29 de mayo de 2012
Sin palabras
9 de abril de 2012
Mi Semana Santa
23 de diciembre de 2011
Feliz Navidad
A todos los que entráis de vez en cuando en esta página y me animáis con vuestros comentarios; a todos los que quiero y me quieren; a los que no me quieren; a los que sufren; y sobre todo, a aquellos que no pueden celebrar la Navidad porque no tienen la suerte de haber encontrado a Jesús, Feliz Navidad y que Dios os bendiga.
LFU
15 de noviembre de 2011
Ante las elecciones del 20 de noviembre
España está en una hora extremadamente crítica. En lo económico y en lo moral, nuestra patria está sufriendo las terribles consecuencias de ocho años de gobiernos sectarios, irresponsables e incompetentes. Para Zapatero no había más prioridad que su proyecto de ingeniería social dirigida a consolidar la supremacía moral de la izquierda mediante la manipulación de la Historia, el ataque a la familia, el ahogamiento de la libertad y el socavamiento de los valores de la civilización cristiana. Ha supeditado la supervivencia de la Nación y del Estado a su ignorante y sectaria radicalidad, gobernando sólo para la mitad de los españoles, provocando un grave desprestigio de instituciones como la fiscalía y el Tribunal Constitucional, convertidas en peones obedientes al servicio de su política sectaria. Ha retrasado de forma irresponsable la adopción de medidas indispensables para la supervivencia económica de España creando una situación pavorosa de desempleo, de desesperanza y de frustración colectiva como nación.
Ante la dramática situación que vive España, no soy partidario de adoptar posiciones dogmáticas, aunque respeto a quienes así lo hacen. Sé muy bien que el Partido Popular no hará, ni mucho menos, la España con la que sueño. Sé que sus muchos complejos en materia social y cultural nos privarán de un cambio de rumbo necesario para contrarrestar el inmenso daño que se ha hecho en las últimas décadas. Sé que seguirán muriendo asesinados cientos de miles de inocentes en el vientre de su madre…. Pero también sé que si hay algo verdaderamente prioritario en esta hora de España, es desalojar a la izquierda del poder, aplicar políticas económicas con sentido común y detener el deterioro moral e institucional de España. Me considero obligado a tratar de impedir que se vaya agrandando el abismo moral en el que han sumido a nuestra patria y de evitar que la incompetencia de sus políticas erráticas desahucie para siempre el futuro de nuestros hijos. Y, por primera vez en muchos años tenemos la oportunidad de infligir una derrota histórica y ejemplarizante al Partido socialista, que bien merecido lo tiene.
22 de septiembre de 2011
Teresa Lafuente. Mi adiós a una mujer fuerte
Era guapa, resuelta y elegante. Derrochaba clase y estilo y estaba enemistada con la vulgaridad. Siempre me impresionó su sentido práctico de la vida y es que detrás de su célebre flequillo se escondía una admirable capacidad organizativa que ofrecía, siempre desprendida, a cualquiera que lo necesitara.
La conocí hace más de veinte años y ahora, cuando tengo que acudir al arcano de mi memoria para volver a ver su rostro, aparece siempre un flequillo y una sonrisa adornada por la verde luminosidad de sus ojos.
Su espíritu alegre, su entrega y generosidad con cuantos la necesitaban y querían, ocupaban un espacio imposible de llenar para los que hoy, atribulados, no acaban de acostumbrarse a la pesada carga de vivir una vida sin ella. Y es que, Teresa, te necesitaban porque te querían y no al revés.
Pero si tuviera que escoger algún rasgo de su vida que me ha dejado huella, me quedo con la sublime lección de entereza y serenidad que nos dio a todos en su mano a mano con la muerte que, si no pudo ganar, lo perdió con admirable coraje y dignidad. Como los buenos toreros que ella admiraba, conocía bien el terreno que pisaba y tenía los pies bien asentados en la tierra. Sabía que la muerte jugaba con las cartas marcadas y aún así jamás cayó en la desesperanza. Decidió salirle al encuentro, mirándola de frente y con esa sonrisa que dedicaba siempre al último que llegaba, acompañada de una palabra amable.
Jamás escuché de su boca lamento ni reproche alguno por la suerte adversa que iba robándole apresuradamente las hojas del calendario. Poco antes de partir hacia valles tranquilos, seguía diciéndonos que se encontraba bien, alargando divertida la “e” del final, como queriendo arrancarle importancia al destino que adivinaba tan cercano.
Ordenada hasta el final, se despidió de todos y quiso prepararse a conciencia para recibir el abrazo amoroso del Padre que le esperaba al otro lado para invitarla a decorar a su gusto y poner en orden la estancia que le tenía preparada. Desde allí, seguro que se habrá puesto de inmediato a echarle una mano –o las dos- a propios y ajenos, de este lado y del otro de la vida, con su inconfundible sonrisa.
