Hace diez años que un terrible dolor se instaló durante unos días en el alma de los españoles.Y aquél terrible sufrimiento sacó lo mejor de unos y lo peor de otros.
El orgullo como españoles ante la avalancha de solidaridad mostrada por tantos para dar algo de sus vidas por quienes tanto habían perdido se vio ensombrecido en los días posteriores por la llama del odio cainita oportunamente inoculada en la sociedad por quienes no dudaron en utilizar el dolor en su provecho político.
Jamás podré olvidar el momento en el que, junto con algunos de mis hermanos, tuvimos que abandonar una manifestación en la que la unidad en el dolor y el sobrecogimiento por la tragedia habían dado paso al odio furibundo de la izquierda contra la derecha. Otra vez sentimos el abismo de las dos Españas y de nuevo el odio provenía de los de siempre. De los que aborrecen de su patria porque rechazan cualquier cosa que pueda unirles a sus compatriotas, de los que rechazan su bandera y sacan la tricolor, de los que abuchean a su himno, a sus símbolos y falsean o manipulan la historia. Allí, una de las dos Españas, en lugar de abrazarse a la otra en el dolor y en la adversidad, volvió a sacar toda la miseria y el odio de generaciones, para culpar a media España de un dolor que era patrimonio de todos.
La sangre de tantos inocentes no merecía la vileza de la desunión. Pero España, querido amigo, es capaz de lo mejor y de lo peor. Hace diez años volvimos a demostrarlo.
LFU
"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
11 de marzo de 2014
7 de marzo de 2014
El cinismo de Rodríguez Zapatero. Por José Utrera Molina
Existen cumbres borrascosas y cumbres
tan recubiertas de cinismo que ocultan por completo la realidad. Creo que el
señor Rodríguez Zapatero, anterior presidente del gobierno español, ha
alcanzado últimamente las últimas cumbres del cinismo haciendo una apelación a
la mesura y a la prudencia en los conflictos que actualmente y con inusitada
gravedad, afectan a España. Me refiero a sus manifestaciones sobre el continuo acoso
de nuestra frontera con Marruecos por parte de las mafias que comercian con el
drama de la inmigración ilegal.
Al leer las declaraciones del ilustre
político, me doy cuenta de que jamás tuvo verdadera conciencia de la realidad de su iniquidad. Resulta muy difícil de entender
que pida mesura y prudencia, quien jamás
conoció ni aplicó tales virtudes en la etapa en que rigió los destinos de
España. El hombre que volvió a dividir a
España entre buenos y malos, vencedores y vencidos, doblando la balanza hacia
los que fueron derrotados y humillando sin piedad a aquellos que enarbolaron
banderas victoriosas y hoy aparecen ante los ojos de la historia oficial como
malvados y truhanes, carece de cualquier autoridad moral para dar consejos de
prudencia y serenidad.
Hay ya muy pocas cosas que llegan a
afectar al fondo de mi alma, pero tengo
todavía la propiedad de mi indignación y cuando alguien escribe o dice instar a
los españoles a un espacio de confianza, creo estar ante un panorama de cínica
irrealidad. Pongo en duda la formación histórica, el rigor intelectual y el
afán de concordia del señor Zapatero. Y mi juicio no tiene otra base que su
propia acción de gobierno, inspirada por su profundo sectarismo y radicalidad. Llegué a pensar que el silencio mantenido
desde su adiós a la política era una muestra de que por fin había llegado a un
estadio de madurez intelectual, de prudencia y de sincera humildad. Pero no ha
tardado mucho en romper su silencio, produciendo enorme perplejidad en el ánimo de muchos españoles que atónitos presenciamos y sufrimos
los constantes desafueros y ocurrencias, los preceptos impregnados de odio y
las leyes injustas que completaron su nefasta labor de gobierno.
Hay magisterios que se imponen por su
verdad, que pueden resultar oscurecidos en determinados momentos históricos
pero que pasado el tiempo de contienda, recobran su luz.
