"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

28 de abril de 2015

Entrevista a José Utrera Molina (Periodista Digital)

Recomendamos la entrevista publicada hoy en Periodista Digital por el periodista Javier Torres García a D. José Utrera Molina

ENTREVISTA AL AUTOR DE 'SIN CAMBIAR DE BANDERA'

Utrera Molina: "Franco no deseaba sublevarse, tuve conversaciones con él y me lo repitió una y otra vez"

"El horizonte de España está oscurecido por el rencor y la ignorancia"

Javier Torres, 28 de abril de 2015 a las 09:22
Gobernador civil de Sevilla, Ciudad Real y Burgos, ministro de Vivienda y secretario general del Movimiento, José Utrera Molina (Málaga, 1926) fue leal a Franco "más allá de su muerte". En sus memorias 'Sin cambiar de bandera' asegura que no cambió de principios cuando otros sí lo hicieron con la llegada de la democracia. Hoy todavía lo dice: "Franco es el gran desconocido".
-¿Olvidamos rápido o hay interés en ello?
La ley más criminal, más injusta y más increíble es la Ley de Memoria Histórica. La han escrito unos señores que han mentido, porque la Historia no puede ser nunca una sucesión de mentiras, sino un moldeamiento de la verdad. No se ha aprobado nunca una ley tan lesiva para los intereses generales del pueblo como ésta. Y lo peor que han hecho es desenterrar los cadáveres para volver a la política de los enfrentamientos.
-Llegaron incluso a quitarle una calle en Málaga y en Sevilla estuvieron a punto...
Además la diputación provincial de Málaga me quitó el título de Hijo predilecto de la provincia. Lo de esta ley es criminal, es mentira. La verdad es que de los sevillanos recibí un trato entrañable hasta el punto de que me entregaron la Medalla de Oro de la provincia y la ciudad, hecho insólito hasta entonces.
-Se dice en Sevilla que incluso los que no eran franquistas guardan buen recuerdo de usted.
Eso es cierto y he tenido muchos testimonios de ellos. Como el sevillano hay poca gente, con unas características propias, donde el humor se fusiona con la ironía, donde la alegría permanece y la visión del mundo y la historia es distinta a la del resto de los mortales. Sevilla es el paisaje que mejor me sonríe: mis mejores recuerdos, los de amargura, los de desesperación, los de alegría, esperanza... todos están en Sevilla. Si tuviera que volver a algún sitio, iría siempre a Sevilla.
-¿Entonces por qué persistir en el enfrentamiento?
Personalmente nunca fui partidario de pregonar lo ‘anti'. En mi propia familia había personas que habían luchado en ambos bandos. He tenido siempre una visión bifronte de la Guerra Civil, que tuvo unas connotaciones heroicas por una parte y por la otra. Lo que no se puede es dejar de justificar el alzamiento, porque fue una necesidad histórica.
-¿Franco lo entendió así?
Franco no deseaba sublevarse, tuve conversaciones con él y me lo repitió una y otra vez: "Hubiera dado la vida por evitar un enfrentamiento entre hermanos, pero fue imposible la paz". Me dijo que aceptó sólo cuando se agotaron todas las vías y hubo unanimidad de peticiones de que se encargara de la gobernación del Estado. Me dijo además que su mano no temblaría y que siempre adoptaría una actitud no partidaria, sino una actitud de prudencia histórica que pudiera devolver a los españoles la confianza en sí mismos.
-Recoge la reciente biografía sobre Franco de Jesús Palacios y Stanley Payne que Charles de Gaulle quedó sorprendido cuando le visitó en Madrid.
Franco era y sigue siendo el gran desconocido. Cuando alguien se arrimaba a él quedaba verdaderamente sorprendido. Primero, por el rigor y la quietud serena con la que encaraba los problemas; segundo, por su fidelidad a la esencia del movimiento nacional. Para él España estaba por encima de todo y era bastante benigno en el juicio de sus compatriotas. Cuando hablaba de la guerra lo hacía con tal objetividad que parecía que había estado presidiendo una contienda de caballeros, y aquello no fue así.
-¿Qué queda de aquella época?
No todo lo que hacen los políticos se disuelve. En El Sentido de la Historia, de Karl Löwitch, se dice que no hay obra política que haya tenido fuerza que al final se disuelva del todo. Franco libró a España de una verdadera catástrofe, primero, al vencer al comunismo y después al mantenerse neutral en la Segunda Guerra mundial. Yo recuerdo con 9 años ver a las mujeres viudas en las puertas de sus casas pidiendo una limosna para poder enterrar a sus deudos. Años después vi cómo se implantaba la justicia social. El sistema de la seguridad social lo crea y desarrolla Francisco Franco.
-Cuente alguna anécdota con él.
Cuando Millán Astray estaba muriéndose, Franco fue a verlo, y al entrar en la habitación le dijo: ‘A sus órdenes se presenta el comandante de la primera bandera'. Fue un detalle estupendo de Franco, que ni mucho menos era un ser pétreo u hostil. Era un hombre normal, simpático cuando tenía que serlo y no excesivamente antipático cuando las circunstancias le obligaban. Me siento identificado con el mundo militar y especialmente con La Legión, de la que soy cabo honorario a mucha honra.
-¿Qué le parece que la ‘mili' fuera borrada de un plumazo?
El exministro Trillo dijo ‘menos mal que hemos acabado con la puta mili'. Oiga, pues la mili redimió a muchísimos españoles, hizo una labor social impresionante y creó un espíritu que no se ha perdido, en lo poco que todavía queda. Terminar con la mili es terminar con una parte del corazón de España.
-¿Estaban mejor preparados los políticos de antes que los de ahora?
Los gobiernos del 18 de julio tenían una categoría sensacional. Hubo hombres que destacaron por su formación técnica y su procedencia tecnocrática. Pero hubo otros que mantuvieron el espíritu, como José Antonio Girón. Cuando Franco me llamó para hacerme ministro le dije: ‘Mi general, creo que no estoy preparado para ello'. Él me respondió: ‘Eso lo dirá usted, yo le digo lo contrario, seguro que lo hará muy bien'.
-Sus memorias, "Sin cambiar de bandera", son toda una declaración de intenciones. ¿Qué pasa con los que han sido franquistas con Franco, centristas con Suárez y socialistas con Felipe?
Así fue. Suárez quebrantó y desmontó el Estado del 18 de julio, pero tenía un poder de seducción indudable. Él alabó mi gestión. Felipe no lo hizo del todo mal. Recuerdo que cuando murió Franco fui con su hija a su despacho y vi un libro titulado "Las verdades del socialismo" en el que aparecía una anotación manuscrita de Franco: ‘Me parecen muy bien parte de las actitudes socialistas, pero hay que tener en cuenta que al socialismo le perdió el rencor'.
¿Y José Antonio Primo de Rivera?
La elegancia en política se terminó con José Antonio. Era el prototipo del español con unos valores espirituales extraordinarios, tenía sentido del valor, de la audacia, de la creencia en España. Fue un patriota crítico, amaba España con un afán de perfección. He meditado y me lo he imaginado ante el pelotón de fusilamiento. Póngase usted con 33 años, en la flor de la vida, ante esos desaforados que lo iban a matar con odio.
-Cuando le condenan a muerte escribe que sigue creyendo en España.
Me estremeció ver que en su testamento -cuyo original tuve en mis manos recientemente, gracias a Miguel Primo de Rivera- mantenía las líneas rectas, una escritura perfecta, sin ningún error semántico, sin tachaduras... La última voluntad de José Antonio es de una belleza increíble, me estremecí y me emocioné al ver la maleta con sus últimas pertenencias, con sus últimos papeles. Escribió ‘ojalá fuera la mía la última sangre vertida en discordias civiles. Ojalá algún día el pueblo español tan lleno de grandes cualidades entrañables encuentre un día la patria, el pan y la justicia'. Él quería una España alegre y faldicorta, no era ningún beatón.
-¿Y cómo ve usted la España de hoy?
Creo que la perspectiva de la España de hoy es muy corta porque se ha abandonado el sentido histórico que ha tenido. El futuro es confuso, sobre todo porque ha habido un mal que no se ha extinguido y se ha protegido: el excesivo poder de los partidos políticos que han desvirtuado la democracia. Los partidos son instrumentos demoledores de un sentido del bienestar, pervierten la representatividad, consagran la división, mantienen los odios y actúan de una forma antihistórica.
-¿Qué le parece lo de Podemos?
Han tenido un sentido de la oportunidad extraordinario. Es una opción juvenil que acierta en el diagnóstico, pero que tiene unos planteamientos ideológicos inadmisibles, por ejemplo, su laicismo radical y la disparatada propuesta de la supresión de la Semana Santa, que está en la raíz del corazón de España. ¿Qué tienen de modernidad y de sentido de perfección histórica? No tienen nada. No les auguro un triunfo que otros sí presienten.
-¿Atisba un horizonte negro?
El futuro siempre está en la rodilla de los dioses. España tiene que cambiar de rumbo, porque los horizontes de futuro están cerrados. El camino del mañana está oscurecido, todavía con una parte de rencores, que es inadmisible, y otra parte de ignorancia.

