"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
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7 de noviembre de 2019

Franco y los judíos. Por Pedro Schwarz


Corría el año de 1943. Mi padre era el cónsul de España en la Viena ocupada por los nazis y vivíamos encima de la cancillería, en el palacio que ahora alberga nuestra embajada. Acudía yo a un colegio de lengua alemana del que era el único alumno español. No puedo borrar de la memoria algunos de los horrores que ese niño de pocos años veía al ir y venir de sus clases: ancianas mujeres judías, con la estrella de David al pecho, barriendo las calles nevadas; en el parque, los bancos del parque para judíos señalados con la estrella infamante en el respaldo; los famélicos israelitas pidiéndome comida a hurtadillas. Todo ello me parecía obra de los mismos hitlerianos sin Dios que, presos de fervor neopagano, interrumpían la misa con blasfemias.
  Menos que nada olvidaré nunca las colas de judíos, fuera y dentro del edificio, a la espera del pasaporte y el visado que les permitiría huir a España. Algunas mujeres angustiadas me entregaban sus joyas para que se las diera a mi padre, con la esperanza de incitarle a que les concediera el documento salvador: él se las devolvía con el mensaje tranquilizador de que España les acogía. Siempre me ha sorprendido la ayuda que Franco prestó a los judíos perseguidos por el nazismo. No se le caían de la boca las condenas de la conspiración judeo -masónica que, estaba convencido, hacía peligrar el ser de España. Sin embargo, ya durante la Guerra civil, Franco y sus ministros dieron instrucciones a los representantes consulares de España para que protegieran de la discriminación y la expropiación a los sefardíes de los territorios que iban cayendo bajo el control de los alemanes. Tras la caída de Francia en 1940, el falangista Serrano Suñer concedió visados a numerosos judíos asquenazíes, que así salvaron la vida; y a los que conseguían atravesar la frontera, les daba salvoconducto para que pudieran pasar a Portugal y América.
 Cuando Hitler, a partir de 1943, puso en marcha la llamada "solución final", la entrega de pasaportes españoles a los judíos de habla castellana en los consulados de la Europa ocupada se tomó sistemática. De resultas de esta política humanitaria salvaron la vida de 46.000 a 63.000 judíos o quizá más. ¿Quién decidió que los sefardíes eran españoles? ¿Cómo cuadraba la poca simpatía por los judíos en la España oficial de aquellos tiempos con una política tan discorde de la del amigo alemán?
Don Luis Suárez Fernández, en su obra sobre Franco y la segunda Guerra Mundial, aclara el origen de la providencial disposición que hizo de todos los sefardíes súbditos españoles en potencia: suprimido en 1923 el régimen especial que protegía a los cristianos y judíos en territorio turco, el general Primo de Rivera sometió a la firma del rey Alfonso XIII en 1924 un decreto ley que permitía a los sefardíes que lo quisieran inscribirse como españoles en cualquier consulado o embajada, sin más condiciones o limitaciones. Publicadas las leyes anti-israelíes de Nuremberg por los nazis, los representantes españoles en Alemania, y luego en Austria, los Balcanes y Grecia ocupados, hicieron gestiones para que los sefardíes que tuvieran pasaporte español se libraran de llevar visible la estrella y de pagar los impuestos confiscatorios asignados a los judíos por las autoridades alemanas.
La creciente dureza de la persecución hizo evidente que ya no bastaba con insistir en la posición legalista de que España no admitía que se conculcaran los derechos de sus súbditos. A partir de 1942, sobre todo tras el relevo de Serrano Suñer, comenzó una política sistemática de concesión de pasaportes y visados para permitir la huida de los perseguidos. Además, todos los comentaristas e historiadores subrayan que nunca fue devuelto a las autoridades alemanas ningún judío de los que conseguían entrar en España, incluso los que lo hacían clandestinamente.
 Para que una actitud de mera defensa de la soberanía exterior de España se convirtiera en la política humanitaria aplicada por cónsules como mi padre en Viena o los residentes en Budapest o en París, era condición necesaria que el Gobierno de Madrid no quisiera poner en obra una decidida política antisemita. Ayuda a entender la posición española el discurso que la jefa de la sección Femenina de la Falange, Pilar Primo de Rivera, pronunció en Viena en diciembre de 1942, con mi padre entre el público: “Queremos dejar bien sentado -dijo la hermana de Jose Antonio- que nuestra oposición al judaísmo envolvería, en todo caso, un sentido estrictamente político, económico y social, y no una oposición por razones de raza o religión”. 
Un día mi padre, monárquico afecto al régimen de Franco, me relató con horror que el gauleiter de Austria le había anunciado la solución del problema judío en Viena: todos los israelíes iban a ser deportados de inmediato. Así fui aprendiendo la detestación de todo lo que signifique persecución en nombre del idioma, la religión, la raza, la nación o la historia.
 Relata Luis Suárez que, dos días después de la muerte de Franco y ante el arca de la sinagoga de Nueva York, el rabino hizo ofrenda por el alma del general, “porque ayudó a los judíos durante la Gran Guerra”.

 Pedro SCHWARTZ 
«La vanguardia Digital» ( España ), 4 de mayo de 1.999

21 de noviembre de 2018

Cuando Utrera Molina avisó a Fraga en 2005 acerca de una posible exhumación de Franco




Fue hace 13 años. Gobernaba Rodríguez Zapatero y ya se atisbaba el torrente de odio que originaría su mezquina ley de memoria histórica. Algunos, en nuestra ingenuidad, no creímos que la iniquidad de algunos pudiera llegar tan lejos. Hoy compruebo, rescatando esta carta de su archivo, que mi padre lo vio venir hace mucho tiempo, y sus pronósticos se están cumpliendo con dolorosa exactitud. Recuerdo que me avisaba continuamente: el odio pasa de generación en generación y hay que estar alerta. Él lo estaba y prueba de ello es esta sentida y profética carta que se ha cumplido en todas sus previsiones, incluida la de que su autor no haya sobrevivido para contemplar en carne mortal esta infamia que a toda España llena de oprobio. Ahí está el aviso al Partido Popular que bien poco caso hizo de la opinión de Fraga, si es que alguna vez la transmitió a los suyos, pues incumplió su promesa de derogar esa maldita ley que hoy enfrenta a los españoles con un odio revivido de hace 80 años.   

Aquí dejo la carta para la historia:



«Excmo. Sr. D. Manuel Fraga Iribarne
Presidente de la Xunta de Galicia

Querido amigo:

Creo que me conocerás. Tuve contigo diversos contactos. Los primeros, cuando fui gobernador de Sevilla. Los últimos, en mi penosa singladura como Ministro Secretario General del Movimiento. Soy pues, una sombra, un recuerdo, un superviviente de una etapa que por estimar que fue fecunda me ha obligado a mantener una lealtad que no ha conocido ni la claudicación ni el desvío.

Posiblemente te extrañará esta carta mía. La escribo, no para hacerte ninguna recomendación interesada, ni para solicitar de ti favor alguno. Lo hago consciente de mi deber de español en esta hora que considero peligrosa y difícil.

Tú has conocido la obra del régimen anterior, a la que prestaste tu más brillante colaboración. No voy a pedirte que la defiendas, ni que te manifiestes a su favor, Sé que verdaderamente y no es un tópico, la política es el arte de lo posible y hay cuestiones que están más allá de la barrera de cualquier posibilidad.

