"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

28 de mayo de 2015

Indignidad y derrota. Por Fco. José Soler

A continuación, me hago eco, con su autorización, de la magnífica reflexión de Francisco José Soler en Infocatólica, que hago mía sin ningún tipo de matices. Tras darle muchas vueltas al resultado de las elecciones del domingo, con esto queda dicho todo. El que tenga oídos para oír que oiga.

Nunca, en la historia de la democracia española, había comenzado un gobierno con tanto respaldo en el parlamento, en las comunidades autónomas y en los ayuntamientos como lo tuvo el gobierno de Mariano Rajoy al iniciar su andadura tras las elecciones de noviembre de 2011.
Ciertamente, ese respaldo era necesario, puesto que el nuevo ejecutivo se hallaba ante una tarea ingente: la de recuperar el equilibrio y la sensatez en todos los asuntos desequilibrados insensatamente por el gobierno de Rodríguez Zapatero.
Entre ellos se encontraba, sin duda, como uno de los asuntos prioritarios, la economía. Pero no era la economía lo único sacado de quicio por las ocurrencias y los delirios de ingeniería social del anterior presidente. En el legado de éste se encontraba también una ley que convierte en derecho la muerte de seres humanos en sus primeras semanas de vida. Una ley que, con toda razón, había sido recurrida por el Partido Popular ante el Tribunal Constitucional (… por cierto, ¿existe el Tribunal Constitucional?...) En el legado de Zapatero se encontraba también una ley que priva a los niños de su derecho a tener un padre y una madre. Y también esta había sido recurrida, con toda razón, por el Partido Popular ante el Tribunal Constitucional (… por cierto, ¿existe el Tribunal Constitucional?...). Y otra ley que decide por vía parlamentaria quiénes fueron los buenos y los malos en nuestra contienda civil. Y obliga a todos a aceptar ese decreto de damnatio memoriae, sin el menor respeto a la libertad de pensamiento de cada uno.
El ejecutivo de Mariano Rajoy tenía ante sí, qué duda cabe, una importante y difícil misión: Por una parte, estabilizar y reconducir la economía, y por otra parte recuperar los derechos y libertades perdidas como consecuencia del talante despótico del anterior presidente de gobierno. Ésta era su doble misión, y este era también el compromiso que los populares habían adquirido con sus votantes al recurrir las leyes zapateristas más inicuas ante el (¿inexistente?) Tribunal Constitucional.
Sin embargo, dar marcha atrás en el experimento de ingeniería social de Rodríguez Zapatero conllevaba un riesgo. Pues ello significaba oponerse a la máxima, aceptada en nuestro país como un dogma de fe, de que es la izquierda la que dictamina el bien y el mal, lo justo y lo injusto, lo políticamente correcto y lo incorrecto. Significaba, por tanto, hacer frente a la izquierda en una batalla cultural, una batalla de argumentos sobre los derechos de los más débiles: el derecho a la vida, los derechos de los niños. Y también sobre el derecho de todos a la libertad de pensamiento.
Esa batalla se podía ganar, o se podía perder, y con ella el gobierno. Pero había también una tercera posibilidad: La de olvidarse de todo esto, y no arriesgar el poder por cuestiones de tan poca monta. A fin de cuentas, lo importante es la economía, y no unas abstrusas e intrincadas cuestiones morales y teóricas, que no interesan ni a veinticinco. Esta tercera alternativa tenía un nombre: indignidad.
De manera que el gobierno más respaldado en la historia de la democracia española, debía decidirse. Sus miembros y su presidente, Mariano Rajoy, debían decidir qué harían con la confortable mayoría en las dos cámaras del parlamento, en los parlamentos regionales y en los ayuntamientos de las ciudades más importantes. Hacia qué la encaminarían.
Y las alternativas eran, en el fondo, estas dos: Tenían que escoger entre la indignidad y una batalla cultural con posibilidad de derrota. Escogieron la indignidad, y con ellos queda. Y ahora van a tener también la derrota.

Francisco José Soler
Doctor en filosofía de la física por la Universidad de Bremen

26 de mayo de 2015

"Coptos. Viaje al encuentro de los mártires coptos."

Autor: Fernando de Haro
Encuadernación: Tapa blanda
Editorial: ENCUENTRO
ISBN: 9788490550878

Un documental, dirigido y producido por el periodista Fernando de Haro, sobre los coptos, la comunidad cristiana más numerosa presente en Egipto, parece el detonante para escribir este libro. Walking next to the Wall, es el título del documental que ha contado con el patrocinio y la asistencia de la Fundación Ignacio de Larramendi y el Instituto de Estudios Históricos de la Universidad San Pablo CEU y que ha permitido profundizar en la situación de los cristianos perseguidos con un segundo documental, esta vez relativo a los cristianos sirios.

El libro que comentamos discurre a caballo entre el libro de viajes, el reportaje largo y una crónica introspectiva. El tono personal, sobrio y descriptivo que Fernando de Haro utiliza resulta un recurso eficaz para acercarnos a la realidad de estos cristianos insertos en un país milenario. En definitiva, se ofrece no sólo un atinado reflejo de los coptos como minoría en la compleja sociedad egipcia sino un curso acelerado de historia política y social del Egipto contemporáneo. Ampliando algo más el foco, también el libro aborda cómo la modernidad tecnológica y digital de nuestro presente influye sobre cualquier realidad que existe, moldeamiento del que no se libra ni la sociedad egipcia, ni esta minoría cristiana. Sin duda, la obra es una buena fuente para comenzar a conocer a los coptos, para ser consciente de su tenso y esforzado existir en la sociedad egipcia y reconocer y admirar los elementos de su identidad, irreductible al Islam, pero perfectamente compatible con la identidad nacional egipcia.

