"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

21 de mayo de 2014

La muerte no es el final


Pilar, la mujer de mi amigo Federico, me llamó hace unos días para invitarme al funeral de su suegra. Llegué antes de la hora y me acerqué circunspecto a dar el pésame a mi amigo con el consabido y mecánico “Lo siento mucho”. A mitad del abrazo, Federico se apartó y con los ojos muy abiertos me pregunto: «¿Por qué? ¡Pero si lo que tienes que hacer es darme la enhorabuena!.  No te imaginas la muerte más bonita que tuvo. Vino la Virgen a llevársela cuando estaba en paz, rodeada de sus siete hijos que rezábamos el rosario junto a su cama. Allí se respiraba alegría –incluso mientras la velaba se me escapaba una sonrisa- porque todos sabíamos cómo había vivido en el amor y lo grande que era la felicidad que le esperaba.»

Aunque una y otra vez leamos el Evangelio, a los cristianos rara vez se nos nota la alegría que debíamos tener cada mañana. Vivimos como si no creyésemos de verdad que al otro lado está la Gloria, como si no fuera más que un consuelo o engañifa con el que mitigar nuestro dolor, como si la muerte fuera de verdad el final.  Federico no es así. Allí por donde pasa se encarga de predicar con su ejemplo la alegría de la resurrección. Y así fue el impresionante funeral de su madre, que comenzó con un impresionante Gloria y acabó con un emotivo y vascongado Agur Jesusen ama. Allí se respiraba alegría, gratitud y mucho amor. Se estaba en la gloria. No había ninguna duda de que allí mismo estaba Dios.

Enhorabuena Federico y gracias, Pilar por no dejar que me perdiese una celebración tan feliz y entrañable.

Laus Deo

LFU


7 de mayo de 2014

A mi hija Victoria, en su Primera Comunión

Querida Victoria

                Hace algo más de nueve años, cuando ya te intuíamos sin conocerte, visité el Santuario de Santa María de la Victoria y te encomendé para siempre a la Virgen anunciándole que si eras niña, llevarías Su nombre.

                El día de tu bautismo elegimos mamá y yo la carta de San Pablo a los Corintios “si no tengo amor, no soy nada”.  Quisimos que tu primera entrega a Cristo empezase con una invocación al amor.

Mañana será un día grande para toda la familia. Abrirás tu corazón a Jesús recibiendo el sacramento más importante, el de la comunión, y por eso quiero dedicarte unas líneas escritas desde el corazón.

                Jesús dijo: "Si uno come de este pan, vivirá para siempre [...] El que come mi Carne y bebe mi Sangre, tiene vida eterna [...] permanece en mí y yo en él".  No olvides nunca que no hay amor más grande que el del que da su vida por los demás. Cada vez que comulgues te unirás más a Jesús, y te harás partícipe de su amor. Es la “poción mágica” de los cristianos, la que nos hace más fuertes frente al mal que se esconde detrás de cada esquina. Por eso no olvides nunca que antes de tomarla deberás tener el corazón preparado para recibirle, como preparamos la casa cuando recibimos a un invitado.

Hace tres años, tu abuelo Pepe ya definía a la perfección los rasgos de tu carácter en los últimos versos del soneto que te dedicó:

Curiosidad y afán avizorante,
llenan de gozo tu mirar sereno
descubriendo la vida a cada instante

Atrevida, audaz, perseverante,
está tu corazón de magia lleno
y te lo llevas todo por delante.

Ansiosa siempre por descubrir el afán de cada día, hoy estás preparada para recibir por primera vez el cuerpo y la sangre de Jesús. Cuando pasen los años, la fecha de mañana será de las pocas que nunca olvidarás en tu calendario. La alegría y la fortaleza que salen de ti son prueba de que el amor de Dios reina en tu corazón, que debes cuidar para que sea el mejor portal en el que pueda nacer cada mañana. 

Que Él te bendiga mañana y el resto de tu vida, que deseo feliz y adivino intensa, decidida y arrolladora. Persevera en tu generosidad y en la facilidad con la que das amor a los demás. Esa y no otra será la clave de tu felicidad.


Tu padre que tanto te quiere.

Luis Felipe Utrera-Molina

25 de abril de 2014

¡No tengáis miedo!

La Navidad de 1981 tuvo para mí un significado especial. Mis padres nos llevaron a los ocho a Roma para celebrar sus bodas de plata. Por primera vez pisé la ciudad eterna y tuve el privilegio, junto con mis padres y hermanos, de besar el anillo del pescador y hablar brevemente con el que el próximo domingo será elevado a los altares por la Iglesia. Aquí os dejo el testimonio gráfico de la ocasión.

San Juan Pablo II pasará a la historia como el papa de la familia y el que mejor representó la aceptación de la pasión de Cristo en carne propia. El que abrió su pontificado, joven y vigoroso saliendo al balcón de la logia de San Pedro con aquél grito potente y esperanzador:  ¡¡No Tengáis miedo, abrid las puertas a Cristo!! acabó sus días enseñando al mundo la dignidad de su dolor y la entrega a los demás desde la postración de su enfermedad. En un mundo en el que se aparta a los ancianos y se elude la visión molesta del dolor, él quiso dar al mundo una lección de esperanza y de amorosa aceptación de la cruz que le había correspondido.

Jamás olvidaré la emoción del día en que su voz se quebró para siempre ante las cámaras del mundo entero. Su mirada, mezcla de impotencia y aceptación humilde de su dolor era una escena estremecedora de la pasión. Recuerdo que lloré con esa mezcla de tristeza y alegría que tiene la emoción de contemplar algo tan terriblemente doloroso como extraordinariamente hermoso.

El próximo domingo, una de mis hermanas tendrá el inmenso privilegio de estar de nuevo en Roma en la canonización del que será para siempre mi Papa. De alguna manera, nos representará a todos para agradecerle las gracias que por su intercesión hemos alcanzado.  Cuando el mal nos acecha, cuando nos gana la partida, cuando nos damos cuenta de nuestra pequeñez y miseria, cuando el dolor nos puede y acobarda, siempre tendremos su imagen fuerte de esperanza del primer día y la amorosa y dulce mirada de su última postración.

San Juan Pablo II, ruega por nosotros.

LFU


13 de abril de 2014

Respeto a nuestra Historia. por José Utrera Molina



Cada día, cada mañana, tropiezo con alguna que otra nota que desfigura intencionadamente una verdad histórica de por sí dolorosa. Una guerra civil suscita siempre pasiones controvertidas, recuerdos que no se deben airear para que encontremos la historia del futuro suficientemente limpiay libre de trabas condenatorias. Me refiero al propósito avalado por una autoridad judicial de derribar el bello y singular monumento que Granada dedicó a la memoria deJosé Antonio Primo de Rivera.

No voy a hacer aquí la apología de quien fue fundador dela Falange Española. Es una figura tan ejemplar, tan llena de joven heroísmo que solo merece una mención con una alabanza superlativa. Somos muchos los que creemos que hay que reivindicar para España entera esta figura simpar que amó profundamente a España y por ella se sacrificó cuando tenía solamente 33 años. Pero dejando aparte estas necesarias y justas apreciaciones, voy a referirme en estas líneas al disparate histórico y al crimen narrativo que presupone no superar nuestra contienda civil sino avivarla con nuevos y escasos argumentos que establecen una situación absolutamente falsa: “Los vencedores no tenían razón y los vencidos eran depositarios de la limpieza democrática”. Si lo que se pretende es difuminar un tiempo que tuvo sus claroscuros, lo que se estáperpetrando es un disparate monstruoso, al situar a unos españoles ejemplares en el cieno y elevar sobre la fuerza de la historia a otros que fueron culpables clarísimos de nuestra contienda.

Pues bien, en Madrid existen estatuas que hacen la apología de aquellos que originaron con sus palabras y con sus hechos nuestra guerra civil. Me refiero a las imágenesde Indalecio Prieto y de Francisco Largo Caballero que están situadas en lugares importantes de Madrid. A ellos sí se les cubre de una falsa gloria, de una ofensiva falsedad.¿Cómo se puede denostar en el terreno de los hechos históricos a un hombre en plena juventud cubierto por el plomo y el odio de los que le fusilaban, y elevar a los altares de la ciudadanía a los que sin duda alguna fueronlos instigadores de aquella masacre?. Se pueden señalar párrafos enteros de condenaciones de ideologías y de actitudes que radicalizaban el ambiente español tanto por Largo Caballero como por Indalecio Prieto.

Lo que pretendo con estas líneas es mostrar mi radical condena de la Ley de la Memoria Histórica que elPresidente Rajoy anunció en su día que sería severamentecorregida. Nada se ha hecho en este sentido, por lo que cada día se destruyen para siempre toda clase de referencias al régimen anterior y a quienes, como José Antonio, ni siquiera pudieron alzarse en armas contra el proceso revolucionario en marcha, porque llevaba meses encerrado en la prisión por el frente popular,  mientras seensalzan los falsos valores que no lograron elevar las fuerzas históricas de la democracia. El escandaloso asesinato del Jefe de la oposición parlamentaria, Calvo Sotelo, por miembros de la escolta del propio Indalecio Prieto y con la clara complicidad de significados elementos del gobierno frentepopulista se posterga en el olvido mientras se intenta cubrir de oprobio a quienes no tuvieron otra alternativa que luchar por su propia supervivencia y la de España.

Yes hora de que las espadas levantadas entonces, se doblen con propósito de reconciliación y de armonía entre todosPero jamás sobre la mentira institucionalizada, jamás sobre una memoria impuesta desde el rencor, sino sobre la verdad del dolor que en una y otra España sufrieron los protagonistas de aquella lejana tragedia.

JOSÉ UTRERA MOLINA

7 de abril de 2014

Pilar Urbano, el 23-F y los Colmillos retorcidos

Uno de los inconvenientes de cumplir años es que se nos van cayendo escamas de ingenuidad que son sustituidas por colmillos retorcidos.

Hace una semana el diario "El Mundo" en coordinación con el Grupo Planeta arrojaba una bomba a la línea de flotación al reinado de de Juan Carlos de Borbón. El detonante de esa bomba no es otro que la inefable Pilar Urbano a quien, por cierto, la reina Doña Sofía escogió inter pares hace unos años para confiarle su biografía autorizada hace unos años.

Lo que cuenta Pilar Urbano -novelaciones al margen- no sólo es absolutamente verosímil, sino que no es nada nuevo. Coincide con un análisis aséptico de los hechos que acontecieron durante los meses de enero y febrero de 1981 y con la personalidad del rey Juan Carlos, un hombre acostumbrado a decirle a todo el mundo lo que quiere oír y hacer luego mangas y capirotes según le convenga. Quizá el mayor problema para la credibilidad de lo que cuenta es la propia Urbano, tantas veces desacreditada por cultivar en exceso el género de la ficción histórica.


¡Qué pena que D. Ramón del Valle Inclán no esté vivo para contarlo! El esperpento de la clase política y periodística rasgándose las vestiduras de forma colectiva y unánime al ponerse en duda la verdad oficial tras las cínicas exequias del presidente Suárez, constituye un espectáculo bochornoso que huele a la naftalina de todo un sistema en decadencia asaeteado por los más diversos flancos. Ya lo decía el sabio refranero español. “A perro flaco, todo son pulgas”. 

Atando cabos con el colmillo retorcido, no es difícil concluir que alguien de su entorno más cercano tenga mucho interés en darle la puntilla a D. Juan Carlos para que abdique de una vez en su hijo antes de que sea demasiado tarde para el futuro de la institución.

LFU

25 de marzo de 2014

A propósito de Suárez

Por un imperativo de conciencia y de respeto he evitado pronunciarme sobre el insólito proceso de mitificación de la figura política de Adolfo Suárez mientras estuviera de cuerpo presente.

Adolfo Suárez está sometido ya al juicio de la historia. La gran cantidad de lugares comunes, medias verdades, falsedades completas y halagos póstumos de estos días de duelo quedan para el anecdotario luctuoso del político abulense. Tengo para mí que la clase política ha querido utilizar su figura para auto-justificarse en un momento en el que la política está desprestigiada y las instituciones están siendo seriamente cuestionadas por el pueblo español. De hecho, ninguno ha querido faltar a la cita, ni siquiera los que más denigraron en vida al fallecido presidente.

Por más que lo repitan ad nauseam Suárez no fue el artífice de la transición. El que hizo posible la misma fue el propio régimen que lo encumbró y en el que llegó a sus más altas cumbres de poder, al crear unas condiciones de bienestar y desarrollo en los españoles que actuarían como elemento disuasorio capaz de neutralizar cualquier aventura que implicase un nuevo enfrentamiento. Sí fue eficaz en triturar aquél régimen en un tiempo récord, aunque no era muy difícil teniendo en cuenta que la mayoría de sus servidores estaba por agarrarse a las alfombras como aves de rapiña.

Quien diseñó el tránsito del régimen autoritario al sistema de democracia parlamentaria fue otro hombre del régimen, Torcuato Fernández Miranda, por encargo del rey. Un Fernández Miranda que, sin embargo, no se avino a transigir con la formulación del título VIII de la Constitución pronosticando que abriría abismos en el futuro y adelantándose al drama desintegrador que hoy vive nuestra nación. Como consecuencia de ello, acabó sus días en la más absoluta soledad y abandonado de todos.

Suárez, que en sólo seis meses pasó de hablar de “la gigantesca obra de ese español irrepetible al que siempre deberemos homenaje de gratitud, que se llamaba Francisco Franco” a afirmar que “España estaba saliendo de la larga noche de la dictadura”, prefirió el disparate del “café para todos” a una formulación más responsable de la estructura territorial del Estado que garantizase su estabilidad a largo plazo. Heredó una España con menos de un 4% de paro y salió del gobierno con una tasa de paro del 16%. Era un hombre con una clara vocación de poder y con escasos escrúpulos, tal vez lo que el rey necesitaba en esos momentos para desmontar la estructura del régimen que había posibilitado el regreso de la Corona.

Aunque ahora todos le colman de alabanza, lo cierto es que acabó completamente solo y en buena parte por méritos propios. Ganó unas elecciones desde el poder con todo a su favor, una sola televisión, férreo control de los medios y del aparato del Estado y no logró acabar ninguna legislatura, llevando al país a una situación insostenible que culminó en el intento nunca aclarado de golpe de estado del 23 de febrero de 1981. 

No fue, a mi juicio,  el gran gobernante que ahora dicen, ni tampoco el mejor presidente de la democracia, aunque el nivel no haya sido muy alto entre los que han ocupado esa magistratura.

Todo ello no puede hacerme olvidar el calvario que tuvo que sufrir en lo personal. La entereza y testimonio de fe de su hija Mariam en su enfermedad, anteponiendo la vida de su hijo no nacido a la suya propia, la enfermedad y muerte de su mujer por un cáncer que hizo estragos en sus otras dos hijas, su temprano declive presa del Alzheimer….demasiadas cruces para un solo hombre, que sin duda le servirían para redimir cualesquiera deudas que tuviera ante Dios.

Lo cortés no quita lo valiente. Rezar por la salvación de su alma es lo que hice cuando tuve noticia de su fallecimiento, pero no estoy dispuesto a sumarme al insufrible botafumeiro al que nos ha sometido el sistema y el pensamiento único, que me produce verdadera alergia primaveral.

Que descanse en paz.


LFU

18 de marzo de 2014

La "memoria democrática"” de Andalucía. Por José Utrera Molina

Siento verdadero dolor al insistir sobre una cuestión que martillea continuamente mi conciencia y lastima sensiblemente mi corazón. El gobierno social-comunista de la Junta de Andalucía ha decidido dar un paso más en el proyecto de ingeniería social iniciado por el gobierno Zapatero -y mantenido con enorme irresponsabilidad por el actual gobierno del Partido Popular-, consistente en la manipulación institucional de la historia con fines políticos y su imposición coactiva, prescindiendo del método científico y vulnerando la neutralidad y el espíritu crítico que debe presidir la labor del historiador.

Hago referencia al proyecto de Ley denominado esta vez de “Memoria Democrática” y a la adopción de diversas disposiciones sectoriales que la acompañan, algunas de las cuales alcanzan cotas inimaginables de cinismo y falsedad histórica.  Recientemente, la Consejería de Administración Local de la Junta adoptó un acuerdo declarando treinta y cuatro lugares de “Memoria Histórica de Andalucía”. Entre ellos se menciona la antigua prisión provincial de Málaga que, según el citado decreto, «cumplió con los objetivos de reinserción del gobierno republicano» y que, «sobre todo a partir de la ocupación franquista el 8 de febrero de 1937», se convirtió en un centro de terror y sufrimiento. Ignoro el significado que para la Junta de Andalucía tiene el término «reinserción», pero por mi edad he conocido cientos de familiares de hombres, mujeres y niños reinsertados durante la dominación roja de Málaga. Algo más de 2.600 reinsertados durante el año 1936 que jamás volvieron a ver la luz del día.

No aparece, entre los lugares de memoria señalados, el sitio donde la turba asesinó, arrancó los ojos y mutiló salvajemente al Capitán Agustín Huelin, sometiendo a su cadáver a las más bajas humillaciones. Tampoco figura el lugar del Camino Nuevo en el que, noche tras noche, se fusilaba a decenas de malagueños desafectos al frente popular y a sacerdotes –algunos aún imberbes- que no tenían más demérito que haber sido fieles a su vocación, y en el que a la luz del día siguiente acudía una macabra romería para escupir y profanar los cuerpos sin vida de unos fascistas que ni siquiera sabían que lo eran. No me lo ha contado nadie. Yo lo viví con diez años y aún resuenan en mis oídos las descargas de los fusiles, los tiros de gracia y las risas y aspavientos de una turba enloquecida. Y así podría seguir, hasta llenar páginas de horror de aquellas fechas que, en mi ingenuidad, creí superadas para siempre. 

La Junta de Andalucía –la del 46% del paro juvenil- se apresta también a imponer el estudio del «franquismo» (más bien su visión manipulada del mismo) a los niños andaluces, aleccionándoles con una clara y bastarda finalidad política. Y en las páginas de ABC, el designado Director General de la “Memoria democrática” –eufemismo con el que se trata de encubrir al moderno comisario político- amenazaba abiertamente a la Iglesia Católica con eliminar cualquier vestigio de la contienda de Iglesias y Conventos, olvidando que las principales huellas de la guerra civil yacen silentes en las tumbas de los más de 7.500 religiosos asesinados por los que ahora son llamados «defensores de la legalidad republicana».    

Y me pregunto si alguien en su sensatez podrá parar esta increíble inmoralidad.  Recuerda Joaquín Leguina en su libro “Zapatero el gran organizador de derrotas”, que he leído con honda admiración, que en la Tribuna de las Cortes, un día de octubre del año 1977, el líder de Comisiones Obreras, Marcelino Camacho, hablando en nombre del Partido Comunista, refiriéndose al espíritu de reconciliación que había de presidir la transición, pronunció las siguientes palabras: “Hoy no queremos recordar el pasado porque hemos enterrado a nuestros muertos y a nuestros rencores”. Me pregunto si esta afirmación tan contundente como aleccionadora encontrará alguna vez eco en el corazón de los desalmados que pretenden volver a recordar una tragedia que para el bien de todos tratábamos de dejar en la tribuna de la historia, para que sólo ella, desde la serenidad que otorgan los años, se encargue de otorgar la razón a quien la tuvo y arrancarla de cuajo a aquellos que la han utilizado a su favor.  

Como yo soy testigo de todo aquello, con mis ochenta y siete años puedo decir bien alto que es mentira que el Alzamiento Nacional fuera una asonada de militares codiciosos y resentidos. Soy testigo de que fue el pueblo el que se levantó en armas contra el terror organizado por el Frente Popular dominado por el comunismo estalinista, que amenazaba con destruir el propio ser de nuestra nación. Son palabras de Julián Besteiro, no mías: “La verdad real: estamos derrotados por nuestras propias culpas: estamos derrotados nacionalmente por habernos dejado arrastrar a la línea bolchevique, que es la aberración política más grande que han conocido quizás los siglos... La reacción contra ese error de la República de dejarse arrastrar a la línea bolchevique la representan genuinamente, sean los que fueran sus defectos, los nacionalistas (es decir, el bando llamado “Nacional”, capitaneado por Franco), que se han batido en su gran cruzada anti-Komitern.”  

En mi propia carne, torturando mi sangre, están todavía los sucesos de la guerra civil, que, rompieron en pedazos la familia de mi madre como la de muchos miles de españoles. Hora es ya de dejar de remover los muertos y mirar al futuro.

Pero si vamos a tolerar que una de aquellas Españas imponga su verdad después de ochenta años, reclamo el derecho a defender a los miles de hombres y mujeres que levantaron la bandera de la hidalguía y de la libertad de España en la llamada zona nacional, sin condenar y zaherir a los que lucharon por su ideal en la trinchera contraria. A lo largo de mi vida política, con cerca de 900 intervenciones públicas, jamás utilicé una palabra de reproche a los vencidos. Quise siempre unir en una nueva España a los hijos de los que mataron con los hijos de los que murieron. Por eso ahora tengo derecho a denunciar lo que considero un miserable intento de las instituciones de dividir otra vez a los españoles en buenos y malos.