Creo y no soy nada catastrofista que se acercan horas difíciles, crueles, de importancia histórica desmedida. Puede ser un tiempo crucial y en él peligra nada más y nada menos que el ser de España, su identidad, su futuro orden de convivencia. No voy a pedirte que hagas declaración alguna en relación con la fechoría del Ministerio de Fomento retirando la estatua de Franco, pero hay algo que me preocupa mucho más y es el porvenir que pueda aguardar al Valle de los Caídos. De fuentes bastante solventes conozco el propósito de liquidar esa magna obra, arrancar el cadáver de Franco y el de José Antonio. Puedo asegurarte sin caer en ningún género de dramatismo que a mí personalmente, no me gustaría sobrevivir a una situación de ese tipo. Preferiría acompañar a tantos que en un sitio y en otro dieron su vida por una España mejor. Pero creo que tú tienes el deber insoslayable de influir en el Partido Popular para que esta infamia no se realice. Sería una vergüenza para todos. Una colosal indignidady una maldición que nos afectaría degradando nuestra conducta.

Tú bien sabes que la Basílica del Valle de los Caídos es un lugar de reconciliación, aunque en algunas circunstancias la presencia de hombres adictos al ideal del 18 de julio ha podido hacer pensar a algunos que queríamos monopolizar ese monumento. Nunca fue así. Pero ahora existe el propósito claro de realizar lo que te he indicado. Tú tienes un enorme prestigio en el Partido Popular, labrado a costa de sacrificios, esfuerzos y de trabajo. Yo, que ya no soy nadie, me atrevo a pedirte que influyas para que el Partido Popular no permita tamaña felonía.

Es triste que la transición, que a mi juicio había logrado un entendimiento fecundo –que siempre creí duradero- peligre hasta el punto de dar cabida a venganzas, a ríos de odio, a inconfesables acusaciones y a entronizar el reino de la mentira y de la injustificada revisión.

Creo que España merece una convivencia en paz, con olvidos y con perdones, pero nunca con revanchas y ajustes de cuentas. De producirse estos ajustes, creo que la balanza se inclinaría siempre a nuestro favor. El propio Carrillo manifestó hace unos días que hacer la revisión del franquismo era un disparate.  

No quiero cansarte más porque, como te he escrito anteriormente, soy ya un ciudadano insignificante, una persona sin voz, una sombra perdida en el pasado, pero yo me atrevo finalmente, recordándote que hicimos guardia tú y yo ante el cadáver de Franco que hagas todo lo posible por impedir este escandaloso despropósito. Creo en tu sentido del honor y confío en que esta carta hallará cumplido eco en el corazón de alguien que, como tú, no ha dejado de ser patriota.

Un fuerte abrazo

José Utrera Molina»

La contestación de Fraga, recibida días después fue escueta y manuscrita:

«ESTOY MUY DE ACUERDO CONTIGO. UN ABRAZO Y FELICIDADES»



Ahí quedan retratadas dos biografías, dos formas de entender la lealtad y la dignidad. No dudo de la sinceridad de Fraga, pero sí de que hiciera algo más que contestar como lo hizo, a la vista de lo que ha sido la deriva del partido que fundó al que sólo le falta para completar el ciclo de su indignidad, abominar públicamente de su fundador.


                                                              LFU

10 de febrero de 2017

Sin Franco no son nada.


Aunque no estamos en noviembre, la gira de Pedro Sánchez cantando la internacional puño en alto por toda la piel de toro ha hecho saltar los resortes del antifranquismo retrospectivo en el PSOE.  Al grito fecundo del “no-es-no” de Schez, el PSOE responde sacando el cadáver del viejo general porque a rojos no nos gana nadie. Nada de ofrecer un proyecto de futuro para el país, la socialdemocracia se la dejamos mejor al PP que ya nos quita votos por allí y a ver si arrancamos votos a la izquierda, arremetiendo contra el cadáver momificado de Franco.   

 A los millenials Franco les queda tan lejos como a mí la guerra de África, pero da igual, porque sin Franco la izquierda no es nada. Nunca podrán agradecerle bastante haber muerto en la cama y haber hecho tantas casas y cosas, sus inundaciones franquistas (antes llamadas pantanos) y ciudades sanitarias de nombre reciclado. ¡Qué sería de ellos si no tuvieran placas que arrancar, calles y hospitales que renombrar y medallas y honores que retirar!  

En definitiva, aunque la coyuntura manda y las primarias se acercan, tras la petición de que saquen a Franco de su última morada, en la que reposa por orden del rey Juan Carlos, se esconde un terrible complejo de inferioridad por no haber podido hacer por los españoles, con una presión fiscal 20 veces mayor, ni una décima parte de lo que hizo el viejo general y encima tener que soportar que el viejo jamás metiese la mano en la caja, lo que no puede decir ningún partido del arco parlamentario.

Si Franco hubiese fracasado, si hubiese muerto arrastrado por los pies y con un país en la ruina como quedaron los países del socialismo real, al PSOE le importaría una higa donde estuviesen sus restos. Pero no pueden resistir que Franco muriera de éxito.  Eso en España no se perdona. Es el pecado nacional por excelencia, la envidia, aliada en este caso con la estupidez.


LFU

23 de diciembre de 2013

Una decisión miserable

La Junta del Gobierno del Colegio de Abogados de Madrid, en silencio, nocturnidad y alevosía y hurtando a la Junta General convocada el debate sobre el asunto, ha decidido retirar los honores concedidos a José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco Bahamonde por otra Junta de Gobierno en el mes de marzo de 1939.

La decisión respecto al anterior Jefe del Estado cabe enmarcarla en la categoría gregaria de las actuaciones de «antifranquismo retrospectivo», que denotan, además de una terrible falta de perspectiva histórica, una carencia considerable de valentía. Sin embargo, la retirada de honores a José Antonio Primo de Rivera, abogado colegiado asesinado en 1936, sólo merece el calificativo de mezquina y miserable.

José Antonio fue, desde muy joven, un abogado brillante y profundamente enamorado de su vocación jurídica. Sin haber cumplido los treinta años, tras escuchar un informe oral suyo el Tribunal Supremo, el entonces Decano del Colegio Francisco Bergamín –que defendía a su contrario- comenzó su intervención diciendo que acababa de escuchar a una gloria del foro.  José Antonio quiso separar su vocación política –a la que llegó para defender el nombre de su padre- de su vocación como jurista. Como él mismo diría un año antes de ser asesinado: “Seamos, pues, políticos, francamente, cuando nos movamos por inquietudes políticas; y luego, en nuestros trabajos profesionales, tengamos la pulcritud de no traer ingredientes de fuera. El juego impasible de las normas es siempre más seguro que nuestra apreciación personal, lo mismo que la balanza pesa con más rigor que nuestra mano. Cuidemos una técnica limpia y exacta, y no olvidemos que en el Derecho toda construcción confusa lleva en el fondo, agazapada, una injusticia.”