Quizás lo más interesante de la lectura de estas páginas es la subrepticia y natural invitación a meditar sobre la dificultad de mantener y vivir una identidad distinta y ajena –la cristiana– a la que la mayoría profesa en un cuerpo social. El ejemplo de fidelidad hasta el martirio que los coptos ofrecen supone un acicate para la vivencia de nuestro cristianismo en nuestra sociedad secularizada. ¿Estamos dispuestos a reconocernos cristianos del modo que estos hermanos lo hacen? ¿Aceptamos las consecuencias para nuestra vida que la confesión de cristianismo supone?


César Utrera-Molina Gómez

19 de mayo de 2015

No me resigno

No señor, no me resigno.

No me resigno a seguir apoyando el mal, aunque sea menor.

No me resigno a contemplar impávido cómo quienes han incumplido una tras otra la mayor parte de las promesas por las que deposité mi voto hace cuatro años me abofeteen públicamente diciendo que tiramos el voto si no les volvemos a apoyar. La mentira y el miedo son instrumentos del mal, no del bien.

No me resigno a votar a ningún partido para el que lo más sensato es negar el derecho a la vida a los niños en el vientre de su madre. No me resigno a votar a quienes consienten que los niños con Síndrome de Down  puedan ser eliminados impunemente. A quienes públicamente afirman que en su partido no cabe nadie que diga “no” al aborto. Y mucho menos a quienes presionan, sancionan y someten a escarnio vergonzante a sus propios diputados por defender una postura con la que dicho partido acudió a las elecciones.

No me resigno a apoyar a quienes han aceptado la pretendida e inexistente superioridad moral de la izquierda y han hecho suya la versión sectaria de la historia, de la familia y de la vida que la izquierda ha decidido imponer.

No me resigno a taparme la nariz para dar mi voto a quienes no han sabido defender la unidad de España haciendo pública dejación de sus obligaciones como gobernantes.

Sé que muchos lo harán por motivos crematísticos. Pero no me resigno a darle la razón a Carlos Marx en su interpretación marxista de la historia.  

Es posible que me quede solo, pero más solo estuvo San Pedro cuando llegó a la Roma de las orgías, de los prostíbulos y los templos paganos. No se resignó a pactar con el mal aunque fuera menor.  Fue crucificado, pero hoy en Roma repican las campanas de las más de 900 iglesias erigidas en los últimos dos mil años.


Por primera vez en muchos años, no me remorderá la conciencia este domingo. Ya no me resigno. 

LFU

18 de mayo de 2015

"La aventura de vivir". Alfonso de Zunzunegui

Título: Alfonso de Zunzunegui. La aventura de vivir.
Autor: Iñigo Ybarra Mencos.
Editorial: de buena tinta.
Año 2013.

En un tiempo tan cambiante como el que vivimos no es fácil encontrar ejemplos rotundos e indiscutibles que iluminen los caminos de la vida.  

“La aventura de vivir” es un acercamiento ameno, cercano, quizás demasiado breve, a la vida de este español notable, monárquico convencido y católico sin fisuras: Don Alfonso de Zunzunegui Redonet. Subrayo el don, pues se me hace difícil encontrar a alguien con una hidalguía tan bien ganada, acreedora de los más altos títulos, como la de Don Alfonso.

El centenar largo de páginas que tiene el volumen nos acerca a un tiempo y a un lugar, la España que hubo que reconstruir y en la que todo estaba por hacer y levanta acta, sobre todo, de la peripecia vital un hombre. Un hombre en cuyas venas latía el mejor espíritu emprendedor de la tierra vasca de sus ancestros, que impulsado por una mente lúcida y un corazón arrojado y generoso, supo desde muy joven aceptar el riesgo de dirigir, crear y gestionar con éxito empresas, liderar con responsabilidad hombres y formar una familia superlativa, de la que quien esto escribe se precia en conocer y admirar.

Sirvan estas modestas palabras de homenaje a un representante aventajado de la generación de los que fueron niños en nuestra guerra civil, que sin duda, fue un ejemplo indiscutible de empresario, módelico Pater Familias y un monárquico leal y comprometido al servicio de España cuando serlo y demostrarlo no daba ventajas. Todo lo anterior, parte de una clave esencial que completa el retrato del biografiado: su fe cristiana, probada en la adversidad y vivida en cada escenario de su vida explica la solidez de su trayectoria, la seriedad de sus compromisos sociales y políticos y, sobre todo, la alegría inconfundible que regalaba a quien tuvo la fortuna de tratarlo o conocerlo.


César Utrera-Molina Gómez.
Mayo 2015.

2 de mayo de 2015

Réquiem por una sonrisa.

Como suele decir mi padre, hay personas que se mueren y otras que se nos mueren. Anoche, con la misma rapidez con la que tantas veces levantó al toque de campana el varal de su Virgen de la Esperanza,  subió al cielo mi primo Laure.

Sin aspavientos, sin dolor, sin anuncios ni despedidas, pero con la sonrisa bondadosa que siempre le acompañaba.

En este mundo descreído del que acaba de volar Laure, pocos comprenden que en la suprema jerarquía de los valores de un hombre no está su sabiduría,  sus títulos,  su fama o su dinero, sino su bondad, el tamaño de su corazón. 

