrita de Franco: ‘Me parecen muy bien parte de las actitudes socialistas, pero hay que tener en cuenta que al socialismo le perdió el rencor'.
¿Y José Antonio Primo de Rivera?
La elegancia en política se terminó con José Antonio. Era el prototipo del español con unos valores espirituales extraordinarios, tenía sentido del valor, de la audacia, de la creencia en España. Fue un patriota crítico, amaba España con un afán de perfección. He meditado y me lo he imaginado ante el pelotón de fusilamiento. Póngase usted con 33 años, en la flor de la vida, ante esos desaforados que lo iban a matar con odio.
-Cuando le condenan a muerte escribe que sigue creyendo en España.
Me estremeció ver que en su testamento -cuyo original tuve en mis manos recientemente, gracias a Miguel Primo de Rivera- mantenía las líneas rectas, una escritura perfecta, sin ningún error semántico, sin tachaduras... La última voluntad de José Antonio es de una belleza increíble, me estremecí y me emocioné al ver la maleta con sus últimas pertenencias, con sus últimos papeles. Escribió ‘ojalá fuera la mía la última sangre vertida en discordias civiles. Ojalá algún día el pueblo español tan lleno de grandes cualidades entrañables encuentre un día la patria, el pan y la justicia'. Él quería una España alegre y faldicorta, no era ningún beatón.
-¿Y cómo ve usted la España de hoy?
Creo que la perspectiva de la España de hoy es muy corta porque se ha abandonado el sentido histórico que ha tenido. El futuro es confuso, sobre todo porque ha habido un mal que no se ha extinguido y se ha protegido: el excesivo poder de los partidos políticos que han desvirtuado la democracia. Los partidos son instrumentos demoledores de un sentido del bienestar, pervierten la representatividad, consagran la división, mantienen los odios y actúan de una forma antihistórica.
-¿Qué le parece lo de Podemos?
Han tenido un sentido de la oportunidad extraordinario. Es una opción juvenil que acierta en el diagnóstico, pero que tiene unos planteamientos ideológicos inadmisibles, por ejemplo, su laicismo radical y la disparatada propuesta de la supresión de la Semana Santa, que está en la raíz del corazón de España. ¿Qué tienen de modernidad y de sentido de perfección histórica? No tienen nada. No les auguro un triunfo que otros sí presienten.
-¿Atisba un horizonte negro?
El futuro siempre está en la rodilla de los dioses. España tiene que cambiar de rumbo, porque los horizontes de futuro están cerrados. El camino del mañana está oscurecido, todavía con una parte de rencores, que es inadmisible, y otra parte de ignorancia.

24 de abril de 2015

Comsumatum est

Hace cinco años publicaba esta entrada sobre la placa situada en el Teatro de la Comedia, pronosticando que aquél gobierno socialista de memoria infausta acabaría con la huella de un hecho histórico ilusionador. Me equivoqué. No han sido las huestes de Zapatero, sino el gobierno inane de Rajoy el que ha consumado una fechoría propia de una nación inculta. 

Tratar de borrar de las calles de España las huellas de una mañana luminosa como la de aquél 29 de octubre de 1933 no es sólo una infamia, sino un tremendo error. Pero nunca podrán borrar de la historia el eco de las limpias palabras con las que un joven que quería mirar a España de frente, libre de la hemiplejia de la derecha y la izquierda, convocó a la juventud española a una tarea apasionante de reconciliación y justicia social.

LFU


21 de abril de 2015

El caso Rato y la seguridad jurídica

El lamentable y grotesco espectáculo de la momentánea detención de Rodrigo Rato, precedido de la escandalosa filtración de datos de carácter reservado de dicho contribuyente, tiene continuidad en la insólita petición de la oposición de que se hagan públicas las listas de los contribuyentes que se acogieron a la regularización tributaria de 2012.