Nada más lejos de mi intención que
soliviantar los ánimos de nadie. Simplemente una chispa de fuego ha encendido
mi corazón y me resisto a permanecer callado ante un alarde de cinismo sin
precedentes. ¿Es posible que el hombre que abrió definitivamente la caja de
pandora de la secesión nacionalista con su irresponsable gestión del Estatuto
de Cataluña; el hombre cuya furia iconoclasta le llevó a ordenar el cierre de la
Basílica del Valle de los Caídos por odio a su Cruz amparadora, el gobernante
que batió todas las marcas de irresponsabilidad, sectarismo e ineficacia en su
gobierno, se atreva aún a dar consejos de prudencia, de ecuanimidad y de serena
comprensión?
Yo, al menos, quiero denunciar aquí la
impostura de un gobernante, reclamando en voz alta que recobre la virtud de la
prudencia y vuelva a refugiarse en el silencio. Su gobierno logró hundir económica y
moralmente a España, y aunque los que le
han seguido hayan respetado gran parte
de su labor destructora, la gente de la calle sabe muy bien de su
irresponsabilidad y en qué pozo negro
ahondó sus odios hacia una parte de los españoles llevando a cabo con
disposiciones legislativas aún vigentes, el oficio de destrucción más
importante que registra la historia española.
Señor Rodríguez Zapatero: guarde su
confianza para controlar sus todavía vigentes apetitos de revancha y muéstrese
sereno para hacerse perdonar los múltiples efectos negativas que tuvo su
mandato gubernamental.
España ha descubierto su cinismo y
ahora lo exhibe, no como una pancarta de reivindicación, sino como una realidad
que la historia recogerá algún día cuando se hayan serenado del todo las
pasiones que dividieron de nuevo a los españoles.
JOSÉ UTRERA MOLINA
3 de marzo de 2014
Ante la maleta de José Antonio
Fue algo más de una hora el tiempo que permanecí
contemplando absorto la última maleta que hizo José Antonio antes de partir
hacia los luceros.
Apenas hablé. Tener en mis manos el auténtico testamento -para mí la obra más limpia, brillante y lúcida de su vida, verdadero compendio
de valores e ideales, que a nadie, absolutamente a nadie, puede ofender y que
nadie puede dejar de admirar….- Desenroscar la pluma Astoria que utilizó para
escribirlo sin enmienda alguna y también aquellas cartas inolvidables de
despedida la noche antes de su fusilamiento…..me convirtió por un rato
inolvidable en un mudo, incapaz de articular palabra por la emoción de estar ante
las reliquias de un hombre excepcional.
Coger con mis propias manos la pelota de trapo con la que agotara
sus últimos momentos de ocio, sus últimas sonrisas….. abrir el librito de oraciones que inspiró su
última plegaria ……doblar con unción el mono azul que le sirvió de atuendo en el
presidio….
Hurgar entre sus últimos papeles, sonetos, cartas, Alarico
Alfós, Germánicos contra Bereberes….contemplar en mis manos aquél telegrama de mujer
en el que, desde París le decía “Je pensé
a toi. Love. Elizabeth”….bucear entre el rigor ordenado del guión de su defensa ante el Tribunal Popular....acaso pensó que merecía la pena emplear lo mejor de su oratoria y su oficio de abogado para afrontar con serena dignidad un proceso cuyo fallo ya estaba redactado.
Tener en la palma de mi mano la medalla de la Santa Faz que le regalara algún camarada alicantino, el “detente” escrito y dibujado a mano el Sagrado Corazón…el trozo de tela de raso rojinegra que apretase en su puño en sus últimos días…
Allí estaban el vaso y la cucharilla de plata tal y como él
los dejó aquella maldita madrugada de noviembre, sus toallas, su peine
Hércules, su brocha y su maquinilla de afeitar, sus gafas circulares con las
patillas de carey rotas en mil pedazos y la vieja llave de algún secreter que aún
debe estar esperando a ser abierto.
Imposible describir con palabras el torrente de sensaciones,
de imágenes y de pensamientos que me asaltaban ante la visión de esa vieja
maleta de cuero en la que, primorosamente ordenada, está de nuevo guardada la
intimidad del hombre al que la muerte convirtió en mito, pero cuya intensa y
corta vida, su incomparable estilo e intachable conducta le elevan
como arquetipo de honradez, generosidad y coraje en el servicio a España.