Es difícil hablar de Laure sin pensar en su sonrisa y en las que con tanto arte arrancaba a los demás. Dicen que el mal entra en las personas a través de la tristeza, del desánimo. Con Laure lo tenia difícil, pues aún en la adversidad sabia levantar los corazones más abatidos con una sonrisa. 

Es tanto lo que ha dado a su madre, a sus hermanos, a Maru y a sus hijos, y a todos los que le hemos conocido, que le sobraban avales para entrar por la puerta grande del cielo.

Dicen que el corazón que no se da, que no se ofrece, que no sufre, no se deteriora. El de Laure se ha roto de tanto usarlo. Por eso, cuando pase el inmenso dolor de la separación, quedará siempre el recuerdo de su sonrisa, y el agradecimiento por el privilegio de haber disfrutado del tamaño enorme de su corazón.  

 Hasta siempre, querido primo. Recibe por fin la sonrisa maternal de tu Virgen de la Esperanza a la que tantas veces llevaste y que hoy te abre con amor las puertas del cielo. 


 Luis Felipe Utrera-Molina

28 de abril de 2015

Entrevista a José Utrera Molina (Periodista Digital)

Recomendamos la entrevista publicada hoy en Periodista Digital por el periodista Javier Torres García a D. José Utrera Molina

ENTREVISTA AL AUTOR DE 'SIN CAMBIAR DE BANDERA'

Utrera Molina: "Franco no deseaba sublevarse, tuve conversaciones con él y me lo repitió una y otra vez"

"El horizonte de España está oscurecido por el rencor y la ignorancia"

