"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

29 de noviembre de 2017

Carta a un Millenial sobre la Segunda República española

Me dirijo a ti, que has nacido en el siglo XXI y tienes un legítimo interés  y una obligación moral en conocer la historia reciente de España al margen de las manipulaciones que la dictadura del “pensamiento único” y de lo políticamente correcto vienen realizando en libros de texto y medios de comunicación escritos y audiovisuales.  Lejos de mi intención pretender que tomes estas líneas como la verdad absoluta. Tan sólo pretendo ofrecerte un punto de vista distinto y distante del que estás acostumbrado a recibir cada día, con el objeto de que procedas a contrastarlo para acercarte un poco más a la verdad. 

Decía Albert Camus que el mayor enemigo de la libertad es la mentira, tras la cual se anuncia la tiranía, y el tiempo que vivimos, en el que gozamos de amplias libertades formales, está presidido en cambio por una terrible forma de esclavitud marcada por la manipulación, la mentira descarada y lo que es peor, por el intento de algunos de imponer por ley una determinada visión de la historia, a gusto de una mayoría.

Es propio de gobernantes mediocres denigrar a sus predecesores, tanto más cuanto más ilustres y benéficos han sido. Ya en la Roma antigua, era frecuente que los que accedían al poder dictasen una “Damnatio memoriae” ordenando borrar toda huella de sus predecesores. Esta es la razón por la que muchas estatuas clásicas han llegado decapitadas a nuestros días, pues la cabeza era intercambiable en función de quien gobernase en cada momento. Pues bien, algo parecido sucede con lo que algunos historiadores llaman “la era de Franco”, que abarca 40 años de nuestra historia reciente, protagonizada por vuestros abuelos y bisabuelos y sin la cual no se explican muchas de las cosas que nos rodean y que algunos están empeñados en borrar de un plumazo de nuestra conciencia colectiva.

Para ello, trataré de desmontar en breves líneas, algunos de los mitos que se han venido fabricando durante décadas por los medios de comunicación y la historiografía de izquierdas infiltrada en las editoriales de enseñanza.

La II República, una frustración colectiva dinamitada por la izquierda.-

En el primer tercio del siglo XX, España vivía aún bajo la influencia del pesimismo nacido a raíz de la humillante pérdida de nuestras últimas colonias, Cuba y Filipinas en 1898, en las que la clase política española hizo gala de una colosal indignidad abandonando a su suerte a los soldados que allí luchaban por España. Dicho pesimismo, unido al hartazgo del sistema parlamentario arrastrado desde la restauración constituyó, el mejor caldo de cultivo para los movimientos obreros fundamentalmente de carácter anarquista y socialista, que incrementaron exponencialmente la conflictividad en las empresas y en la calle. A esta situación se unió la mala gestión de la guerra de Marruecos y el elevado número de víctimas entre soldados de remplazo, sólo paliada en parte por la creación del Tercio de Extranjeros como primera unidad profesional de primera línea a partir del año 1920. El deterioro de la situación en Marruecos fue minando la credibilidad del sistema y de la Corona, provocando el golpe de estado de Primo de Rivera en el año 1923 que puso fin a la guerra de Marruecos con una operación conjunta hispano-francesa en la Bahía de Alhucemas. 

La Dictadura de Primo de Rivera supuso un fuerte impulso para la modernización de España, sobre todo en infraestructuras y en el municipalismo con la aprobación del Estatuto municipal en 1924 que supuso una revolución en cuanto a la autonomía financiera de los municipios. Consiguió la paz social, atrayendo a los socialistas y declaró la guerra al caciquismo, logró pacificar el protectorado marroquí.

Sin embargo, Primo de Rivera fue paulatinamente perdiendo apoyos de propios y extraños, por lo que el rey Alfonso XIII, que había sido su principal valedor, le dejó caer en 1930 tras no apoyar una reforma constitucional impulsada por el General.  Este sería el principio del fin de una corona que se había instalado en al descrédito más absoluto, cuya agonía duraría un año más, con una serie de gobiernos incompetentes que abrieron paso a la II República. 

