"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

16 de octubre de 2012

"El silencio culpable". Por José Utrera Molina

Al hilo de los acontecimientos que se suceden cada día en Cataluña, merece la pena rescatar del olvido un artículo de mi padre publicado el 22 de junio de 1978 en ABC. Se estaba elaborando la Constitución, concretamente el Título VIII y el artículo -que fue tachado de alarmista y dio origen al primer pie de artículo de ABC desvinculándose del contenido del artículo- resulta leído hoy estremecedoramente profético: 

"No se pretende la exaltación de la diversidad, sino el puzle. No se busca la necesaria descentralización, sino el mosaico gratuito." (...) " Tal es el caso del término nacionalidades, auténtica bomba de relojería, situada consciente o inconscientemente, por los muñidores del consenso, bajo la línea de flotación de la unidad nacional" 

"El propuesto cantonalismo generará la hostilidad entre vecinos, la rencilla aldeana y el despilfarro del común patrimonio. Se está haciendo la artificial desunión de España, y, además, sin explicarle al pueblo lo que le van a costar las taifas" (...)

 Callar cuando la unidad de España está en peligro sería la peor de las cobardías. Yo, al menos no quiero dejar de sumar mi voz a las que, con escándalo y alarma, se levantan frente al riesgo clarísimo de perderla. Quuiero que se sepa que no todos los españoles estuvimos de acuerdo en quedarnos sin Patria"



LFU

11 de octubre de 2012

Separatistas y separadores

Insisto y no me canso. Esta vez los separatistas catalanes van en serio y se equivocan gravemente quienes restan importancia a la situación tratando de objetivar las consecuencias económicas de una eventual independencia.

Cataluña es, hoy más que nunca, tierra de misión para España. De nada sirve rasgarnos las vestiduras hablando de disparates colosales, absurdos históricos o espacios sin fronteras. Porque ellos están en la culminación del mito,  apelan a la emoción y al sentimiento y el romanticismo no entiende de números. 

Treinta y cinco años de manipulación nacionalista con toda la fuerza de la administración pública y dos generaciones educadas en el desafecto, cuando no el odio a España, no se neutralizan en dos días.  

España y su gobierno han de hacerse omnipresentes en Cataluña para recuperar el tiempo perdido. Para que pierdan el miedo los miles de catalanes que sienten en sus venas el nombre de España y para que otros miles, presos de la mentira, sepan de una vez que no es posible una España sin Cataluña porque jamás han existido la una sin la otra.  España no puede limitarse a ser la Agencia Tributaria o la Guardia Civil. Tiene que volver a hacerse presente, con aires de firmeza y de libertad, en una tierra que durante demasiados años ha sufrido la opresión del odio y de la mentira.

Y un aviso a los separadores. La chulería y petulancia de los nacionalistas catalanes, más allá de la estupidez de algunos, tiene un claro propósito: provocar una separación pasiva por hartazgo del resto de España.  Cataluña es España y el español que reniegue de Cataluña no merece llamarse español. Sólo los que se cansan pueden ser vencidos y no podemos arriar las banderas y entregar en bandeja de plata a los indeseables una parte esencial de nuestra patria. Otra cosa sería traicionar a España y a todos los españoles que viviendo allí, no han perdido aún toda la esperanza.

LFU

3 de octubre de 2012

Mi mejor camarada. Santiago Souvirón in memoriam. Por José Utrera Molina



Hace unos días he perdido a uno de mis más fieles y entrañables camaradas. Rectifico, no lo he podido perder, porque está no solamente en el corazón de mi memoria sino en el mejor de los mundos conquistados con su dignidad y su valor. Todo lo que yo pueda decir de Santiago Souvirón Utrera quedaría dolorosamente sorprendido por la falta de espacio en el que yo podría poner las excepcionales virtudes que le adornaron. 

Muy joven, con 16 años, -eso apenas lo comprenderán los jóvenes de hoy- marchó a la División Azul a combatir en Rusia por los ideales a los que había consagrado su vida. Lo hizo sin alardes, sin proclamaciones, con la sencillez suprema con que los soldados se enfrentan a la vida y después a la muerte. Marchó en el tren con miles de expedicionarios y allí se distinguió en las heladas estepas de Rusia por su valor y su coraje. Ya en Málaga, cuando me fueron concedidas ciertas responsabilidades en el gobierno falangista de Málaga le elegí a él como mi más directo y entrañable colaborador. Santiago tenía la infinita sabiduría de la discreción, el sentido de la humildad que conquistaba con su sensatez y su sencillez a cuantos le conocían. Jamás le vi entristecido por el rencor, nunca supe de su odio al enemigo, caminamos juntos muchas veces para conquistar la confianza de los que todo habían perdido y alzar sobre el pavés de nuestra bandera nuestro instinto de reconciliación y de verdad. 

Todo cuanto escriba de Santiago se quedará corto. No he conocido en Málaga a nadie que pudiera igualarse a él en caballerosidad en hombría de bien. Tenía eso que no todos comprenden pero que constituye un valor sustancial que se llama estilo. El suyo era inimitable, el espacio donde lo ejerció tan infinito como fue su misericordia para los que no pensaban como él. Era alegre y jovial, se entusiasmaba con las cosas bellas que crecían alrededor nuestro, no le daba importancia a su sacrificio personal, a su entrega y al gozo de su lealtad. Su ambición se reducía a poder contemplar alguna vez con sus ojos una patria unida en el amor, en la justicia y en la fe de su destino. Recuerdo que hablaba con él con mucha frecuencia. Siempre tenía la sonrisa a flor del labio. Nunca le vi descontento o malhumorado y mucho menos belicoso y agresivo. Era toda una bondad en ejercicio. Una nobleza realizada en cada acto de su vida. Puedo decir que soñamos juntos en una patria que al final se nos ha caído de las manos, pero él hasta los últimos momentos de su vida no ha perdido la fe. Escuché sus últimas palabras, estaban rotas por su enfermedad, pero su eco trascendía y yo podía darme cuenta del tesoro de su limpieza moral que se encerraba en su infinito corazón.

Málaga constituyó siempre un gran amor para Santiago y también se sintió hasta el final periodista, agudo, reflexivo, abarcaba muchos campos, yo le conocí en sus afanes deportivos, en su inteligencia para narrar acontecimientos en el mundo del deporte en el cual también estuvo generosamente implicado.

Cada día que pasa me encuentro con más nubes de soledad que rayos de sol estimulantes. Llamo y no me contestan, pregunto y no me responden, pero yo sé en el fondo de mi corazón que los que fueron mis amigos, mis camaradas entre los cuales en primacía absoluta destaco a Santiago, recogerán al menos el eco de mi voz dolorida. Tere, su mujer, con la que compartimos amistad y esperanza, sabe hasta qué punto era mi amigo y mi hermano Santiago Souvirón Utrera. También lo sabrán los siete hijos que harán escolta a su ejemplo y a su dignidad. Descanse en Paz el que fue soldado, amigo y claro confidente. Estoy seguro que allá en lo alto habrá un nuevo lucero para él.

JOSÉ UTRERA MOLINA
EX SUBJEFE PROVINCIAL DEL MOVIMIENTO DE MÁLAGA Y EX MINISTRO

26 de septiembre de 2012

Quo vadis?

Autor/es   Sienkiewicz, Henryk
Editorial:    Anaya, Madrid, Octubre - 2000.
Edición:     1ª ed., 3ª imp.
Dimensiones: 190 mm. X 130 mm.
Nº de páginas: 224
ISBN(10): 84-207-3383-0

Más allá de una muy buena novela histórica, de ser el título estandarte del premio nobel polaco, Henryk Sinkiewicz, este libro es un brillante relato de cómo se conquista un corazón.

¿Y cómo se gana un corazón? Sin duda, por la belleza, por el don concentrado en la juventud de una mujer (Ligia) que trastoca, muda y horada la coraza de soberbia y altivez del poderoso –Vinicio, patricio romano– hasta hacerle sentirse vulnerable y débil y ,por ello, por primera vez en su vida verdaderamente humano; también hay otra vía, la del ejemplo, la de una conducta que derriba prejuicios, agrieta defensas hercúleas y torres de marfil por la irresistible inercia aparentemente inofensiva e ineficaz pero cálida e irresistible del amor, la entrega y el sacrificio que todo corazón, vulnerable o no, termina por reconocer y que un nazareno insertó en un mundo que estaba sediento de ésta, su buena noticia.