Prestó su último servicio como abogado en un memorable y estremecedor informe oral ante el Tribunal Popular de Alicante -que ya tenía de antemano decidida su ejecución- en su propia defensa y en la de su hermano y su cuñada. Al día siguiente, ya condenado a muerte, escribiría con insólita serenidad lo siguiente: Ayer, por última vez, expliqué al Tribunal que me juzgaba lo que es la Falange. (…) Una vez más, observé que muchísimas caras, al principio hostiles, se iluminaban, primero con el asombro y luego con la simpatía. En sus rasgos me parecía leer esta frase: "¡Si hubiésemos sabido que era esto, no estaríamos aquí!" Y, ciertamente, ni hubiéramos estado allí, ni yo ante un Tribunal popular, ni otros matándose por los campos de España. (…).  A esto tendí, y no a granjearme con gallardía de oropel la póstuma reputación de héroe. No me hice responsable de todo ni me ajusté a ninguna otra variante del patrón romántico. Me defendí con los mejores recursos de mi oficio de abogado, tan profundamente querido y cultivado con tanta asiduidad. Quizá no falten comentadores póstumos que me afeen no haber preferido la fanfarronada. Allá cada cual. Para mí, aparte de no ser primer actor en cuanto ocurre, hubiera sido monstruoso y falso entregar sin defensa una vida que aún pudiera ser útil y que no me concedió Dios para que la quemara en holocausto a la vanidad como un castillo de fuegos artificiales. Además, que ni hubiera descendido a ningún ardid reprochable ni a nadie comprometía con mi defensa, y sí, en cambio, cooperaba a la de mis hermanos Margot y Miguel, procesados conmigo y amenazados de penas gravísimas.”

El 6 de septiembre de 1936, la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados, tras declarar su fervorosa adhesión al gobierno del Frente Popular “y, continuando en su misión, tanto de apoyo a la legalidad constitucional como de colaboración en la obra revolucionaria de transformar profundamente la magistratura y de crear la nueva Justicia popular” decidió expulsar de su seno, por indeseables, a 25 colegiados, entre los cuales figuraban Gil Robles, Alcalá Zamora y José Antonio, entonces preso en la prisión de Alicante así como otros, varios de los cuales fueron asesinados en Paracuellos del Jarama poco después de haber sido señalados.

“Ojalá fuera la mía la última sangre española que se vertiera en discordias civiles. Ojalá encontrara ya en paz el pueblo español, tan rico en buenas calidades entrañables, la Patria, el Pan y la Justicia.”. Así se expresaba horas, antes de caer fulminado bajo el trallazo de las balas, el político más excepcional que ha conocido España durante el siglo XX y que, sin embargo, sigue siendo para muchos un perfecto desconocido.

El pasado jueves, otra Junta Colegial, interpretando a la perfección la partitura del odio que había escrito previamente una sectaria asociación de abogados de corte marxista, cometió la postrera villanía de escupir sobre la tumba de un auténtico modelo de hombre y de abogado que entregó su vida por España. Mi hermano César y otros muchos compañeros me acompañaron hasta la madrugada del viernes para tratar de dar testimonio de dignidad ante la felonía que se proponía perpetrar. Pero la Junta de Gobierno nos hurtó la posibilidad de pronunciarnos ocultando arteramente que había hecho suya tan miserable proposición. No importa. Entrada ya la noche, cuando salíamos de aquella Junta, algunos sabíamos que, entre los luceros de la noche clara, nos iluminaba uno que brillaba con la luz propia de la enorme dignidad que jamás una Junta de gobierno de tan escasa talla podrá mancillar.

Luis Felipe Utrera-Molina Gómez

Abogado 

12 de diciembre de 2013

Una propuesta miserable

Según informaba ayer el Diario El Mundo, el próximo día 19 de diciembre, el Colegio de Abogados de Madrid someterá a votación la 4ª proposición promovida por la Asociación Libre de Abogados proponiendo acordar la retirada del título honorífico de Decano honorario del ICAM a José Antonio Primo de Rivera y a Francisco Franco Bahamonde “por su participación en el golpe y posterior alzamiento militar”. Naturalmente, la propuesta obvia que José Antonio Primo de Rivera, ilustre abogado madrileño –del cual el propio Decano Bergamín dijo que era una de las glorias del foro tras escucharle informar en el Supremo-, estaba encarcelado ilegalmente desde principios de marzo de 1936 por el gobierno “democrático” del Frente popular para su posterior asesinato “legal” en el mes de noviembre. En cuanto al anterior Jefe del Estado, todo vale a 38 años de su fallecimiento, siendo de destacar la valentía retrospectiva de la propuesta.

            De sobra sé del poco entusiasmo con el que los abogados se toman las Juntas Colegiales, pero en este caso yo al menos haré una excepción para votar en contra de esta indecente proposición, cobarde donde las haya.  Sin duda hay quien añora aquella junta de gobierno que en 1936 expulsó por "indeseables" y enemigos de la justicia popular revolucionaria, entre otros, a José Antonio Primo de Rivera. Afortunadamente, Francisco Franco nos libró, entre otras cosas, de aquella junta de facinerosos, que ahora, casi ochenta años después, regresa de manos de los herederos del odio.

LFU

20 de noviembre de 2013

Para mí sí es una referencia

Decía ayer un ministro que ni para el Gobierno ni para el Pp, la fecha del 20 de noviembre es ninguna referencia. No me sorprende, entre otras cosas, porque esa fecha les recuerda que llevan dos años en el poder sin cambiar prácticamente nada de lo que hizo Zapatero en 8 años de nefasto gobierno.

En cambio para mí, como para muchísimos españoles de bien, este aniversario sí es una referencia. Una referencia de dignidad, de orgullo y de gratitud.

El 20 de noviembre de 1936 cayó fusilado  el que sin lugar a dudas ha sido el político más limpio, más brillante, más valiente y más preclaro del siglo XX español, José Antonio Primo de Rivera. En sólo 3 años diseñó el germen de una doctrina que jamás pudo desarrollarse en plenitud pero que nacía del ardiente deseo juvenil de superar la atmósfera turbia de una partitocracia que a la postre acabaría desencadenando la peor guerra fratricida de nuestra patria. Su sueño, el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, la justicia social en la superación de la lucha de clases, la reivindicación de la dignidad de la persona como portador de valores eternos y la defensa de la unidad de la patria.  Su nombre debía ser un referente para cualquier político cabal, pero el sectarismo de la izquierda y la cobardía de la derecha lo han arrumbado al desván al que va a parar todo lo que molesta por revolver conciencias atormentadas.

Naturalmente, José Antonio no puede suponer un referente para quienes se han acomodado en un sistema pútrido que ha causado el desprestigio de las instituciones del Estado, para quienes conviven con leyes injustas y criminales como la ley del aborto del gobierno socialista y responden con insólita tibieza e imposibles invitaciones al diálogo a la mayor amenaza secesionista que ha sufrido España en los últimos 500 años

El 20 de noviembre de 1975 murió cristianamente, bajo el manto de la Virgen del Pilar, en la cama de un hospital de la Seguridad Social que él creó, el mejor gobernante que ha tenido España desde Felipe II: Francisco Franco. Fruto de una contingencia histórica dramática, el régimen que él fundó -el primero que venció al comunismo- rescató a España de la miseria para dejarla  situada como novena potencia industrial, con pleno empleo, con una clase media pujante, la presión fiscal más baja de Europa, el mayor nivel de convergencia con Europa en términos de renta per cápita de los últimos 40 años  y un sistema de protección social en la vivienda y en el trabajo que causa sonrojo a los socialdemócratas. Dejó un país en paz y preparado para una democracia constructiva que no fue posible por la ambición, irresponsabilidad  y egoísmo del rey y  los políticos de la transición

Tampoco Francisco Franco puede ser referente alguno para un gobierno y un partido que ha claudicado apresuradamente ante Tribunales como el de Estrasburgo, agachando la cabeza y demostrando  el insignificante peso específico de nuestra nación en el mundo. Para un gobierno que, incumpliendo sus promesas, ahoga a las clases medias con una presión fiscal asfixiante, administra 6 millones de parados y se pliega sumiso a los dictados de la ley de memoria histórica con la que la izquierda más sectaria quiso que muchos de los populares pisoteasen la tumba de sus padres.  