«Artículo 34 de la Ley General Tributaria. Derechos y garantías de los obligados tributarios.
1. Constituyen derechos de los obligados tributarios, entre otros, los siguientes:

i) Derecho, en los términos legalmente previstos, al carácter reservado de los datos, informes o antecedentes obtenidos por la Administración tributaria, que sólo podrán ser utilizados para la aplicación de los tributos o recursos cuya gestión tenga encomendada y para la imposición de sanciones, sin que puedan ser cedidos o comunicados a terceros, salvo en los supuestos previstos en las leyes

Así que el gobierno incumple la ley (sólo un “poquito”, ya sabemos el nombre de 5 de los 705 “pep”) y la oposición le pide al Parlamento que obligue al gobierno a incumplirla aún más.(¡!)

Un país en el que el gobierno y la oposición se pelean para ver quien pisotea más y mejor la ley, no es un país fiable. Es para echarse a temblar.

Están locos estos romanos…..


LFU

13 de abril de 2015

Catalá: un ministro al servicio de la mentira

«La presente Ley reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida, que implica, entre otras cosas, que las mujeres puedan tomar la decisión inicial sobre su embarazo y que esa decisión, consciente y responsable, sea respetada. El legislador ha considerado razonable, de acuerdo con las indicaciones de las personas expertas y el análisis del derecho comparado, dejar un plazo de 14 semanas en el que se garantiza a las mujeres la posibilidad de tomar una decisión libre e informada sobre la interrupción del embarazo, sin interferencia de terceros (…)» Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo.

Esta mañana, rompiendo mi recién adquirido hábito de no escuchar los programas informativos de la mañana, he tenido el infortunio de escuchar una entrevista al ministro de justicia Catalá quien en un alarde de cinismo y desvergüenza colosales, ha afirmado con total tranquilidad que “la actual regulación del aborto en modo alguno reconoce el derecho al aborto.” (sic). Más miserable aún, si cabe, ha sido el ministro al insistir en la idea de que en este asunto están en juego las creencias religiosas de los católicos, como si la vida del embrión fuera un dogma o una cuestión de fe.

 El Partido popular, bajo la inspiración del inefable Arriola, ha decidido que aquella “barbaridad” (en palabras de Rajoy) de ley aprobada por el gobierno sectario de ZP ha alcanzado hoy un alto grado de “consenso”. Ahora ya no es un “disparate”; lo “sensato” es mantenerla porque al fin y al cabo, cuando vengan “los otros” la van a cambiar (Rajoy dixit). Mientras tanto, en una contradicción esquizofrénica, el Partido popular no ha retirado el recurso contra dicha ley ante el Tribunal Constitucional. Así que para salvar la evidente contradicción, nada más efectivo que recurrir a la mentira. 

Como decía Bismark «Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería».  Pero en este caso, estando en juego la vida de tantos miles de inocentes, la mentira adquiere caracteres de una grosería intolerable.

Son muchas las presiones que están teniendo que soportar un grupo de parlamentarios del partido popular por haber anunciado que no actuarán de comparsas en la miserable reformita que se ha sacado Rajoy de la manga. En mi opinión, debían haber abandonado sus escaños hace muchos meses. 
Pero aún están a tiempo de salvar la dignidad. Espero que perseveren y no se asusten. La mentira tiene un poderoso príncipe, pero somos muchos los que sabemos que su destino no es otro que la derrota definitiva.


LFU

10 de abril de 2015

Cameron, la Pascua y los complejos

«La Pascua es la ocasión para los cristianos de celebrar el triunfo definitivo del amor sobre la muerte, con ocasión de la resurrección de Jesús. Y para todos nosotros es un ocasión de reflexionar sobre el papel del cristianismo en la vida de nuestra nación»

Con estas palabras comenzaba el primer Ministro británico David Cameron su discurso con motivo de la festividad del Domingo de Pascua.  

Confieso que, tras escuchar las palabras del primer Ministro felicitando la Pascua y denunciando la cristianofobia, he sentido una enorme envidia. No imagino a nuestro Presidente pronunciando un discurso para felicitar la Pascua de Resurrección, la festividad más importante del mundo cristiano, y aún menos denunciar públicamente la trágica situación de tantos cristianos perseguidos en Oriente y África.  En cambio, le falto tiempo para desplazarse a París y asistir a una manifestación denunciando el ataque yihadista contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo. Desgraciadamente, han brillado por su ausencia palabras de denuncia de nuestros representantes políticos tras el asesinato de los cristianos coptos ejecutados al poco tiempo, o los 148 cristianos masacrados hace unos días en Kenia entre otras víctimas de la sinrazón.

Y en esta semana, después de oír a Cameron, también echo en falta la presencia en nuestro panorama político de estadistas que no se avergüencen de nuestro pasado y traición común y sean capaces de defender la civilización cristiana, base de nuestra cultura y de todo futuro en paz y prosperidad.  

Feliz Pascua de Resurrección


Reyes Utrera

9 de abril de 2015

La empatía

Sin duda, una de las virtudes más difíciles de ejercitar es la capacidad para ponerse en el lugar  del otro.

Hace unos días, en lugar y momento inadecuados, mantuve una agria e insospechada conversación con una persona a la que yo me había acercado a saludar por vez primera de forma cortés, absolutamente desprevenido de lo que iba a tener que aguantar, por exigencias de la buena educación, de la boca de aquél.

Confieso que me afectó, pues no termino de acostumbrarme a la mala educación y mucho menos cuando el maleducado ha tenido tantas oportunidades en la vida para no serlo. Con estos rozo la intolerancia.

Metido entre las escenas de la pasión de Cristo, decidí rezar el mal sabor de boca. Me puse a hablar con Dios sobre el susodicho, pues al fin y al cabo Él también murió por los maleducados. Le interrogué en silencio sobre la causa próxima o remota de sus desatinos, las respuestas me fueron dadas y finalmente le perdoné, tras intentar ponerme en su lugar (lo cual, es ciertamente difícil).

Finalmente me di cuenta que la fe tiene mucho que ver con la empatía o, cuando menos, con la voluntad de conseguirla.


LFU 

2 de abril de 2015

José Antonio. El fervoroso afán de España



Aquella España de los años republicanos puso en la historia una actitud patriótica que superaba los esquemas inútiles del nacionalismo. La enfermedad que asoló el continente europeo en los años de entreguerras se presentó en las mejores plumas y en los mejores ejemplos vitales de nuestro país como un supremo esfuerzo por devolver España a un destino abatido bajo los escombros de la decadencia política y el desarme moral.
Recuperar una nación que había sido la comunidad más precoz del Occidente moderno no era un ejercicio de vana melancolía ni de turbios manejos reaccionarios. Aunque estos no dejaran de asomar en el egoísmo social de algunos y en la parálisis ideológica de otros, aquel afán de regeneración procedió del desprendimiento, de una extrema sensibilidad por la justicia, de un respeto por la persona, y de un apego a la tradición en la que no descansaba el pasado inmóvil. En ella se encontraban valores permanentes, indicadores culturales de nuestro significado, material indispensable para hacer frente a la inmensa crisis que asoló la civilización desde la Gran Guerra.