24 de abril de 2015

Comsumatum est

Hace cinco años publicaba esta entrada sobre la placa situada en el Teatro de la Comedia, pronosticando que aquél gobierno socialista de memoria infausta acabaría con la huella de un hecho histórico ilusionador. Me equivoqué. No han sido las huestes de Zapatero, sino el gobierno inane de Rajoy el que ha consumado una fechoría propia de una nación inculta. 

Tratar de borrar de las calles de España las huellas de una mañana luminosa como la de aquél 29 de octubre de 1933 no es sólo una infamia, sino un tremendo error. Pero nunca podrán borrar de la historia el eco de las limpias palabras con las que un joven que quería mirar a España de frente, libre de la hemiplejia de la derecha y la izquierda, convocó a la juventud española a una tarea apasionante de reconciliación y justicia social.

LFU


21 de abril de 2015

El caso Rato y la seguridad jurídica

El lamentable y grotesco espectáculo de la momentánea detención de Rodrigo Rato, precedido de la escandalosa filtración de datos de carácter reservado de dicho contribuyente, tiene continuidad en la insólita petición de la oposición de que se hagan públicas las listas de los contribuyentes que se acogieron a la regularización tributaria de 2012.

«Artículo 34 de la Ley General Tributaria. Derechos y garantías de los obligados tributarios.
1. Constituyen derechos de los obligados tributarios, entre otros, los siguientes:

i) Derecho, en los términos legalmente previstos, al carácter reservado de los datos, informes o antecedentes obtenidos por la Administración tributaria, que sólo podrán ser utilizados para la aplicación de los tributos o recursos cuya gestión tenga encomendada y para la imposición de sanciones, sin que puedan ser cedidos o comunicados a terceros, salvo en los supuestos previstos en las leyes

Así que el gobierno incumple la ley (sólo un “poquito”, ya sabemos el nombre de 5 de los 705 “pep”) y la oposición le pide al Parlamento que obligue al gobierno a incumplirla aún más.(¡!)

Un país en el que el gobierno y la oposición se pelean para ver quien pisotea más y mejor la ley, no es un país fiable. Es para echarse a temblar.

Están locos estos romanos…..


LFU

13 de abril de 2015

Catalá: un ministro al servicio de la mentira

«La presente Ley reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida, que implica, entre otras cosas, que las mujeres puedan tomar la decisión inicial sobre su embarazo y que esa decisión, consciente y responsable, sea respetada. El legislador ha considerado razonable, de acuerdo con las indicaciones de las personas expertas y el análisis del derecho comparado, dejar un plazo de 14 semanas en el que se garantiza a las mujeres la posibilidad de tomar una decisión libre e informada sobre la interrupción del embarazo, sin interferencia de terceros (…)» Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo.

Esta mañana, rompiendo mi recién adquirido hábito de no escuchar los programas informativos de la mañana, he tenido el infortunio de escuchar una entrevista al ministro de justicia Catalá quien en un alarde de cinismo y desvergüenza colosales, ha afirmado con total tranquilidad que “la actual regulación del aborto en modo alguno reconoce el derecho al aborto.” (sic). Más miserable aún, si cabe, ha sido el ministro al insistir en la idea de que en este asunto están en juego las creencias religiosas de los católicos, como si la vida del embrión fuera un dogma o una cuestión de fe.

 El Partido popular, bajo la inspiración del inefable Arriola, ha decidido que aquella “barbaridad” (en palabras de Rajoy) de ley aprobada por el gobierno sectario de ZP ha alcanzado hoy un alto grado de “consenso”. Ahora ya no es un “disparate”; lo “sensato” es mantenerla porque al fin y al cabo, cuando vengan “los otros” la van a cambiar (Rajoy dixit). Mientras tanto, en una contradicción esquizofrénica, el Partido popular no ha retirado el recurso contra dicha ley ante el Tribunal Constitucional. Así que para salvar la evidente contradicción, nada más efectivo que recurrir a la mentira. 

Como decía Bismark «Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería».  Pero en este caso, estando en juego la vida de tantos miles de inocentes, la mentira adquiere caracteres de una grosería intolerable.

Son muchas las presiones que están teniendo que soportar un grupo de parlamentarios del partido popular por haber anunciado que no actuarán de comparsas en la miserable reformita que se ha sacado Rajoy de la manga. En mi opinión, debían haber abandonado sus escaños hace muchos meses. 
Pero aún están a tiempo de salvar la dignidad. Espero que perseveren y no se asusten. La mentira tiene un poderoso príncipe, pero somos muchos los que sabemos que su destino no es otro que la derrota definitiva.


LFU

10 de abril de 2015

Cameron, la Pascua y los complejos

«La Pascua es la ocasión para los cristianos de celebrar el triunfo definitivo del amor sobre la muerte, con ocasión de la resurrección de Jesús. Y para todos nosotros es un ocasión de reflexionar sobre el papel del cristianismo en la vida de nuestra nación»

Con estas palabras comenzaba el primer Ministro británico David Cameron su discurso con motivo de la festividad del Domingo de Pascua.  

Confieso que, tras escuchar las palabras del primer Ministro felicitando la Pascua y denunciando la cristianofobia, he sentido una enorme envidia. No imagino a nuestro Presidente pronunciando un discurso para felicitar la Pascua de Resurrección, la festividad más importante del mundo cristiano, y aún menos denunciar públicamente la trágica situación de tantos cristianos perseguidos en Oriente y África.  En cambio, le falto tiempo para desplazarse a París y asistir a una manifestación denunciando el ataque yihadista contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo. Desgraciadamente, han brillado por su ausencia palabras de denuncia de nuestros representantes políticos tras el asesinato de los cristianos coptos ejecutados al poco tiempo, o los 148 cristianos masacrados hace unos días en Kenia entre otras víctimas de la sinrazón.

Y en esta semana, después de oír a Cameron, también echo en falta la presencia en nuestro panorama político de estadistas que no se avergüencen de nuestro pasado y traición común y sean capaces de defender la civilización cristiana, base de nuestra cultura y de todo futuro en paz y prosperidad.  

Feliz Pascua de Resurrección


Reyes Utrera

9 de abril de 2015

La empatía

Sin duda, una de las virtudes más difíciles de ejercitar es la capacidad para ponerse en el lugar  del otro.

Hace unos días, en lugar y momento inadecuados, mantuve una agria e insospechada conversación con una persona a la que yo me había acercado a saludar por vez primera de forma cortés, absolutamente desprevenido de lo que iba a tener que aguantar, por exigencias de la buena educación, de la boca de aquél.