Javier Torres, 28 de abril de 2015 a las 09:22
Gobernador civil de Sevilla, Ciudad Real y Burgos, ministro de Vivienda y secretario general del Movimiento, José Utrera Molina (Málaga, 1926) fue leal a Franco "más allá de su muerte". En sus memorias 'Sin cambiar de bandera' asegura que no cambió de principios cuando otros sí lo hicieron con la llegada de la democracia. Hoy todavía lo dice: "Franco es el gran desconocido".
-¿Olvidamos rápido o hay interés en ello?
La ley más criminal, más injusta y más increíble es la Ley de Memoria Histórica. La han escrito unos señores que han mentido, porque la Historia no puede ser nunca una sucesión de mentiras, sino un moldeamiento de la verdad. No se ha aprobado nunca una ley tan lesiva para los intereses generales del pueblo como ésta. Y lo peor que han hecho es desenterrar los cadáveres para volver a la política de los enfrentamientos.
-Llegaron incluso a quitarle una calle en Málaga y en Sevilla estuvieron a punto...
Además la diputación provincial de Málaga me quitó el título de Hijo predilecto de la provincia. Lo de esta ley es criminal, es mentira. La verdad es que de los sevillanos recibí un trato entrañable hasta el punto de que me entregaron la Medalla de Oro de la provincia y la ciudad, hecho insólito hasta entonces.
-Se dice en Sevilla que incluso los que no eran franquistas guardan buen recuerdo de usted.
Eso es cierto y he tenido muchos testimonios de ellos. Como el sevillano hay poca gente, con unas características propias, donde el humor se fusiona con la ironía, donde la alegría permanece y la visión del mundo y la historia es distinta a la del resto de los mortales. Sevilla es el paisaje que mejor me sonríe: mis mejores recuerdos, los de amargura, los de desesperación, los de alegría, esperanza... todos están en Sevilla. Si tuviera que volver a algún sitio, iría siempre a Sevilla.
-¿Entonces por qué persistir en el enfrentamiento?
Personalmente nunca fui partidario de pregonar lo ‘anti'. En mi propia familia había personas que habían luchado en ambos bandos. He tenido siempre una visión bifronte de la Guerra Civil, que tuvo unas connotaciones heroicas por una parte y por la otra. Lo que no se puede es dejar de justificar el alzamiento, porque fue una necesidad histórica.
-¿Franco lo entendió así?
Franco no deseaba sublevarse, tuve conversaciones con él y me lo repitió una y otra vez: "Hubiera dado la vida por evitar un enfrentamiento entre hermanos, pero fue imposible la paz". Me dijo que aceptó sólo cuando se agotaron todas las vías y hubo unanimidad de peticiones de que se encargara de la gobernación del Estado. Me dijo además que su mano no temblaría y que siempre adoptaría una actitud no partidaria, sino una actitud de prudencia histórica que pudiera devolver a los españoles la confianza en sí mismos.
-Recoge la reciente biografía sobre Franco de Jesús Palacios y Stanley Payne que Charles de Gaulle quedó sorprendido cuando le visitó en Madrid.
Franco era y sigue siendo el gran desconocido. Cuando alguien se arrimaba a él quedaba verdaderamente sorprendido. Primero, por el rigor y la quietud serena con la que encaraba los problemas; segundo, por su fidelidad a la esencia del movimiento nacional. Para él España estaba por encima de todo y era bastante benigno en el juicio de sus compatriotas. Cuando hablaba de la guerra lo hacía con tal objetividad que parecía que había estado presidiendo una contienda de caballeros, y aquello no fue así.
-¿Qué queda de aquella época?
No todo lo que hacen los políticos se disuelve. En El Sentido de la Historia, de Karl Löwitch, se dice que no hay obra política que haya tenido fuerza que al final se disuelva del todo. Franco libró a España de una verdadera catástrofe, primero, al vencer al comunismo y después al mantenerse neutral en la Segunda Guerra mundial. Yo recuerdo con 9 años ver a las mujeres viudas en las puertas de sus casas pidiendo una limosna para poder enterrar a sus deudos. Años después vi cómo se implantaba la justicia social. El sistema de la seguridad social lo crea y desarrolla Francisco Franco.
-Cuente alguna anécdota con él.
Cuando Millán Astray estaba muriéndose, Franco fue a verlo, y al entrar en la habitación le dijo: ‘A sus órdenes se presenta el comandante de la primera bandera'. Fue un detalle estupendo de Franco, que ni mucho menos era un ser pétreo u hostil. Era un hombre normal, simpático cuando tenía que serlo y no excesivamente antipático cuando las circunstancias le obligaban. Me siento identificado con el mundo militar y especialmente con La Legión, de la que soy cabo honorario a mucha honra.
-¿Qué le parece que la ‘mili' fuera borrada de un plumazo?
El exministro Trillo dijo ‘menos mal que hemos acabado con la puta mili'. Oiga, pues la mili redimió a muchísimos españoles, hizo una labor social impresionante y creó un espíritu que no se ha perdido, en lo poco que todavía queda. Terminar con la mili es terminar con una parte del corazón de España.
-¿Estaban mejor preparados los políticos de antes que los de ahora?
Los gobiernos del 18 de julio tenían una categoría sensacional. Hubo hombres que destacaron por su formación técnica y su procedencia tecnocrática. Pero hubo otros que mantuvieron el espíritu, como José Antonio Girón. Cuando Franco me llamó para hacerme ministro le dije: ‘Mi general, creo que no estoy preparado para ello'. Él me respondió: ‘Eso lo dirá usted, yo le digo lo contrario, seguro que lo hará muy bien'.
-Sus memorias, "Sin cambiar de bandera", son toda una declaración de intenciones. ¿Qué pasa con los que han sido franquistas con Franco, centristas con Suárez y socialistas con Felipe?
Así fue. Suárez quebrantó y desmontó el Estado del 18 de julio, pero tenía un poder de seducción indudable. Él alabó mi gestión. Felipe no lo hizo del todo mal. Recuerdo que cuando murió Franco fui con su hija a su despacho y vi un libro titulado "Las verdades del socialismo" en el que aparecía una anotación manuscrita de Franco: ‘Me parecen muy bien parte de las actitudes socialistas, pero hay que tener en cuenta que al socialismo le perdió el rencor'.
¿Y José Antonio Primo de Rivera?
La elegancia en política se terminó con José Antonio. Era el prototipo del español con unos valores espirituales extraordinarios, tenía sentido del valor, de la audacia, de la creencia en España. Fue un patriota crítico, amaba España con un afán de perfección. He meditado y me lo he imaginado ante el pelotón de fusilamiento. Póngase usted con 33 años, en la flor de la vida, ante esos desaforados que lo iban a matar con odio.
-Cuando le condenan a muerte escribe que sigue creyendo en España.
Me estremeció ver que en su testamento -cuyo original tuve en mis manos recientemente, gracias a Miguel Primo de Rivera- mantenía las líneas rectas, una escritura perfecta, sin ningún error semántico, sin tachaduras... La última voluntad de José Antonio es de una belleza increíble, me estremecí y me emocioné al ver la maleta con sus últimas pertenencias, con sus últimos papeles. Escribió ‘ojalá fuera la mía la última sangre vertida en discordias civiles. Ojalá algún día el pueblo español tan lleno de grandes cualidades entrañables encuentre un día la patria, el pan y la justicia'. Él quería una España alegre y faldicorta, no era ningún beatón.
-¿Y cómo ve usted la España de hoy?
Creo que la perspectiva de la España de hoy es muy corta porque se ha abandonado el sentido histórico que ha tenido. El futuro es confuso, sobre todo porque ha habido un mal que no se ha extinguido y se ha protegido: el excesivo poder de los partidos políticos que han desvirtuado la democracia. Los partidos son instrumentos demoledores de un sentido del bienestar, pervierten la representatividad, consagran la división, mantienen los odios y actúan de una forma antihistórica.
-¿Qué le parece lo de Podemos?
Han tenido un sentido de la oportunidad extraordinario. Es una opción juvenil que acierta en el diagnóstico, pero que tiene unos planteamientos ideológicos inadmisibles, por ejemplo, su laicismo radical y la disparatada propuesta de la supresión de la Semana Santa, que está en la raíz del corazón de España. ¿Qué tienen de modernidad y de sentido de perfección histórica? No tienen nada. No les auguro un triunfo que otros sí presienten.
-¿Atisba un horizonte negro?
El futuro siempre está en la rodilla de los dioses. España tiene que cambiar de rumbo, porque los horizontes de futuro están cerrados. El camino del mañana está oscurecido, todavía con una parte de rencores, que es inadmisible, y otra parte de ignorancia.

24 de abril de 2015

Comsumatum est

Hace cinco años publicaba esta entrada sobre la placa situada en el Teatro de la Comedia, pronosticando que aquél gobierno socialista de memoria infausta acabaría con la huella de un hecho histórico ilusionador. Me equivoqué. No han sido las huestes de Zapatero, sino el gobierno inane de Rajoy el que ha consumado una fechoría propia de una nación inculta. 

Tratar de borrar de las calles de España las huellas de una mañana luminosa como la de aquél 29 de octubre de 1933 no es sólo una infamia, sino un tremendo error. Pero nunca podrán borrar de la historia el eco de las limpias palabras con las que un joven que quería mirar a España de frente, libre de la hemiplejia de la derecha y la izquierda, convocó a la juventud española a una tarea apasionante de reconciliación y justicia social.