Fueron unas elecciones municipales las que trajeron la II República. Aunque el escrutinio arrojó una derrota de los partidos republicanos en el conjunto de la nación, las grandes ciudades votaron mayoritariamente a los partidos republicanos, lo que unido a la adecuada planificación  y explotación del éxito por parte de éstos, previamente reunidos en el Pacto de San Sebastián, provocó la caída de la Monarquía y la proclamación de la República.

La alegría del 14 de abril
El 14 de abril fue un día de alegría colectiva. Se recibió a la República como símbolo de modernidad y de esperanza, pero esa alegría duraría un mes escaso, pues ya en el mes de mayo de 1931, la masiva quema de conventos e Iglesias en gran parte de España ante la pasividad de la fuerza pública y de las autoridades, dio al traste con cualquier ilusión colectiva, al constatarse que la izquierda había decidido instaurar un régimen sectario hecho a su medida. Los ataques a la religión –que tuvieron su máxima expresión en la expulsión de la Compañía de Jesús en el año 1932 y la incautación de sus centros de enseñanza-  la aprobación de una Constitución laicista de inspiración claramente masónica en la que se declara que España es “una República de trabajadores de toda clase, que se organizan en régimen de Libertad y de Justicia” y la sustitución de la bandera rojigualda por la bandera tricolor -roja, amarilla y morada (reputando morado el pendón de Castilla en un error histórico)- expulsaron de hecho a una buena parte de los españoles del sentimiento republicano. 

El golpe de Estado revolucionario de octubre de 1934
Saqueos en la Revolución de Asturias



La evolución tumultuaria y anticlerical de la república provocó una situación inédita en las elecciones generales de 1933, en las que, en parte gracias al voto de las mujeres -recientemente reconocido pese a la severa oposición de la izquierda-  la derecha ganó las elecciones, aunque no se atrevió a formar gobierno, por lo que el Presidente de la República, el centrista Alcalá Zamora, encargó formar gobierno al partido radical de Alejandro Lerroux, con el apoyo parlamentario de la CEDA que había ganado las elecciones. La izquierda había configurado la República de forma sectaria y jacobina, de tal forma que sólo pudiese ser gobernada por  las fuerzas de la izquierda, con exclusión de la derecha a la que consideraban antirrepublicana. 

El Gobierno de la Generalidad de Cataluña encarcelado
Por eso, cuando en octubre de 1934, la CEDA le retira su confianza al gobierno centrista de los radicales de Lerroux y exige participación, incluyendo a tres ministros en el Gabinete, la izquierda, con importantes dirigentes del PSOE y la UGT, como Largo Caballero o Indalecio Prieto y con el apoyo de los anarquistas (Confederación Nacional del Trabajo, la Federación Anarquista Ibérica, y el Partido Comunista de España), decide dar un golpe de Estado. Aunque los principales focos de la rebelión se produjeron en Cataluña (donde Companys, Presidente de la Generalidad proclamó el Estado catalán) y en Asturias, donde tuvieron lugar los sucesos más graves, finalmente, la decidida actuación del gobierno, que no dudó en emplear el ejército y fundamentalmente a la Legión, consiguió sofocar una rebelión que dejó entre 2.000 y 3.000 muertos y que constituyó el germen y antecedente de la futura guerra civil.

Las Elecciones de Febrero de 1936 y el Frente Popular

Francisco Largo Caballero , el "Lenin español"
Sofocada la rebelión y procesados y condenados sus principales cabecillas, la izquierda no dudó en utilizar todo su aparato propagandístico para magnificar la “represión” de las fuerzas militares sobre los elementos revolucionarios, provocando un clima de crispación y violencia en toda España que culminó con la disolución de las cámaras y la convocatoria de unas nuevas elecciones generales en febrero de 1936, en la que la izquierda, coaligada en torno al denominado Frente Popular obtuvo una victoria más que discutible sobre la derecha, dada la falsificación de gran parte de las actas –muy recientemente acreditada por un estudio riguroso y objetivo sobre el escrutinio- y el clima de coacción y violencia que la izquierda impuso en gran parte del territorio nacional.  El gobierno del Frente Popular no dudó el pisotear el estado de derecho, al liberar de las cárceles a los condenados por la revolución de octubre, prohibir partidos de la oposición y detener a sus líderes (como sucedió con Falange Española, acto que sería revocado finalmente por el Tribunal de Garantías Constitucionales en plena contienda) y sustituir de forma ilegal al Presidente de la República Alcalá Zamora, por el líder de Izquierda Republicana, Manuel Azaña, que de esta manera accedió a la Presidencia en una maniobra ciertamente ilegal.  A partir de ese momento, un clima revolucionario se apoderaría de todo el país, con persecuciones y cierres arbitrarios de diarios y partidos políticos.

