Gobernador civil de Sevilla, Ciudad Real y Burgos, ministro de Vivienda y secretario general del Movimiento, José Utrera Molina (Málaga, 1926) fue leal a Franco "más allá de su muerte". En sus memorias 'Sin cambiar de bandera' asegura que no cambió de principios cuando otros sí lo hicieron con la llegada de la democracia. Hoy todavía lo dice: "Franco es el gran desconocido".
-¿Olvidamos rápido o hay interés en ello?
La ley más criminal, más injusta y más increíble es la Ley de Memoria Histórica. La han escrito unos señores que han mentido, porque la Historia no puede ser nunca una sucesión de mentiras, sino un moldeamiento de la verdad. No se ha aprobado nunca una ley tan lesiva para los intereses generales del pueblo como ésta. Y lo peor que han hecho es desenterrar los cadáveres para volver a la política de los enfrentamientos.
-Llegaron incluso a quitarle una calle en Málaga y en Sevilla estuvieron a punto...
Además la diputación provincial de Málaga me quitó el título de Hijo predilecto de la provincia. Lo de esta ley es criminal, es mentira. La verdad es que de los sevillanos recibí un trato entrañable hasta el punto de que me entregaron la Medalla de Oro de la provincia y la ciudad, hecho insólito hasta entonces.
-Se dice en Sevilla que incluso los que no eran franquistas guardan buen recuerdo de usted.
Eso es cierto y he tenido muchos testimonios de ellos. Como el sevillano hay poca gente, con unas características propias, donde el humor se fusiona con la ironía, donde la alegría permanece y la visión del mundo y la historia es distinta a la del resto de los mortales. Sevilla es el paisaje que mejor me sonríe: mis mejores recuerdos, los de amargura, los de desesperación, los de alegría, esperanza... todos están en Sevilla. Si tuviera que volver a algún sitio, iría siempre a Sevilla.
-¿Entonces por qué persistir en el enfrentamiento?
Personalmente nunca fui partidario de pregonar lo ‘anti'. En mi propia familia había personas que habían luchado en ambos bandos. He tenido siempre una visión bifronte de la Guerra Civil, que tuvo unas connotaciones heroicas por una parte y por la otra. Lo que no se puede es dejar de justificar el alzamiento, porque fue una necesidad histórica.
-¿Franco lo entendió así?
Franco no deseaba sublevarse, tuve conversaciones con él y me lo repitió una y otra vez: "Hubiera dado la vida por evitar un enfrentamiento entre hermanos, pero fue imposible la paz". Me dijo que aceptó sólo cuando se agotaron todas las vías y hubo unanimidad de peticiones de que se encargara de la gobernación del Estado. Me dijo además que su mano no temblaría y que siempre adoptaría una actitud no partidaria, sino una actitud de prudencia histórica que pudiera devolver a los españoles la confianza en sí mismos.
-Recoge la reciente biografía sobre Franco de Jesús Palacios y Stanley Payne que Charles de Gaulle quedó sorprendido cuando le visitó en Madrid.
Franco era y sigue siendo el gran desconocido. Cuando alguien se arrimaba a él quedaba verdaderamente sorprendido. Primero, por el rigor y la quietud serena con la que encaraba los problemas; segundo, por su fidelidad a la esencia del movimiento nacional. Para él España estaba por encima de todo y era bastante benigno en el juicio de sus compatriotas. Cuando hablaba de la guerra lo hacía con tal objetividad que parecía que había estado presidiendo una contienda de caballeros, y aquello no fue así.
-¿Qué queda de aquella época?
No todo lo que hacen los políticos se disuelve. En El Sentido de la Historia, de Karl Löwitch, se dice que no hay obra política que haya tenido fuerza que al final se disuelva del todo. Franco libró a España de una verdadera catástrofe, primero, al vencer al comunismo y después al mantenerse neutral en la Segunda Guerra mundial. Yo recuerdo con 9 años ver a las mujeres viudas en las puertas de sus casas pidiendo una limosna para poder enterrar a sus deudos. Años después vi cómo se implantaba la justicia social. El sistema de la seguridad social lo crea y desarrolla Francisco Franco.
-Cuente alguna anécdota con él.
