La noticia de la reciente “paternidad” de un famoso cantante español célebre también por su ambivalencia sexual y por su decidido apoyo al infame presidente que aún padecemos, vuelve a poner sobre la mesa la terrible amoralidad que supone la pretendida reivindicación de un supuesto e inexistente derecho a la paternidad y su colisión con los derechos fundamentales de los niños.
El hombre se empeña, una vez más, en forzar lo que el orden natural le niega, pero siguiendo en este caso sus caprichos más egoístas y despreciando las consecuencias de todo orden que su decisión pueda tener en los seres humanos que son objeto de su deseo. Y en esto, como en todo, hay grados. No es lo mismo en modo alguno que un matrimonio joven que no pueda concebir naturalmente recurra a técnicas de reproducción asistida para poder concebir un hijo al que pueden garantizar sus derechos y necesidades básicas como cualquier otro matrimonio -lo que éticamente no debería plantear conflicto alguno-, que una pareja homosexual u hombres o mujeres solos recurran a una madre de alquiler para poder disfrutar de la compañía de un recién nacido que no pueden/quieren concebir de otro modo.
En primer lugar, porque concebir un hijo en el cuerpo de una mujer que abandonará a su hijo nada más nacer, sólo por el capricho de satisfacer el deseo de paternidad de alguien que naturalmente no puede –o no quiere- concebir, no sólo es tratar a un ser humano como una mercancía más, sino negarle a dicho ser humano el derecho a no ser separado de su madre y a conocer sus antecedentes biológicos, cuando no el derecho de todo niño a tener un padre y una madre, derecho que sólo la naturaleza –y no el egoísmo de un individuo- puede negarle. Y ello sin pensar, por supuesto en el drama que para una mujer económicamente necesitada supone verse privada para siempre de un hijo que ha llevado nueve meses en su vientre.
Los terribles abusos que se están cometiendo en este campo nos demuestran que no existen límites morales ni éticos en esta sociedad relativista para la que el fin –verdadero capricho en la mayor parte de los casos- justifica los medios. Del mismo modo que los padres no capacitados pueden y deben verse privados de la patria potestad de sus hijos naturales, y que no pueden adoptar quienes no estén en condiciones de garantizar adecuadamente las necesidades básicas de un niño, debe negarse por ley que alguien pueda asumir la paternidad de un ser humano a través de una transacción económica máxime cuando no está en condiciones de garantizar mínimamente los derechos del niño objeto de dicha transacción.
Ya se han dado casos en los que un matrimonio ha asesinado a unos gemelos varones porque querían una niña. Contemplamos con pavorosa normalidad la selección artificial de la especie mediante técnicas dirigidas a crear bebés a la carta. Estamos acostumbrados a ver madres solteras famosas de sesenta años y famosos homosexuales con bebés recién nacidos a los que no sólo se les está negando conocer a sus padres o madres, sino que se les condena a una infancia diferente sin padre o madre y muchas veces con madres o padres cercanos a la ancianidad. Ya no es sólo que se cometa un agravio flagrante con los matrimonios que quieren adoptar. Es que se ha perdido el norte. ¿Alguien piensa en esos niños? ¿Alguien se pregunta si le hubiera gustado nacer en esas condiciones?.
Urge poner coto desde el gobierno a tanto desafuero que puede dar rienda suelta a las más increíbles aberraciones. Noticias como la paternidad del cantante de marras, que se unen a la del cantante portorriqueño recien salido del armario y a la del inglés y su amiguito monflorita de la fotografía deberían ser objeto de rechazo moral y repudio legal por la sociedad antes de que sea demasiado tarde, por lo que conlleva de profundo desprecio a la dignidad de la vida humana.
LFU