Agradezco a Dios el privilegio de haber conocido a personas que, como Teresa, son toda una lección de fortaleza y generosidad. Descanse en la paz del Señor quien hizo de su vida terrena una permanente ofrenda a los demás.
LFU
20 de agosto de 2011
Mena en Madrid. Una madrugada para la Historia
Rompo hoy mi silencio estival para tratar de expresar con palabras el torrente de emociones que me aturde tras haber tenido el privilegio de poder llevar a hombros esta madrugada al Cristo de la Buena Muerte.
Madrid parecía otra ciudad. Alegre y confiada, llena de luz y esperanza, de banderas que tremolaban con orgullo y sin odio y de oración. Madrid sonreía como nunca a los que venían en nombre del Señor.
La emoción me dio su primer aviso al filo de las 7 de la tarde, cuando un mar de jubilo recorría el Paseo de Recoletos saludando entusiasta al sucesor de Pedro. Se apoderó de mí en cada estación, viendo la devoción de millares de personas ante las preciosas meditaciones de las hermanitas de la Cruz, escritas con los pies en la tierra y la ayuda del Espíritu Santo.
Y a cada rato, trataba de acostumbrarme a contemplar al soberbio Cristo de Mena en el paisaje de Madrid. Era como si me estuviera diciendo: He venido a ti para que puedas llevarme.
Una vez en la vida. Era lo que me repetía una y otra vez para tratar de absorber cada minuto de ese 19 de agosto que para siempre quedará grabado en mi corazón. Le he llevado en mi pecho desde niño y por fin iba a poder levantarlo a pulso para llevarlo sobre mis hombros anunciando el sublime amor de Su entrega por las calles que me vieron hacerme hombre.
Y llegó la hora, tan esperada. La suerte había querido que mi querido hermano César compartiera varal y oxígeno en el trono. Qué más se puede pedir que disfrutar de esta ocasión con tu propia sangre.
Era la una y media de la madrugada cuando sonaba la campana del trono al tiempo que se escuchaban, a lo lejos, las cornetas y tambores del Tercio. Eran los legionarios, todos voluntarios que no querían dejar sólo a su Cristo protector por las calles de Madrid.
Apretados en los varales, levantamos el trono con energía y me di cuenta de lo que pesa de verdad. Siempre había pensado que siendo tantos los portadores, la carga sería liviana. Craso error y lo digo ahora, horas después, cuando le pido a mis hijas que no me toquen el hombro, que me duele de verdad.
Y minutos después, la emoción se apodera de todos al escuchar los primeros compases del Novio de la Muerte, que habríamos de entonar no menos de dieciséis veces hasta llegar a la Plaza de Oriente al filo de las seis de la mañana.
Imposible describir el ambiente y la devoción de la gente a nuestro paso. Sorprendente comprobar cómo desde las aceras, desde las farolas o los balcones, se entonaba el Novio de la Muerte por la gente más diversa, y se adivinaban lágrimas en los ojos de muchos, que se unían a las nuestras. Sé de muchos que han pensado, al paso de su Señor, que Él ha venido a su encuentro para que no tuvieran que ir ellos a verlo. Madrid vibraba al paso del Señor de la Buena Muerte que no ha querido faltar a una cita con la Historia.
Todo era tan insólito que durante el recorrido, en los descansos entre “tirones”, echaba la vista al Cristo para imprimir en mis retinas el paisaje que lo rodeaba, consciente de que era irrepetible. E insólito lo que vivimos en la calle Arrieta, cuando un todo terreno mal aparcado amenazaba con detener la procesión. Al grito de A mí la Legión, un antiguo caballero Legionario avisó a sus camaradas que esperaban a su Cristo en la Plaza de Ramales, y en unos segundos aparecieron viejos legionarios –algunos muy viejos- y entre veinte levantaron el pesado trasto como si levantaran su campamento.
Pasó el Cristo y llegó a la Plaza de Oriente. Formó la Legión pegada al palacio y se recrearon los portadores del segundo turno en un largo Novio de la Muerte que a todos se nos hizo corto porque, aunque rotos por el cansancio, no queríamos que aquello acabase nunca.
Cumplimos un sueño y aún mi hombro dolorido me ayuda a no despertar del todo. Tan grande fue la ilusión y tan bonita la vivencia.
Termino recordando las bellísimas palabras de un impecable pregón de la Semana Santa malagueña que el autor de mis días proclamó en 1957, cuando se refería al Cristo de Mena, que espero poder recitar de memoria como él hizo en su día:
Anochecido, sale de su templo el Cristo de los legionarios y sentimos al verlo el sudor de sus sienes, viendo en sus ojos, en su boca, en sus pómulos febriles el ansia y el esfuerzo por fijarse en todos los infortunios.
Entre las sombras de la noche todos miran a Cristo, rezan ante la dramática expresión de su agonía. Agonía de hombre que padece la angustia de todas las muertes, todos al mirarle sufren con él, adivinando la fiebre que le hunde en el cuerpo las uñas de la fe, el vibrante escozor de la garra ardiente de las manos, el dolor de las arterias que ayer llevaban las dulzuras de la vida y hoy se convierten en dogales aprisionantes, ante trance supremo se pasar la soledad humana de la muerte. Al contemplarlo parece que nos habla queriéndonos decir que sólo saber vivir quien bien se muere.
Entre una larga fila de enlutados penitentes, altos capirotes, hachones encendidos en la noche, el Cristo de la Buena Muerte camina, doblada la cabeza, lleno el rostro de paz, la desazón partida, vencedor por amor de la muerte, dulce muerte que ya no tiene el signo trágico de una guadaña ensangrentada por emblema, sino expresión de paz y reposo infinito. Todas las miradas se concentran en el negro clavel de sus heridas, marchan atrás los soldados del Tercio legionario, lento y firme andar tras de su himno que es, sin duda, la marcha nupcial del legionario cuando quiere desposarse con la muerte. Avanzan con los rostros erguidos, alta la frente, dura la mirada, embriagados de banderas y de gloria.
Ya entra la procesión por la calle de Larios y un escalofrío de emoción traspasa el alma, dulcemente mecido camina el Cristo ente banderas, guiones y estandartes, entre hombres rudos amigos del amor y de la muerte, entre un estruendo de tambores se escucha la romántica canción del legionario y entre músicas, plegarias y silencios, parece como si la muerte, por el borde de Dios fuera cantando.
Un abrazo en Cristo Rey.
LFU
28 de julio de 2011
Mis disculpas
26 de mayo de 2011
A mi hija Paloma, en su primera comunión
Nada en el mundo podría evitar que hoy te dedique a ti mi cuaderno, en la víspera de tu primera comunión.
Decía Napoleón que el día más feliz de su vida había sido el de su primera comunión. Espero y deseo que la vida te depare muchísimas ocasiones aún más felices, pero estoy seguro de que siempre recordarás de este día tan importante en tu vida y en la de tu familia.
No pocas veces las personas nos olvidamos de la importancia de la comunión con la misma facilidad con la que apartamos a Dios de nuestras vidas. Dicen del Beato Juan Pablo II que siempre le temblaban las manos de la emoción al consagrar la sagrada forma, consciente de que era el mismo Jesús al que tenía entre sus manos, en recuerdo de Su amorosa entrega para la salvación de los hombres.
Mañana, cuando recibas por vez primera la hostia consagrada de manos del sacerdote, sabe que estás recibiendo al propio Jesús, su cuerpo y su sangre y recuerda que Él murió también por ti, que cargó con tus dolores y tus faltas, entregando su propia vida para ofrecerte la vida eterna. «El que come Mi carne y bebe Mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo resucitaré en el último día», dijo a sus discípulos. Recuerda que esta fe, la fe de tus padres y tus abuelos, y en la que hoy te incorporas plenamente con tu primera comunión, es la que te ayudará a siempre, incluso en los momentos de mayor oscuridad, a iluminar la tarea que Dios te tiene reservada en la armonía del mundo.
Felicidades.
Tu padre, que tanto te quiere.
Luis Felipe
3 de mayo de 2011
¡Totus tuus!
Contaba yo trece años y estaba muy lejos de pensar que el anillo y la mano que estaba besando era de uno de los santos que más y mejor testimonio de Dios ha dado en nuestra era. De los muchos testimonios que de Juan Pablo II el Magno he leído y escuchado estos días atrás, me quedo con una anécdota que contaba quien fuera durante tantos años su portavoz, Joaquín Navarro Valls. Narraba cómo en una ocasión le preguntó al Papa qué eran todos esos papelitos que amontonaba en su capilla privada y que iba cogiendo y dejando mientras rezaba. Le contestó que eran las cartas que recibía de gente necesitada pidiendo su oración y que no podía defraudarles.
De este Papa tan cercano y tan querido –que sufrió directamente las dos peores lacras del siglo XX- destaca su fortaleza y determinación para acabar con el horror del comunismo, su arrebatada defensa de la vida humana desde la concepción hasta la muerte, su amor a la juventud, su decisión de llevar al extremo el cumplimiento del mandato evangélico de la predicación de la palabra y la dignificación del sufrimiento y de la vejez. Él quiso cumplir con el Divino encargo de servicio hasta el fin de su vida, hasta el límite de sus fuerzas consciente de que estaba en las manos de Dios. Me sigo estremeciendo cuando recuerdo la imagen nítida de su impotencia al no poder dirigirse a los fieles desde el balcón de su residencia, en la víspera de su muerte.
Juan Pablo II dijo en una ocasión que le gustaría ser recordado como el Papa de la familia. Yo siempre le encomiendo a la mía y tengo para mí que la bendición que nos impartió aquél día tras el ¡Bravo! que le dedicó a mis padres al terminar de contarnos a mis hermanos y a mí, explica muchas de las cosas que nos han pasado durante estos treinta años.
Ojalá la fortaleza de su fe y esa inolvidable bendición del Beato Juan Pablo II nos acompañe durante el resto de nuestra existencia.
LFU
20 de marzo de 2011
En la muerte de Félix Morales. Réquiem por un español excepcional
Querido Félix:
Acaban de llamarme para decirme que nos has dejado, sin tiempo apenas para despedirte, pero con el suficiente para recibir a Dios por última vez antes de fundirte con él en un abrazo eterno.
Estremecido por la noticia y con la punzada en el pecho que precede al vacío, he rezado por ti, que es lo que podemos y debemos hacer los cristianos cuando alguien querido se nos va. No voy a escribir tu necrológica, porque no puedo competir con mi padre, ni en el arte de la palabra ni en el cariño que te tenía. Tan sólo unas líneas de despedida y agradecimiento a quien tanto nos ha enseñado a muchos sobre la lealtad, la honradez y el amor a España.
Dicen que no tenías familia, pero se equivocan porque sé que son muchos los que hoy lloran tu muerte pues te consideraban como algo suyo. Y es que la familia de un hombre son también sus amigos, los que han elegido quererte sin que nada ni nadie les obligue.
Ha tenido que ser cuando empezaba a reir otra vez la primavera, cuando te han llamado a hacer guardia sobre los luceros y has obedecido, discretamente y en silencio. No podía ser de otra forma. “Vale quien sirve” decía el viejo lema, y tu vida ha sido un ejemplo enorme de servicio a España desde tu corazón azul y tu pluma insobornable de periodista honrado; en las trincheras y en las rotativas y, sobre todo, en esa última casa, tu Fundación y la nuestra, la "Francisco Franco" que tanto te debe, en la que lo has sido todo y que hoy llora tu muerte como una hija atribulada por la desolación de la orfandad.
Es muy posible que tu nombre no aparezca mañana en los periódicos. Lo fuiste todo en el periodismo, desde la prensa local de tu amada tierra zamorana hasta Director de "Arriba", "Información" de Alicante, "La Voz de España" en San Sebastián o "Fe" de Sevilla; maestro de tantos que prefirieron mirar para otro lado cuando tú mirabas de frente. Pero te has marchado con lo puesto, porque preferiste seguir a tu conciencia y no a la conveniencia. Por eso no hablarán de ti, sino los que tuvieron el inmenso honor de contar con tu amistad y tu cariño.
Descansa en paz, querido Félix, que bien merecido lo tienes. Los que nos quedamos tenemos una enorme deuda de gratitud para con tu ejemplo y un grandísimo acicate para no caer en la desesperanza.
Recibe por última vez, con mi eterna gratitud, mi emocionado abrazo y un enorme ¡Arriba España!
Félix Morales Pérez
¡PRESENTE!
LFU
2 de marzo de 2011
Un ejemplo de entrega
No es mi propósito sin embargo, escribir hoy la necrológica de mi tía abuela Ida, tan reacia por otro lado a los convencionalismos sociales. Pero no creo equivocarme al afirmar que a ella le gustaría saber que su muerte me ha llevado a detenerme en la persona que, hasta el último día de su vida, ha cargado sobre sus hombros la responsabilidad de su cuidado, cariño y atención, pues constituye un ejemplo edificante de vida que imitar y mostrar a las generaciones futuras.
Frente a una sociedad individualista que proclama la búsqueda del placer como fin supremo de la vida y que invita a huir de cualquier tipo de responsabilidad o de sacrificio, ejemplos de entrega y renuncia discreta como el de mi tía Alicia no merecen quedar reducidos al arcano de la memoria familiar, sino ser presentados abiertamente a nuestros hijos y a los demás como un modelo de vida a imitar.