Todo esto lo escribo cuando he llegado al paroxismo de mi indignación. ¿Cómo es posible que pueda permitirse un falseamiento de la historia tan lleno de cinismo y de desvergüenza?. ¿Cómo es posible que me encuentre sólo en mi denuncia cuando están aún vivas tantas voces que debiendo unirse a la mía, permanecen cobardemente silenciosas? ¡No lo entiendo!.   La agresividad con que se muestran los llamados apóstoles de la reconciliación, que no son otra cosa que sembradores de la discordia, debe tener un mentís rotundo por parte de todos aquellos que hemos presenciado aquella tragedia y que ahora la tratamos con noble consideración. Y mis palabras no son el producto de ningún resentimiento, sino el recuerdo de una realidad dolorosamente vivida. ¡Me duele España!.

Los que aprendimos el patriotismo con notas de dolor y con afán de perfección, no podemos permanecer impasibles ante lo que constituye una ignominia que nos lleva irremisiblemente a una sociedad indecente que la gran mayoría de los españoles no nos merecemos. Tenemos derecho a alzar nuestra voz enronquecida, después de tantas provocaciones y pedirle a Dios que España encuentre alguna vez la paz y el sosiego que necesita para conquistar su futuro. 


JOSÉ UTRERA MOLINA
Ex-Ministro

11 de marzo de 2014

11-M. Las dos caras de la tragedia

Hace diez años que un terrible dolor se instaló durante unos días en el alma de los españoles.Y aquél terrible sufrimiento sacó lo mejor de unos y lo peor de otros.

El orgullo como españoles ante la avalancha de solidaridad mostrada por tantos para dar algo de sus vidas por quienes tanto habían perdido se vio ensombrecido en los días posteriores por la llama del odio cainita oportunamente inoculada en la sociedad por quienes no dudaron en utilizar el dolor en su provecho político.

Jamás podré olvidar el momento en el que, junto con algunos de mis hermanos, tuvimos que abandonar una manifestación en la que la unidad en el dolor y el sobrecogimiento por la tragedia habían dado paso al odio furibundo de la izquierda contra la derecha. Otra vez sentimos el abismo de las dos Españas y de nuevo el odio provenía de los de siempre. De los que aborrecen de su patria porque rechazan cualquier cosa que pueda unirles a sus compatriotas, de los que rechazan su bandera y sacan la tricolor, de los que abuchean a su himno, a sus símbolos y falsean o manipulan la historia. Allí, una de las dos Españas, en lugar de abrazarse a la otra en el dolor y en la adversidad, volvió a sacar toda la miseria y el odio de generaciones, para culpar a media España de un dolor que era patrimonio de todos.

La sangre de tantos inocentes no merecía la vileza de la desunión. Pero España, querido amigo, es capaz de lo mejor y de lo peor. Hace diez años volvimos a demostrarlo.

LFU

7 de marzo de 2014

El cinismo de Rodríguez Zapatero. Por José Utrera Molina

Existen cumbres borrascosas y cumbres tan recubiertas de cinismo que ocultan por completo la realidad. Creo que el señor Rodríguez Zapatero, anterior presidente del gobierno español, ha alcanzado últimamente las últimas cumbres del cinismo haciendo una apelación a la mesura y a la prudencia en los conflictos que actualmente y con inusitada gravedad, afectan a España. Me refiero a sus manifestaciones sobre el continuo acoso de nuestra frontera con Marruecos por parte de las mafias que comercian con el drama de la inmigración ilegal.

Al leer las declaraciones del ilustre político, me doy cuenta de que jamás tuvo verdadera conciencia de la realidad de su iniquidad. Resulta muy difícil de entender que pida mesura y prudencia, quien jamás conoció ni aplicó tales virtudes en la etapa en que rigió los destinos de España. El hombre que volvió  a dividir a España entre buenos y malos, vencedores y vencidos, doblando la balanza hacia los que fueron derrotados y humillando sin piedad a aquellos que enarbolaron banderas victoriosas y hoy aparecen ante los ojos de la historia oficial como malvados y truhanes, carece de cualquier autoridad moral para dar consejos de prudencia y serenidad.

Hay ya muy pocas cosas que llegan a afectar  al fondo de mi alma, pero tengo todavía la propiedad de mi indignación y cuando alguien escribe o dice instar a los españoles a un espacio de confianza, creo estar ante un panorama de cínica irrealidad. Pongo en duda la formación histórica, el rigor intelectual y el afán de concordia del señor Zapatero. Y mi juicio no tiene otra base que su propia acción de gobierno, inspirada por su profundo sectarismo y radicalidad.  Llegué a pensar que el silencio mantenido desde su adiós a la política era una muestra de que por fin había llegado a un estadio de madurez intelectual, de prudencia y de sincera humildad. Pero no ha tardado mucho en romper su silencio, produciendo enorme perplejidad en  el ánimo de muchos  españoles que atónitos presenciamos y sufrimos los constantes desafueros y ocurrencias, los preceptos impregnados de odio y las leyes injustas que completaron su nefasta labor de gobierno.

Hay magisterios que se imponen por su verdad, que pueden resultar oscurecidos en determinados momentos históricos pero que pasado el tiempo de contienda, recobran su luz.

Nada más lejos de mi intención que soliviantar los ánimos de nadie. Simplemente una chispa de fuego ha encendido mi corazón y me resisto a permanecer callado ante un alarde de cinismo sin precedentes. ¿Es posible que el hombre que abrió definitivamente la caja de pandora de la secesión nacionalista con su irresponsable gestión del Estatuto de Cataluña; el hombre cuya furia iconoclasta le llevó a ordenar el cierre de la Basílica del Valle de los Caídos por odio a su Cruz amparadora, el gobernante que batió todas las marcas de irresponsabilidad, sectarismo e ineficacia en su gobierno, se atreva aún a dar consejos de prudencia, de ecuanimidad y de serena comprensión?

Yo, al menos, quiero denunciar aquí la impostura de un gobernante, reclamando en voz alta que recobre la virtud de la prudencia y vuelva a refugiarse en el silencio.  Su gobierno logró hundir económica y moralmente  a España, y aunque los que le han seguido  hayan respetado gran parte de su labor destructora,  la  gente de la calle sabe muy bien de su irresponsabilidad y  en qué pozo negro ahondó sus odios hacia una parte de los españoles llevando a cabo con disposiciones legislativas aún vigentes, el oficio de destrucción más importante que registra la historia española.

Señor Rodríguez Zapatero: guarde su confianza para controlar sus todavía vigentes apetitos de revancha y muéstrese sereno para hacerse perdonar los múltiples efectos negativas que tuvo su mandato gubernamental.

España ha descubierto su cinismo y ahora lo exhibe, no como una pancarta de reivindicación, sino como una realidad que la historia recogerá algún día cuando se hayan serenado del todo las pasiones que dividieron de nuevo a los españoles.




