"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

7 de septiembre de 2017

Cataluña: situación límite

Me perdonarán mis amigos catalanes, que los tengo y buenos, este desahogo, precisamente en los días en que comienza a consumarse materialmente en el Parlamento de Cataluña la voladura del Estado de Derecho y la ruptura de la unidad nacional.

Vaya por delante mi indignación con la actitud cobarde del gobierno español que no tiene parangón posible en la historia reciente de una nación moderna, al haber renunciado desde hace tiempo a exigir coactivamente el cumplimiento de la ley en dicha región española. La excusa de que hasta ahora “no existía ningún acto jurídico” es verdaderamente sonrojante, pues nadie imagina que un gobierno permaneciese quieto y a la espera de acontecimientos si un general diese una rueda de prensa con la tropa formada anunciando un golpe de Estado a un mes vista. Pues bien, los sucesivos anuncios del Gobierno catalán, escenificados en ocasiones para hacer ver todo su poder, anunciando la ruptura del orden constitucional, han sido consentidos de manera irresponsable por un Presidente del Gobierno que no ha dado la talla en una de las encrucijadas más graves por las que ha atravesado nuestra nación.  Hoy, además, ya tenemos actos jurídicos concretos en los que se cristaliza el desafío a la legalidad y el gobierno, además de enviarnos a su Vicepresidenta con un mensaje de plañidera en la que se lamenta de la vergüenza que ha pasado –como si no fuera con ella la cosa- se limita a dar parte a la Fiscalía y al Tribunal Constitucional para que les resuelvan la papeleta.

Pero al margen de las distintas responsabilidades políticas de unos y otros en haber llegado a esta coyuntura, que arrancan del irresponsable pacto constitucional de 1978, no podemos olvidar la enorme responsabilidad que atañe a la sociedad catalana, en su mayor parte anestesiada y en gran parte embrutecida por la mentira, el odio y la manipulación. El odio a España inoculado durante decenios, ha conseguido que buena parte de los catalanes de hoy no se sientan españoles y los que aún sienten a España como su patria están, con honrosísimas excepciones, en su mayor parte callados y acobardados ante el desamparo del gobierno de España. Demasiadas veces he tenido que escuchar de personas supuestamente razonables solemnes estupideces relativas a supuestos agravios o incomprensiones por parte de quienes vivimos fuera de Cataluña como si se tratara de un planeta lejano o un territorio amazónico. Es verdaderamente insoportable la suficiencia e irresponsabilidad  con la que se han conducido muchos empresarios catalanes que ahora se lamentan cuando, gracias a su silencio, han caído en manos de ladrones y criminales de la peor estopa.

Amo a Cataluña por española, pero creo que la sociedad catalana merece pagar las consecuencias de tantos lustros de mirar para otro lado mientras sus políticos se dedicaban a robar a manos llenas mientras procuraban adoctrinar con mentiras y patrañas a dos generaciones de catalanes que costará mucho recuperar para España. Nos encontramos ante una situación límite que requiere de un gobierno firme y de una cirujía  política profunda para comenzar a desandar un camino hacia el abismo que nunca debió permitirse transitar.  España no se merece un gobierno que no defienda su grandeza y su unidad.


LFU