En cualquier nación seria y orgullosa de su historia, esa maleta justificaría un museo. La España de hoy, amnésica y amoral, corrupta y envilecida, no lo merece. Tanta grandeza como encierra esa pequeña maleta resultaría una afrenta, una verdadera provocación.
En buenas manos está este tesoro aguardando, tal vez, una nueva primavera en la que los españoles se hagan merecedores del legado de un español excepcional.
Mi gratitud eterna a quienes me han concedido la enorme dicha de poder tenerla, por una vez en mi vida, entre mis manos.
Mi gratitud eterna a quienes me han concedido la enorme dicha de poder tenerla, por una vez en mi vida, entre mis manos.
LFU
25 de febrero de 2014
Mártires por la fe
El pasado sábado, aprovechando un
retiro de tres días en una localidad cercana, visité, en unión de unos amigos,
el museo de los mártires claretianos de Barbastro. Al terminar la visita, todos
salimos sobrecogidos por la crudeza del relato de los hechos, por la inmensa paz y falta de resentimiento del sacerdote claretiano que nos sirvió de guía y por tener
delante los restos mortales de 51 mártires de la Iglesia y los impresionantes testimonios de fe que
dejaron escritos para sus familias, para su Congregación y para la posteridad.
Recomiendo la visita virtual al
Museo pinchando aquí.
A las 17,30 horas del 20 de julio
de 1936 unos sesenta milicianos comunistas y anarquistas de la CNT armados
irrumpieron en la comunidad de Barbastro en donde residían los misioneros
claretianos, formada por 60 personas: nueve sacerdotes, doce hermanos y 39
estudiantes. Los tres padres superiores fueron arrestados mientras que el resto
fueron trasladados y recluidos en un salón del colegio de los Escolapios, que
se convertiría en una improvisada prisión.
Los carceleros buscaban una y
otra vez la apostasía de los jóvenes seminaristas, les tenían prohibido rezar e
introducían prostitutas desnudas en el salón para tentarlos, aunque sin éxito.
Se les negó el agua –bajo un calor asfixiante-, se les sometió a fusilamientos
simulados un día tras otro y se les impedía dormir, para lo cual se
establecieron relevos día y noche fuera del local para insultarles, arrojarles
piedras, etc.
Pese a todo, el hermano cocinero
conseguía de cuando en cuando, pasarles dentro del bocadillo diario que les
servía de alimento, un pedazo de hostia consagrada (que tenía bien escondida en
su cocina), para que pudieran recibir la comunión.
Durante el encierro, los jóvenes
dejaron su testimonio en sillas, tablas, taburetes, paredes, pañuelos y hasta
en los envoltorios de la comida. En una envoltura de chocolate se conservó el
testimonio de Faustino Pérez, uno de los seminaristas:
Agosto, 12 de 1936, en Barbastro. Seis de nuestros compañeros son
ya mártires: Pronto esperamos serlo nosotros también. Pero antes queremos hacer
constar que morimos perdonando a los que nos quitan la vida y ofreciéndola por
la ordenación cristiana del mundo obrero, el reinado definitivo de la Iglesia
Católica, por nuestra querida Congregación y por nuestras queridas familias. ¡La
ofrenda última a la Congregación, de sus hijos mártires!
Muchos de estos testimonios
pueden verse en el Museo.
Doce días después de ser
encarcelados los padres superiores fueron fusilados. El resto, hasta 51 lo
serían los días 12, 13, 15 y 18 de agosto de 1936. Con ellos también fue
asesinado un gitano, Ceferino Giménez, “El Pelé” que se negó a abandonar su
rosario, motivo por el cual fue ejecutado. Tan
sólo salvaron la vida el cocinero, al que los milicianos hicieron bajar del
camión al que se había subido para recibir la palma de martirio junto con sus hermanos,
para que cocinara para ellos y dos seminaristas argentinos que fueron
reclamados por el Consulado y que fueron los encargados de transmitir a Roma la
verdad del martirio sufrido por sus hermanos.