JOSÉ UTRERA MOLINA

3 de marzo de 2014

Ante la maleta de José Antonio

Cuando salí de allí, me temblaban las piernas.

Fue algo más de una hora el tiempo que permanecí contemplando absorto la última maleta que hizo José Antonio antes de partir hacia los luceros. 

Apenas hablé. Tener en mis manos el auténtico testamento -para mí la obra más limpia, brillante y lúcida de su vida, verdadero compendio de valores e ideales, que a nadie, absolutamente a nadie, puede ofender y que nadie puede dejar de admirar….- Desenroscar la pluma Astoria que utilizó para escribirlo sin enmienda alguna y también aquellas cartas inolvidables de despedida la noche antes de su fusilamiento…..me convirtió por un rato inolvidable en un mudo, incapaz de articular palabra por la emoción de estar ante las reliquias de un hombre excepcional.

Coger con mis propias manos la pelota de trapo con la que agotara sus últimos momentos de ocio, sus últimas sonrisas….. abrir el librito de oraciones que inspiró su última plegaria ……doblar con unción el mono azul que le sirvió de atuendo en el presidio….

Hurgar entre sus últimos papeles, sonetos, cartas, Alarico Alfós, Germánicos contra Bereberes….contemplar en mis manos aquél telegrama de mujer en el que, desde París le decía “Je pensé a toi. Love. Elizabeth”….bucear entre el rigor ordenado del guión de su defensa ante el Tribunal Popular....acaso pensó que merecía la pena emplear lo mejor de su oratoria y su oficio de abogado para afrontar con serena dignidad un proceso cuyo fallo ya estaba redactado.

 Tener en la palma de mi mano la medalla de la Santa Faz que le regalara  algún camarada alicantino, el “detente” escrito y dibujado a mano el Sagrado Corazón…el trozo de tela de raso rojinegra que apretase en su puño en sus últimos días…

Allí estaban el vaso y la cucharilla de plata tal y como él los dejó aquella maldita madrugada de noviembre, sus toallas, su peine Hércules, su brocha y su maquinilla de afeitar, sus gafas circulares con las patillas de carey rotas en mil pedazos y la vieja llave de algún secreter que aún debe estar esperando a ser abierto.

Imposible describir con palabras el torrente de sensaciones, de imágenes y de pensamientos que me asaltaban ante la visión de esa vieja maleta de cuero en la que, primorosamente ordenada, está de nuevo guardada la intimidad del hombre al que la muerte convirtió en mito, pero cuya intensa y corta vida, su incomparable estilo e intachable conducta le elevan como arquetipo de honradez, generosidad y coraje en el servicio a España.


En cualquier nación seria y orgullosa de su historia, esa maleta justificaría un museo. La España de hoy, amnésica y amoral, corrupta y envilecida, no lo merece. Tanta grandeza como encierra esa pequeña maleta resultaría una afrenta, una verdadera provocación.  

En buenas manos está este tesoro aguardando, tal vez, una nueva primavera en la que los españoles se hagan merecedores del legado de un español excepcional.

Mi gratitud eterna a quienes me han concedido la enorme dicha de poder tenerla, por una vez en mi vida, entre mis manos.


LFU

25 de febrero de 2014

Mártires por la fe

El pasado sábado, aprovechando un retiro de tres días en una localidad cercana, visité, en unión de unos amigos, el museo de los mártires claretianos de Barbastro. Al terminar la visita, todos salimos sobrecogidos por la crudeza del relato de los hechos, por la inmensa paz y falta de resentimiento del sacerdote claretiano que nos sirvió de guía y por tener delante los restos mortales de 51 mártires de la Iglesia y los impresionantes testimonios de fe que dejaron escritos para sus familias, para su Congregación y para la posteridad.
Recomiendo la visita virtual al Museo pinchando aquí.
A las 17,30 horas del 20 de julio de 1936 unos sesenta milicianos comunistas y anarquistas de la CNT armados irrumpieron en la comunidad de Barbastro en donde residían los misioneros claretianos, formada por 60 personas: nueve sacerdotes, doce hermanos y 39 estudiantes. Los tres padres superiores fueron arrestados mientras que el resto fueron trasladados y recluidos en un salón del colegio de los Escolapios, que se convertiría en una improvisada prisión.
 Los carceleros buscaban una y otra vez la apostasía de los jóvenes seminaristas, les tenían prohibido rezar e introducían prostitutas desnudas en el salón para tentarlos, aunque sin éxito. Se les negó el agua –bajo un calor asfixiante-, se les sometió a fusilamientos simulados un día tras otro y se les impedía dormir, para lo cual se establecieron relevos día y noche fuera del local para insultarles, arrojarles piedras, etc.

Pese a todo, el hermano cocinero conseguía de cuando en cuando, pasarles dentro del bocadillo diario que les servía de alimento, un pedazo de hostia consagrada (que tenía bien escondida en su cocina), para que pudieran recibir la comunión.
Durante el encierro, los jóvenes dejaron su testimonio en sillas, tablas, taburetes, paredes, pañuelos y hasta en los envoltorios de la comida. En una envoltura de chocolate se conservó el testimonio de Faustino Pérez, uno de los seminaristas:

Agosto, 12 de 1936, en Barbastro. Seis de nuestros compañeros son ya mártires: Pronto esperamos serlo nosotros también. Pero antes queremos hacer constar que morimos perdonando a los que nos quitan la vida y ofreciéndola por la ordenación cristiana del mundo obrero, el reinado definitivo de la Iglesia Católica, por nuestra querida Congregación y por nuestras queridas familias. ¡La ofrenda última a la Congregación, de sus hijos mártires!
Muchos de estos testimonios pueden verse en el Museo.
Doce días después de ser encarcelados los padres superiores fueron fusilados. El resto, hasta 51 lo serían los días 12, 13, 15 y 18 de agosto de 1936. Con ellos también fue asesinado un gitano, Ceferino Giménez, “El Pelé” que se negó a abandonar su rosario, motivo por el cual fue ejecutado. Tan sólo salvaron la vida el cocinero, al que los milicianos hicieron bajar del camión al que se había subido para recibir la palma de martirio junto con sus hermanos, para que cocinara para ellos y dos seminaristas argentinos que fueron reclamados por el Consulado y que fueron los encargados de transmitir a Roma la verdad del martirio sufrido por sus hermanos.
Fueron a la muerte cantando, besando las cuerdas de esparto que les ataban al martirio, perdonando y rezando por sus verdugos y gritando ¡Viva Cristo Rey!. Iban felices al martirio, tanto, que varios de ellos fueron asesinados en el propio camión que les trasladaba al lugar de la ejecución por milicianos que, enrabietados por su alegría, les reventaron el cráneo a culatazos.  