LFU


21 de abril de 2015

El caso Rato y la seguridad jurídica

El lamentable y grotesco espectáculo de la momentánea detención de Rodrigo Rato, precedido de la escandalosa filtración de datos de carácter reservado de dicho contribuyente, tiene continuidad en la insólita petición de la oposición de que se hagan públicas las listas de los contribuyentes que se acogieron a la regularización tributaria de 2012.

«Artículo 34 de la Ley General Tributaria. Derechos y garantías de los obligados tributarios.
1. Constituyen derechos de los obligados tributarios, entre otros, los siguientes:

i) Derecho, en los términos legalmente previstos, al carácter reservado de los datos, informes o antecedentes obtenidos por la Administración tributaria, que sólo podrán ser utilizados para la aplicación de los tributos o recursos cuya gestión tenga encomendada y para la imposición de sanciones, sin que puedan ser cedidos o comunicados a terceros, salvo en los supuestos previstos en las leyes

Así que el gobierno incumple la ley (sólo un “poquito”, ya sabemos el nombre de 5 de los 705 “pep”) y la oposición le pide al Parlamento que obligue al gobierno a incumplirla aún más.(¡!)

Un país en el que el gobierno y la oposición se pelean para ver quien pisotea más y mejor la ley, no es un país fiable. Es para echarse a temblar.

Están locos estos romanos…..


LFU

13 de abril de 2015

Catalá: un ministro al servicio de la mentira

«La presente Ley reconoce el derecho a la maternidad libremente decidida, que implica, entre otras cosas, que las mujeres puedan tomar la decisión inicial sobre su embarazo y que esa decisión, consciente y responsable, sea respetada. El legislador ha considerado razonable, de acuerdo con las indicaciones de las personas expertas y el análisis del derecho comparado, dejar un plazo de 14 semanas en el que se garantiza a las mujeres la posibilidad de tomar una decisión libre e informada sobre la interrupción del embarazo, sin interferencia de terceros (…)» Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo.

Esta mañana, rompiendo mi recién adquirido hábito de no escuchar los programas informativos de la mañana, he tenido el infortunio de escuchar una entrevista al ministro de justicia Catalá quien en un alarde de cinismo y desvergüenza colosales, ha afirmado con total tranquilidad que “la actual regulación del aborto en modo alguno reconoce el derecho al aborto.” (sic). Más miserable aún, si cabe, ha sido el ministro al insistir en la idea de que en este asunto están en juego las creencias religiosas de los católicos, como si la vida del embrión fuera un dogma o una cuestión de fe.

 El Partido popular, bajo la inspiración del inefable Arriola, ha decidido que aquella “barbaridad” (en palabras de Rajoy) de ley aprobada por el gobierno sectario de ZP ha alcanzado hoy un alto grado de “consenso”. Ahora ya no es un “disparate”; lo “sensato” es mantenerla porque al fin y al cabo, cuando vengan “los otros” la van a cambiar (Rajoy dixit). Mientras tanto, en una contradicción esquizofrénica, el Partido popular no ha retirado el recurso contra dicha ley ante el Tribunal Constitucional. Así que para salvar la evidente contradicción, nada más efectivo que recurrir a la mentira. 

Como decía Bismark «Nunca se miente tanto como antes de las elecciones, durante la guerra y después de la cacería».  Pero en este caso, estando en juego la vida de tantos miles de inocentes, la mentira adquiere caracteres de una grosería intolerable.

Son muchas las presiones que están teniendo que soportar un grupo de parlamentarios del partido popular por haber anunciado que no actuarán de comparsas en la miserable reformita que se ha sacado Rajoy de la manga. En mi opinión, debían haber abandonado sus escaños hace muchos meses. 
Pero aún están a tiempo de salvar la dignidad. Espero que perseveren y no se asusten. La mentira tiene un poderoso príncipe, pero somos muchos los que sabemos que su destino no es otro que la derrota definitiva.


LFU

10 de abril de 2015

Cameron, la Pascua y los complejos

«La Pascua es la ocasión para los cristianos de celebrar el triunfo definitivo del amor sobre la muerte, con ocasión de la resurrección de Jesús. Y para todos nosotros es un ocasión de reflexionar sobre el papel del cristianismo en la vida de nuestra nación»

Con estas palabras comenzaba el primer Ministro británico David Cameron su discurso con motivo de la festividad del Domingo de Pascua.  

Confieso que, tras escuchar las palabras del primer Ministro felicitando la Pascua y denunciando la cristianofobia, he sentido una enorme envidia. No imagino a nuestro Presidente pronunciando un discurso para felicitar la Pascua de Resurrección, la festividad más importante del mundo cristiano, y aún menos denunciar públicamente la trágica situación de tantos cristianos perseguidos en Oriente y África.  En cambio, le falto tiempo para desplazarse a París y asistir a una manifestación denunciando el ataque yihadista contra el semanario satírico francés Charlie Hebdo. Desgraciadamente, han brillado por su ausencia palabras de denuncia de nuestros representantes políticos tras el asesinato de los cristianos coptos ejecutados al poco tiempo, o los 148 cristianos masacrados hace unos días en Kenia entre otras víctimas de la sinrazón.

Y en esta semana, después de oír a Cameron, también echo en falta la presencia en nuestro panorama político de estadistas que no se avergüencen de nuestro pasado y traición común y sean capaces de defender la civilización cristiana, base de nuestra cultura y de todo futuro en paz y prosperidad.  