Cuando Millán Astray estaba muriéndose, Franco fue a verlo, y al entrar en la habitación le dijo: ‘A sus órdenes se presenta el comandante de la primera bandera'. Fue un detalle estupendo de Franco, que ni mucho menos era un ser pétreo u hostil. Era un hombre normal, simpático cuando tenía que serlo y no excesivamente antipático cuando las circunstancias le obligaban. Me siento identificado con el mundo militar y especialmente con La Legión, de la que soy cabo honorario a mucha honra.
-¿Qué le parece que la ‘mili' fuera borrada de un plumazo?
El exministro Trillo dijo ‘menos mal que hemos acabado con la puta mili'. Oiga, pues la mili redimió a muchísimos españoles, hizo una labor social impresionante y creó un espíritu que no se ha perdido, en lo poco que todavía queda. Terminar con la mili es terminar con una parte del corazón de España.
-¿Estaban mejor preparados los políticos de antes que los de ahora?
Los gobiernos del 18 de julio tenían una categoría sensacional. Hubo hombres que destacaron por su formación técnica y su procedencia tecnocrática. Pero hubo otros que mantuvieron el espíritu, como José Antonio Girón. Cuando Franco me llamó para hacerme ministro le dije: ‘Mi general, creo que no estoy preparado para ello'. Él me respondió: ‘Eso lo dirá usted, yo le digo lo contrario, seguro que lo hará muy bien'.
-Sus memorias, "Sin cambiar de bandera", son toda una declaración de intenciones. ¿Qué pasa con los que han sido franquistas con Franco, centristas con Suárez y socialistas con Felipe?
Así fue. Suárez quebrantó y desmontó el Estado del 18 de julio, pero tenía un poder de seducción indudable. Él alabó mi gestión. Felipe no lo hizo del todo mal. Recuerdo que cuando murió Franco fui con su hija a su despacho y vi un libro titulado "Las verdades del socialismo" en el que aparecía una anotación manuscrita de Franco: ‘Me parecen muy bien parte de las actitudes socialistas, pero hay que tener en cuenta que al socialismo le perdió el rencor'.
¿Y José Antonio Primo de Rivera?
La elegancia en política se terminó con José Antonio. Era el prototipo del español con unos valores espirituales extraordinarios, tenía sentido del valor, de la audacia, de la creencia en España. Fue un patriota crítico, amaba España con un afán de perfección. He meditado y me lo he imaginado ante el pelotón de fusilamiento. Póngase usted con 33 años, en la flor de la vida, ante esos desaforados que lo iban a matar con odio.
-Cuando le condenan a muerte escribe que sigue creyendo en España.
Me estremeció ver que en su testamento -cuyo original tuve en mis manos recientemente, gracias a Miguel Primo de Rivera- mantenía las líneas rectas, una escritura perfecta, sin ningún error semántico, sin tachaduras... La última voluntad de José Antonio es de una belleza increíble, me estremecí y me emocioné al ver la maleta con sus últimas pertenencias, con sus últimos papeles. Escribió ‘ojalá fuera la mía la última sangre vertida en discordias civiles. Ojalá algún día el pueblo español tan lleno de grandes cualidades entrañables encuentre un día la patria, el pan y la justicia'. Él quería una España alegre y faldicorta, no era ningún beatón.
-¿Y cómo ve usted la España de hoy?
Creo que la perspectiva de la España de hoy es muy corta porque se ha abandonado el sentido histórico que ha tenido. El futuro es confuso, sobre todo porque ha habido un mal que no se ha extinguido y se ha protegido: el excesivo poder de los partidos políticos que han desvirtuado la democracia. Los partidos son instrumentos demoledores de un sentido del bienestar, pervierten la representatividad, consagran la división, mantienen los odios y actúan de una forma antihistórica.
-¿Qué le parece lo de Podemos?
Han tenido un sentido de la oportunidad extraordinario. Es una opción juvenil que acierta en el diagnóstico, pero que tiene unos planteamientos ideológicos inadmisibles, por ejemplo, su laicismo radical y la disparatada propuesta de la supresión de la Semana Santa, que está en la raíz del corazón de España. ¿Qué tienen de modernidad y de sentido de perfección histórica? No tienen nada. No les auguro un triunfo que otros sí presienten.
-¿Atisba un horizonte negro?
El futuro siempre está en la rodilla de los dioses. España tiene que cambiar de rumbo, porque los horizontes de futuro están cerrados. El camino del mañana está oscurecido, todavía con una parte de rencores, que es inadmisible, y otra parte de ignorancia.