Hay que reconocer que el líder socialista Francisco Largo Caballero (que hoy tiene una estatua en Madrid y su nombre adorna las calles en las principales ciudades de España), no escondía que la intención del PSOE era ir a la Guerra Civil e imponer una tiranía de corte soviético como en la URSS:

“Quiero decirles a las derechas que si triunfamos colaboraremos con nuestros aliados; pero si triunfan las derechas nuestra labor habrá de ser doble, colaborar con nuestros aliados dentro de la legalidad, pero tendremos que ir a la Guerra Civil declarada. Que no digan que nosotros decimos las cosas por decirlas, que nosotros lo realizamos”.[1]
“La clase obrera debe adueñarse del poder político, convencida de que la democracia es incompatible con el socialismo, y como el que tiene el poder no ha de entregarlo voluntariamente, por eso hay que ir a la revolución”.[2]
“La transformación total del país no se puede hacer echando simplemente papeletas en las urnas… estamos ya hartos de ensayos de democracia; que se implante en el país nuestra democracia”.[3]
“Si los socialistas son derrotados en las urnas, irán a la violencia, pues antes que el fascismo preferimos la anarquía y el caos”.
“Se dirá: ¡Ah esa es la dictadura del proletariado! Pero ¿es que vivimos en una democracia? Pues ¿qué hay hoy, más que una dictadura de burgueses? Se nos ataca porque vamos contra la propiedad. Efectivamente. Vamos a echar abajo el régimen de propiedad privada. No ocultamos que vamos a la revolución social. ¿Cómo? (Una voz en el público: ‘Como en Rusia’). No nos asusta eso. Vamos, repito, hacia la revolución social… mucho dudo que se pueda conseguir el triunfo dentro de la legalidad. Y en tal caso, camaradas habrá que obtenerlo por la violencia… nosotros respondemos: vamos legalmente hacia la revolución de la sociedad. Pero si no queréis, haremos la revolución violentamente (Gran ovación). Eso dirán los enemigos, es excitar a la guerra civil… Pongámonos en la realidad. Hay una guerra civil… No nos ceguemos camaradas. Lo que pasa es que esta guerra no ha tomado aún los caracteres cruentos que, por fortuna o desgracia, tendrá inexorablemente que tomar. El 19 vamos a las urnas… Más no olvidéis que los hechos nos llevarán a actos en que hemos de necesitar más energía y más decisión que para ir a las urnas. ¿Excitación al motín? No, simplemente decirle a la clase obrera que debe prepararse… Tenemos que luchar, como sea, hasta que en las torres y en los edificios oficiales ondee no la bandera tricolor de una República burguesa, sino la bandera roja de la Revolución Socialista”[4].

La subida al poder del Frente Popular supuso la quiebra definitiva del estado de derecho en la República. Se decretó la amnistía de los condenados por el golpe de 1934, en su mayor parte, socialistas y separatistas catalanes, y una ola desbordada de violencia y la intimidación por parte de grupos radicales de izquierda se apoderó de las calles, provocando al poco tiempo la respuesta de grupos de derechas y falangistas creando un clima guerra-civilista de enfrentamientos y asesinatos de corte político todas las semanas. Las autoridades se vieron desbordadas por los grupos anarquistas y comunistas y se produjeron incautaciones de fincas y asaltos y saqueos a Iglesias y monasterios y otras propiedades privadas. La situación de excepcionalidad la dibujaron certeramente José María Gil Robles, líder del CEDA (Confederación Española de derechas Autónomas) y José Calvo Sotelo (Renovación Española) en el Congreso de los Diputados en la sesión plenaria de 16 de junio de 1936, cuya lectura del Diario de Sesiones recomiendo vivamente para pulsar el ambiente que se respiraba en las Cortes[5]:

Intervención de José María Gil Robles (CEDA):

«Habéis ejercido el Poder con arbitrariedad, pero, además, con absoluta, con total ineficacia. Aunque os sea molesto, Sres. Diputados, no tengo más remedio que leer unos datos estadísticos. No voy a entrar en el detalle, no voy a descender a lo meramente episódico. No he recogido la totalidad del panorama de la subversión de España, porque, por completa que sea la información, es muy difícil que pueda recoger hasta los últimos brotes anárquicos que llegan a los más lejanos rincones del territorio nacional.
Desde el 16 de febrero hasta el 15 de junio, inclusive, un resumen numérico arroja los siguientes datos:
Iglesias totalmente destruidas, 160.
Asaltos de templos, incendios sofocados, destrozos, intentos de asalto, 251.
Muertos, 269.
Heridos de diferente gravedad, 1.287.
Agresiones personales frustradas o cuyas consecuencias no constan, 215.
Atracos consumados, 138,
Tentativas de atraco, 23.
Centros particulares y políticos destruidos, 69.
Ídem asaltados, 312.
Huelgas generales, 113.
Huelgas parciales, 228.
Periódicos totalmente destruidos, 10.
Asaltos a periódicos, intentos de asalto y destrozos, 33.
Bombas y petardos explotados, 146.
Recogidas sin explotar, 78 (Rumores).

Intervención de José Calvo Sotelo:

«España vive sobrecogida con esa espantosa úlcera que el señor Gil Robles describía en palabras elocuentes, con estadísticas tan compendiosas como expresivas; España, en esa atmósfera letal, revolcándose todos en las angustias de la incertidumbre, se siente caminar a la deriva, bajo las manos, o en las manos —como queráis decirlo— de unos ministros que son reos de su propia culpa, esclavos, más exactamente dicho, de su propia culpa...
"Vosotros, vuestros partidos o vuestras propagandas insensatas, han provocado el 60 por 100 del problema de desorden público, y de ahí que carezcáis de autoridad. Ese problema está ahí en pie, como el 19 de febrero, es decir, agravado a través de los cuatro meses transcurridos, por las múltiples claudicaciones, fracasos y perversión del sentido de autoridad desde entonces producidos en España entera.
"... España no es esto. Ni esto es España. Aquí hay diputados republicanos elegidos con votos marxistas; diputados marxistas partidarios de la dictadura del proletariado, y apóstoles del comunismo libertario; y ahí y allí hay diputados con votos de gentes pertenecientes a la pequeña burguesía y a las profesiones liberales que a estas horas están arrepentidas de haberse equivocado el 16 de febrero al dar sus votos al camino de perdición por donde os lleva a todos el Frente Popular. (Rumores.)
Pero tu ley de la turbamulta es la ley de la minoría disfrazada con el ademán soez, y vociferante y eso es lo que está imperando ahora en España; toda la vida española en estas últimas semanas es un pugilato constante entre la horda y el individuo, entre la cantidad y la calidad, entre la apetencia material y los resortes espirituales, entre la avalancha hostil del número y el impulso selecto de la personificación jerárquica, sea cual fuere la virtud, la herencia, la propiedad, el trabajo, el mando; lo que fuere; la horda contra el individuo.
"Y la horda triunfa porque el Gobierno no puede rebelarse contra ella o no quiere rebelarse contra ella, y la horda no hace nunca la Historia, Sr. Casares Quiroga; la Historia es obra del individuo. La horda destruye o interrumpe la Historia y SS. SS. son víctimas de la horda; por eso SS. SS. no pueden imprimir en España un sello autoritario. (Rumores.)
"Y el más lamentable de los choques (sin aludir ahora al habido entre la turba y el principio espiritual religioso) se ha producido entre la turba y el principio de autoridad, cuya más augusta encarnación es el Ejército. Vaya por delante un concepto en mí arraigado: el de la convicción de que España necesita un Ejército fuerte, por muchos motivos que no voy a desmenuzar... (Un Sr. Diputado: Para destrozar al pueblo, como hacíais.)
"... Sobre el caso me agradaría hacer un levísimo comentario. Cuando se habla por ahí del peligro de militares monarquizantes, yo sonrío un poco, porque no creo —y no me negaréis una cierta autoridad moral para formular este aserto— que exista actualmente en el Ejército español, cualesquiera que sean las ideas políticas individuales, que la Constitución respeta, un solo militar dispuesto a sublevarse en favor de la Monarquía y en contra de la República. Si lo hubiera, sería un loco, lo digo con toda claridad (Rumores), aunque considero que también sería loco el militar que al frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse en favor de España y en contra de la anarquía..." (Grandes protestas y contraprotestas.)