Feliz Pascua de Resurrección


Reyes Utrera

9 de abril de 2015

La empatía

Sin duda, una de las virtudes más difíciles de ejercitar es la capacidad para ponerse en el lugar  del otro.

Hace unos días, en lugar y momento inadecuados, mantuve una agria e insospechada conversación con una persona a la que yo me había acercado a saludar por vez primera de forma cortés, absolutamente desprevenido de lo que iba a tener que aguantar, por exigencias de la buena educación, de la boca de aquél.

Confieso que me afectó, pues no termino de acostumbrarme a la mala educación y mucho menos cuando el maleducado ha tenido tantas oportunidades en la vida para no serlo. Con estos rozo la intolerancia.

Metido entre las escenas de la pasión de Cristo, decidí rezar el mal sabor de boca. Me puse a hablar con Dios sobre el susodicho, pues al fin y al cabo Él también murió por los maleducados. Le interrogué en silencio sobre la causa próxima o remota de sus desatinos, las respuestas me fueron dadas y finalmente le perdoné, tras intentar ponerme en su lugar (lo cual, es ciertamente difícil).

Finalmente me di cuenta que la fe tiene mucho que ver con la empatía o, cuando menos, con la voluntad de conseguirla.


LFU 

2 de abril de 2015

José Antonio. El fervoroso afán de España



Aquella España de los años republicanos puso en la historia una actitud patriótica que superaba los esquemas inútiles del nacionalismo. La enfermedad que asoló el continente europeo en los años de entreguerras se presentó en las mejores plumas y en los mejores ejemplos vitales de nuestro país como un supremo esfuerzo por devolver España a un destino abatido bajo los escombros de la decadencia política y el desarme moral.
Recuperar una nación que había sido la comunidad más precoz del Occidente moderno no era un ejercicio de vana melancolía ni de turbios manejos reaccionarios. Aunque estos no dejaran de asomar en el egoísmo social de algunos y en la parálisis ideológica de otros, aquel afán de regeneración procedió del desprendimiento, de una extrema sensibilidad por la justicia, de un respeto por la persona, y de un apego a la tradición en la que no descansaba el pasado inmóvil. En ella se encontraban valores permanentes, indicadores culturales de nuestro significado, material indispensable para hacer frente a la inmensa crisis que asoló la civilización desde la Gran Guerra.

Teatro de la Comedia

El 29 de octubre de 1933, José Antonio Primo de Rivera se dirigió a un público curioso y atento en el Teatro de la Comedia de Madrid. Aquel «acto de afirmación españolista» permitió descubrir a un hombre de poderosa honradez, de brío expositivo, de elegancia clásica y voluntad regeneradora. En la literatura política de aquella crisis nacional, es difícil encontrar, en un estilo poético que escapó siempre a la impostación y la cursilería, una posibilidad tan clara de lograr la síntesis entre tradición y futuro, entre repudio al resentimiento de clase y exigencia de justicia social, entre crítica a la corrupción del liberalismo y propuesta de una auténtica representación popular.
Aquella no era la voz del conformismo ni la del títere sin alma de los privilegiados. Aquella era la voz de un hombre entero, de un español que acababa de entrar en la madurez y que afrontaba sin falsa modestia y sin jactancia la responsabilidad de una movilización nacional. Sus reproches a la insensibilidad social de las clases dirigentes fueron atroces, y no lo fueron menos sus ataques a la falta de sensibilidad patriótica de quienes con su egoísmo estaban conduciendo a la disolución de España. No era, desde luego, el heraldo del inmovilismo quien hablaba aquella tarde de otoño en Madrid, pero tampoco de los que pensaban que la historia era un pasado al que podía renunciarse. 
La violencia extrema de una época y las tentaciones totalitarias que envilecieron la ruta de Occidente en aquellos años fueron anulando el inmenso potencial de aquella postura. José Antonio fue gestor y víctima de una radicalización que empezó por negarle a él mismo la calidad de su conducta personal y el vigor popular de sus propuestas. Por fortuna, sus palabras siguen ahí, aunque fueran manoseadas y desvirtuadas por quienes se rieron de él desde el principio, para convertirlo después en un mito cuya ejemplaridad se empeñaron en desactivar.
Y ese mensaje de denuncia, de echar en cara a sus compatriotas su carencia de sentido de servicio y el desdén ante la misión universal de los más profundos valores de España, conmueve aún a quien lo lea sin prejuicio, lamentando que tan alta visión fuera cautiva de la pugna estéril y el conflicto inútil que tendió el cuerpo de nuestra nación en la mesa de operaciones de una trágica guerra civil. Cuando llegó el momento de afrontar su responsabilidad ante el drama de 1936, aquel hombre que iba a morir suplicó a Dios que su sangre fuera la última en verterse en querellas de este tipo. Ante el tribunal popular dijo que habría sido posible encontrar las vías de entendimiento para la convivencia de los ciudadanos de una gran nación. No había ingenuidad ni oportunismo en aquel testimonio, sino la conciencia de un fracaso personal, de un fin de ciclo colectivo, que echaba por tierra las ilusiones de toda una generación. 