Confieso que me afectó, pues no termino de acostumbrarme a la mala educación y mucho menos cuando el maleducado ha tenido tantas oportunidades en la vida para no serlo. Con estos rozo la intolerancia.

Metido entre las escenas de la pasión de Cristo, decidí rezar el mal sabor de boca. Me puse a hablar con Dios sobre el susodicho, pues al fin y al cabo Él también murió por los maleducados. Le interrogué en silencio sobre la causa próxima o remota de sus desatinos, las respuestas me fueron dadas y finalmente le perdoné, tras intentar ponerme en su lugar (lo cual, es ciertamente difícil).

Finalmente me di cuenta que la fe tiene mucho que ver con la empatía o, cuando menos, con la voluntad de conseguirla.


LFU 

2 de abril de 2015

José Antonio. El fervoroso afán de España



Aquella España de los años republicanos puso en la historia una actitud patriótica que superaba los esquemas inútiles del nacionalismo. La enfermedad que asoló el continente europeo en los años de entreguerras se presentó en las mejores plumas y en los mejores ejemplos vitales de nuestro país como un supremo esfuerzo por devolver España a un destino abatido bajo los escombros de la decadencia política y el desarme moral.
Recuperar una nación que había sido la comunidad más precoz del Occidente moderno no era un ejercicio de vana melancolía ni de turbios manejos reaccionarios. Aunque estos no dejaran de asomar en el egoísmo social de algunos y en la parálisis ideológica de otros, aquel afán de regeneración procedió del desprendimiento, de una extrema sensibilidad por la justicia, de un respeto por la persona, y de un apego a la tradición en la que no descansaba el pasado inmóvil. En ella se encontraban valores permanentes, indicadores culturales de nuestro significado, material indispensable para hacer frente a la inmensa crisis que asoló la civilización desde la Gran Guerra.

Teatro de la Comedia

El 29 de octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera se dirigió a un público curioso y atento en el Teatro de la Comedia de Madrid. Aquel «acto de afirmación españolista» permitió descubrir a un hombre de poderosa honradez, de brío expositivo, de elegancia clásica y voluntad regeneradora. En la literatura política de aquella crisis nacional, es difícil encontrar, en un estilo poético que escapó siempre a la impostación y la cursilería, una posibilidad tan clara de lograr la síntesis entre tradición y futuro, entre repudio al resentimiento de clase y exigencia de justicia social, entre crítica a la corrupción del liberalismo y propuesta de una auténtica representación popular.
Aquella no era la voz del conformismo ni la del títere sin alma de los privilegiados. Aquella era la voz de un hombre entero, de un español que acababa de entrar en la madurez y que afrontaba sin falsa modestia y sin jactancia la responsabilidad de una movilización nacional. Sus reproches a la insensibilidad social de las clases dirigentes fueron atroces, y no lo fueron menos sus ataques a la falta de sensibilidad patriótica de quienes con su egoísmo estaban conduciendo a la disolución de España. No era, desde luego, el heraldo del inmovilismo quien hablaba aquella tarde de otoño en Madrid, pero tampoco de los que pensaban que la historia era un pasado al que podía renunciarse. 
La violencia extrema de una época y las tentaciones totalitarias que envilecieron la ruta de Occidente en aquellos años fueron anulando el inmenso potencial de aquella postura. José Antonio fue gestor y víctima de una radicalización que empezó por negarle a él mismo la calidad de su conducta personal y el vigor popular de sus propuestas. Por fortuna, sus palabras siguen ahí, aunque fueran manoseadas y desvirtuadas por quienes se rieron de él desde el principio, para convertirlo después en un mito cuya ejemplaridad se empeñaron en desactivar.
Y ese mensaje de denuncia, de echar en cara a sus compatriotas su carencia de sentido de servicio y el desdén ante la misión universal de los más profundos valores de España, conmueve aún a quien lo lea sin prejuicio, lamentando que tan alta visión fuera cautiva de la pugna estéril y el conflicto inútil que tendió el cuerpo de nuestra nación en la mesa de operaciones de una trágica guerra civil. Cuando llegó el momento de afrontar su responsabilidad ante el drama de 1936, aquel hombre que iba a morir suplicó a Dios que su sangre fuera la última en verterse en querellas de este tipo. Ante el tribunal popular dijo que habría sido posible encontrar las vías de entendimiento para la convivencia de los ciudadanos de una gran nación. No había ingenuidad ni oportunismo en aquel testimonio, sino la conciencia de un fracaso personal, de un fin de ciclo colectivo, que echaba por tierra las ilusiones de toda una generación. 

Cuando quedaba esperanza

Pero, tres años antes de esa noche de angustia en la cárcel de Alicante, tres años antes de esa víspera de espanto, de amargura por el sacrificio en masa de los españoles, José Antonio estaba lleno de esperanza: «queremos menos palabrería liberal y más respeto a los derechos del hombre. Porque solo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima, como nosotros lo estimamos, portador de valores eternos». Estaba lleno de impaciencia: «Cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral». Estaba lleno de protesta ante la injusticia: «Hemos tenido que llorar en el fondo de nuestra alma cuando recorríamos los pueblos de esta España maravillosa».
Estaba lleno de orgullo por la dignidad última de los humildes y explotados: «Teníamos que pensar de todo este pueblo lo que él mismo cantaba del Cid al verle errar por los campos de Castilla, desterrado de Burgos: ¡Dios, qué buen vasallo si oviera buen señor!». Estaba, sobre todo, lleno de ilusión ante la posibilidad de rectificación que se invocaba, ante el llamamiento a la unidad de los españoles honestos, de la nación capaz de restaurarse, de la patria con fuerza para incorporarse a un futuro de convivencia y de progreso: «Yo creo que está alzada la bandera. Que sigan los demás con sus festines. Nosotros, fuera, en la vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas».
No iba a ser la suya la última sangre que se derramara en una contienda civil. Pero sí iban a ser sus palabras, rescatadas del sumidero del oportunismo y de la lacra de la deformación, las que podemos leer como un ejemplo más de aquel «fervoroso afán de España». Una voz entre tantas, que alzaron la que debía haber sido una sola bandera: la de la justicia, la libertad, la afirmación nacional, el impulso por construir un destino común.
Fernando García de Cortázar 

27 de marzo de 2015

Memoria de agravios

Confieso que, entre las escasas virtudes que me adornan, no se encuentra la muy femenina habilidad de recordar con precisión los agravios recibidos, alojada en lo más recóndito del hipotálamo de la mujer.

Una y otra vez me propongo dejar constancia escrita de los agravios para poder utilizarlos como arma defensiva, y siempre sin excepción acabo olvidando también tan artero propósito desechando armas tan eficaces que acaban disueltas en el mar infinito del perdón.

Pero si perdonar a quien nos ofende es virtud y mandato evangélico, no lo es dejarse engañar como chinos una y otra vez por los partidos políticos a los que en alguna ocasión hemos dado nuestro voto. 