Para mí, hoy es un día de recuerdo y de Esperanza. Porque España ha sido capaz de dar y ensalzar  grandes hombres como los que hoy recordamos. Porque, en la hora de los enanos, los nombres de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco se elevan a la cima de nuestra historia que, algún día, no muy lejano, reconocerá su grandeza como también la pequeñez de los que con tanto desparpajo se atrevieron a ningunearles.

¡Arriba España!


LFU

30 de octubre de 2013

A Franco muerto, gran lanzada



Saliendo al paso de la Proposición no de Ley presentada por el grupo socialista en el Congreso de los Diputados y defendida por el cobarde Odón Elorza -ese mezquino sujeto que se ensuciaba ante la ETA y se envalentona ufano ante un cadáver centenario- merece la pena recordar algunos aspectos de índole jurídico que impiden cualquier actuación como la que se pretende por estos fantoches:

  1. La Basílica de la Santa Cruz del Valle de los Caídos es de titularidad pontificia por Breve pontificio de 1960 firmado por el papa Juan XXIII. Previamente, el papa Pío XII emitió el 27 de mayo de 1958 el breve pontificio “Stat Crux”, mediante el cual ordenaba a la Comunidad Benedictina la custodia del lugar de culto.
  2. De acuerdo con el artículo 1.5 de los Acuerdos entre el Estado Español y la Santa Sede, de 3 de enero de 1979, los lugares de culto tienen garantizada su inviolabilidad con arreglo a las Leyes.
  3. El artículo 16.1 de la Ley de memoria histórica, que no deroga el Decreto Ley de 1957 establece con claridad que El Valle de los Caídos se regirá estrictamente por las normas aplicables con carácter general a los lugares de culto y a los cementerios públicos.
  4. Finalmente, la competencia en materia de Policía Sanitaria y Mortuoria fue transferida a la Comunidad de Madrid por RD 1359/1984. El Decreto 124/1997, por el que se aprueba el Reglamento de Sanidad Mortuoria de la Comunidad de Madrid, establece que toda exhumación de cadáveres precisa autorización de la Consejería de Sanidad, a solicitud de algún familiar o allegado del difunto.
5.     Dicho lo anterior, podemos concluir que:
  1. El gobierno de España no tiene competencia ni autoridad para ordenar ninguna actuación dentro de la Basílica pontificia del Valle de los Caídos, so pena de vulnerar gravemente los Acuerdos con la Santa Sede.
  2. Salvo por orden judicial, no puede exhumarse ningún cadáver sin la autorización (i) de su familia (ii) de la Comunidad de Madrid y (iii) del Abad del Valle de los Caídos, con dignidad episcopal y cuya jurisdicción eclesiástica se extiende por todo el complejo del Valle de los Caídos, desde la verja de entrada, máxima autoridad en el recinto.
  3. El gobierno de España no tiene competencia ni autoridad para ordenar ninguna exhumación, ni del Generalísimo Franco ni de ninguna otra persona, so pena de incurrir en un delito de profanación y de prevaricación.
  4. La familia Franco ya ha declarado en diversas ocasiones de forma expresa –y de manera particular a la llamada “Comisión de Expertos” que visitó a Doña Carmen Franco en su domicilio a tal fin- que no está dispuesta a conceder la autorización para el traslado de los restos del Generalísimo.

            Son éstas, entre otras, las razones por las que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, pese a la violencia e intimidación que ejerció sobre el Valle de los Caídos y la Comunidad Benedictina durante dos legislaturas, no pudo hacer entonces lo que pretende ahora reclamar el grupo socialista. Y son éstas, entre otras, las razones por las que tres de los miembros de la mencionada Comisión de Expertos –Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, Pedro González.-Trevijano Sánchez y Feliciano Barrios Pintado- emitieron un voto particular discrepante con su opinión contraria a la exhumación de los restos del Caudillo.  
          
  Dicho lo anterior, no cabe duda que la talla histórica de Francisco Franco no hace más que agrandarse exponencialmente ante la pequeñez y mezquindad de quienes, 38 años después de su muerte, siguen empeñándose en hacer con sus restos lo que no tuvieron redaños de hacer con su persona.


LFU

30 de septiembre de 2013

A vueltas con el "franquismo"

Hay que reconocer la habilidad de la izquierda para dar la batalla del lenguaje y ganarla. Entre sus muchos logros, el poner el apellido “democrático” a las repúblicas soviéticas, la popularización del término “fascista” como sinónimo de radical, violento o totalitario, (salvando de la quema el término “comunista”). Ahora, en España, toda la izquierda  (incluida UPyD) se ha unido en el ataque furibundo al “franquismo”, tratando de popularizar el término “crímenes franquistas” como verdad de fe proclamada sin rubor en los telediarios (¡¡Qué vergüenza ver al Presidente de RTVE pidiendo disculpas por haber llamado "Caudillo" a Franco en un telediario al comentar una noticia de 1960!!), y promoviendo la inclusión del franquismo, junto con el nazismo y el terrorismo etarra (no el comunismo que sigue siendo algo muy respetable y muy democrático), como verdaderos anatemas en su proyecto de tipificación de los llamados “delitos de odio”. De esta manera, quieren expulsar de la legalidad a cualquiera que ose defender las virtudes del Régimen del 18 de julio y niegue su carácter criminal, incluyéndolos junto con los criminales nazis y etarras en el delirante delito de “negacionismo”, inventado por los vencedores de la Segunda Guerra Mundial y que ahora recogen los perdedores de nuestra Guerra de liberación. Como escuché hace tiempo, la historia la suelen contar los vencedores...menos en España.

Para ello, tienen en el prevaricador Garzón el mejor ariete. Desde Argentina, dictando literalmente los esquizofrénicos autos de la Juez Servini, pretende hacer calar en la sociedad como verdad inatacable que el franquismo fue un régimen criminal que goza de impunidad gracias a un deleznable pacto en la transición, invalidado por la traición de unos y el poder que tenían aún los otros.

Pues bien, lo repetiré una y mil veces, aunque haya un día en que me cueste la libertad. Franco, la mitad del Ejército y la mitad de España no se alzó contra la democracia, ni contra la legalidad vigente, sino contra un sangriento proceso revolucionario marxista, iniciado en 1934 y culminado en el remedo de elecciones de febrero de 1936, acompañado de una persecución religiosa furibunda que llenó de mártires las tierras de España y destruyó una parte importante de nuestro patrimonio cultural.

Franco mantuvo a España fuera de la guerra mundial, venció al maquis (una guerrilla comunista que quería reanudar la guerra civil y provocar la intervención extranjera), y llevó a España desde la ruina a una situación de pleno desarrollo, creando una clase media inexistente en España, alzando a nuestro país hasta la 10ª potencia industrial, con una renta per cápita en 1975 en un 83% de la media de la Unión Europea (ahora estamos en menos un 75%) con pleno empleo, con una protección social sin precedentes y la presión fiscal más baja de toda la OCDE, dejando a un país en paz y preparado para una democracia constructiva.

¿Qué hubo represión después de la guerra? Innegable. También la hubo en Francia, con verdadera y brutal saña, con los colaboracionistas a quienes se fusiló a millares, en Italia, en Inglaterra, en Alemania y en el resto de los países de Europa, sin que por ello se hable hoy de crímenes de la RFA, del Gobierno de Su Majestad, etc.. ¿Qué se cometieron injusticias en la posguerra?. Sin duda y con ser lamentable, hay que situar dicha represión en el contexto histórico del final de una guerra fratricida y en la incertidumbre de un conflicto mundial al que nos querían llevar de cabeza los perdedores de la guerra. Pero eso que llaman –impropiamente- “franquismo” fue mucho más.

Si quieren hablar de “crímenes franquistas”, ¿qué apellido habrá que ponerle a los “crímenes de Estado” de los Gal? ¿Y a la corrupción sin límite que ha atravesado toda la clase política? ¿Se trata de crímenes democráticos?

No sé si, a la larga, la mejor manera de imponer tus tesis a la sociedad es criminalizar al oponente. Desde luego es la mejor para el que carece de argumentos y falsifica la realidad. Pero ésta estrategia totalitaria es la que ha adoptado la izquierda, que ha visto cómo el rescatar una y otra vez el nombre de Franco le produce jugosos e inmediatos réditos ante una derecha acomplejada que, ayuna de principios y referentes, se aferra a la economía como tabla de salvación sin importarle que manipulen la historia y pisoteen la tumba de sus padres.  


LFU

20 de septiembre de 2013

La Legión ahora está de guardia. Por José Utrera Molina

  • Artículo publicado hoy en La Gaceta

    El espíritu de la Legión estará siempre contra quien pretenda romper la unidad de España.

  • Hoy, 20 de septiembre, se cumple el 93 aniversario de la fundación de la Legión. No se trata hoy de glosar un aniversario intrascendente. Tampoco de inclinar las banderas con el gesto de un patriotismo estéril. Se trata, por el contrario, de levantar en el aire enrarecido de España los valores que siempre ha defendido a ultranza la Legión española. El valor, la dignidad, la bravura, el ofrecimiento permanente de la vida, el saber que la proximidad de la muerte no podía levantar ninguna epidemia de miedo sino por el contrario, ver esta última circunstancia con la naturalidad de quien vive en la certeza de la existencia de otra vida.
    Vivimos un mundo absolutamente desquiciado. Los principios que sostuvieron durante tantos años el espíritu de la Legión están siendo atacados permanentemente, aunque nadie puede negar que, en este ataque, hay siempre un principio de respeto inamovible. 
    Se ha criticado a la Legión atribuyéndole un culto innecesario de la muerte, una mirada permanente a lo que ella significa. Pues bien, todo esto produce una buenaventura en el soldado, en su ánimo, en su estilo, en su ofrecimiento, en su dedicación permanente. Yo he vivido el espíritu del Tercio, lo confieso, con delirio apasionado. Para mí, el título de mayor honor que poseo no es otro que el de cabo honorario de la Legión que me obliga permanentemente a estar fundido en el honor de su Credo y en el alma de sus ordenanzas.
    El eco que en la mayoría de los españoles despierta la Legión es indudable. No se trata de una unidad presuntuosa y altanera, sino recia, marcial y entregada a su misión y a su servicio. El legionario es el arquetipo de lo que fue siempre el espíritu del Ejército español, su quinta esencia. Es decir, el legionario ha creído siempre en el amor, en la esperanza y en la vida mostrando su permanente caballerosidad. Su heroísmo no lo pueden negar ni siquiera los que se han constituido como enemigos porque la tradición militar española que elevó a grados inconmensurables de grandeza el espíritu de la Legión española, permanece en pie frente a tantas e injustas agresiones. En una ocasión, comentando con el Caudillo de España Francisco Franco, cofundador de la Legión, las características de las unidades que componían los Tercios me contestó: “En los momentos más agudos de las crisis que desgraciadamente tuvo nuestro país, en la primera línea, sin afán egoísta, sino con el espíritu lleno de amor a España figuró siempre la Legión. Primero en Marruecos; en la revolución de Asturias del 34, después y en nuestra contienda civil, donde laureadas, medallas militares y otras distinciones fueron numerosísimas. Ahora –añadió– la Legión hace guardia”. Yo permanecí en silencio escuchando las palabras de Franco y quise descifrar el mensaje que me trasmitía: “La Legión ahora está de guardia”. 
    Yo me he solidarizado durante toda mi vida con el espíritu de la Legión. Para mí fue un honor inmerecido revistar sus unidades en mi viaje como ministro a Ceuta y Melilla. Puedo afirmar que fue el momento de mayor emoción de mi vida política y que no lo cambiaría por ninguno de los actos y aconteceres que tuve que vivir durante mi etapa de ministro. La Legión ha llevado la vida en la palma de la mano con voluntad de hacer fraternas y aliadas las banderas de la justicia con el signo de la libertad. A los muchos hombres que ofrecieron su vida por el honor de España dedico estas líneas que brotan de mi corazón torrencialmente, porque jamás fui indiferente al espíritu, a la dignidad y al honor que la Legión española representaba y representa. 
    Estoy seguro de que si alguna vez alguien pretendiese romper la unidad de España, el espíritu de la Legión estará siempre contra la tribu, manteniendo en alto el sueño de una España unida y digna y ofreciendo con su sudor, con su voluntad y su sacrificio la entrega que España exige y que el honor demanda.
    José Utrera Molina es cabo honorario de la Legión.

25 de julio de 2013

El 18 de julio. Por José Utrera Molina

(Reproduzco a continuación el contenido íntegro del artículo publicado hoy, con algunos recortes, en la Gaceta)

Hay quienes afirman, con toda razón, que envejecer no es otra cosa que quedarse sin testigos. Yo quiero declarar aquí con toda firmeza que fui testigo del inicio del Alzamiento Nacional el 18 de julio de 1936. Tenía sólo 10 años, pero el alboroto, el sobresalto y la anarquía llegaban por aquel entonces a las proximidades de mi casa. En esa tarde del 18 de julio permanecí en mi pequeño jardín con un íntimo amigo que se llamaba Enrique Morante Villegas que años después y a edad muy joven, marchó a la División Azul y que murió hace unos meses no sin antes haberme visitado para despedirse de mí cuando el ya consideraba próxima su muerte y entregarme el cuaderno con las efemérides militares españolas que tuvieron lugar en las tierras de Rusia.

Aquella tarde comenzamos a escuchar disparos que él atribuía a fuegos de artificio. Yo, sin embargo, le dije que me parecía que eran tiros. Pasados unos minutos abandonamos nuestros juegos y sólo unas horas después, Enrique Morante tuvo que presenciar el asesinato de su padre que fue arrojado por un balcón de la vivienda que habitaban por una milicianada enardecida y rencorosa. Por cierto, los anales de mi memoria, todavía no deteriorados me recuerdan aquel joven compañero mío que nunca tuvo una palabra de rencor y de odio hacia los que habían asesinado a su padre y a muchos de sus familiares.
Mantenía una actitud de fidelidad a nuestros símbolos primeros. Él y yo habíamos pintado en la fachada las flechas rojas que unos amigos mayores nos habían mostrado. Nos parecía entonces que llevábamos a cabo una heroicidad.

El 18 de julio que yo presencié en Málaga fue una explosión revolucionaria donde el eco del rencor y la muerte invadió toda la ciudad. Todas las noches, desde mi casa,  oíamos los disparos de un lugar cercano donde cada noche caían fusilados cientos de malagueños. Recuerdo, porque son instantes que atraviesan el corazón en mi memoria, las largas colas de mujeres y hombres que iban a ensañarse con los cadáveres que estaban allí amontonados. Mis ojos no daban crédito a lo que acontecía delante de nosotros.  Pocos días después, el cadáver del Capitán Huelin que heroicamente mandaba una compañía que intento liberar Málaga, fue expuesto desnudo con un crucifijo en sus partes más íntimas. Puede decirse sin temor a equivocación que el odio había invadido por completo a una parte importante de la ciudad. No entro a considerar las razones de aquellas huestes bárbaras y devastadores. Posiblemente era el resultado de muchos años de escandalosa injusticia social aventado por los comisarios políticos de la Komintern. Pasado el tiempo, con una perspectiva serena, los datos e imágenes que entonces habíamos conocido de manera directa se convirtieron en motivos de reflexión.

Pasados siete meses, Málaga fue liberada de aquella situación insostenible. España entera había sufrido análogas y dramáticas circunstancias. Ya se había declarado una guerra entre hermanos y en las trincheras unos alababan la patria y otros maldecían su existencia. Yo defiendo con toda mi alma la justicia de aquél alzamiento militar. No niego que hubiese razones en las que el bando contrario encontrase una justificación de sus posiciones, pero lo cierto es que España estaba dividida en dos mitades irreconciliables y no era posible la paz.

El Alzamiento no fue un intento grosero de liquidar al oponente sino una necesidad imperiosa de defender a la patria y a le fe frente a quienes las perseguían con saña inusitada quemando iglesias, asesinando brutalmente a religiosos y seglares y exaltando la Unión Soviética frente a la propia patria. No se trataba de aniquilar a los vencidos sino de incorporarlos en un proyecto nuevo de fraterna colaboración.  El propósito del movimiento nacional no fue otro que rescatar a España del riesgo cierto de caer en manos del comunismo libertario que amenazaba con aniquilar el alma milenaria y cristiana de España.  Ante esa situación, españoles de muy diversa condición se unieron en la defensa de Dios y de España en torno al Ejército, la Falange y el Requeté, haciendo de su vida una generosa ofrenda que difícilmente pueden llegar a comprender y apreciar los jóvenes de hoy.

Para mí, que era entonces muy pequeño pero que conocía ya la muerte de muchos de mis familiares en uno y otro bando, el 18 de julio fue al principio una espina que atravesaba mi corazón sin paliativos, pero hoy es un recuerdo vigoroso y gallardo,  sobre todo frente a los que se empeñan en extender día tras día, a través de medios de comunicación, la gran mentira sobre el movimiento nacional y el 18 de julio. Nadie niega que aquella situación fuera durísima y que en una parte y en la otra se produjeran situaciones injustificables.  Pero no perdamos nunca de vista que la idea de la salvación de España estuvo en un lugar mientras que en el otro, su destrucción y su aniquilamiento eran consignas que se trasmitían a través de los micrófonos y de los medios de comunicación. El clamor extendido en Madrid del ¡Viva Rusia! y el ensalzamiento del materialismo marxista, fueron las claves que explican que España tuviese que ofrecer al mundo en holocausto el perfil sangriento de la primera derrota del comunismo internacional. Así lo reconoció con honestidad el propio Julián Besteiro poco después: “La verdad real: estamos derrotados por nuestras propias culpas: estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizás los siglos...”.

Hoy, que conmemoramos algunos que aún permanecemos de pie aquella efeméride trágica, pero trascendente y liberadora, pedimos a Dios que no vuelvan otra vez tiempos de ensañamientos y de beligerancias sino que nos incorporemos de verdad a una tarea común con olvido de trágicas situaciones superadas.

Reina la paz en España, pero en el horizonte de nuestra patria están cuajando densos nubarrones en los que aflora la mentira, la falsedad y la injusticia. Ayer mismo, en el trascurso de un espacio para hablar de la guerra civil se afirmaba nada más y nada menos que los muertos de un bando habían sido superiores a los del otro, pretendiendo enfrentar a los muertos de ayer con el recuerdo de los testigos de ahora.  Si hubo un grito unánime y vigoroso en aquellos días aciagos de mi infancia fue el de ¡Arriba España!.  Aquel grito era la manifestación de una voluntad colectiva de levantar a España de la ruina y la destrucción hacia la realidad confortadora de una España unida en paz, proyectando estos sentimientos hacia el futuro. Yo he servido estos ideales durante los años que duró el Estado del 18 de julio. No he traicionado su espíritu, he comprendido su justificación y sobre todo, en mi memoria limpia y en muchas ocasiones rejuvenecida, permanece viva la imagen de un hombre atrozmente asesinado en las tierras de Alicante que se llamó José Antonio Primo de Rivera, líder juvenil, apuesto y gallardo de una minoría que engrandeció los límites de su proyección política y la del conductor de un pueblo en marcha que se llamó Francisco Franco, que levantó a España de una postración secular proyectándola hacia un futuro en paz y prosperidad.  

Declaro aquí, una vez más, mi lealtad al espíritu del 18 de julio y aspiro a que algún día los españoles comprendan el necesario sacrificio de aquel grupo de hombres que alzó sus estandartes y banderas soñando y amando la verdadera libertad de España, por la que combatieron con espléndido sacrificio e indudable heroísmo.

JOSE UTRERA MOLINA

Abogado y Ex ministro

21 de mayo de 2013

Significación del 18 de julio. Por José Utrera Molina


(Aprovechando que hoy el Parlamento español dedicará parte de su tiempo, no a solucionar los problemas que aquejan a loes españoles, sino a debatir si declara el 18 de julio día de la condena al franquismo, rescato un artículo escrito por mi padre hace unos años sobre la significación de tal efemérides)

El 18 de julio constituye para los que ya tenemos sobre nuestras espaldas el peso aún soportable de los ochenta años, un hito fundamental en nuestra vida. A partir de aquél día, los que éramos entonces niños, empezamos a tener conciencia de que algo muy grave ocurría a nuestro alrededor. No era el estallido de las bombas tan solo lo que nos preocupaba, ni la escucha de los tiros cercanos, ni los ruidos desconocidos hasta entonces, era una conmoción más profunda la que empezaba a perturbar nuestro ánimo.