Fueron a la muerte cantando,
besando las cuerdas de esparto que les ataban al martirio, perdonando y rezando
por sus verdugos y gritando ¡Viva Cristo Rey!. Iban felices al martirio, tanto,
que varios de ellos fueron asesinados en el propio camión que les trasladaba al
lugar de la ejecución por milicianos que, enrabietados por su alegría, les
reventaron el cráneo a culatazos.
Cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y ponernos en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia, y cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada: cuando van en el camión hacia el cementerio, les oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica, y a ti, Madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que yo inicie los ¡vivas! y que ellos ya responderán. Yo gritaré con todas la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y muerte.
Cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y ponernos en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia, y cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada: cuando van en el camión hacia el cementerio, les oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica, y a ti, Madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que yo inicie los ¡vivas! y que ellos ya responderán. Yo gritaré con todas la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y muerte.
Morimos todos contentos sin que nadie sienta desmayo ni pesares: morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora, sino sangre que entrando roja y viva por tus venas, estimule tu desarrollo y expansión por todo el mundo. ¡Adiós, querida Congregación! Tus hijos, Mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolores y angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo. Los Mártires de mañana, catorce, recuerdan que mueren en vísperas de la Asunción. ¡Y qué recuerdo éste! Morimos por llevar la sotana y moriremos precisamente el mismo día en que nos impusieron.
Los Mártires de Barbastro, y en nombre de todos, el último y más indigno
Faustino Pérez. C. M. F.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!
Los milicianos se ensañaron con especial crueldad con el obispo de la diócesis, Florentino Asensio, como explica una página dedicada a su martirio:
Los Mártires de Barbastro, y en nombre de todos, el último y más indigno
Faustino Pérez. C. M. F.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!
Los milicianos se ensañaron con especial crueldad con el obispo de la diócesis, Florentino Asensio, como explica una página dedicada a su martirio:
Lo amarraron codo con codo a otro
hombre mucho más alto y recio, y los condujeron a los dos, después de varias
horas de calabozo, al rastrillo. Entre frases groseras e insultantes, un tal
Héctor M., oculista, de mala entraña, Santiago F., el Codina, y Antonio R., el
Marta, se acercaron al Obispo. El Obispo estaba mudo y rezando. Santiago F. le
dijo a un tal Alfonso G., analfabeto: «¿No decías que tenías ganas de comer
co... de Obispo? Ahora tienes la ocasión». Alfonso G. no se lo pensó dos veces:
sacó una navaja de carnicero; y allí, fríamente, le cortó en vivo los testículos.
Saltaron dos chorros de sangre que enrojecieron las piernas del prelado y
empaparon las baldosas del pavimento, hasta encharcarlas. El Obispo palideció,
pero no se inmutó. Ahogó un grito de dolor y musitó una oración al Señor de las
cinco tremendas llagas.
En el suelo había un ejemplar de
Solidaridad Obrera, donde Alfonso G. recogió los despojos; se los puso en el
bolsillo y los fue mostrando, como un trofeo, por bares de Barbastro. Le
cosieron la herida de cualquier manera, con hilo de esparto, como a un pobre
caballo destripado. Los testigos garantizan que aquel guiñapo de hombre, el
Obispo de Barbastro, se habría derrumbado de dolor sobre el pavimento si no
hubiera estado atado al codo de su compañero, que se mantuvo y lo mantuvo en pie,
aterrado y mudo.
El Obispo, abrasado de dolor, fue empujado a
la plazuela, sin consideración alguna, y conducido al camión de la muerte. «Le
obligaron a ir por su propio pie, chorreando sangre». Ante los ojos de los
hombres, era un pobre perro escarnecido. Ante los ojos de Dios y de los
creyentes, era la imagen ensangrentada y bellísima de un nuevo mártir, en el
trance supremo de su inmolación: completaba en su cuerpo lo que le faltaba a la
pasión de Cristo.