Cuando llega el momento de designar las víctimas hay en todos serenidad santa y ansia de oír el nombre para adelantar y ponernos en las filas de los elegidos; esperamos el momento con generosa impaciencia, y cuando ha llegado, hemos visto a unos besar los cordeles con que los ataban, y a otros dirigir palabras de perdón a la turba armada: cuando van en el camión hacia el cementerio, les oímos gritar ¡Viva Cristo Rey! Mañana iremos los restantes y ya tenemos la consigna de aclamar, aunque suenen los disparos, al Corazón de nuestra Madre, a Cristo Rey, a la Iglesia Católica, y a ti, Madre común de todos nosotros. Me dicen mis compañeros que yo inicie los ¡vivas! y que ellos ya responderán. Yo gritaré con todas la fuerza de mis pulmones, y en nuestros clamores entusiastas adivina tú, Congregación querida, el amor que te tenemos, pues te llevamos en nuestros recuerdos hasta estas regiones de dolor y muerte.
Morimos todos contentos sin que nadie sienta desmayo ni pesares: morimos todos rogando a Dios que la sangre que caiga de nuestras heridas no sea sangre vengadora, sino sangre que entrando roja y viva por tus venas, estimule tu desarrollo y expansión por todo el mundo. ¡Adiós, querida Congregación! Tus hijos, Mártires de Barbastro, te saludan desde la prisión y te ofrecen sus dolores y angustias en holocausto expiatorio por nuestras deficiencias y en testimonio de nuestro amor fiel, generoso y perpetuo. Los Mártires de mañana, catorce, recuerdan que mueren en vísperas de la Asunción. ¡Y qué recuerdo éste! Morimos por llevar la sotana y moriremos precisamente el mismo día en que nos impusieron.
Los Mártires de Barbastro, y en nombre de todos, el último y más indigno
Faustino Pérez. C. M. F.
¡Viva Cristo Rey! ¡Viva el Corazón de María! ¡Viva la Congregación! Adiós, querido Instituto. Vamos al cielo a rogar por ti. ¡Adiós, adiós!

Los milicianos se ensañaron con especial crueldad con el obispo de la diócesis, Florentino Asensio, como explica una página dedicada a su martirio:
Lo amarraron codo con codo a otro hombre mucho más alto y recio, y los condujeron a los dos, después de varias horas de calabozo, al rastrillo. Entre frases groseras e insultantes, un tal Héctor M., oculista, de mala entraña, Santiago F., el Codina, y Antonio R., el Marta, se acercaron al Obispo. El Obispo estaba mudo y rezando. Santiago F. le dijo a un tal Alfonso G., analfabeto: «¿No decías que tenías ganas de comer co... de Obispo? Ahora tienes la ocasión». Alfonso G. no se lo pensó dos veces: sacó una navaja de carnicero; y allí, fríamente, le cortó en vivo los testículos. Saltaron dos chorros de sangre que enrojecieron las piernas del prelado y empaparon las baldosas del pavimento, hasta encharcarlas. El Obispo palideció, pero no se inmutó. Ahogó un grito de dolor y musitó una oración al Señor de las cinco tremendas llagas.     
En el suelo había un ejemplar de Solidaridad Obrera, donde Alfonso G. recogió los despojos; se los puso en el bolsillo y los fue mostrando, como un trofeo, por bares de Barbastro. Le cosieron la herida de cualquier manera, con hilo de esparto, como a un pobre caballo destripado. Los testigos garantizan que aquel guiñapo de hombre, el Obispo de Barbastro, se habría derrumbado de dolor sobre el pavimento si no hubiera estado atado al codo de su compañero, que se mantuvo y lo mantuvo en pie, aterrado y mudo.      

 El Obispo, abrasado de dolor, fue empujado a la plazuela, sin consideración alguna, y conducido al camión de la muerte. «Le obligaron a ir por su propio pie, chorreando sangre». Ante los ojos de los hombres, era un pobre perro escarnecido. Ante los ojos de Dios y de los creyentes, era la imagen ensangrentada y bellísima de un nuevo mártir, en el trance supremo de su inmolación: completaba en su cuerpo lo que le faltaba a la pasión de Cristo.

 El heroico prelado, que el día anterior, el 8 de agosto, había terminado una novena al Corazón de Jesús, iba diciendo en voz alta: -¡Qué noche más hermosa ésta para mí: voy a la casa del Señor! José Subías, de Salas Bajas, el único sobreviviente de aquellas primeras cárceles de Barbastro, oyó comentar a los mismos ejecutores: -Se ve que no sabe a dónde lo llevamos. -Me lleváis a la gloria. Yo os perdono. En el cielo rogaré por vosotros... 

 -Anda, tocino, date prisa -le decían. y él:  -No, si por más que me hagáis, yo os he de perdonar. Uno de los anarquistas le golpeó la boca con un ladrillo, y le dijo: «Toma la comunión». Extenuado, llegó al lugar de la ejecución, que fue el cementerio de Barbastro.      

Al recibir la descarga, los milicianos le oyeron decir: «Señor, compadécete de mí». Pero el Obispo no murió aún. Lo arrojaron sobre un montón de cadáveres, y después de una hora o dos de agonía atroz, lo remataron de un tiro. «No le dieron el tiro de gracia al principio, -dice Mompel- sino que lo dejaron morir desangrándose, para que sufriera más». Sabemos, por otras fuentes, que «la agonía le arrancaba lamentos». Se le oía decir: «Dios mío, abridme pronto las puertas del cielo». Varios milicianos le oyeron musitar, también: «Señor, no retardéis el momento de mi muerte: dadme fuerzas para resistir hasta el último momento». Y repetía muchas veces «lo de su sangre y el perdón de los demás». Otro testigo le oyó que «ofrecía su sangre por la salvación de su diócesis».  

Después de muerto, Mariano C. A. y el Peir lo desnudaron; y El Enterrador le dio a Mariano C. A. los pantalones, que se puso dos días después, «porque estaban en buen uso»; y a José C. S. El Garrilla le dio los zapatos. «Los llevé hasta que se me rompieron», declaró él mismo después de la guerra, antes de ser ejecutado.

Hoy todos ellos son beatos de la Iglesia. Contemplar sus ropas ensangrentadas, los muebles, papeles y todo tipo de objetos en los que grabaron el testimonio de su fe, sus huesos quebrantados por el odio, es todo un aldabonazo a las conciencias adormiladas de los cristianos de hoy. Su martirio, su sacrificio generoso y valiente, su amor a Dios sigue siendo hoy semilla de esperanza.

Hace un año se estrenó en los cines de toda España la película "Un Dios prohibido", que refleja de un modo fiel la verdad de su martirio. El Padre Claretiano que nos acompañó durante el recorrido del museo nos contó cómo varios de los actores que habían actuado en la película se habían convertido y que uno de ellos pidió el Bautismo tras visitar el museo y estar delante de sus restos.

Como decía un buen amigo que me acompañó, la diferencia entre el perdón cristiano y la supuesta justicia pretendida por los portavoces de la desmemoria histórica se comprueba en los frutos: reconciliación y perdón frente a división y odio.
Que su sangre bendita siga dando abundante fruto y vertiendo amor sobre nuestra querida España.