La muerte empezaba ya a golpear nuestros jóvenes corazones. Después, siete meses de tiranía roja donde verdaderamente la barbarie se apoderó de nuestra ciudad. Aún no he perdido la memoria de las largas filas que se organizaban para ver los cadáveres de los muertos la noche anterior, próximos a donde yo vivía, que eran objeto de profanación y de escarnio. Aquello hacía que en nosotros se produjera el primer asombro, la primera ingrata y dolorida sorpresa y es que la aparición de los rencores era ya la primera declaración de una guerra que iba a durar tres años.

Yo fui testigo de aquel tiempo porque un hermano de mi madre había acaudillado la sublevación en Albacete y días después caía apuñalado vilmente en el hospital Militar de Cartagena. Otro hermano suyo, había sido el que mandaba por entonces, lo que llamábamos el Tercio Legionario. Luis Molina, era despojado de su condición de mando con responsabilidad. El retiro de la carrera de las armas que había sido el sustento de su vida, le llevó a un estado de tristeza que terminó con su vida meses después. El drama de España estuvo pues desde los primeros días en mi propia familia. No fue posible la Paz.

Ahora, con la perspectiva de nuestro tiempo, vemos que el 18 de julio estuvo muy lejos de ser una luminaria fascinadora que hizo que muchos entregaran su vida con el sueño de una España mejor. Sino algo mucho más profundo. Una coyuntura revolucionaria llamada a cambiar la faz de nuestro pueblo y de terminar con la sequía social de aquella época.

Un nuevo horizonte aparecía ante nosotros y efectivamente, los españoles nos pusimos a trabajar y a cambiar la dura realidad de nuestra Patria. Primero con la generosidad para los vencidos, practicando como lo hicimos en las filas del Frente de Juventudes una verdadera reconciliación y en segundo término, trabajando para redimir siglos de vacío y años de ruindad y desengaños.

La España del 18 de julio no se parece en nada a la que hoy contemplamos. En su aspecto físico no digamos, quizás los valores que entonces eran la clave de nuestra existencia, los ideales que alentaban junto a nuestras banderas no están presentes, pero en muchos de nosotros vive el 18 de julio, no como una fecha sino, como un aldabonazo que resuena en nuestro corazón y nos recuerda que no podemos traicionar la memoria de los que con el sueño de una España mejor, dieron sus haciendas y sus vidas.

El 18 de julio estuvo por tanto muy lejos de haber sido una conspiración de unos generales resentidos. Fue el estallido de un pueblo que había soportado impasible el desorden, la injusticia, el asesinato y la corrupción. Lo cierto fue que España volvió a tener fuego, luz y razón en el fondo de su sangre conmovida. En uno y otro bando se produjeron sacrificios extraordinarios, pero al final de tan doloroso parto, España levantó su cabeza y los que entonces teníamos diez años, empezamos a actuar como hombres y como tales sentimos ya una precoz responsabilidad, un interés por las cosas de España, que después cristalizaría en una adscripción absoluta a quien se había convertido en Caudillo de nuestro pueblo, Francisco Franco, que representaba el ideal de la mejor capitanía española.

La historia se suele contemplar con la objetividad de la distancia, por eso, podemos decir que a partir de entonces, España empezó un nuevo camino y que el hecho histórico del 18 de julio tuvo unas consecuencias posteriores para la historia de España. Esto es algo que nadie puede discutir. Se cambiaron las estructuras sociales, se realizó una política educativa que terminó con el analfabetismo, nuevas tierras se pusieron en regadío, infinidad de casas se levantaron para los más humildes y todo ello con la creación de una nueva clase media que equilibraba socialmente las tensiones que habitualmente habían enfrentado a los españoles.

Alguien se preguntará ¿Cómo hubo gentes que se opusieran al término del Estado del 18 de julio, a su liquidación y a su destrucción absoluta?. Fuimos una minoría que creíamos al menos, -yo así lo declaro- que el Régimen podía evolucionar y encontrar nuevos caminos de representación social y política; que podíamos alcanzar la modernidad sin enrolarnos en nostalgias desfasadas, pero no fue posible.

Yo advertí a Franco en una de las últimas conversaciones que mantuve con él, de que su sucesor emprendería un nuevo camino. Aquellas palabras mías impresionaron profunda y negativamente a Franco, pero yo insistí en que teniendo en cuenta estas circunstancias “nada estaba atado y bien atado” y aquellos pronósticos, ciertamente sombríos, se convirtieron en realidad. El que fuera Rey de España por el apoyo y voluntad de Francisco Franco, no tardó demasiado en olvidar lo que le debía. Ha sido un olvido tan brillante como silencioso. Todavía recuerdo sus palabras de apoyo y alabanza al que fue Caudillo de España. Yo fui testigo de ellas. Más hoy se puede insultar a Francisco Franco sin que exista una voz, concretamente la suya, para defender a quien sólo quiso servir la causa social de todos los españoles. Franco creyó profundamente que su sucesor al menos, iba a respetar una parte mínima de su obra. Pero no ha sido así.

De todas formas, el Estado del 18 de julio ocupa un lugar preferente en nuestra historia. Supuso un beneficio importantísimo para todos los españoles, nos libró de una contienda mundial que hubiera arruinado nuestro presente y nuestro porvenir, moderó extremismos, no ejerció jamás la venganza y el odio, abrió nuevos caminos. Convirtió a España en la novena potencia mundial con la tasa fiscal más baja del mundo y su conductor que fue por encima de todo un noble y recio soldado, amó a España hasta sus últimos instantes. Cuando tenía ya roto el corazón, sólo le preocupaba el futuro de su unidad. Este fue el último mensaje que le transmitió al entonces Príncipe de España, en una de las últimas visitas, que le hizo cuando ya su gravedad era irrefrenable. Unidad solicitada –tal vez con suprema angustia- por Franco, una unidad que hoy encontramos amenazada por la traición y por el olvido, de los que por sentido del honor estaban más obligados a defenderla.

Aún así, yo no pierdo la esperanza y sé que al final de este largo túnel brilla aún una pequeña luz, que alumbrará en el futuro nuevos caminos y nuevos espacios de fraternidad y convivencia. España no puede morir.


JOSÉ UTRERA MOLINA

23 de abril de 2013

El “antifranquista” Miguel Ángel Rodriguez



Aunque me declaro alérgico a las tertulias televisivas, su insoportable omnipresencia en casi todos los canales dificulta la labor de evitarlas, por lo que el pasado domingo caí en la tentación de ver una durante un rato, animado por la siempre interesante presencia de Pío Moa y también de mi joven amigo Blas Piñar que, como decimos por el sur, no da puntada sin hilo.

Resulta regocijante contemplar como Pío, con su aplomo, seguridad, valentía y ausencia de complejos logra sacar de sus casillas no sólo a la caverna social-comunista –de la que procede- sino también a los papanatas de la derecha liberal a los que la sola mención del nombre de Franco les produce sarpullidos y entusiastas adhesiones a los más rancios postulados de la izquierda.

Recordaba Moa con la parsimonia que le caracteriza, que la ETA (si, la ETA) y los socialistas han tenido diversas cosas en común a lo largo de su historia, entre ellas su carácter socialista y su condición antifranquista. A pesar de lo incontestable de tal verdad -que no quita que existan diferencias entre unos y otros- saltaron de sus asientos los cavernícolas de la izquierda anatemizando al sosegado historiador por recordar una obviedad.  Fue entonces cuando el aguerrido Miguel Ángel Rodríguez (más conocido como MAR), abriéndose el pecho en generoso holocausto saltó de su asiento para pronunciar una frase que quedará esculpida en el aire para la historia: “Quiero que conste que yo también soy antifranquista”.