El heroico prelado, que el día anterior, el 8
de agosto, había terminado una novena al Corazón de Jesús, iba diciendo en voz
alta: -¡Qué noche más hermosa ésta para mí: voy a la casa del Señor! José
Subías, de Salas Bajas, el único sobreviviente de aquellas primeras cárceles de
Barbastro, oyó comentar a los mismos ejecutores: -Se ve que no sabe a dónde lo
llevamos. -Me lleváis a la gloria. Yo os perdono. En el cielo rogaré por
vosotros...
-Anda, tocino, date prisa -le decían. y
él: -No, si por más que me hagáis, yo os
he de perdonar. Uno de los anarquistas le golpeó la boca con un ladrillo, y le
dijo: «Toma la comunión». Extenuado, llegó al lugar de la ejecución, que fue el
cementerio de Barbastro.
Al recibir la descarga, los
milicianos le oyeron decir: «Señor, compadécete de mí». Pero el Obispo no murió
aún. Lo arrojaron sobre un montón de cadáveres, y después de una hora o dos de
agonía atroz, lo remataron de un tiro. «No le dieron el tiro de gracia al
principio, -dice Mompel- sino que lo dejaron morir desangrándose, para que
sufriera más». Sabemos, por otras fuentes, que «la agonía le arrancaba
lamentos». Se le oía decir: «Dios mío, abridme pronto las puertas del cielo».
Varios milicianos le oyeron musitar, también: «Señor, no retardéis el momento de
mi muerte: dadme fuerzas para resistir hasta el último momento». Y repetía
muchas veces «lo de su sangre y el perdón de los demás». Otro testigo le oyó
que «ofrecía su sangre por la salvación de su diócesis».
Después de muerto, Mariano C. A.
y el Peir lo desnudaron; y El Enterrador le dio a Mariano C. A. los pantalones,
que se puso dos días después, «porque estaban en buen uso»; y a José C. S. El
Garrilla le dio los zapatos. «Los llevé hasta que se me rompieron», declaró él
mismo después de la guerra, antes de ser ejecutado.
Hoy todos ellos son beatos de la
Iglesia. Contemplar sus ropas ensangrentadas, los muebles, papeles y todo tipo
de objetos en los que grabaron el testimonio de su fe, sus huesos quebrantados
por el odio, es todo un aldabonazo a las conciencias adormiladas de los
cristianos de hoy. Su martirio, su sacrificio generoso y valiente, su amor a
Dios sigue siendo hoy semilla de esperanza.
Hace un año se estrenó en los cines de toda España la película "Un Dios prohibido", que refleja de un modo fiel la verdad de su martirio. El Padre Claretiano que nos acompañó durante el recorrido del museo nos contó cómo varios de los actores que habían actuado en la película se habían convertido y que uno de ellos pidió el Bautismo tras visitar el museo y estar delante de sus restos.
Como decía un buen amigo que me acompañó, la diferencia entre el perdón cristiano y la supuesta justicia pretendida por los portavoces de la desmemoria histórica se comprueba en los frutos: reconciliación y perdón frente a división y odio.
Como decía un buen amigo que me acompañó, la diferencia entre el perdón cristiano y la supuesta justicia pretendida por los portavoces de la desmemoria histórica se comprueba en los frutos: reconciliación y perdón frente a división y odio.
Que su sangre bendita siga dando abundante fruto y vertiendo amor sobre nuestra querida España.
LFU
18 de febrero de 2014
"A Lorca lo mataron sus primos"
Ahora que la Junta de Andalucía reaviva el odio en el
corazón de los andaluces recurriendo a la manipulación de nuestra historia
reciente, conviene recordar las circunstancias que rodearon la muerte de Federico
García Lorca, todo un símbolo que la progresía durante años utilizó contra el
régimen anterior como epítome de las “maldades” del llamado bando nacional y que desde hace unos
años se ha venido abajo como un castillo de naipes.
Y es que, tal y como demuestran las últimas investigaciones
historiográficas –publicadas en 2006 aunque silenciadas por el mantra cultural
dominado por la izquierda- no se trató de un crimen político sino de un
verdadero ajuste
de cuentas familiar, urdido por unos primos del poeta que contaron con el
apoyo del gobernador militar y de la CEDA.
Al parecer, el origen de las desavenencias
de la familia García Lorca con las familias Roldán y Alba (las tres grandes
familias caciques de la Vega de Granada, con parentesco entre ellas) está en una disputa de linderos entre fincas,
litigio que –como suele suceder- fue enconando las relaciones entre dichas
familias que llegaron a profesarse un odio africano. Federico, lejos de
mantenerse al margen, prendió la chispa del odio con la publicación de “La Casa de Bernarda Alba” que no era
sino un retrato descarnado de las familias rivales con las que la suya mantenía
una enemistad secular.
Como es bien sabido, Federico García Lorca se refugió en
casa de sus amigos los Rosales, de filiación falangista, que pese a su
resistencia, no pudieron impedir que se llevaran al poeta un grupo de forajidos
de la derecha caciquil entre los cuales figuraba un familiar del propio
Federico. Así, los Roldán, primos de Federico García Lorca, fueron a quienes
Valdés, gobernador militar de Granada tras el golpe de Estado, encargó las
formaciones de "escuadras
negras" para hacer depuraciones
en la zona, y quienes, según el documental, aprovecharon esta circunstancias
para acabar con el poeta una tarde de agosto de 1936. "A Lorca lo mataron sus primos” lo dice en el documental
Rafael Amargo.
Así pues, ni a Lorca
lo mató Franco –quien no asumió el poder en el bando nacional hasta octubre de
1936- ni se trató de un crimen político,
ya que al poeta lo defendieron hombres de la Falange. Se trató de un vil y
despiadado ajuste de cuentas entre familias de unos matones de los muchos que,
al comienzo del conflicto y aprovechando el vacío de poder, en una y otra zona
dieron rienda suelta a sus más bajos instintos.
LFU
14 de febrero de 2014
¿La libertad de la mujer?
La libertad, es decir, la capacidad del hombre para actuar
según su propia voluntad, jamás se ha considerado un valor absoluto ya que
ninguna comunidad civilizada protege y garantiza la libertad para hacer el mal.
Hasta ahora.
La constante apelación a la “libertad de la mujer” para defender el supuesto derecho de la
mujer a causar deliberadamente la muerte de su hijo no nacido no es más que una
aberración propia de una sociedad decadente y desalmada a la que sólo se puede llegar a partir de la negación al concebido
no nacido de su condición de ser humano.
Esto, por desgracia, no es nuevo en la historia del hombre.
El antecedente más próximo lo encontramos en el nazismo, cuya exacerbación de
la teoría de la supremacía de la raza aria y el antisemitismo proverbial del
pueblo alemán le llevó a justificar la eliminación de millones de seres humanos
–nacidos y no nacidos- a quienes previamente se había negado tal condición.
No hay que irse muy lejos para recordar que en fecha no muy
lejana una ministra del gobierno de España afirmó que el concebido no nacido
era un ser vivo pero no un ser humano. En la actualidad, se extiende hasta en
sectores de la derecha la especie de que “No
se puede obligar a una mujer a ser madre”, perversión que podría completarse con la de “no
se puede obligar a nadie a sacrificar su vida por sus familiares ancianos o
enfermos”, para justificar la eutanasia o incluso -¿por qúe no?, la de que “no
se puede obligar a nadie a ser padre, hermano, o a ser hijo” para
justificar el parricidio. Una
consecuencia lógica de dicha negación de la evidencia es la resistencia
numantina del lobby proabortista a aceptar que se obligue a los facultativos a
enseñar una ecografía a la mujer antes de abortar. Se trata de “cosificar” al feto, negando su
condición humana para justificar “moralmente”
su muerte provocada.
Las mismas voces que claman por la supuesta libertad de la
mujer, olvidan deliberadamente las miles de mujeres que recurren al aborto
presionadas por su entorno: por sus padres, por sus parejas, por su entorno
laboral, por las circunstancias económicas o, en muchas ocasiones, por sus
proxenetas. Esta es una verdadera
esclavitud que provoca un trauma duradero en la mujer mientras libera a su
entorno del “problema” del embarazo.
La respuesta que esperan esas mujeres de la sociedad no es
la de fomentar su esclavitud haciendo más fácil el aborto. Sólo puede
garantizarse su verdadera libertad si se le ofrece ayuda para poder seguir
adelante con su embarazo. La mujer
traumatizada por un embarazo necesita ver una salida distinta a la de la
muerte. Si a la mujer en trance de abortar se le ofreciera protección social y
ayudas económicas para tener a su hijo y, para la que no quiera ser madre en el
sentido verdadero del término, garantizarle que su hijo será dado en adopción -cuya
demanda crece día a día- se disminuiría drásticamente el número de abortos. Para que la sociedad cambie su percepción sobre el aborto, tan sólo es necesario no ocultar la verdad y es que, tras cada aborto provocado, no sólo hay un trauma de la mujer sino también, y antes de nada, la muerte de un ser humano.
Para salvar vidas hay que ofrecer más vida. La muerte no es,
nunca, la solución.
LFU
7 de febrero de 2014
¿Dónde estaban las “valientes” de Femen?
Ayer se celebraba el día internacional contra la ablación femenina, una de las prácticas más bárbaras y salvajes contra
la mujer, consistente en la extirpación total o parcial de los genitales
externos de las niñas para evitar que puedan sentir placer sexual y puedan
llegar vírgenes al matrimonio, puesto que si no es de ese modo, la mujer puede
ser repudiada, y evitar la supuesta promiscuidad de la mujer. Se calcula que
más de 3 millones de niñas en más de veintiocho países islámicos de África y
Asia son víctimas cada año de ésta práctica verdaderamente inhumana y salvaje.
Ayer, conocíamos también la
noticia de la muerte de una universitaria en Arabia Saudí, tras impedir elacceso de médicos para atenderla por ser varones y recientemente conocíamos
también la muerte en extrañas circunstancias de una mujer que desafiaba la
prohibición de conducir de las autoridades saudíes.
En mi infinita ingenuidad, supuse
que las tiorras de Femen aprovecharían el día de ayer para escenificar su
protesta por la violación de los derechos de la mujer en el mundo islámico.
Pensé que, desnudas, lascivas y altaneras, se encadenarían a alguna mezquita de
Rihad o de Arabia Saudí tatuadas provisionalmente con alguno de sus lemas feministas
de combate y gritarían histéricas resistiéndose a la fuerza pública que tratara
de desalojarlas. Llegué incluso a imaginar que, en un alarde de arrojo temerario,
habrían preparado una emboscada a algún Imán o Ayatola arrojándole prendas
íntimas sangrientas y adornarían alguna mezquita con grafitis alusivos a la
liberación de la mujer.
Nada más despertar, he repasado con
avidez los titulares de prensa para ver si mis imaginaciones se habían hecho
realidad, pero por más que he buscado, no he encontrado nada. Sin noticias de
Femen durante el día de ayer en los 29 países islámicos que mutilan a las niñas.
He llamado a algunas embajadas, Arabia Saudí, Irán, Nigeria, interesándome por
la presencia de las “heroínas” desnudas y la contestación ha sido la misma: ni
están ni se las espera.
Presumo que el día de ayer lo
pasarían pensando en cómo pueden acosar a algún obispo o cardenal octogenario o
cuál será la próxima Iglesia que profanen con sus vergüenzas al aire insultando
a los fieles que allí rezan; en ver cómo pueden reivindicar el derecho de la
mujer a asesinar el fruto de su vientre elevándolo a la categoría de sagrado y
emitiendo sonidos guturales con los lemas más edificantes sobre sus ovarios y
genitales que nos dicen mucho de su altura intelectual.
Lo de la ablación, la sharía y
demás, queda muy lejos y, además, nunca se sabe cómo se la pueden gastar estos
musulmanes. Al menos los católicos son mansos, no hacen nada y las autoridades españolas
se tientan la ropa antes de emprender cualquier acto de represión contra ellas.
Hace muchos años se empezó con la coña de los caramelos envenenados y se acabó
con más de 7.000 religiosos asesinados que además morían perdonando a sus
verdugos. Desde luego, con estos da gusto, dirán las valientes de Femen. A los otros, mejor dejarlos para otro día....
Pues eso, sucias, patéticas y cobardes. Es lo que son.
LFU
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