LFU          



18 de febrero de 2014

"A Lorca lo mataron sus primos"

Ahora que la Junta de Andalucía reaviva el odio en el corazón de los andaluces recurriendo a la manipulación de nuestra historia reciente, conviene recordar las circunstancias que rodearon la muerte de Federico García Lorca, todo un símbolo que la progresía durante años utilizó contra el régimen anterior como epítome de las “maldades” del llamado bando nacional y que desde hace unos años se ha venido abajo como un castillo de naipes.

Y es que, tal y como demuestran las últimas investigaciones historiográficas –publicadas en 2006 aunque silenciadas por el mantra cultural dominado por la izquierda- no se trató de un crimen político sino de un verdadero ajuste de cuentas familiar, urdido por unos primos del poeta que contaron con el apoyo del gobernador militar y de la CEDA.
Al parecer, el origen de las desavenencias de la familia García Lorca con las familias Roldán y Alba (las tres grandes familias caciques de la Vega de Granada, con parentesco entre ellas)  está en una disputa de linderos entre fincas, litigio que –como suele suceder- fue enconando las relaciones entre dichas familias que llegaron a profesarse un odio africano. Federico, lejos de mantenerse al margen, prendió la chispa del odio con la publicación de “La Casa de Bernarda Alba” que no era sino un retrato descarnado de las familias rivales con las que la suya mantenía una enemistad secular.

Como es bien sabido, Federico García Lorca se refugió en casa de sus amigos los Rosales, de filiación falangista, que pese a su resistencia, no pudieron impedir que se llevaran al poeta un grupo de forajidos de la derecha caciquil entre los cuales figuraba un familiar del propio Federico. Así, los Roldán, primos de Federico García Lorca, fueron a quienes Valdés, gobernador militar de Granada tras el golpe de Estado, encargó las formaciones de "escuadras negras" para hacer depuraciones en la zona, y quienes, según el documental, aprovecharon esta circunstancias para acabar con el poeta una tarde de agosto de 1936. "A Lorca lo mataron sus primos” lo dice en el documental Rafael Amargo.  

 Así pues, ni a Lorca lo mató Franco –quien no asumió el poder en el bando nacional hasta octubre de 1936-  ni se trató de un crimen político, ya que al poeta lo defendieron hombres de la Falange. Se trató de un vil y despiadado ajuste de cuentas entre familias de unos matones de los muchos que, al comienzo del conflicto y aprovechando el vacío de poder, en una y otra zona dieron rienda suelta a sus más bajos instintos.

LFU


14 de febrero de 2014

¿La libertad de la mujer?

La libertad, es decir, la capacidad del hombre para actuar según su propia voluntad, jamás se ha considerado un valor absoluto ya que ninguna comunidad civilizada protege y garantiza la libertad para hacer el mal. Hasta ahora.

La constante apelación a la “libertad de la mujer” para defender el supuesto derecho de la mujer a causar deliberadamente la muerte de su hijo no nacido no es más que una aberración propia de una sociedad decadente y desalmada a la que sólo se puede llegar a partir de la negación al concebido no nacido de su condición de ser humano. 

Esto, por desgracia, no es nuevo en la historia del hombre. El antecedente más próximo lo encontramos en el nazismo, cuya exacerbación de la teoría de la supremacía de la raza aria y el antisemitismo proverbial del pueblo alemán le llevó a justificar la eliminación de millones de seres humanos –nacidos y no nacidos- a quienes previamente se había negado tal condición.

No hay que irse muy lejos para recordar que en fecha no muy lejana una ministra del gobierno de España afirmó que el concebido no nacido era un ser vivo pero no un ser humano. En la actualidad, se extiende hasta en sectores de la derecha la especie de que “No se puede obligar a una mujer a ser madre”, perversión  que podría completarse con  la de “no se puede obligar a nadie a sacrificar su vida por sus familiares ancianos o enfermos”, para justificar la eutanasia o incluso -¿por qúe no?,  la de que “no se puede obligar a nadie a ser padre, hermano, o a ser hijo” para justificar el parricidio. Una consecuencia lógica de dicha negación de la evidencia es la resistencia numantina del lobby proabortista a aceptar que se obligue a los facultativos a enseñar una ecografía a la mujer antes de abortar. Se trata de “cosificar” al feto, negando su condición humana para justificar “moralmente” su muerte provocada.

Las mismas voces que claman por la supuesta libertad de la mujer, olvidan deliberadamente las miles de mujeres que recurren al aborto presionadas por su entorno: por sus padres, por sus parejas, por su entorno laboral, por las circunstancias económicas o, en muchas ocasiones, por sus proxenetas.  Esta es una verdadera esclavitud que provoca un trauma duradero en la mujer mientras libera a su entorno del “problema” del embarazo.

La respuesta que esperan esas mujeres de la sociedad no es la de fomentar su esclavitud haciendo más fácil el aborto. Sólo puede garantizarse su verdadera libertad si se le ofrece ayuda para poder seguir adelante con su embarazo.  La mujer traumatizada por un embarazo necesita ver una salida distinta a la de la muerte. Si a la mujer en trance de abortar se le ofreciera protección social y ayudas económicas para tener a su hijo y, para la que no quiera ser madre en el sentido verdadero del término, garantizarle que su hijo será dado en adopción -cuya demanda crece día a día- se disminuiría drásticamente el número de abortos. Para que la sociedad cambie su percepción sobre el aborto, tan sólo es necesario no ocultar la verdad y es que, tras cada aborto provocado, no sólo hay un trauma de la mujer sino también, y antes de nada, la muerte de un ser humano. 

Para salvar vidas hay que ofrecer más vida. La muerte no es, nunca, la solución. 


LFU

7 de febrero de 2014

¿Dónde estaban las “valientes” de Femen?

Ayer se celebraba el día internacional contra la ablación femenina, una de las prácticas más bárbaras y salvajes contra la mujer, consistente en la extirpación total o parcial de los genitales externos de las niñas para evitar que puedan sentir placer sexual y puedan llegar vírgenes al matrimonio, puesto que si no es de ese modo, la mujer puede ser repudiada, y evitar la supuesta promiscuidad de la mujer. Se calcula que más de 3 millones de niñas en más de veintiocho países islámicos de África y Asia son víctimas cada año de ésta práctica verdaderamente inhumana y salvaje.

Ayer, conocíamos también la noticia de la muerte de una universitaria en Arabia Saudí, tras impedir elacceso de médicos para atenderla por ser varones y recientemente conocíamos también la muerte en extrañas circunstancias de una mujer que desafiaba la prohibición de conducir de las autoridades saudíes.
En mi infinita ingenuidad, supuse que las tiorras de Femen aprovecharían el día de ayer para escenificar su protesta por la violación de los derechos de la mujer en el mundo islámico. Pensé que, desnudas, lascivas y altaneras, se encadenarían a alguna mezquita de Rihad o de Arabia Saudí tatuadas provisionalmente con alguno de sus lemas feministas de combate y gritarían histéricas resistiéndose a la fuerza pública que tratara de desalojarlas. Llegué incluso a imaginar que, en un alarde de arrojo temerario, habrían preparado una emboscada a algún Imán o Ayatola arrojándole prendas íntimas sangrientas y adornarían alguna mezquita con grafitis alusivos a la liberación de la mujer.  