Cuando quedaba esperanza

Pero, tres años antes de esa noche de angustia en la cárcel de Alicante, tres años antes de esa víspera de espanto, de amargura por el sacrificio en masa de los españoles, José Antonio estaba lleno de esperanza: «queremos menos palabrería liberal y más respeto a los derechos del hombre. Porque solo se respeta la libertad del hombre cuando se le estima, como nosotros lo estimamos, portador de valores eternos». Estaba lleno de impaciencia: «Cuando nosotros, los hombres de nuestra generación, abrimos los ojos, nos encontramos con un mundo en ruina moral». Estaba lleno de protesta ante la injusticia: «Hemos tenido que llorar en el fondo de nuestra alma cuando recorríamos los pueblos de esta España maravillosa».
Estaba lleno de orgullo por la dignidad última de los humildes y explotados: «Teníamos que pensar de todo este pueblo lo que él mismo cantaba del Cid al verle errar por los campos de Castilla, desterrado de Burgos: ¡Dios, qué buen vasallo si oviera buen señor!». Estaba, sobre todo, lleno de ilusión ante la posibilidad de rectificación que se invocaba, ante el llamamiento a la unidad de los españoles honestos, de la nación capaz de restaurarse, de la patria con fuerza para incorporarse a un futuro de convivencia y de progreso: «Yo creo que está alzada la bandera. Que sigan los demás con sus festines. Nosotros, fuera, en la vigilancia tensa, fervorosa y segura, ya presentimos el amanecer en la alegría de nuestras entrañas».
No iba a ser la suya la última sangre que se derramara en una contienda civil. Pero sí iban a ser sus palabras, rescatadas del sumidero del oportunismo y de la lacra de la deformación, las que podemos leer como un ejemplo más de aquel «fervoroso afán de España». Una voz entre tantas, que alzaron la que debía haber sido una sola bandera: la de la justicia, la libertad, la afirmación nacional, el impulso por construir un destino común.
Fernando García de Cortázar 

27 de marzo de 2015

Memoria de agravios

Confieso que, entre las escasas virtudes que me adornan, no se encuentra la muy femenina habilidad de recordar con precisión los agravios recibidos, alojada en lo más recóndito del hipotálamo de la mujer.

Una y otra vez me propongo dejar constancia escrita de los agravios para poder utilizarlos como arma defensiva, y siempre sin excepción acabo olvidando también tan artero propósito desechando armas tan eficaces que acaban disueltas en el mar infinito del perdón.

Pero si perdonar a quien nos ofende es virtud y mandato evangélico, no lo es dejarse engañar como chinos una y otra vez por los partidos políticos a los que en alguna ocasión hemos dado nuestro voto. 

En mi caso, confieso no sin cierto remordimiento, que fui vilmente engañado en las últimas elecciones generales por el Partido popular, a quien presté mi voto tras ocho años horribles de zapaterismo y confiando en que haría honor a sus compromisos. Y como no quisiera quedarme in albis cuando alguien me pregunte por qué no pienso volver a dejarme engañar, he decidido hacer breve recuento de promesas incumplidas y agravios recibidos por el partido en el gobierno.
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  1. Porque mintió descaradamente prometiendo bajar los impuestos y los subió a la clase media más que ningún otro gobierno en la historia de España. Rajoy era perfecto conocedor del déficit antes d ganar las elecciones y sabía que había dos formas de reducirlo: subir los impuestos o reducir los gastos. Eligió la primera, que era, claro, lo más fácil y mintió al decir que “no había otro remedio”.
  2. Porque todos hemos podido ver el recorte en gastos sociales, pero no hemos conseguido ver el recorte en las administraciones públicas, que continúan igual de ineficientes e igual de caras.
  3. Porque Rajoy llamó sectario a ZP por aprobar la ley de Memoria histórica, que tachó de auténtico disparate, y la ha mantenido intacta durante sus cuatro años de gobierno para que cuando llegue otro iluminado, vuelva a reabrir las heridas cerradas hacía ya muchos años.
  4. Porque Rajoy clamó contra ZP por la aberrante ley del aborto de Bibiana Aido, que convertía en derecho el aborto y desprotegía totalmente al nasciturus en contra de la ley natural y de la doctrina del Tribunal Constitucional. Prometió derogar la ley cuando llegase al gobierno. Aprobó un anteproyecto de ley que encargó a uno de sus ministros y acabó arrugándose ante supuestas encuestas que le enseñó Arriola, dejando aquella “barbaridad” de ley -contra la que presentó un recurso de inconstitucionalidad- absolutamente intacta durante sus cuatro años de mayoría absoluta. ¿La razón? “Que era lo más shenshato, ya que total, cuando lleguen los otros al gobierno la iban a cambiar (sic)”.
  5. Porque cuando en febrero de 2012 la Generalidad de Cataluña estaba al borde de la quiebra, en lugar de utilizar dicha situación para intervenir la Comunidad Autónoma y atajar el problema, Rajoy les entregó 37.000 millones de euros para financiar su estrategia de sedición.
  6. Porque el 9 de noviembre de 2014, Rajoy y su gobierno hicieron una colosal dejación de sus funciones, permitió que se burlase el Estado de Derecho y cometió a mi juicio un clarísimo delito de omisión al no prohibir la celebración de un referéndum que había sido prohibido por el Tribunal Constitucional.
  7. Porque prometió ilegalizar todas las franquicias de ETA y no solo no lo hizo, sino que continuó una línea soterrada de diálogo con el entorno etarra que explica casos como el de Bolinaga y la extremada e inusitada rapidez y eficacia en aplicar la Sentencia del Tribunal de Estrasburgo sobre la doctrina Parot, a pesar de ser contraria a la jurisprudencia del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional. 

Y no me explayo más, aunque podría. Los motivos antedichos son más que suficientes y quedan aquí escritos para servirme de recordatorio cuando dentro de unos meses alguien o yo mismo me pregunte por qué no puedo votar al Partido popular.


