La última blasfemia institucionalizada de hace unos días en
Barcelona ha puesto de manifiesto, una vez más, la confusión de los cristianos
ante el mal. Junto a loables reacciones
de firmeza en forma de querella criminal, fluyen por las redes sociales mensajes
melifluos en los que, ante los ataques y manifestaciones del odium fidei se “pide” respeto para
nuestra religión y nuestras creencias. Lo más insólito es que el destinatario
de ese mensaje es precisamente el mal, que sonríe complaciente.
Y al mal no se le pide, se le combate. Con firmeza. Con la
misma que se usa contra aquellos miembros de la Iglesia cuyas conductas,
guiadas por el mal, nos hieren y escandalizan. Jesucristo no rogaba a Satanás,
le ordenaba y María aplasta a la serpiente. Los cristianos pedimos a Dios en el
padrenuestro que nos libre del mal porque somos conscientes de que necesitamos de
Su fuerza y de su espíritu para combatirlo.
Como decía el papa Francisco en su homilía de Santa Marta,
el mal crece, se contagia y finalmente se justifica. El mal no dialoga, ni transige.
Al mal se le combate con firmeza y con la ayuda de Dios. Como cristianos
estamos obligados a dar testimonio, a salir de nuestros complejos y a perder el
miedo a proclamar públicamente nuestra fe. El buenismo -que no es sino otra impregnación del mal en nuestra
sociedad- confunde firmeza con violencia, para tachar de intolerante a quien
defiende con convicción sus principios.
A Dios rogando y con el mazo dando. A Dios no le pedimos que
el mal nos respete, sino que nos libre de él.
Con la misma firmeza con la que combatimos el mal cuando está dentro de
la Iglesia debemos combatir el mal que nos ataca con el propósito de que poco a
poco nos retiremos a los cuarteles de invierno, para eliminar la presencia de
Dios en nuestra sociedad. Actitudes como la del obispo Osoro respecto al asalto a la capilla de la Complutense no ayudan en absoluto, Yo también tuve 19 años y no me dedicaba a asaltar capillas. Orgullo y compromiso, firmeza y alegría. Ahora más
que nunca estamos llamados los cristianos a dar testimonio de nuestra fe. Si
nos callamos, si nos acobardamos, si negociamos con el mal, habremos perdido la
batalla y no seremos dignos de la coda del padrenuestro: y líbranos del mal.
LFU