"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

10 de marzo de 2016

Utrera Molina y el honor de Sevilla. Por Reyes Utrera

EL HONOR DE SEVILLA

Hace 45 años la Diputación de Sevilla concedió a un hombre bueno la medalla de oro de la provincia. Sevilla saldó entonces una deuda de gratitud con quien durante más de siete años dirigió los ásperos caminos de la dirección política de la provincia. Desde la Roda a Sanlucar la Mayor, desde el Cuervo a Cazalla de la Sierra, toda la provincia sintió en las más diversas circunstancias la enorme carga humana, esperanzadora y emotiva de quien fue su Gobernador Civil entre 1962 y 1969. De la misma manera se pateo la ciudad de Sevilla desde el Cerro del Águila o Torreblanca al Tardón, desde San Jerónimo a Heliópolis, no quedando barriada, casa, escuela, asilo, hospital o guardería que no haya sentido en alguna ocasión la alegría de su presencia, escuchando primero y disponiendo después, dentro o fuera de sus limitadas posibilidades, lo necesario para solucionar los problemas humanos más urgentes.
Los hombres y  mujeres de Sevilla, estudiantes y obreros, pobres y ricos, comerciantes, agricultores y ganaderos, los  círculos y las cofradías encontraron siempre abierta la puerta de un gobernador que no cejó ni un solo día en la tarea de buscar soluciones a los que acudían a él con el corazón atribulado. Su labor como gobernante no tuvo más fallos que aquellos que la realidad imponía a sus desbordados deseos de buscar lo mejor para Sevilla y para los sevillanos.
Hace 45 años, Sevilla entendió que, con buena o mala fortuna, un hombre joven se entregó apasionadamente a un servicio en el que dejó lo mejor de su vida. Desde aquel 14 de agosto -fecha que cada año recuerda con lágrimas en sus ojos-, en que iniciara su andadura en tierras hispalenses, supo identificarse plenamente con el sentir y el espíritu sevillano. Vivió horas de esperanza y muchas de zozobra, sufriendo como suyos los problemas de los sevillanos. En Sevilla dio la medida de su hombría y de su humanidad sin ningún puritanismo frío, y sin otra sonrisa que la que sale de la pureza de intenciones. Y allí gobernó con la llama intelectual y la acción decidida, como decía Ortega. Para comprobar todo esto no tienen más que asomarse a la hemeroteca de aquellos años, como yo hago hoy, al conocer hoy la indignidad cometida por la diputación hispalense.
Emotivas visitas a viviendas en ruinas que se erradicaron y sustituyeron por nuevos y decorosos hogares. Brenes y la Rinconada salen en la prensa por las mejoras en urbanización y pavimento para sus términos municipales, También se reflejan los continuos desplazamientos por Constantina, Carmona, Gerena, La Luisiana y Olivares, necesitadas de urgentes mejoras. Durante su mandato, se inicio el polo de desarrollo y la magna obra del canal de Sevilla-Bonanza que repercutió notablemente en la estructura sociológica de la provincia y sobre todo en la mejora de su bienestar. Nunca estuvo ajeno a los difíciles problemas de Villanueva del Río y Minas, y con resueltas y decisivas decisiones solucionó muchos de los problemas que angustiaban a los hombres que trabajaban en las minas. Por ello fue reconocido como hijo adoptivo de Villanueva del Río y Minas, también de Morón de la Frontera y de Utrera. Se crearon nuevos ambulatorios y parques infantiles tan pioneros como el de tráfico.  Pasó noches a la interperie con los afectados por las inundaciones de 1962, y no faltó nunca su aliento y compañía cuando la desgracia hizo acto de presencia en accidentes mineros y de otra índole.
Mi padre no cejo jamás en su lucha por dejar una Sevilla mejor que la que había encontrado. No se conformó con lo preciso de su deber, con pasar desapercibido. Se comprometió en cuerpo y alma, fomentó el acceso del pueblo a la cultura con la creación de centros de estudios y universidades laborales que adecuaran la formación de los hombres a la exigencia de los nuevos tiempos; luchó con denuedo y fue su máxima preocupación la justicia social como base para la convivencia, y no desfalleció en su lucha para que la juventud tuviese un papel activo en la tarea integradora. En el ámbito puramente económico consiguió subvenciones y auxilios económicos del orden de 170 millones de las antiguas pesetas.
A Sevilla, ciudad milenaria, de cultura vieja, excelsa sensibilidad e ingenio fino, llegó un hombre bueno el 14 de agosto de 1962, estrenando una nueva dimensión de su alma sensible. Luchó por ella con desvelo, escapando de la gestión política para entrar en el terreno de la obra humanitaria.   Hoy, la Diputación de esta misma ciudad, cuyos nuevos integrantes distan mucho de participar en lo que ha sido tradicionalmente la esencia hispalense, ha decido retirar los honores que le había concedido a José Utrera Molina en el año 1970, cuando se le otorgó la Medalla de Oro,  “por sus excepcionales cualidades personales de inteligencia y de carácter que han marcado un estilo y acción difícilmente inigualables en el cumplimiento de sus funciones”.
Nadie le regaló nada. Sevilla no le concedió la medalla de su provincia por adulación o protocolo, sino como muestra de gratitud, por una exigencia de justicia. La prueba es que fue el único gobernador de toda la era de Franco que recibió tal distinción. Hoy, 45 años más tarde y a punto de cumplir 90 años, tiene que contemplar con tristeza cómo otros sevillanos, quizás los nietos de sus testigos, sin conocerle de nada, han decidido que todos sus desvelos y sus realizaciones sociales no merecen reconocimiento alguno. Ninguna justificación han alegado para aprobar la moción presentada por Izquierda Unida y Participa Sevilla, que salió adelante con los votos a favor de PSOE y Ciudadanos, y con la cobarde y miserable  abstención del Partido popular. 
Nadie puede dar lo que no tiene. Los diputados provinciales de hoy podrán borrar reconocimientos oficiales, pero jamás podrán administrar honores que les son ajenos. Desgraciados ellos que  no saben que el honor es patrimonio del alma, y el alma sólo es de Dios.

Reyes Utrera 



2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ni estos diputados sectarios tienen autoridad moral contra alguien grande como tu padre, ni podrán borrar la Verdad ni la Historia tantos energúmenos a quienes sólo guía el odio.
Francisco Ortiz Lozano.

Gonzalo Fernández Hernández dijo...

Estimada Reyes:
Después de la terrible riada de 1962 tu padre fue el constructor de la actual Sevilla que respetó la vieja ciudad con sus esencias. Incluso la Sevilla de la Exposición Universal de 1992, creada por socialistas con cabeza, es la consecuencia directa de la Sevilla reconstruida por tu padre. !Triste Derecha Parlamentaria de Andalucía que más venera a Blas Infante que a San Fernando!