Frente a una sociedad ingrata que aparca a sus mayores en función de criterios egoístas de bienestar y conveniencia, el ejemplo de una persona que, renunciando a su propia vida ha consumido su existencia a cuidar, primero de un padre enfermo hasta su muerte, después de una madre durante su ancianidad y, por fin, de una tía que ha superado con creces el siglo de vida, nos debe llenar de orgullo y gratitud, pero sobre todo, nos muestra un camino de santidad lleno de espinas que todos estamos llamados a recorrer.
Si además, como es el caso, el sacrificio se acompaña de silente y humilde discreción y alergia al reconocimiento, la admiración es total. Aún recuerdo el arranque de cólera bíblica de mi tía Alicia al descubrir que sus hermanos y sobrinos le habían organizado una gran fiesta sorpresa por su reciente cumpleaños. Y es que bien barruntaba que no se trataba de festejar nada, sino de ofrecerle un testimonio de gratitud por una existencia volcada en los demás, cuando ella siempre ha huido de las lisonjas y reconocimientos. Nos mandó a todos con viento fresco con la misma fuerza con la que luego nos dio las gracias.
Aunque ha cumplido ya algunos años, yo la sigo viendo joven, por su carácter alegre e inconformista y por su amor a la vida que le ha llevado a superar no pocas dificultades personales. Su ejemplo me llena de orgullo y me abruma por igual, al tiempo que me sirve de acicate al recordar las primeras palabras de Madre Teresa de Calcuta en su célebre discurso en el desayuno de Oración Nacional en Washington en 1994: «En el último día, Jesús dirá a los que están a su derecha, "Vengan, entren al Reino. Porque tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve enfermo y me visitaste"».
Con mi agradecimiento y mi admiración, que sé compartida por tantos, aquí va mi modesto homenaje.
LFU
23 de diciembre de 2010
Feliz Navidad
Si todos sintiésemos cada Navidad la mitad de la alegría que nos produjo el nacimiento de nuestro primer hijo –en mi caso hija- nuestro mundo sería mucho mejor.
Desde aquí quiero desear a todos los que me acompañáis durante el año –incluyendo a los que se consideren mis adversarios- una feliz y santa Navidad; que la alegría de María os contagie; que penséis lo corta que es la vida y todo el bien que podemos hacer y que el Niño Dios -que para María y José debió ser como la niña de la fotografía lo fue para mi mujer y para mí- colme de bendiciones a vuestras familias y os ilumine y acompañe en el nuevo año que amanece.
Un abrazo a todos
LFU
29 de octubre de 2010
Razones para afrontar el cambio de hora
Salvo para los que madrugan en exceso, el cambio de hora de otoño no es motivo de alegría sino todo lo contrario. Sin embargo, hay varias razones que considerar para aceptarlo con buena cara:
1.- Tendremos una hora más para descansar.
2.- Ya queda menos para uno de los mejores días del año, el 13 de diciembre -Santa Lucía- que acorta las noches y alarga los días.
3.- Amanece más temprano, aún para los adictos al mucho madrugar.
Y la última, y más importante, que cada día que amanece, es un regalo del Cielo que no tenemos derecho a desperdiciar.
Feliz fin de semana de todos los Santos.
LFU
8 de septiembre de 2010
Nuestra Señora de la Victoria
La imagen
La imagen de Santa María de la Victoria es una escultura ejecutada en madera policromada, sedente sobre roca y con Niño en el regazo. Su autoría es una incógnita, si bien se barajan hipótesis entorno a Pedro Millán y Juan de Figueroa (Siglo XV). Destacan su frontalidad de gran empaque mayestático, rostro oval de serena expresión realista y pliegues angulosos de los vestidos. En la mano derecha porta un cetro y sobre la izquierda lleva posado un pajarito; a los pies figura la inscripción de rasgos gotizantes de finales del siglo XV (+SANTAMDLAVITORIA+). El Niño se encuentra en actitud de bendecir, es obra de Adrián Risueño (1943).
Patronazgo
La Virgen de la Victoria es Patrona Principal de Málaga y su Diócesis desde el día 12 de diciembre de 1.867. Por un “breve” otorgado por el papa Pío IX. Era Obispo de Málaga Don Juan Nepomuceno Cascallana.
En 1940 el Papa Pío XII concedió la Coronación Canónica a la imagen de Santa María de la Victoria. En 1941 se constituye la junta pro-coronación, encargada de organizar los actos y buscar fondos necesarios. La Virgen fue coronada el 8 de febrero de 1943 por el nuncio de su Santidad, D. Cayetano Cicognani, en el Paseo del Parque junto a la fuente de las Tres Gracias. Era Obispo de Málaga Don Balbino Santos y Olivera.