Nada más despertar, he repasado con avidez los titulares de prensa para ver si mis imaginaciones se habían hecho realidad, pero por más que he buscado, no he encontrado nada. Sin noticias de Femen durante el día de ayer en los 29 países islámicos que mutilan a las niñas. He llamado a algunas embajadas, Arabia Saudí, Irán, Nigeria, interesándome por la presencia de las “heroínas” desnudas y la contestación ha sido la misma: ni están ni se las espera.

Presumo que el día de ayer lo pasarían pensando en cómo pueden acosar a algún obispo o cardenal octogenario o cuál será la próxima Iglesia que profanen con sus vergüenzas al aire insultando a los fieles que allí rezan; en ver cómo pueden reivindicar el derecho de la mujer a asesinar el fruto de su vientre elevándolo a la categoría de sagrado y emitiendo sonidos guturales con los lemas más edificantes sobre sus ovarios y genitales que nos dicen mucho de su altura intelectual.

Lo de la ablación, la sharía y demás, queda muy lejos y, además, nunca se sabe cómo se la pueden gastar estos musulmanes. Al menos los católicos son mansos, no hacen nada y las autoridades españolas se tientan la ropa antes de emprender cualquier acto de represión contra ellas. Hace muchos años se empezó con la coña de los caramelos envenenados y se acabó con más de 7.000 religiosos asesinados que además morían perdonando a sus verdugos. Desde luego, con estos da gusto, dirán las valientes de Femen. A los otros, mejor dejarlos para otro día....


Pues eso, sucias, patéticas y cobardes. Es lo que son.

LFU

3 de febrero de 2014

La Soledad de Alcuneza

Título: La soledad de Alcuneza.
Autor: Salvador García de Pruneda.
Editorial: Renacimiento. Colección Espuela de Plata.
Año: 2013 (Reedición).

Una novela apenas conocida sobre la Guerra Civil pisa fuerte, en su quinta reedición, reclamando su sitio entre los mejores títulos escritos sobre ella. La reedición nos regala quinientas y pico páginas de enorme e indiscutible talento y belleza. Estamos ante un libro mayor, que nada tiene que envidiar a clásicos como las memorias bélicas de Jünger o la Caballería Roja de Babel y entronca con una larga tradición en la cultura hispánica, la del hombre de letras en guerra, que encabezan Garcilaso y Cervantes.

El tono autobiográfico de la narración parece templado por el tiempo. El autor dejó pasar 18 años desde la Guerra hasta su redacción. Los materiales del libro transitaron de unas memorias de guerra a una novela, ganando como el buen vino con los años de cuidado y silencioso reposo. Prescinde con acierto de plasmar al detalle los lugares de operaciones, para centrarse en el paisaje que le circunda, los colores, los ruidos y aromas del campo, para que nos dejemos llevar por la sensual evocación que genera. Sabemos que está en Aragón, que pasa a Castilla que vuelve al Ebro catalán, pero de una forma confusa y premeditada, como la propia guerra que nos narra. Con acierto, García de Pruneda expurga lo irrelevante para dar énfasis a lo esencial: a aquellas operaciones que sintetizan tres años de guerra; a los personajes que aportan definición y tono a cada situación narrada; a las reflexiones que destilan la esencia de su experiencia militar.

García de Pruneda compone en el acontecer de la narración un vibrante y esmerado homenaje a la milicia, y en especial a la caballería. A ese estoico y peculiar modo de entender la existencia que procede de la vida militar. Los versos de Calderón, “Este ejército que ves/vago al yelo y al calor/la república mejor y más política es/ del mundo (…)” parecen ser el hálito que estructura el relato, que explica a los personajes, que descubre las motivaciones o el desnortamiento de muchos en el acontecer duro y exigente de la guerra. El protagonista, un hombre con estudios clásicos, se incorpora como oficial a una unidad de zapadores en un regimiento de caballería. La disciplina, la esforzada observancia de las ordenanzas, el trato con la humanidad diversa de la tropa, el poderoso vínculo entre animal y jinete, la acrisolada profesionalidad de los veteranos de carrera van ganando poco a poco, el ánimo y el corazón del civil que se torna, emulando el ejemplo y el sacrificio de sus superiores en un auténtico soldado. No se encuentra aquí una superficial glorificación de la violencia o una adolescente idealización de la vida de acción, sino que hay una sutil y progresiva comprensión y reconocimiento de que las virtudes del mundo castrense no sólo humanizan al torbellino atroz y caótico del conflicto armado sino también generan hombres ejemplares. La milicia como civilización de la guerra, como antídoto al caos que asedia siempre a la violencia desatada. Así lo atestiguan los preciosos ejemplos del cuidado de la tropa por oficiales al mando, la forja de amistades que no caducan, el común desprecio de todo auténtico soldado al oportunismo y al ventajismo, el natural respeto al adversario al que se le combate sin odio o cómo ante la proximidad de la muerte, sólo procede el silencio o las palabras verdaderas ante Dios o los camaradas de armas. 

Otra virtud no pequeña del texto, un medido tono nostálgico y elegíaco, a veces, se abre paso: no sólo en los fragmentos descriptivos del paisaje; sino en las marchas de aproximación; en los escuetos diálogos que el servicio provoca o en los momentos de ocioso esparcimiento. Así percibimos -con una tristeza compartida con los protagonistas de la obra- que la caballería, por su aristocrática idiosincrasia, por la fusión del jinete y bestia, de caballero y soldado, resulta un anacronismo vivo en las guerras del siglo XX, que nuestro conflicto ya prefigura. La simbiosis de jinete y animal se corresponde con un mundo que desaparece a toda velocidad, la dolorosa belleza de la carga a caballo resulta un sinsentido atroz y brutal ante la ventaja de las máquinas automáticas, de los blindados que acabarán por proliferar.

Tampoco falta como en toda historia verdadera de guerra: aventuras, humor y amor. La mirada del autor, consciente de la dolorosa circunstancia que supuso nuestra guerra, acoge con generosidad e ingenio, lo anecdótico, lo inusual, los caracteres que dan color y gracia al discurrir de la azarosa vida del hombre en armas. No se sobrevive en guerra, sin abordar la realidad inmediata con la distancia inteligente y lenitiva que da el humor. Capítulo aparte merecen el relato vibrante, humanísimo y dolorido de las aventuras galantes, lejos de una exhibición vanidosa están teñidas de la punzante urgencia del superviviente, de la tristeza de las promesas incumplidas. 

No quería terminar sin hacer una pequeña advertencia. No se trata de una novela neutral políticamente, no lo es en absoluto sin ser una novela politizada. Hay críticas que le asignan esta asepsia, como si les ofendiera que este libro, raro y valioso, se escribiera en el bando vencedor. No la han leído bien o faltan a la verdad, me atrevo a decir. En esto como en lo demás, el autor sintetiza con altura, la del diplomático que fue, uno de los significados de nuestra guerra, en España se jugó otra vez –como en la Reconquista, como en Lepanto- la partida de Occidente contra sus adversarios. Occidente ganó y se aplazó, un poco, su ocaso.

César Utrera-Molina.