En mi caso, confieso no sin cierto remordimiento, que fui vilmente engañado en las últimas elecciones generales por el Partido popular, a quien presté mi voto tras ocho años horribles de zapaterismo y confiando en que haría honor a sus compromisos. Y como no quisiera quedarme in albis cuando alguien me pregunte por qué no pienso volver a dejarme engañar, he decidido hacer breve recuento de promesas incumplidas y agravios recibidos por el partido en el gobierno.
·        
  1. Porque mintió descaradamente prometiendo bajar los impuestos y los subió a la clase media más que ningún otro gobierno en la historia de España. Rajoy era perfecto conocedor del déficit antes d ganar las elecciones y sabía que había dos formas de reducirlo: subir los impuestos o reducir los gastos. Eligió la primera, que era, claro, lo más fácil y mintió al decir que “no había otro remedio”.
  2. Porque todos hemos podido ver el recorte en gastos sociales, pero no hemos conseguido ver el recorte en las administraciones públicas, que continúan igual de ineficientes e igual de caras.
  3. Porque Rajoy llamó sectario a ZP por aprobar la ley de Memoria histórica, que tachó de auténtico disparate, y la ha mantenido intacta durante sus cuatro años de gobierno para que cuando llegue otro iluminado, vuelva a reabrir las heridas cerradas hacía ya muchos años.
  4. Porque Rajoy clamó contra ZP por la aberrante ley del aborto de Bibiana Aido, que convertía en derecho el aborto y desprotegía totalmente al nasciturus en contra de la ley natural y de la doctrina del Tribunal Constitucional. Prometió derogar la ley cuando llegase al gobierno. Aprobó un anteproyecto de ley que encargó a uno de sus ministros y acabó arrugándose ante supuestas encuestas que le enseñó Arriola, dejando aquella “barbaridad” de ley -contra la que presentó un recurso de inconstitucionalidad- absolutamente intacta durante sus cuatro años de mayoría absoluta. ¿La razón? “Que era lo más shenshato, ya que total, cuando lleguen los otros al gobierno la iban a cambiar (sic)”.
  5. Porque cuando en febrero de 2012 la Generalidad de Cataluña estaba al borde de la quiebra, en lugar de utilizar dicha situación para intervenir la Comunidad Autónoma y atajar el problema, Rajoy les entregó 37.000 millones de euros para financiar su estrategia de sedición.
  6. Porque el 9 de noviembre de 2014, Rajoy y su gobierno hicieron una colosal dejación de sus funciones, permitió que se burlase el Estado de Derecho y cometió a mi juicio un clarísimo delito de omisión al no prohibir la celebración de un referéndum que había sido prohibido por el Tribunal Constitucional.
  7. Porque prometió ilegalizar todas las franquicias de ETA y no solo no lo hizo, sino que continuó una línea soterrada de diálogo con el entorno etarra que explica casos como el de Bolinaga y la extremada e inusitada rapidez y eficacia en aplicar la Sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre la doctrina Parot, a pesar de ser contraria a la jurisprudencia del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional. 

Y no me explayo más, aunque podría. Los motivos antedichos son más que suficientes y quedan aquí escritos para servirme de recordatorio cuando dentro de unos meses alguien o yo mismo me pregunte por qué no puedo votar al Partido popular.


LFU

25 de marzo de 2015

Sabía que lo iban a matar

Reproduzco a continuación el artículo publicado ayer en El Correo y en ABC, firmado por Carlos Aresti Llorente. 

«Treinta y cinco años después del asesinato de mi padre me decido a contar la verdad para desnudar la mentira de terroristas, cómplices y políticos oportunistas»

El 25 de marzo de 1980 ETA asesinó a Enrique Aresti Urien, conde de Aresti, con un tiro en la nuca. Dos fueron las razones para su «ajusticiamiento» según un comunicado de la banda asesina: tratarse de un «representante cualificado del gran capital» y «haberse negado a contribuir económicamente a modo de impuesto revolucionario».

Treinta y cinco años después me decido a contar la verdad para desnudar la mentira de terroristas, cómplices y políticos oportunistas. Tenemos la obligación moral de desenmascararlos a todos. Mi padre (Q.E.P.D.) trabajaba como agente de seguros. El entorno de ETA había descubierto que si creaba una agencia de seguros podía conseguir grandes comisiones, en base, como siempre, a amenazas y coacciones. Y él tuvo la valentía de denunciar públicamente la argucia en el Colegio de Agentes de Seguros de Vizcaya. Al terminar su intervención, un compañero y amigo que estaba sentado a su lado le dijo: «Enrique, acabas de firmar tu sentencia de muerte».

Meses más tarde, recibió una carta exigiéndole el pago del mal llamado impuesto revolucionario. Después de leerla me dijo: «No van a conseguir echarme de mi tierra porque si me matan me enterrarán en Gordejuela». Para quienes no están familiarizados con la zona, Gordejuela es un entrañable pueblo de Vizcaya. Sabía que lo iban a matar y no quería protección para evitar más muertes inocentes. Redactó un acta ante un notario de Bilbao que transcribo:

«En Bilbao a 7 de febrero de 1979, yo, notario del Ilustre Colegio de Burgos con residencia en esta Villa, por la presente, hago constar:
Que comparece ante mí, don Enrique Aresti Urien, conde de Aresti, mayor de edad, viudo, abogado, vecino de Bilbao, con domicilio en Gran Vía, número 26, tercero y con DNI número X.

El señor (…) conde de Aresti manifiesta: Que nació en Gordejuela (Vizcaya) el 7 de octubre de 1917 y declara su condición de católico, vasco y español. Como católico, apostólico y romano, pide a Dios perdón por el mal que haya podido hacer y sobre todo por el bien que haya dejado de hacer. No admite discusión en su condición de vasco y de español con cualquier advenedizo que pudiera discutir estas realidades.

Manifiesta que, habiendo sido requerido para satisfacer un impuesto revolucionario y amenazado de muerte en caso de no satisfacerlo, no está dispuesto a entregar un solo céntimo en tal concepto porque el hacerlo supondría una traición a su condición antes declarada de católico, vasco y español.

Lógicamente de dicha oposición pueden derivarse dos consecuencias: a) La muerte. b) La retención para obtener, bajo amenazas, lo que voluntariamente no está dispuesto a dar. En el supuesto a) que, antes o después a todos llega, no se necesitan instrucciones especiales. En el supuesto b) ordena a todos sus familiares que se atengan a su deseo expreso y terminante de no entregar cantidad ninguna por su liberación a pesar del mucho cariño que le puedan tener y precisamente en aras de ese cariño. Esta orden la hace extensiva a todos los que a través de cualquier relación económica pudieran sentirse obligados a hacerlo y manifiesta que no reconocerá como válida ninguna deuda que en su nombre ni en el de sus familiares se pudiera contraer con ninguna entidad bancaria en orden a su liberación.

Al agradecer a Dios el regalo de la Fe, le pide que le ayude, en cualquier circunstancia que surja, a cumplir con su deber. Se despide de sus hijos agradeciéndoles el cariño que siempre le han tenido y lo mucho que le han acompañado y les anima a que, con alegría, sigan el camino que haga posible que un día se vuelvan a encontrar con su madre bajo el amor de Dios (…)».

El 25 de marzo de 1980 lo mataron, obviamente por la espalda. Con el alma desgarrada lo velamos en casa junto con los innumerables amigos de verdad, que afortunadamente eran muchos, y a quienes desde aquí repito nuestro más profundo agradecimiento.

En aquella fecha el Consejo General Vasco tenía su sede en la Gran Vía de Bilbao, justo enfrente de nuestra casa. Su presidente era Carlos Garaicoechea (uno de los políticos oportunistas) que no consideró oportuno ni siquiera cruzar de acera para manifestar su pesar. Él sabrá los motivos. Al día siguiente, después del funeral, lo enterramos rotos de dolor en su querida tierra de Gordejuela.

Tres años más tarde, el Ayuntamiento de Bilbao presidido por el alcalde José Luis Robles (otro político oportunista) decidió cambiar el nombre de la plaza del Conde de Aresti (abuelo de mi padre y diputado general de Vizcaya entre 1898 y 1902), aumentando gratuitamente nuestro dolor e intentando borrar parte de la historia de Vizcaya.

Mi padre nos enseñó, entre otras muchas cosas, a no odiar a nadie. Siempre nos decía: «Breve o larga, la vida sólo vale algo si en el momento de entregarla no tenemos que sonrojarnos de ella». Nosotros estamos orgullosos de tu ejemplo y eso no nos lo puede quitar nadie.