7 de septiembre de 2010
El regreso
No está el barro para hacer muñecos. El fantasma del paro ha dejado de ser un expectro para convertirse en una realidad cercana a cada uno de nosotros. El pesimismo se ha instalado en una sociedad inerme, impotente ante la colosal inutilidad de un gobierno en liquidación por derrribo (¡qué cabe decir de un gabinete que con más de un 20% de paro prescinde virtualmente -aunque sigue cobrando- de su ministro de trabajo para hacer campaña electoral en Cataluña!) y hastiada de una oposición cómoda en el sistema e instalada en el dontancredismo, esperando a ver pasar el cadaver de su enemigo.
España, por su historia y su prestigio, merece algo mejor, pero tenemos una sociedad instalada en la telebasura y en el subsidio a la que cada vez más le importa una higa que nos precipitemos hacia el abismo. Necesitamos un poco de aire puro en medio de esta atmósfera turbia y agotada, voces nuevas que traigan de nuevo la esperanza al pulso exangüe de España, refundando un sistema político que se ha revelado funesto y absolutamente pródigo y aniquilador de recursos.
España necesita algo del sentido común que se perdió al redactar el título VIII de la Constitución y ha brillado por su ausencia en el desquiciado e inacabable proceso autonómico que acabará por quebrar irremisiblemente las arcas del Estado.
Y termino por donde empecé. No está el panorama como para quejarse de la vuelta al trabajo. Pero ojalá algún día podamos volver a contestar con normalidad, para cumplir el trámite, que la vuelta ha sido durísima.
Un abrazo a todos
LFU
31 de mayo de 2010
Dulcísimo Recuerdo de mi vida
Dulcísimo recuerdo de mi vida,
bendice a los que vamos a partir...
¡Oh Virgen del Recuerdo dolorida,
recibe tú mi adiós de despedida,
y acuérdate de mí.
¡Lejos de aquestos tutelares muros,
los compañeros de mi edad feliz
no serán a tu amor jamás perjuros;
conservarán sus corazones puros;
se acordarán de tí!
Mas siento al alejarme una agonía,
cual no suele el corazón sentir...
En palabras de niño, ¿quién confía?
Temo... no sé qué temo, Madre mía,
por ellos y por mí...
Dicen que el mundo es un jardín ameno,
y que áspides oculta a ese jardín...
Que hay frutos dulces de mortal veneno,
que el mar del mundo está de escollos lleno...
¿Y por qué serán así?
Dicen que de esta vida los abrojos
quieren trocar en mundanal festín;
que ellos, ellos motivan tus enojos,
y que ese llanto de tus dulce ojos
¡lo causan ellos, sí!
Ellos, ¡ingratos!, de pesar te llenan
¿Seré yo también sordo a tu gemir?
¡No! Yo no quiero frutos que envenenan,
no quiero goces que a mi madre apenan,
¡No quiero ser así!
Y mientras yo responda a tu reclamo,
mientras me juzgue con tu amor feliz,
y ardiendo en este afecto en que me inflamo,
te diga muchas veces te amo,
¿te olvidarás de mí?
¡Ah, no, dulce recuerdo de mi vida!
Siempre que luche en religiosa lid,
siempre que llora mi alma dolorida,
al recordar mi adiós de despedida,
¡te acordarás de mí!
Y en retorno de amor y fe sincera
jamás sin tu recuerdo he de vivir.
Tuya será mi lágrima postrera...
¡Hasta que muera, Madre; hasta que muera
me acordaré de tí!
Tu en pago, Madre, cuando llegue el plazo
de alzar el vuelo al celestial confin,
estrechándome a ti con dulce abrazo,
no me apartes jamás de tu regazo.
¡No me apartes de ti!
P. Julio Alarcón, S.J.,
tomado de la novela del P. Luis Coloma, S.J. "Pequeñeces"
Hoy, 31 de mayo, día de la Virgen del Recuerdo, mi «memoria histórica» vuela a lo mejor de mi niñez, cuando mi madre me dejó bajo Su manto sagrado y me encomendó a Su divino nombre. Tuya será mi lágrima postrera.../¡Hasta que muera, Madre; hasta que muera/me acordaré de tí!
LFU
25 de febrero de 2010
Rafael de Penagos. Requiem por un poeta universal
Hace tan sólo unas horas, exactamente a las ocho y media de la mañana, se nos ha muerto el gran Rafael de Penagos, uno de los mejores poetas del siglo XX español, premio nacional de literatura. Su obra queda para la posteridad en sus numerosos libros y su vibrante y melodiosa voz quedará para siempre en nuestra memoria cada vez que oigamos la de Miguel de Cervantes en la serie El Quijote, la del Cardenal Richelieu en «Dartacán y los Tres Mosqueperros», la del Sr. Roper, la de Stan Laurel en «el Gordo y el flaco» o la del Capitán Renault en «Casablanca».