Teatro de la Comedia

El 29 de octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera se dirigió a un público curioso y atento en el Teatro de la Comedia de Madrid. Aquel «acto de afirmación españolista» permitió descubrir a un hombre de poderosa honradez, de brío expositivo, de elegancia clásica y voluntad regeneradora. En la literatura política de aquella crisis nacional, es difícil encontrar, en un estilo poético que escapó siempre a la impostación y la cursilería, una posibilidad tan clara de lograr la síntesis entre tradición y futuro, entre repudio al resentimiento de clase y exigencia de justicia social, entre crítica a la corrupción del liberalismo y propuesta de una auténtica representación popular.
Aquella no era la voz del conformismo ni la del títere sin alma de los privilegiados. Aquella era la voz de un hombre entero, de un español que acababa de entrar en la madurez y que afrontaba sin falsa modestia y sin jactancia la responsabilidad de una movilización nacional. Sus reproches a la insensibilidad social de las clases dirigentes fueron atroces, y no lo fueron menos sus ataques a la falta de sensibilidad patriótica de quienes con su egoísmo estaban conduciendo a la disolución de España. No era, desde luego, el heraldo del inmovilismo quien hablaba aquella tarde de otoño en Madrid, pero tampoco de los que pensaban que la historia era un pasado al que podía renunciarse. 
La violencia extrema de una época y las tentaciones totalitarias que envilecieron la ruta de Occidente en aquellos años fueron anulando el inmenso potencial de aquella postura. José Antonio fue gestor y víctima de una radicalización que empezó por negarle a él mismo la calidad de su conducta personal y el vigor popular de sus propuestas. Por fortuna, sus palabras siguen ahí, aunque fueran manoseadas y desvirtuadas por quienes se rieron de él desde el principio, para convertirlo después en un mito cuya ejemplaridad se empeñaron en desactivar.
Y ese mensaje de denuncia, de echar en cara a sus compatriotas su carencia de sentido de servicio y el desdén ante la misión universal de los más profundos valores de España, conmueve aún a quien lo lea sin prejuicio, lamentando que tan alta visión fuera cautiva de la pugna estéril y el conflicto inútil que tendió el cuerpo de nuestra nación en la mesa de operaciones de una trágica guerra civil. Cuando llegó el momento de afrontar su responsabilidad ante el drama de 1936, aquel hombre que iba a morir suplicó a Dios que su sangre fuera la última en verterse en querellas de este tipo. Ante el tribunal popular dijo que habría sido posible encontrar las vías de entendimiento para la convivencia de los ciudadanos de una gran nación. No había ingenuidad ni oportunismo en aquel testimonio, sino la conciencia de un fracaso personal, de un fin de ciclo colectivo, que echaba por tierra las ilusiones de toda una generación. 

Cuando quedaba esperanza

Pero, tres años antes de esa noche de angustia en la cárcel de Alicante, tres años antes de esa víspera de espanto, de amargura por el sacrificio en masa de los españoles, José Antonio estaba lleno de esperanza: «queremos menos palabrería liberal y más respeto a los derechos del hombre. Porque solo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima, como nosotros lo estimamos, portador de valores eternos». Estaba lleno de impaciencia: «Cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral». Estaba lleno de protesta ante la injusticia: «Hemos tenido que llorar en el fondo de nuestra alma cuando recorríamos los pueblos de esta España maravillosa».
Estaba lleno de orgullo por la dignidad última de los humildes y explotados: «Teníamos que pensar de todo este pueblo lo que él mismo cantaba del Cid al verle errar por los campos de Castilla, desterrado de Burgos: ¡Dios, qué buen vasallo si oviera buen señor!». Estaba, sobre todo, lleno de ilusión ante la posibilidad de rectificación que se invocaba, ante el llamamiento a la unidad de los españoles honestos, de la nación capaz de restaurarse, de la patria con fuerza para incorporarse a un futuro de convivencia y de progreso: «Yo creo que está alzada la bandera. Que sigan los demás con sus festines. Nosotros, fuera, en la vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas».
No iba a ser la suya la última sangre que se derramara en una contienda civil. Pero sí iban a ser sus palabras, rescatadas del sumidero del oportunismo y de la lacra de la deformación, las que podemos leer como un ejemplo más de aquel «fervoroso afán de España». Una voz entre tantas, que alzaron la que debía haber sido una sola bandera: la de la justicia, la libertad, la afirmación nacional, el impulso por construir un destino común.
Fernando García de Cortázar