Los asesinos no encontrarán nunca la paz interior y vivirán atormentados. Muchas veces esa vida es peor que morir.


CARLOS ARESTI LLORENTE, 

24 de marzo de 2015

De otras corrupciones. Por Fernando Suárez González

Reproduzco a continuación, por su extraordinaria calidad, la tercera de ABC del sábado 21 de marzo de 2015, firmada por el ex-ministro de trabajo D. Fernándo Suárez González, que incide en que la transformación de la representación popular en séquito y comparsa de los líderes de los partidos está en la raíz de otras corrupciones.


La siempre ilustrativa consulta al Diccionario de la lengua española que su Real Academia nos ofrece periódicamente actualizado permite sostener que reducir la corrupción a su vertiente económica equivale a ignorar la amplitud del concepto. Corromper es sobornar con dádivas o utilizar funciones públicas en provecho económico privado, pero lo es también alterar y trastocar la forma de algo, echar a perder, depravar, dañar, pudrir, estragar, viciar y resulta inquietante que se dedique tanto espacio y tanto tiempo a la dimensión económica de la corrupción y se dé tan poca importancia a otros vicios y daños que pueden incluso estar en la raíz de la que tanta y tan generalizada preocupación suscita.

Se dice con frecuencia que la corrupción económica, denunciada casi a diario por los periódicos y los jueces, puede llegar a poner en riesgo la democracia. Pienso, por el contrario, que nada más eficaz que la democracia para la acusación, el enjuiciamiento y la sanción de los corruptos debidamente comprobados, y me preocupa mucho más la naturalidad con que la opinión pública española acepta que se distorsionen, se ignoren y se manipulen los preceptos de la Constitución que configuran la estructura de la democracia misma. Eso sí que, en mi opinión, la corrompe y la pone seriamente en peligro, en la medida en que puede provocar el desdén, la decepción o la desconfianza de los ciudadanos, aunque cause gran satisfacción a los políticos que se benefician de prácticas bien poco democráticas.

Por poner un ejemplo de la máxima actualidad, el artículo 140 de la Constitución Española dispone que “los concejales serán elegidos por los vecinos del municipio mediante sufragio universal, igual, libre, directo y secreto, en la forma establecida por la ley”, añadiendo inmediatamente que los “alcaldes serán elegidos por los concejales”. Mas he aquí que la aplicación de estos preceptos por los partidos políticos -por todos los partidos políticos- ha llevado a la situación precisamente inversa: todos sabemos ya quienes están propuestos como candidatos a alcaldes, pero ignoramos absolutamente los nombres de los candidatos a concejales que, una vez elegidos, deben a su vez elegir al alcalde.

Como es de suponer, los candidatos a alcalde -elegidos en primarias del todo peculiares o designados por uno de esos dedos todopoderosos que han fabricado nuestras organizaciones políticas- no consentirán impasibles que sus partidos respectivos les elaboren la completa lista electoral y concentrarán todos sus esfuerzos en incluir en ella el mayor número posible de gente de confianza. De donde es lícito deducir que, concluido el proceso, no habrán sido los concejales los que han elegido al alcalde, sino precisamente el alcalde el que ha elegido a la mayoría de los concejales que le ha permitido el acceso a la vara. El mecanismo refuerza el poderío de la primera autoridad municipal y priva de cualquier posibilidad de control a los concejales de su mayoría, mientras los de la minoría protestan, gritan y denuncian, pero no controlan. En cualquier Ayuntamiento que se quiera examinar, se puede comprobar que si el alcalde ha cometido algún exceso endeudando al municipio, bautizando calles con nombres polémicos o contratando personal laboral para regatear información a los funcionarios o para colocar amigos y parientes, la protesta surge de los opositores, pero nunca de los partidarios, únicos que podrían evitar abusos y desmesuras.

Como de las candidaturas a las Comunidades Autónomas se puede predicar exactamente lo mismo, la calidad democrática de las próximas elecciones municipales y autonómicas resulta manifiestamente mejorable, pero no se aprecia en los partidos dominantes la menor voluntad de atribuir a los ciudadanos las competencias que les han venido sustrayendo durante ya demasiado tiempo.

Esa es la situación que tenemos delante aquí y ahora, a pesar de que las primeras figuras designadas para los puestos de principal relieve -y, muy en concreto, para los de Madrid- se desgañitan proclamando su espíritu democrático y, en algún caso concreto, su prosapia liberal. Si los demócratas y liberales proceden de tal guisa, no debieran escandalizarse tanto de que haya quienes pretendan cuestionar el entero sistema y a quienes se viene atribuyendo el equívoco nombre de “populistas”. Su amenaza puede prorrogar durante algún tiempo la insatisfactoria situación actual, pero los partidos hasta ahora mayoritarios deben aceptar que, o se ponen de acuerdo para hacer más auténtica la democracia española, o crecerá exponencialmente el número de los que no tienen el menor interés en defenderla.

Porque, además, lo dicho sobre las próximas elecciones municipales vale desgraciadamente también para las elecciones generales. El número uno de la lista de Madrid invita a participar a quienes tenga a bien y estos ya saben que por el mero hecho de haber sido incluidos en la lista del partido en cualquier provincia española renuncian al fundamental derecho que les otorga el artículo 99.3 de la Constitución, porque no serán ellos quienes otorguen su confianza al presidente, sino que han debido obtener la confianza previa del presidente para ocupar su escaño. No conozco a nadie que sostenga que eso es precisamente lo que se consagró en la Constitución.

De ahí resulta la corrupción -quiero decir el trastueque, la desfiguración- del Parlamento, convertido en cámara de resonancia de los debates partidistas, con lectura de discursos redactados en otros ámbitos, imposibilidad de convencer a nadie que no esté previamente convencido y resultados de las votaciones previsibles desde el día primero de la legislatura. Quienes debieran controlar al gobierno deben el cargo a su presidente y tienen que comportarse con mansedumbre, votando incluso contra lo que piensan o contra lo que anunciaron en sus campañas. Las minorías, como en el ayuntamiento, protestan, gritan y denuncian, pero no controlan.

Esta conversión de la representación popular en séquito, comparsa y acompañamiento de los reforzadísimos poderes de los líderes de los partidos que parecen incapaces de presidir a hombres y mujeres libres y prefieren tenerlos bajo control, porque eso les facilita mucho las cosas, está en la raíz de otras corrupciones. Nadie se puede creer que ni un solo concejal, diputado autonómico, diputado nacional o senador tuviera conocimiento de los desmanes de los colegas que están en la cárcel y si la disciplina de partido les mantuvo en silencio es forzoso concluir que han preferido conservar su situación que representar a ciudadanos decentes.

Hablando de los que están en la cárcel, es obligado recordar que no fueron los electores, sino los seleccionadores, quienes se equivocaron radicalmente al incluirlos en las listas, sin que uno solo de tales seleccionadores haya aceptado la menor responsabilidad, políticamente tan exigible. El velo de los aparentes “comités electorales” permite cubrir las arbitrariedades del dedo.

Si no se afrontan estos graves defectos de nuestra democracia por quienes todavía pueden hacerlo, que no se sorprenda nadie de su degeneración y de la creciente incomparecencia de quienes tienen su vida resuelta al margen de los escaños.

Fernando Suárez González

19 de marzo de 2015

Cuando era niño

Cuando era niño ponía todo mi afán en seguir tus pasos, largos, rápidos y marciales. Hoy lo pongo en acompasar los míos a tu lento caminar.

Cuando era niño me ayudabas a caminar. Hoy tengo la suerte de poder ayudarte yo a ti.

Cuando era niño me decías que fuera siempre erguido, alta la mirada. Y a pesar de los años que has vivido, a pesar de tus limitaciones, sigues altivo y en pie.

Cuando era niño me enseñaste el valor de la esperanza. Y sigues sin miedo a la oscuridad, porque sabes que no hay noche sin aurora.