Ayer por la tarde fui a visitarle a la habitación del hospital donde parecía recuperarse de haber estado al borde del abismo, para llevarle el aliento y el abrazo de su gran amigo, mi padre, y el de todos mis hermanos que le querían como si fuera alguien de la familia. Se alegró mucho al verme y no quiso que me fuese sin sentir su gratitud. Pude ver en sus ojos el brillo del optimismo y la esperanza y salí reconfortado por haberle arrancado varias sonrisas y la promesa de que, tan pronto estuviese repuesto, le escribiría un soneto a mi hija Paloma de la que siempre –y ayer también, por última vez- me decía que su belleza renacentista parecía sacada de un cuadro de Boticelli.
Confieso que he llorado al conocer su muerte y saber que debo decirle a mis hijas que ya nunca volverán a tomar el aperitivo con el Cardenal Richelieu y que tendrán que esperar a mejor ocasión para tener su soneto.
Para siempre nos quedará el limpio y precioso soneto que dedicó a la casa de mis padres, que da la bienvenida a todos desde su entrada:
Sólo me queda el consuelo de haberle podido llevar, pocas horas antes de partir, una muestra del gran cariño que todos le profesábamos. Estoy seguro de que nuestras oraciones de estas noches últimas, le habrán servido para ver con mayor claridad el rostro divino del buen Pastor que a buen seguro le habrá recibido con el mejor de sus abrazos.
Descansa en paz, querido Rafael y que Dios te premie tu bondad.
LFU
26 de enero de 2010
Francisco Franco en mi recuerdo
Conocí a Francisco Franco cuando contaba tan sólo seis años y estaba muy lejos de pensar que, treinta años más tarde, habría yo de engrosar las diezmadas pero aún firmes filas de quienes, de forma pertinaz y un tanto romántica, seguimos empeñados en defender su memoria y la verdad de un tiempo que muchos españoles se han dejado arrebatar indiferentes ante la manipulación y la mentira de los muñidores del «pensamiento único». Y es que, si entonces eran legión quienes le adulaban, comenzando por quien hoy es –por que así lo quiso él- Rey de España, ahora resulta poco menos que temeraria la sola mención de su nombre si no es para arrojar cobardes lanzadas a su memoria.
Fue mi padre quien, consciente de lo irrepetible de la ocasión, quiso darme la oportunidad de conocer a su único Capitán; al hombre al que había empeñado su lealtad hacía casi cuarenta años en un juramento de fidelidad al que hoy sigue haciendo honor como el primer día. El recuerdo de aquella tarde es una deuda más que se une a la infinita cuenta de gratitud que tengo con él.
De aquél 19 de diciembre de 1974 en el Pardo se entremezclan en el recuerdo imágenes grabadas en mi retina de niño con otras adquiridas con el tiempo. Pero junto a la patética visión de las manos temblorosas del hombre que aún regía los destinos de España, aún resuenan en mi memoria unas palabras que ya nunca habría de olvidar. Poniéndome la mano en la cara, Franco me dijo: «sólo te pido una cosa: que seas tan bueno como tu padre». Ignoro qué extraño mecanismo haría que una frase tan sencilla en apariencia quedase para un niño como recuerdo imborrable de aquella fecha. Sólo después de muchos años he podido entender, al fin, que aquellas palabras –pronunciadas meses antes de su muerte- eran la muestra de gratitud de quien comenzaba a sentir el dolor de la soledad y el frío de la traición, hacia quien le había demostrado el calor de una lealtad sin fisuras.
Mi lealtad a la memoria de Francisco Franco está pues, en mis venas, pero nunca se ha sentido incómoda en mi cabeza. Cuanto más me he acercado después a su figura, a su trayectoria vital y a su obra, mejor he comprendido la fidelidad que le demostraron tantos españoles, aún cuando la muerte convirtió su nombre en blanco del odio y la mentira, y tan provechosa fue la traición, el olvido y el silencio de los que tanto le debían.
Pero es ahora, cuando el gobierno más indigno de nuestra historia ha concentrado todo su odio en borrar su recuerdo con la complicidad silenciosa y a veces entusiasta de la oposición; cuando una mayoría de los españoles asisten indiferentes a un colosal espectáculo de manipulación histórica que llena de ignominia retrospectiva a varias generaciones que hicieron posible con su esfuerzo el bienestar del que disfrutamos, cuando siento un mayor orgullo en proclamar mi gratitud como español a Francisco Franco y a todos cuantos, bajo su larga jefatura, hicieron posible el resurgir de una nación reducida a cenizas por el odio desatado por el marxismo que probó por primera vez en España el sabor amargo de la derrota.