Olvidó el felón aclarar el carácter retrospectivo de su heroica condición, pues nacido en 1964, no parece factible reconocer el marchamo de luchador antifranquista a un retoño que tenía 11 añitos cuando Franco nos dejó. Pero para los restos queda su inefable valor y gallardía al declarar, 38 años después de la muerte de Franco y de su régimen, su condición antifranquista.

Conociendo al personaje, experto muñidor de alcantarillas y sutil propagador de rumores y maledicencias, tengo para mí que de haber tenido Rodriguez una edad lozana en vida de Franco, habría medrado en el movimiento y en su contrario para ver por donde salía el sol con más fuerza y muy probablemente habría servido al insigne estadista Suárez con camisa azul y también sin ella en el rápido desmontaje de su trampolín. Lástima no haber podido comprobarlo.

En cualquier caso, confieso que tras escuchar la ardiente proclama de Rodríguez apagué la televisión para no tener que escuchar más gilipolleces y entregarme sosegado en los brazos de Morfeo.

LFU

3 de abril de 2013

"La hora de la Monarquía". La obra cumbre de Luis María Anson, el gran fabulador.


El célebre fabulador Luis María Anson alcanzó la cumbre de la mentira con su fábula histórica “Don Juan” en el que se inventó sin rubor una historia reciente de España absolutamente delirante que únicamente  encuentra acomodo en la retorcida mente del atrabiliario y rijoso académico.

Pero mucho antes de alcanzar la cima de su popularidad, dejó escrito un libro excepcional “La Hora de la Monarquía”. (Ediciones Prensa Española 1958), dedicado a su entonces maestro Eugenio Vegas Lataipe, en el que abomina de lo que ahora defiende con ardor, la monarquía liberal, defendiendo la monarquía católica representativa,  del que merece la pena extractar algunas afirmaciones que seguramente harán la delicia de muchos.

Entre todas ellas, resulta especialmente profética la siguiente: “En España la alianza de la Monarquía con el liberalismo o el izquierdismo significaría, en un plazo más o menos corto, indefectiblemente, la anulación y eliminación de la Monarquía. Por eso sobra la miopía política de algunos monárquicos que propugnan la colaboración con los grupos liberales o izquierdistas”.  

Visto lo visto, parece que lleva camino de no equivocarse….pero no se pierdan las que siguen:

Yo quiero afirmar que si se entiende por democracia el gobierno del pueblo por el propio pueblo, la lucha de partidos, el ateísmo en el Estado y el sufragio universal, soy radicalmente antidemócrata

“para algunos el totalitarismo es lo contrario al liberalismo. Y, sin embargo, tienen una misma e idéntica esencia”.

“dentro de ese concepto de liberalismo (negación del orden divino) tan liberal es el Dictador ruso como la Asamblea francesa. El error está en el poder humano sin límites, en no aceptar, en negar la ley cristiana, revelada como fundamento de la sociedad”.

el sufragio, los partidos sin límite, el parlamentarismo absoluto, eso ya no quedan hombres inteligentes que lo defiendan”, porque “los delirios liberales conducen primero a la mediocridad, luego a la corrupción, finalmente a la anarquía y al caos”.

De hecho, la doctrina liberal “no es nada que se pueda tomar en serio. Es, cuando mucho, el oportunismo político, la incapacidad y la incompetencia y, eso sí, indefectiblemente, la pedantería y la suficiencia”.

“el monárquico liberal es un completo absurdo, aunque eso sí, un absurdo bastante frecuente. A la larga tal vez sea más dañino para el país y para la propia Institución que el mismo republicano”.

“La democracia inorgánica, el sufragio universal, los partidos políticos y el parlamentarismo, este es el atractivo y nefasto ropaje exterior que emboba a los ingenuos, a los débiles mentales o a los que no han estudiado suficientemente”.

“Porque si el liberalismo católico, en sí mismo, no es tan condenable como el socialismo, resulta, sin embargo, mil veces más peligroso. Los enemigos son siempre preferibles a los traidores”.

“En cuanto a la libertad de enseñanza, nada existe más peligroso para el Catolicismo que este principio, hijo bastardo de la Revolución laica”. Por ello, “donde no quede más remedio, es evidente que habrá que aceptar la libertad de enseñanza, pero éste no es el ideal de la Iglesia”. Porque lo ortodoxo es que “el error no tiene ningún derecho” y “sólo puede haber libertad para la Verdad”.
la libertad de prensa “ha de tener forzosamente unos límites”, de modo que “quienes han propugnado una libertad absoluta de Prensa, han fracasado”

“la Monarquía liberal es la táctica que emplean los republicanos para llegar más fácilmente a la República”.

El monárquico Anson propugna “la Monarquía pura, a la que hoy se llama representativa para diferenciarla de sus varias adulteraciones históricas: la Monarquía absoluta, la Monarquía liberal, la Monarquía electiva”.

 “el derecho de sucesión no se funda solamente en que el heredero se ha educado desde la niñez en su profesión, convirtiéndose así en un ‘profesional’. Ni se basa tampoco en la permanencia de la Jefatura suprema del Estado. La justificación más profunda de la función monárquica consiste en que, en virtud de la herencia, el Monarca no ha de agradecer su puesto a éste o al otro grupo, sino sólo a la voluntad del Todopoderoso”.

si el fin del Estado es el Bien Común, el sistema político más aceptable será aquel capaz de conseguir ese Bien Común de manera más perfecta. De aquí nace una adhesión espontánea a la Monarquía representativa y una repulsa completa de la República en cualquiera de sus formas, sobre todo en la más pura, la liberal y parlamentaria, del sufragio universal y del partidismo sin medida”, puesto que “pocos principios revolucionarios existen en la actualidad tan desprestigiados, teórica y prácticamente, como el del sufragio universal”. Nada peor: “el sufragio inorgánico es un pésimo, un lamentable sistema representativo”.

 “La Monarquía en España o es católica o no puede existir porque la llamada Monarquía liberal es el puente tendido hacia la República, es el pacto entre la Institución y la Revolución”.

“O restauramos íntegramente la Monarquía de Su Majestad Católica, o empujamos a la nación hacia la República, hacia la Revolución y hacia el abismo”.

“En los países gobernados por un Estado católico, no se puede consentir la existencia de ningún partido que propague principios religiosos, sociales o políticos distintos a los de la doctrina católica”.

“En una Monarquía católica es inadmisible la existencia de cualquier partido que, directa o indirectamente, ataque o menoscabe los siguientes principios fundamentales: La Religión Católica, la unidad nacional, la Monarquía representativa, la legitimidad dinástica, la representación orgánica, los derechos y deberes de la persona y el resto de los principios contenidos en las leyes fundamentales de la nación”.

Impresionante ¿no creen?. El caso es que anoche, en un descuido, me pareció escuchar al gran fabulador hablar de la «atroz» dictadura de Franco y del daño que éste hizo a la monarquía (supongo que se refería a la designación de Juan Carlos como sucesor). Y, de repente, me vino a la memoria aquél libro tan curioso que tan pocos conocen……

LFU