Tras esta intervención, el Presidente del Consejo de Ministros, Sr. Casares Quiroga advirtió a Calvo Sotelo que le haría responsable de cualquier cosa que pudiera pasar en España, a lo que éste replicó con un bellísimo párrafo que sería el último que pronunciaría en el parlamento antes de ser asesinado:

«Yo tengo, Sr. Casares Quiroga, anchas espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el gesto de reto y para las palabras de amenaza. Le he oído tres o cuatro discursos en mi vida, los tres o cuatro desde ese banco azul, y en todos ha habido siempre la nota amenazadora. Bien, señor Casares Quiroga. Me doy por notificado de la amenaza de S. S. Me ha convertido S. S. en sujeto, y por tanto no sólo activo, sino pasivo, de las responsabilidades que puedan nacer de no sé qué hechos. Bien, Sr. Casares Quiroga. Lo repito, mis espaldas son anchas; yo acepto con gusto y no desdeño ninguna de las responsabilidades que se puedan derivar de actos que yo realice, y las responsabilidades ajenas, si son para bien de mi patria (Exclamaciones.) y para gloria de España, las acepto también. ¡Pues no faltaba más! Yo digo lo que Santo Domingo de Silos contestó a un rey castellano: "Señor, la vida podéis quitarme, pero más no podéis." Y es preferible morir con gloria a vivir con vilipendio. (Rumores.) Pero a mi vez invito al Sr. Casares Quiroga a que mida sus responsabilidades estrechamente, si no ante Dios, puesto que es laico, ante su conciencia, puesto que es hombre de honor; estrechamente, día a día, hora a hora, por lo que hace, por lo que dice, por lo que calla. Piense que en sus manos están los destinos de España, y yo pido a Dios que no sean trágicos. Mida S. S. sus responsabilidades, repase la historia de los veinticinco últimos años y verá el resplandor doloroso y sangriento que acompaña a dos figuras que han tenido participación primerísima en la tragedia de dos pueblos: Rusia y Hungría, que fueron Kerensky y Karoly. Kerensky fue la inconsciencia; Karoly, la traición a toda una civilización milenaria. Su señoría no será Kerensky, porque no es inconsciente, tiene plena conciencia de lo que dice, de lo que calla y de lo que piensa. Quiera Dios que S. S. no pueda equipararse jamás a Karoly. (Aplausos.)»

Finalizada ésta intervención, la diputada comunista Dolores Ibarruri, más conocida como  “Pasionaria”, cuyo nombre aparece hoy en día en muchas calles de España, le gritó: “Este ha sido tu último discurso”.  