Lealtad y gratitud que no deben confundirse con «franquismo», pues valorar con justicia los logros de un régimen fruto de una coyuntura histórica irrepetible es cosa muy diferente que pretender el absurdo de su proyección en el futuro de España.
Winston C. Churchill llegó a afirmar “el pasado de la URSS es impredecible”, en alusión a los rectificados oficiales de la historia rusa en la Enciclopedia Soviética, que de una edición a otra convertía a héroes en traidores; o que restauraba como líderes modélicos a quienes ya habían sido condenados y ejecutados por las nomenklaturas del momento. Lo mismo cabe decir del nuestro, merced a la irresponsabilidad de una clase política acomodada entre la mentira y el complejo. Por eso, he vuelto a recordar las palabras con las que termina Laurent del Ardeche su célebre Historia del Emperador Napoleón Bonaparte: “El inmenso drama de su maravilloso destino terminará con el cerramiento de las puertas de su fúnebre tumba; pero esta tumba esclarecida subsistirá para lección eterna e inexorable de la humanidad entera: allí estará para recordar perennemente a los mortales que, a pesar de las contiendas y pasajeros triunfos de los partidos, el tiempo trae consigo la justicia, deja pasar la tormenta y ve crecer los laureles”.
LFU
23 de septiembre de 2009
Un lunar y una sonrisa. Mi hermana María del Mar.
Aunque para muchos –quizá la mayoría- es solamente Mar, sabe bien que los que la conocemos desde siempre no nos sentimos cómodos con el monosílabo que nos suena tan ajeno como lejano. En mi condición de penúltimo de ocho hermanos, me atrevo a afirmar que siempre ha sido la favorita de todos por la fuerza de su alegría, por su incansable optimismo y por su extraordinaria generosidad, y no exagero al hablar del extraño magnetismo que su persona ha ejercido siempre sobre los que la rodean.
Su imagen para nosotros es y será siempre, la de un lunar y una sonrisa, que si aquél desapareció por prescripción facultativa, nadie ha podido con ésta, indiferente al paso y al peso de los años que tan bien la han tratado. Pero esa imagen quedaría incompleta si me olvidara de un apéndice fundamental en su figura: el libro, que desde muy pronto se convirtió en omnipresente compañero de su figura, de su imaginación y su memoria.
Quien escribió que «en las mujeres todo es corazón, hasta la cabeza» debía estar pensando en alguien como ella, que de tanto dar, sufrir y estirarlo lo tiene maltrecho por exceso de uso. Y es que si la trascendencia en esta vida pasa por vaciarse y entregarse a los demás, ella ya se ha licenciado con honores para el examen final del que hablaba San Juan de la Cruz. Y si no, que se lo pregunten a sus cuatro principales admiradores, sus hijos Alberto, Pepe, Rodrigo e Ignacio y también, cómo no, a Alberto, quien tanto le debe, porque –como sabe de sobra- sin ella apenas sería una tenue sombra de lo que es.
Muchas felicidades y que Dios te guarde, querida hermana.
LFU
25 de agosto de 2009
El Alamillo dice adiós al verano
Sopla por fin el aire de poniente y el cambio de aires se lleva otro verano, como se llevó a Mary Poppins en mi película favorita. Es momento de hacer balance y lo primero, con la que está cayendo, es dar gracias a Dios por haberlo disfrutado, a mis padres por habernos abrazado a todos en ese bendito refugio de El Alamillo con el que sueñan mis hijas como lo hacía yo de chico y a mi mujer por llevar tan bien el compartir sus vacaciones con una tribu tan numerosa y variopinta.
A todos se nos fue Rafael Ariza para hacernos añorar cada 14 de agosto su llamada y el recuerdo entrañable de una mañana calurosa de la Sevilla de 1962 en la que mi padre tomó posesión de un sueño que aún le sigue visitando de cuando en cuando, llenando su corazón de jacarandas y azahares, de campanas y de incienso.
Mi frágil Azorín, estrenando matrícula, nombre y emblema, me ha permitido alejarme del bullicio playero con un buen número de bisoños marineros y marineras que mañana recordarán esas cortas travesías por los acantilados de Nerja, adornando el recuerdo con la candorosa imaginación de sus acelerados corazones. (Conserva pequeño Lucas, esa ilusión marinera que te viene de tu limpia estirpe)
Como cada año por estas fechas, mi plegaria se eleva entre las copas de este viejo jardín, lleno de poesía, con el deseo de que nadie falte a la cita, ahora ya más cercana, de un nuevo verano tan rico en armonía, paz y alegría como el que ahora se despide.
LFU