Cuando era niño soñaba que algún día sería un hombre como tú. Hoy sigo soñando lo mismo.

Cuando era niño y no sabía lo que era ser un hombre, te admiraba. Hoy, que sé lo mucho que cuesta serlo, te admiro mucho más.

Y le doy gracias a Dios por haber tenido un padre como tú.


LFU

17 de marzo de 2015

Tam Pater nemo. Una hermosa lección de fe

Hace unos días, nos enterábamos de la repentina muerte de un joven a los pocos días de entrar en el seminario. Se llamaba Marcos Pou Gallo. A través de amigos comunes, me llega la carta que su hermano leyó al término del funeral por su alma y no puedo dejar de divulgarla. No tiene desperdicio.

TAM PATER NEMO

(Nadie hubo, ni puede haber tan Buen Padre)

Queridos amigos, familiares y conocidos;

Entre las 23.30 del sábado 21 de febrero y las 00.00 del día siguiente, domingo 22, mi hermano Marcos falleció en un accidente de moto, a la edad de 23 años, una semana y media después de entrar en el seminario.

No está siendo, como es lógico, nada fácil. Es mi hermano, con quien he crecido desde que nací, con quien he descubierto desde pequeño la vida, con su bien y su mal, su sufrimiento y su consolación, su belleza y su fealdad, lo divertido y lo aburrido, lo grande y lo pequeño. Con quien me he peleado, reído hasta llorar, con quien he llorado, y con quien he descubierto lo más grande que se pueda descubrir nunca ante los ojos de un pobre hombre como él y como yo.

Estos tres días están siendo los más duros de mi vida. Constante es el recuerdo de Marcos, de todo lo que hemos vivido juntos, lo bueno y lo no tan bueno. Es duro estar en casa porque es difícil caer en la cuenta de que ya no va a entrar por la puerta gritando ‘¡Minions!’ (Refiriéndose a Juan y Mateo, mis hermanos pequeños), o en mi habitación, donde él dormía. Es duro vivir, es doloroso. Lo más duro es despertarse por la mañana, porque es como si te dieran la noticia de nuevo. Es dolorosa esta nueva vida sin Marcos en la forma que ha estado siempre, tal y como la conocíamos. Lo sabéis bien aquellos que le conocisteis, aunque fuera por poco tiempo, aunque sólo cruzarais un par de frases con él.  A muchos os habrán hablado de él. Y para otros quizá era ‘hermano de’, o ‘hijo de Itziar y Paco’.

A todos vosotros os quiero contar lo que he visto estos dos días. Antes de la misa del domingo por mi hermano, tuvimos la oportunidad de besar por última vez a mi hermano. Estaba precioso, en un ataúd sencillo, como el de Juan Pablo II. Vestido de blanco, puro. Mi familia y yo pudimos estar rezando junto a él. Pidiendo por su intercesión por nosotros, para que comprendamos y nos fiemos del Señor. La misa fue el primer regalo de todos. Fue un verdadero espectáculo. La Iglesia estaba llena, hasta los topes, los dos días. Por delante de mí pasaban todos los rostros que el Señor acarició a través de Marcos. Todo lo que Dios ha generado a través de él, de toda su persona. Estaban las monjas del comedor social donde ayudaba (caritativa) desde hacía 3 años, sus compañeros y los míos del primer colegio en el que estuvimos, profesores de ese colegio, un gran número de profesores del Abat Oliba, alumnos de allí, los amigos con los que jugó al fútbol en La Salle cuando era pequeño, con los que jugó no hace tanto y con los que jugaba este año, incontables amigos suyos y míos de Madrid, matrimonios de allí que le conocieron y vinieron a acompañarnos y a despedirse, toda la comunidad de CL de Barcelona, toda mi familia… Me dejo a mucha gente, perdonadme. Celebraron misa por él en Siberia, Nueva York, Milán, Roma, Madrid, Las Azores, Méjico, Santander… y muchos sitios más donde rezaron por él.  A todos gracias por vuestras oraciones y vuestra compañía. Son un verdadero testimonio de todo lo que genera el Padre a través de la débil carne de mi hermano.

Amigos míos y de Marcos. Dios y mi hermano me regalan a cada segundo el amor que os tiene desde el cielo, y que siempre os ha tenido. Tengo la certeza, nítida, que Marcos siempre ha tenido. Tengo esa paz, esos ojos conquistados por el Señor, que Marcos tiene. Me da la sensación de que los abrazos que os doy, los besos y  las caricias, son de parte de Marcos. Me sorprendo amándoos un pequeño porcentaje de cómo él os quería, y eso es enorme. Lloro y sufro, le echo de menos, me gustaría abrazarle una última vez. Pero está conmigo. La relación con Marcos es única. Continuamente le oigo decirme que me fíe. Le veo sonreír, le veo feliz, donde toda su vida ansiaba estar. Marcos nos ha hecho el mejor regalo que nadie puede hacer. Nos ha puesto ante la vida, y ante Cristo. Siempre ha sido esa su intención, presentarnos a Cristo, mirad: ‘He visto el mismísimo rostro de Cristo, la ternura con la que Dios ama, he visto cómo me quiere y me da vértigo. ¿¡Por qué tanto!? Dios me prefiere, y en las palabras de Giussani, me prefiere “porque soy nada, porque soy como esa chica de Nazaret de 15 años, nada. O como su marido, un hombre lleno de dudas, confundido, humilde, carpintero, nada”’. Y estos días lo hace de una forma radical y espectacular, con la misa, el funeral y lo que vendrá. Nos presenta el infinito. Cada canto, cada lectura y cada salmo, cada abrazo que me habéis dado, cada rostro que he besado, son signo del Dios bueno que habita en Marcos. Es una sobreabundancia que jamás había experimentado, ni podía imaginar. Sufro con gran dolor, pero soy profundamente feliz. Porque ¿quién soy yo para recibir semejante regalo del cielo, como es la certeza de Marcos? ¿Quién soy yo para ser llamado a una relación con el Misterio como la que él tenía? La Misericordia que Dios tiene conmigo dándome esto se sale de toda medida. Nos da este regalo: ahora sólo lo infinito nos bastará. Ahora solo Dios bastará a nuestros desgarrados corazones de hombres.

La política, la economía, lo que estudiamos o donde trabajamos, lo que vivimos ahora, las relaciones con nuestros seres queridos y amigos, todo vuelve a ser verdadero. Porque todo está revestido de esta espera y esta pregunta: ¿Hay algo que sea para siempre? Si. Existe. Porque lo hemos visto y lo vemos. Siempre quiso presentar a Dios al mundo. Y estos días lo hace de una forma radical. O todo o nada, como ha sido él. Y Cristo está. Amigos, no es incompatible el sufrimiento de perder una ‘forma’ de relación, con la paz y la seguridad de que Dios está. No es incompatible el desgarro con la alegría que Dios presente nos da. Todo lo que nuestros corazones desean, y hoy más que nunca, existe. Lo vimos en Marcos y lo vemos entre nosotros hoy. Lo vemos en la unidad de un pueblo donde el Señor quiso crear a Marcos. Lo tenía todo pensado. Para llevarse a Marcos tenía que estar seguro de que él daba su ‘sí’ libremente y feliz. Y os lo demuestro: Marcos escribía el 11 de febrero esto. ‘ENTRADA EN EL SEMINARIO: Vértigo y confianza plena, soy Tuyo Cristo. Que este sea un camino de santidad. ¡Feliz de darte la vida! Domina más esto que lo que no apetece, da pereza o parece ser una futura fatiga. A ti me encomiendo María. Virgen de Lourdes, ¡hazme fiel! ¡Hazme santo!’