LFU

25 de marzo de 2015

Sabía que lo iban a matar

Reproduzco a continuación el artículo publicado ayer en El Correo y en ABC, firmado por Carlos Aresti Llorente. 

«Treinta y cinco años después del asesinato de mi padre me decido a contar la verdad para desnudar la mentira de terroristas, cómplices y políticos oportunistas»

El 25 de marzo de 1980 ETA asesinó a Enrique Aresti Urien, conde de Aresti, con un tiro en la nuca. Dos fueron las razones para su «ajusticiamiento» según un comunicado de la banda asesina: tratarse de un «representante cualificado del gran capital» y «haberse negado a contribuir económicamente a modo de impuesto revolucionario».

Treinta y cinco años después me decido a contar la verdad para desnudar la mentira de terroristas, cómplices y políticos oportunistas. Tenemos la obligación moral de desenmascararlos a todos. Mi padre (Q.E.P.D.) trabajaba como agente de seguros. El entorno de ETA había descubierto que si creaba una agencia de seguros podía conseguir grandes comisiones, en base, como siempre, a amenazas y coacciones. Y él tuvo la valentía de denunciar públicamente la argucia en el Colegio de Agentes de Seguros de Vizcaya. Al terminar su intervención, un compañero y amigo que estaba sentado a su lado le dijo: «Enrique, acabas de firmar tu sentencia de muerte».

Meses más tarde, recibió una carta exigiéndole el pago del mal llamado impuesto revolucionario. Después de leerla me dijo: «No van a conseguir echarme de mi tierra porque si me matan me enterrarán en Gordejuela». Para quienes no están familiarizados con la zona, Gordejuela es un entrañable pueblo de Vizcaya. Sabía que lo iban a matar y no quería protección para evitar más muertes inocentes. Redactó un acta ante un notario de Bilbao que transcribo:

«En Bilbao a 7 de febrero de 1979, yo, notario del Ilustre Colegio de Burgos con residencia en esta Villa, por la presente, hago constar:
Que comparece ante mí, don Enrique Aresti Urien, conde de Aresti, mayor de edad, viudo, abogado, vecino de Bilbao, con domicilio en Gran Vía, número 26, tercero y con DNI número X.

El señor (…) conde de Aresti manifiesta: Que nació en Gordejuela (Vizcaya) el 7 de octubre de 1917 y declara su condición de católico, vasco y español. Como católico, apostólico y romano, pide a Dios perdón por el mal que haya podido hacer y sobre todo por el bien que haya dejado de hacer. No admite discusión en su condición de vasco y de español con cualquier advenedizo que pudiera discutir estas realidades.

Manifiesta que, habiendo sido requerido para satisfacer un impuesto revolucionario y amenazado de muerte en caso de no satisfacerlo, no está dispuesto a entregar un solo céntimo en tal concepto porque el hacerlo supondría una traición a su condición antes declarada de católico, vasco y español.

Lógicamente de dicha oposición pueden derivarse dos consecuencias: a) La muerte. b) La retención para obtener, bajo amenazas, lo que voluntariamente no está dispuesto a dar. En el supuesto a) que, antes o después a todos llega, no se necesitan instrucciones especiales. En el supuesto b) ordena a todos sus familiares que se atengan a su deseo expreso y terminante de no entregar cantidad ninguna por su liberación a pesar del mucho cariño que le puedan tener y precisamente en aras de ese cariño. Esta orden la hace extensiva a todos los que a través de cualquier relación económica pudieran sentirse obligados a hacerlo y manifiesta que no reconocerá como válida ninguna deuda que en su nombre ni en el de sus familiares se pudiera contraer con ninguna entidad bancaria en orden a su liberación.

Al agradecer a Dios el regalo de la Fe, le pide que le ayude, en cualquier circunstancia que surja, a cumplir con su deber. Se despide de sus hijos agradeciéndoles el cariño que siempre le han tenido y lo mucho que le han acompañado y les anima a que, con alegría, sigan el camino que haga posible que un día se vuelvan a encontrar con su madre bajo el amor de Dios (…)».

El 25 de marzo de 1980 lo mataron, obviamente por la espalda. Con el alma desgarrada lo velamos en casa junto con los innumerables amigos de verdad, que afortunadamente eran muchos, y a quienes desde aquí repito nuestro más profundo agradecimiento.

En aquella fecha el Consejo General Vasco tenía su sede en la Gran Vía de Bilbao, justo enfrente de nuestra casa. Su presidente era Carlos Garaicoechea (uno de los políticos oportunistas) que no consideró oportuno ni siquiera cruzar de acera para manifestar su pesar. Él sabrá los motivos. Al día siguiente, después del funeral, lo enterramos rotos de dolor en su querida tierra de Gordejuela.

Tres años más tarde, el Ayuntamiento de Bilbao presidido por el alcalde José Luis Robles (otro político oportunista) decidió cambiar el nombre de la plaza del Conde de Aresti (abuelo de mi padre y diputado general de Vizcaya entre 1898 y 1902), aumentando gratuitamente nuestro dolor e intentando borrar parte de la historia de Vizcaya.

Mi padre nos enseñó, entre otras muchas cosas, a no odiar a nadie. Siempre nos decía: «Breve o larga, la vida sólo vale algo si en el momento de entregarla no tenemos que sonrojarnos de ella». Nosotros estamos orgullosos de tu ejemplo y eso no nos lo puede quitar nadie.

Los asesinos no encontrarán nunca la paz interior y vivirán atormentados. Muchas veces esa vida es peor que morir.


CARLOS ARESTI LLORENTE,