Asesinato de Calvo Sotelo y alzamiento cívico militar del 18 de julio

Cadáver de José Calvo Sotelo
Y la amenaza se cumplió, pues en la madrugada del 13 de julio un grupo de oficiales y guardias de asalto –en su mayor parte de la escolta del Ministro socialista Indalecio Prieto- se presentó en su casa en un coche del Gobierno. Antes habían ido a por Gil Robles, pero este se encontraba de viaje, así que decidieron ir a por su segundo objetivo.  Calvo Sotelo fue obligado a acompañarles. Antes se despidió de su mujer, sospechando lo que le esperaba. A la mañana siguiente, su cuerpo aparecería en el Cementerio de la Almudena (entonces “Cementerio del Este”) con dos tiros en la nuca que le habían disparado nada más salir de su casa desde el asiento trasero de la furgoneta de la Guardia de Asalto.[6]
Este crimen fue la gota que colmó el vaso y que precipitó la decisión de buena parte del ejército y de la sociedad civil no frentepopulista, de alzarse contra el estado revolucionario en que el Frente Popular había convertido la IIª República Española, un alzamiento que comenzaría en Ceuta y Melilla el 17 de julio y se extendería a toda España el 18 de julio de 1936. El fracaso de dicho alzamiento en las principales ciudades de España, provocaría una sangrienta guerra civil que duró tres años y cuyo análisis merece un capítulo aparte.
Milicianos comunistas fusilando al Sagrado Corazón de Jesus
en el Cerro de los Ángeles
En definitiva, el 18 de julio de 1936 no se produjo ningún golpe militar “fascista”. En primer lugar, porque no fue exclusivamente militar sino cívico militar. En segundo lugar, porque el fascismo no tenía fuerza alguna en España y finalmente porque el alzamiento fue apoyado por todas las fuerzas monárquicas, tradicionalistas, la derecha parlamentaria, el centro (Lerroux) y la Falange (todos ellos llamados “fascistas” por la izquierda), que si inicialmente tuvo una influencia del fascismo, pronto la abandonó quedando tan sólo la influencia estética de dicho movimiento europeo.


Saqueos en Iglesias y Conventos y profanación de cadáveres

Esta es la verdad, sin ambages, ni adornos. Muy resumida, pero todo lo que aquí he escrito es verdad. Pero esto no es, querido joven, lo que habrás leído en los textos de historia que has manejado hasta ahora, que están pasados por el tamiz del pensamiento único dictado por la izquierda, que ha reescrito la historia convirtiendo la II República en un paraíso democrático y el alzamiento del 18 de julio en una asonada golpista para acabar con la democracia urdida por Francisco Franco, precisamente, el ultimo general en unirse a la sublevación al comprobar, tras el asesinato vil de Calvo Sotelo por fuerzas gubernamentales, que no era posible la paz.  Pero la mentira tiene las patas muy cortas y al final, dentro de no mucho tiempo, la verdad triunfará.

LFU

  
  





[1] 19-01-1936 en un acto electoral en Alicante, y recogido en El Liberal, de Bilbao, 20-01-1936.
[2] Mitin en Linares el 20-01-1936
[3] 10-02-1936, en el Cinema Europa.
[4] El Socialista, 09-11-1933.
[5] https://www.uv.es/ivorra/Historia/SXX/Actas2.html

2 de noviembre de 2017

España libre


Artículo publicado en el Blog del General Dávila

Si yo fuera un hombre verdaderamente libre , proclamaría, sin temor a ser tachado de fascista o cavernícola y ser excluido de la impostada corrección política, que el origen de la gravísima situación a la que se ha llegado en Cataluña está en los vicios del llamado “consenso constitucional” de la transición que posibilitaron la nefasta redacción del artículo 2 de la Constitución y el modelo de organización territorial del Estado reflejado en el Título VIII de la Carta Magna.