¿Lo veis? Marcos se fue plenamente feliz, como nunca lo había sido. Y nos quiere regalar esta paz. Dejad que entre en vuestros corazones el dolor, bucead en el sufrimiento para descubrir el deseo de infinito que a Marcos caracterizaba. Pero sumergíos también en la vida. Estad atentos a lo que Dios nos regala, estad atentos a la realidad que fascinaba a Marcos. Porque es allí donde encontraremos la paz que Dios nos da. No tapéis vuestro dolor, vuestras preguntas, vuestro sufrimiento, el echar de menos, o las ganas de estar con él. Vividlas hasta que esas preguntas os definan. De lo contrario, despreciaremos el regalo que Marcos nos hace. Contaos lo que os fascinaba de Marcos, recordad lo que os decía, contaos y recordad a Cristo, que se hacía más carne a través de mi hermano. Que el sí que él dio sea también nuestro sí a vivir este sufrimiento y esta gracia. Pidamos su cercanía con el Señor, su relación privilegiada con el Padre y celebremos que él es ahora feliz para siempre. Descansad en esta certeza, en la imagen de su sonrisa desde el cielo.

Mi relación con Marcos es mejor ahora que nunca. Ahora que no puedo tocarlo ni abrazarlo, es más mío, está más en mí, que nunca. Marcos hoy se me regala más que hace tres días. Lo mejor de Marcos, Cristo, está infinitamente más presente hoy que nunca. Es más nuestro amigo hoy que nunca. Me llegan ya las cosas que están sucediendo. Me envían muchas personas los testimonios de lo que Dios y Marcos hacen desde el cielo. A Dios tengo que agradecer ser testigo de semejante espectáculo. No dejéis de contármelo, por favor. Ya está sucediendo.

Os pido que os acompañéis entre vosotros, que os recordéis esto. Os pido que no cerréis vuestro corazón, que lo abráis al dolor y al presente. También pedid por mi familia: Francisco, Itziar, Natalia





9 de marzo de 2015

Cada vida importa

Ayer, un chico con síndrome de Down me dio un folleto de la manifestación contra el aborto del próximo sábado. Me lo dio con una sonrisa confiada, sonrisa que yo le devolví no sin cierto sentimiento de culpa.

Luego, durante la misa, tuve delante a otro chico Down de unos 12 o 13 años, que cubrió de besos a su madre y a su hermana mayor a las que no paró de lanzar lisonjas y piropos de una dulzura infinita. Piropos –pensaba yo- por los que alguna descerebrada le acusaría de machista….Al salir, mi hija mayor, que había estado atenta al comportamiento de este chico,  me decía “Papi, ¡¡yo quiero un hermano así!!” y a mí me dieron unas ganas enormes de felicitar a esa madre por la fortuna de disfrutar de tanto cariño incondicional.

Hablo de sentimiento de culpa, porque hemos convivido y seguimos haciéndolo con la monstruosidad del aborto eugenésico con total normalidad; porque hemos confiado en que los políticos nos solucionarían la papeleta, sin tener en cuenta que a éstos, salvo excepciones, no les mueven intereses ilustres sino el deseo de conseguir o mantener el poder; porque nos hemos quedado cómodamente en casa o nos hemos ido al campo en lugar de unirnos a los que ponían su voz para denunciar el holocausto, para luego decir que, total, son muy pocos los que se manifiestan y nada se consigue.

Somos cada uno de nosotros quienes tenemos la obligación de cambiar las conciencias de la gente; nosotros quienes estamos obligados a lograr que los políticos dejen de mirar para otro lado. Somos legión los que, católicos o no, de izquierdas o de derechas, ricos o pobres, aborrecemos el crimen sin sentido de los más indefensos y si saliéramos todos a hacer oir nuestra voz, no tendrían más remedio que escucharnos, porque son muchos los votos que están en juego. No es una bandera ideológica la que levantamos, es una sacudida de conciencias la que preconizamos. La de los que niegan la condición humana del concebido y la de los sepulcros blanqueados que conociéndola, miran para otro lado porque es una forma rápida de quitarse un problema de encima.  

Eran millones los alemanes que callaban o aplaudían mientras veían cómo los judíos eran vejados, humillados y masacrados por sus compatriotas. Hoy son millones en todo el mundo los que defienden o asumen el derecho a privar de la vida a un ser humano por el mero hecho de tener una tara, o más aún, por el mero capricho o conveniencia de la persona que lo lleva en su seno.

Si nosotros miramos para otro lado, si convivimos cómodamente con el crimen y con todo ese sórdido mundo de esclavitud que rodea al aborto, nuestros hijos también lo harán. Muchos de los que me rodean piensan que las manifestaciones son para los frikis, y después se asustan cuando las huestes de Podemos llenan las calles. Ellos saben bien el poder de la acción, de la agitación y de la propaganda y cuentan con nuestra molicie para su victoria.

Tenemos una deuda con los niños no nacidos y con la posteridad. Cada uno de nosotros. No ganaremos ni hoy ni mañana, pero algún día la humanidad se quitará la careta y contemplará con horror este holocausto silencioso. Vale la pena luchar desde hoy porque ese mañana llegue cuanto antes.


Luis Felipe Utrera-Molina

26 de febrero de 2015

Licinio de la Fuente. Un poeta de la acción. Por José Utrera Molina



Conocí a Licinio de la Fuente en un tiempo en el que el servicio a España era un deseo común a la mayoría de los que creían en su Patria. Hijo de un modesto campesino, su extraordinario tesón le llevó a alcanzar el máximo grado universitario y ganó después las oposiciones al Cuerpo de Abogados del Estado. Fui Subsecretario suyo durante cuatro años. De él aprendí múltiples lecciones. La primera, la inconmensurable dimensión de generosidad que ofrecía su alma.

El Ministerio de Trabajo tuvo en él su más alto representante y el más vigoroso impulsor. La política sanitaria y la extensión a términos increíbles de la Seguridad Social tuvieron en él a su artífice. Yo conocí la época en que las mujeres podían un pañolón negro en la puerta de sus humildes casas para que alguien pudiera dar dinero para los restos de sus deudos. De ahí pasamos a una transformación inconmensurable de las estructuras carcomidas de España. Los mejores hospitales, los medios y aportaciones técnicas sanitarias de todo orden, tuvieron su origen en la voluntad indomable de Licinio de la Fuente.

Debo decir que esta función política la inauguró José Antonio Girón de Velasco, adalid de un nuevo concepto del trabajo y de la dignidad de los trabajadores. Licinio superó con creces aquellas primeras etapas y yo le he visto sudoroso, entregado y contento al mismo tiempo de aportar al mundo de los trabajadores españoles todo su tesón, su ambición y su envidiable ímpetu constructivo. Ahora, cuando tanto se habla de justicia social, nadie que tenga un poco de dignidad podrá negar la fabulosa obra de transformación que en favor de los trabajadores se hizo en los ministerios de trabajo.  

Licinio era incansable. No había para él ni vacaciones ni espacios de recreo. Toda su vida estuvo consagrada a su misión y la cumplió de forma admirable. Falangista de raíz, incorporó las nuevas ideas a su quehacer político, a su forma de ser sobria, lacónica pero llena de un fervor verdaderamente impresionante. Jamás le vi dudar y  apuntó siempre a metas muy lejanas para que los trabajadores de España tuvieran su asidero en las múltiples realizaciones materiales que en el ámbito social cubrieron el suelo de España. No hubo problema laboral que él no abordara con la plenitud de sus conocimientos y la voluntad férrea de su ánimo imbatible. Yo, que le seguí muy de cerca en la encomienda de la subsecretaria del trabajo que él me confió, puedo hablar antes que nadie del portentoso ánimo que caracterizó siempre la existencia de Licinio de la Fuente. Ni una desviación, ningún descanso, ninguna complacencia con los poderosos, signaron la tarea del ministro. Todos le seguíamos apasionadamente y los nuevos hogares de ancianos, los ambulatorios, las múltiples residencias sanitarias, hablan de aquella fuerza arrolladora que frente a poderes fácticos no siempre contentos con nuestro proceder, lograban uno a uno los milagros de la reconstrucción española. José Antonio nos hablaba del sentido de nuestro deber y de que España era una dimensión mejorable a través de la voluntad y del desafío a lo poco ilustre.

Licinio de la Fuente fue el prototipo de un ministro capaz de enfrentarse con las dificultades. Yo fui testigo de la sorna con que algunos compañeros suyos acogían la intrépida decisión que caracterizaba sus empeños. No cesó, sino que se marchó por propia voluntad porque había una serie de sectores que impedían el progreso revolucionario que Licinio representaba.

Le he estado hablando durante todos estos días, no para recordar, sino para afianzarnos en lo que fue una obra bien hecha. Caballero, soldado de buena estirpe, enamorado de la España eterna, jamás le escuché una frase despectiva en relación con sus enemigos, que no creo que los tuviera. Acogió con amoroso afán a todos aquellos que representaban un aporte a la obra que su patria representaba. Yo no puedo decirle adiós porque en mi pensamiento no podrá morir nunca ni su bondad, ni su ejemplaridad ni su nobleza.

Soy testigo de que Licinio de la Fuente no conoció jamás una brizna de cobardía y Dios premió su voluntad otorgándole un espacio de reflexión y de trabajo que únicamente él pudo ocupar. Decía José Antonio que a los pueblos no los movían más que los poetas. Licinio de la Fuente fue un poeta de la acción. Amó a España con toda su alma, sin recovecos, sin interpretaciones de ningún tipo, fiel a la íntegra esencialidad española. Tengo la seguridad de que allá donde nos encontraremos algún día, Licinio se hallará junto al rumor de la canción que hablaba de luceros y de otra vida.  Fiel y creyente, pongo en sus manos las rosas de mi adiós y le pido que me reconforte con su ejemplo hasta el fin de mis días.


JOSÉ UTRERA MOLINA

17 de febrero de 2015

Yo soy copto


La estremecedora imagen de los 21 cristianos coptos a punto de alcanzar la palma del martirio a manos de unos salvajes desalmados, nos debe hacer reflexionar sobre la distinta reacción que ha provocado en occidente este acto de barbarie comparado con lo sucedido recientemente en París.

Yo no soy Charlie, ni lo seré jamás, pues como cristiano no me es dado ofender ni escarnecer a nadie por su credo o religión. Pero yo sí soy copto. Tan bautizado e hijo de Dios como todos los mártires de Libia, de Irak, de Siria o de Nigeria, que han sido asesinados por su condición de tal, sin que mediara insulto o provocación alguna.

Sin embargo siendo infinitamente más numerosos los cristianos que los charlies, no he visto en los medios de comunicación un relieve informativo equiparable al de los sucesos de París. No he visto a los líderes mundiales condenando en alta voz esta barbarie. Ni siquiera a mi presidente del Gobierno, que se dice cristiano, haciendo una declaración institucional. Nadie ha viajado a El Cairo para apoyar a los cristianos coptos o solidarizarse con el pueblo egipcio. 

Y sin embargo el repugnante y sangriento vídeo iba dirigido a todos los cristianos quienes estamos en el punto de mira por el hecho de nuestra fe.

No imagino reacción semejante entre el pueblo judío, ni tampoco del pueblo musulmán. Y es que, por desgracia, son legión los cristianos que se avergüenzan de serlo, los mismos que trataron de expulsar a Dios de la Constitución europea.

Afortunadamente, la sangre de los mártires es semilla de cristianos. Que los 21 mártires que se unen en el cielo a los miles que les precedieron en el martirio intercedan para que su bienaventurado ejemplo sea semilla de esperanza en una sociedad anestesiada por el relativismo, el materialismo y la ausencia de Dios.


LFU

6 de febrero de 2015

Un inquietante porvenir. Por José Utrera Molina


La portada de ABC de ayer sobre la estimación de voto de los españoles invita a una seria y profunda reflexión. No se trata de establecer equivalencias ni de juzgar proporcionalidades. Ante nuestros ojos aparece dibujado en trazos gruesos el próximo porvenir de España. Hay una fuerza emergente que sin duda alguna ha de ser reconocida. La conveniente estabilidad y la determinación en la política no permiten mirar con indiferencia el empuje de una perturbación institucional efectiva.  No sólo está en juego el sistema partitocrático que salió de una transición pacífica, aunque cortoplacista. A mi modesto parecer, son los cimientos de la España vital los que  se están asentando sobre arenas movedizas.

Los pueblos soportan variaciones y cambios con asombrosa normalidad pero otear en el futuro lo que pudiera significar el triunfo de una izquierda radical borra todas las posibilidades de progreso y de concordia. Es necesaria más que nunca una completa renovación de unas instituciones vapuleadas por el descrédito de una prolongada y amplia epidemia de corrupción.  Pero para eso hay que poner sobre el tapete de la historia coraje y decisión.  Existe una crisis fundamental que afecta a la estructura de un sistema que arrebató al ciudadano su representatividad en beneficio de los aparatos de los partidos y que no ha resistido los embates de una crisis económica que ha tenido efectos devastadores en la esperanza de una juventud que cuestiona legítimamente la viabilidad de unos principios que entonces se consideraron ejemplares.  Si no corregimos a tiempo la estructura esencial de España, si no le damos la vuelta a un sistema indudablemente agotado, corremos el peligro de afrontar su dolorosa liquidación.

Los restos de una España apolillada tienen que ser barridos porque en el caso contrario, el acecho de fuerzas antinacionales será un hecho inescrutable. Buena parte de la culpa la tiene la debilidad ideológica de la llamada derecha española que ha renunciado a la defensa de sus principios tradicionales acomodándose acomplejada  ante la pretendida superioridad moral de la izquierda. Y es que, ante el intolerable espectáculo cotidiano de la corrupción de buena parte de la clase política, sindical y financiera, las cifras de la recuperación económica no se me antojan como remedio suficiente capaz de ilusionar a un electorado que se ha sentido claramente defraudado. 

Los impulsos revolucionarios estuvieron siempre en la raíz de la historia de España y es responsabilidad del hombre político encauzar esas corrientes, en ocasiones arrolladoras, para el bien común de todos los españoles. Los restos de una moral cainita están sobre el tapete de la historia y es preferible borrar esos vestigios porque no conducen a ningún espacio de tranquilidad sino a una zozobra peligrosa y destructiva.

La juventud necesita ríos de seguridad, espacios abiertos a su participación y rechaza el desprecio y el orgullo de los que creen saberlo todo y sin embargo no hacen nada.  Por eso me resisto a creer que esta generación que ha vivido en la esquina de una tragedia sobre la tierra de España, pueda incurrir en la defensa de situaciones políticas, de ideas y de principios que el tiempo había clausurado. A estas alturas, fortalecida ya la idea de una unidad europea, no podemos regresar al ámbito estrecho de un particularismo suicida.

Ojalá nuestros gobernantes se apresuren a encauzar con nobleza y generosidad el torrente de novedad que representa el empuje de un movimiento que acierta en el diagnóstico, pero amenaza y atemoriza con soluciones imposibles. España no puede perecer ante una banda organizada de iluminados que pretenden hacernos revivir épocas felizmente superadas.

Si el gobierno renuncia a liderar un ambicioso cambio en el sistema fiándolo todo a las cifras macroeconómicas, corre el riesgo de ser arrastrado por un torrente demoledor de realidades. Yo tengo ese temor, pero mi corazón alberga también la esperanza de que el cambio que se avecina pueda ser positivo. España tiene al alcance de su mano un futuro prometedor en dichosa convivencia, pero requiere en esta hora crítica gobernantes que sepan estar a la altura de las circunstancias.


JOSÉ UTRERA MOLINA