Quo Vadis? Sigue siendo una actualísima pregunta para España, para Europa y Occidente, la cuestión es si la respuesta ofrecida en el marco de la Roma de Nerón, esto es, la novedad cristiana, sigue siendo válida. En el estado de disolución y decadencia actual, esta novela es un buen espejo para los que somos cristianos. ¿Somos los cristianos 2000 años después una novedad? ¿Acaso nuestro ejemplo puede cambiar corazones? Cuestionarlo es un modo de comenzar a responder esa pregunta.

César Utrera-Molina

P.S. Dedicado a mi sobrino Ignacio, que parece haber encontrado a su Ligia, en la esperanza de que ambos se merezcan y ganen que el camino que comienzan no tenga fin, con la convicción de que la belleza de ese camino es el trasunto de algo más grande.

19 de septiembre de 2012

¿Comunista hasta el final?

En dos ocasiones he escrito en esta tribuna sobre Santiago Carrillo, un hombre al que la longevidad  le ha jugado una mala pasada. Carrilllo debió haber desaparecido en la década de los 80, lo que le hubiera consagrado para muchos como gran artícife de la entonces idealizada transición, enorme icono del "antifranquismo" y hubiera difuminado para siempre su directa responsabilidad en las matanzas de noviembre de 1936.

Se hubiera evitado contemplar, primero el declive del PCE, después su expulsión del partido y finalmente, contemplar como en un par de días se derrumbaba para siempre el muro de la infamia con el que el comunismo sometió y masacró a cientos de millones de personas de todo el mundo. Pero, sobre todo, hubiera evitado convertirse en un pelele del revanchismo garzo-zapaterista, que logró rescatar lo más siniestro de su personalidad, para terminar abjurando de su supuesto afan reconciliador en la transición, y levantar la putrefacta bandera de la más mezquina revancha disfrazada de memoria histórica.


Hubiera llegado tarde para ver cómo la apertura de los archivos del KGB y la antigua NKVD sacaban a la luz nuevas pruebas incriminatorias de su eficacia desmedida en la eliminación física de miles de adversarios en las sacas de noviembre de 1936, en las purgas y limpiezas del POUM y, posteriormente, en la creación y eliminación de maquis, una criatura que le encargaron crear y posteriormente le ordenaron descabezar y dejar a merced de la Guardia Civil.


La primera vez que hablé de él, lo hice en relación con una profesión de fe comunista proclamada en el homenaje que se le tributó al cumplir 90 años, con estatua de Franco como regalo de cumpleaños  «Siento un orgullo inmenso por haber defendido y militado en el Partido Comunista. Me sigo sintiendo comunista y moriré siendo comunista», recordando con estremecimiento las siniestras palabras que le dirigió a su padre 70 años atrás ante su traición al comunismo: "Cada día es mayor mi amor a la Unión Soviética y al gran Stalin."


La segunda, titulada "Carrillo y el Infierno" a raíz de que el viejo espectro estalinista mandara al infierno a Luis del Olmo tras preguntarle el locutor por su responsabilidad en los crímenes de Paracuellos del Jarama. 


Me pregunto si los Reyes de España habrían tenido la deferencia de acudir al domicilio de un político de la transición que hubiera hecho públicamente una profesión de fe nacionalsocialista; si los medios de comunicación le habrían dedicado sus portadas y especiales a alguien que hubiera dicho algo como "Me siento nazi y moriré siendo nazi." o "Cada día es mayor mi amor a Hitler y al III Reich". 


Dos conclusiones quiero extraer: Que a Carrillo le ha venido muy mal vivir tantos años y que sigue habiendo un distinto rasero para medir a las dos ideologías más infernales de la historia. Presumimos que ha muerto siendo comunista y nunca sabremos si ante la presencia de Dios se habrá acogido benigno a su presencia compareciendo ante su inapelable juicio con toda la humildad del arrepentimiento, o habrá preferido buscar orgulloso y comunista hasta el fin ese infierno al que quería enviar a todo el que osaba recordarle lo más siniestro de su pasado. 


Dios se apiade de su alma.


LFU


12 de septiembre de 2012