Si yo fuese un español libre y no temiera ser condenado ad perpetuam al exilio interior por los cansinos voceros de la impostada moderación y la componenda, pediría la supresión del Estatuto de autonomía en aquellas comunidades o regiones en las que no estuviera suficientemente garantizada la lealtad a España y a su unidad territorial. Porque la descentralización administrativa debe servir para acercar el Estado a los ciudadanos y no para alejar a éstos de su nación, crear naciones inexistentes y centrifugar para siempre el Estado nacional.
Si yo fuese libre y no esperara las represalias de sectarios e intolerantes y el azoramiento de los blanditos, exigiría que se respetase mi derecho constitucional a utilizar la lengua española en todo el territorio nacional, a dirigirme a todos los tribunales y administraciones autonómicas y municipales en español y a que se me conteste en dicha lengua oficial común de todos los españoles. En definitiva, a sentirme igual de español en todos los rincones de mi patria.
Si yo fuera verdaderamente libre o tuviera una Constitución como la de la República Federal Alemana, exigiría la inmediata ilegalización de todos aquellos partidos políticos y organizaciones que propugnen la secesión e inciten al odio a España y a sus instituciones y señalaría con el dedo acusatorio a todos los políticos y gobernantes que desde hace cuarenta años han mirado para otro lado por intereses electorales cortoplacistas, mientras los genios de la disgregación urdían cuidadosamente sus planes para destruir nuestra vieja y gloriosa unidad mediante la manipulación de la historia común y el adoctrinamiento de los niños en las escuelas.
Si hubiera en España políticos libres que no vivieran atenazados por el cálculo electoral, reclamarían sin complejos la reasunción por el Estado de las competencias de educación y seguridad en todo el territorio nacional y establecerían un plan de choque para españolizar a todos los ciudadanos españoles, porque hoy más que nunca es vital que todos conozcan la verdad de nuestra doliente y gloriosa historia, con sus luces y sus sombras y puedan sentir el legítimo orgullo de ser español. Hora es ya de destapar las mentiras que durante décadas han difundido impunemente los nacionalistas vascos, catalanes, gallegos, valencianos y baleares para extirpar de niños y mayores el sentimiento de pertenencia a la nación española.
Si España no viviese bajo el imperio de la corrección política, podríamos reivindicar sin  complejos aquella frase escrita por José Antonio Primo de Rivera hace 83 años advirtiendo que “sin la presencia de la fe en un destino común, todo se disuelve en comarcas nativas, en sabores y colores locales”
 Pero de nada sirve mortificarnos lamentando los errores del pasado sin proponer soluciones de futuro. España hace tiempo que renunció a una empresa colectiva reafirmando su condición de nación más antigua de Europa y al tiempo, de referente cultural, histórico y evangelizador para Hispanoamérica. Aquí seguimos rumiando las leyendas negras inventadas por Antonio Pérez y Guillermo de Orange y se cuentan por miles los estúpidos que califican de genocidas a los conquistadores españoles para guasa de nuestros vecinos franceses que, para más inri, disfrutan cada vez más de nuestra fiesta nacional mientras nosotros no somos capaces de protegerla de los ataques de tanto descerebrado. Aquí seguimos subvencionando películas ordinarias y sectarias sobre la guerra civil y ridiculizando a los héroes de Baler, en lugar de llevar al cine epopeyas como la de Blas de Lezo, Hernán Cortés, Guzmán del Bueno o Moscardó, conocidas en el mundo entero menos aquí, porque el patriotismo, de ser una noble virtud se ha convertido en rancio baldón propio de carcas o fachas. Y, por supuesto, seguimos bajo la estúpida engañifa de la multiculturalidad renunciando a la reivindicación de las raíces cristianas de nuestra civilización.
España está huérfana de referentes del patriotismo, porque merced a la saña de unos y a la cobardía de otros, se está borrando la huella de insignes intelectuales españoles que, como Ramiro de Maeztu, Unamuno, Ortega o Marañón se mostraron en abierta rebeldía contra la decadencia de una España que navegaba sin rumbo a la deriva de su propia destrucción. Una España a la que amaban porque no les gustaba, con afán de perfección.
Si en España triunfa algún día la verdad sobre la mentira, y se abre paso la verdadera libertad, reflexiones como éstas se escucharán y debatirán sin complejos en unas Cortes convertidas hoy, por diputados de la izquierda radical y de los partidos  separatistas, en un patio de Monipodio en el que se miente con contumacia, se insulta impunemente a España, y se falta clamorosamente el respeto a quienes pagamos con nuestro esfuerzo diario un sueldo que no merecen cobrar, ni ellos, ni quienes con su cobardía han colocado a nuestra patria a los pies de los caballos.

Luis Felipe Utrera-Molina Gómez