"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

27 de junio de 2025

Mi querida mamá


 Querida mamá:

              He querido dejar pasar unos meses para escribirte, algo más tranquilo, lo que he sentido desde que el Señor ha querido llevarte con Él.

              Al despedirme de ti, al pensar que no ya voy a comer contigo los miércoles y los viernes, ni voy a echar la tarde de los domingos con todos los hermanos alrededor tuyo, se me hace un nudo en la garganta porque, aunque en los últimos años escuchabas más que hablabas, tenerte cerca, poder marcar el teléfono y escuchar tu voz al otro lado, me hacía sentir que el niño que aún hay en mí, aún no había desaparecido.

              Desde que se fue papá, hace ocho años, has seguido siendo el pilar de nuestra familia. Sin la menor queja has venido aceptando las limitaciones cada vez mayores de tu enfermedad con una invariable sonrisa. Hasta el final siempre has respondido con un “divinamente” cuando te preguntábamos ¿Cómo estás?. Y ahora los ocho andamos como desorientados, buscando los recuerdos de una maravillosa niñez que contigo parece haberse marchado para siempre. Con un vacío en nuestro corazón que sólo encuentra consuelo en saber que te hemos acompañado hasta el final, todos juntos, con el mismo cariño y ternura que tú nos regalaste a lo largo de tu preciosa y fecunda existencia, como a ti te gustaba, viéndonos unidos y más hermanados que nunca en el dolor, y también en la esperanza. Qué privilegio haber podido despedirnos de ti durante una semana dándote las gracias, regalándote mil besos, acariciando tus manos, diciéndote una y mil veces te quiero, y rezando junto a ti. 

              Tú has sido siempre la piedra, la fortaleza en la que se han refugiado todos nuestros temores y el hombro sobre el que hemos derramado nuestra impotencia. Hoy sé bien que papá nunca hubiera sido lo que fue sin tu constante y desinteresado apoyo, tu amorosa entrega, tu callado sacrificio, tus vacunas de realidad contra sueños imposibles y, sobre todo, por la extraordinaria confianza en Dios que ha sido el verdadero motor de tu vida.

Tú nunca tuviste miedo, porque desde niña depositaste tu confianza en Dios y esa confianza jamás sufrió merma alguna. Esa es una de las lecciones vitales más importantes que nos has dejado.  Tu ausencia de temor no era sino obediencia a un destino del que nunca desconfiaste. Así lo confesabas en tu diario “yo vivo confiada y contenta permaneciendo siempre con la incógnita de qué ocurrirá mañana”.

              Recuerdo cómo nos contabas los temores de papá cuando decidiste construir la casa familiar de Nerja: ¿Y si no podemos pagarla? y tú le contestabas: “pues la vendemos y no pasa nada”. Esa ausencia de temor fue la que te llevó a apoyarle sin fisuras en el momento más crítico de vuestras vidas, cuando con 50 años y ocho hijos aún pequeños, papá decidió elegir el camino más difícil por un imperativo de lealtad y de coherencia.  Fueron implacables con él por no abjurar de lo que había sido y vinieron tiempos de preocupaciones y apreturas. Comimos tantas lentejas que las aborreciste, pero nunca dejaste de confiar en Dios y a fe que Él no te abandonó.

Papá no pudo describirlo mejor: “Debo dejar constancia que lo poco de bueno que ha podido tener mi vida lo debo enteramente a mi mujer. En ella encontró mi pasión su freno, mi impaciencia su sosiego, mis arrebatos la calma. Palió mi dolor con inagotable ternura y compartió riesgos, ilusiones y sueños, alimentando de continúo mis esperanzas. Inteligente, abnegada y leal. Sus ojos, muy claros, jamás se empañaron en la simulación o en el engaño. Hemos respirado juntos, hemos sufrido juntos. Ha sido mi lazo vital. Su confianza venció siempre mis desesperaciones, alegrando mi corazón con el tierno preaviso de la mira de un Dios nunca ausente en su vida. Su intuición fue siempre casi mágica y su amor ha llenado de luz de aventura de mis sueños.”

              Te fuiste de nuestro lado pocos minutos después de que terminase el día 22 de febrero. Fue un 22 el día en que papá se te declaró y estrelló su reloj contra la pared de tu portal de la calle San Lorenzo para que el tiempo se detuviese en aquél mágico instante; un 22 que celebrabais siempre de novios como una fecha talismán y en el que invariablemente papá te regalaba un libro con una dedicatoria a su estilo: “Dicen que Garcilaso murió por asaltar él primero una fortaleza. Vale la pena morir por asaltar soñando la fortaleza inmaculada de tu amor”; un 22 tuvisteis vuestro primer hijo y un 22 nos despedimos de papá en su marcha a los luceros.  

              Durante estos meses, muchas cosas han cambiado. Nos has dejado un vacío imposible de llenar y empezamos a vivir una nueva vida sin ti. La primera semana santa sin ti, el primer 10 de junio sin llevarte nardos, y ahora el primer verano…todo se hace muy cuesta arriba pero la vida sigue y tenemos que acostumbrarnos a tenerte, de otra manera.  También ha habido momentos buenos, como la recuperación de María del Mar, el nacimiento de Alonso (el 44) y la boda de Ignacio, que seguro os habrán llenado de alegría y en Nerja las rosas han vuelto a brotar como siempre, los helechos están frondosos y los jazmines llenan tu jardín de ese perfume que tanto te gustaba.

              Lo que no ha cambiado nada es la unión y el cariño que nos tenemos los ocho. El estar juntos, el apoyarnos los unos en los otros, es el mejor legado, el mayor consuelo y, al mismo tiempo, el mejor homenaje que podemos haceros. Nunca podremos agradeceros bastante el enorme ejemplo recibido de entrega, de amor y de sacrificio que nos habéis dado.

              Sigue cuidándonos desde arriba con papá. Seguro que ahora estás aún más guapa de lo que te hemos visto nunca. Yo seguiré diciéndote “te quiero” cada noche y tu presencia permanecerá en nuestro corazón hasta el fin de nuestros días.  

              Gracias.


No hay comentarios: