"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO
ETA ha vuelto a entrar en campaña consiguiendo su objetivo de "internacionalizar" el "conflicto" (espero que al corrupto de Kofi Anan y a sus mariachis le hayan enseñado fotografías como ésta de las batallas de los gudaris) y lo hará de lleno con un inminente comunicado de campanillas con dos objetivos claros: colocar a Bildu de primera fuerza política de Vasconia y evitar en lo posible una mayoría absoluta del Partido popular que pueda fortalecer España. ETA quiere una España débil, pues su objetivo es la independencia y todo esto no es más que el resultado de un pacto con el funesto gobernante.
Ante esto, lo que debería hacer toda la prensa nacional es relegar la noticia a lo mínimo posible en la parte inferior de la página par de la difunta sección de sucesos. Lo contrario es hacerles la campaña a las hienas.
Ni caso. Es lo que más les podría doler. Y esa sería su verdadera derrota.
Los procesos abiertos a diversos gobernantes, entre ellos al ex primer ministro de Islandia por su responsabilidad en la crisis económica del país, debería hacernos reflexionar sobre la necesidad de que la sociedad civil exija judicialmente responsabilidades a Rodríguez Zapatero por su manifiesta negligencia, dolo e imprudencia en la administración del gobierno de la Nación con el ánimo acabar con la tradicional impunidad que acompaña a los políticos en su gestión de la cosa pública.
Me atrevo a decir que es un clamor la exigencia de responsabilidades más allá de las políticas al gobernante más sectario de nuestra historia que, renunciando desde el primer momento a ser presidente de todos los españoles, ha asolado España durante ocho años.
Su hoja de servicios al Estado a escasos 50 años no es merecedora de un largo y cómodo retiro a costa del erario público, después de haber arruinado a la nación y desprestigiado las instituciones. Como la memoria de agravios es débil en las mentes cristianas, conviene recordar aquí alguna de las barbaridades que ha perpetrado al frente del gobierno, en una relación meramente enunciativa y, desde luego, no exhaustiva:
La intencionada ocultación de la crisis económica como ardid para ganar las elecciones de 2008.
La chapuza del Plan E, o cómo crear empleo precario y temporal en obras no productivas.
La conversión de las ruedas de prensa post consejo de ministros en mítines del PSOE
El derroche constante de dinero público para asegurarse el cariño de los sindicatos.
La deliberada crispación social como resultado de la reapertura de las heridas de la guerra civil con la Ley de Memoria Histórica y el derroche de dinero público a favor de asociaciones creadas a instancias del Partido Socialista.
La legalización de Bildu por el Tribunal Constitucional como pago por la tregua de ETA, como último intento de recomponer un “proceso de paz” que nos trajo episodios de traición tan evidentes como el caso Faisán, la calificación de Otegui como hombre de paz o la excarcelación de De Juana Chaos.
La desvergonzada utilización sectaria de instituciones del Estado como la Fiscalía y el Tribunal constitucional.
La voladura controlada de la unidad nacional como consecuencia de la aprobación del Estatuto de Cataluña.
El desastre sin paliativos de la Ley de la Carrera Militar que está causando estragos en el Ejército.
20% de paro y 42% de paro juvenil.
Déficit en la Seguridad social.
El ataque a la libertad Religiosa con el cierre del Valle de los Caídos, privando además a las arcas públicas un millón de euros anuales procedente de la taquilla del Monumento.
Los daños al patrimonio nacional derivados de la inconoclastia causada por la Ley de memoria histórica.
El ataque a la familia con la ley de divorcio express y la ley del aborto.
La conversión del aborto en un derecho con la inicua Ley de plazos.
Sé que me dejo muchos en el tintero y que muchas de las anunciadas jamás podrían ser objeto de enjuiciamiento, pero seguramente a alguno de vosotros tiene la gentileza de completar el pliego de cargos con el que los españoles deberíamos, cuando menos, negarnos a asistir impasibles a la plácida jubilación del peor gobernante que ha conocido la historia de España.
Curioso y alegre vídeo con sorpresa final para los españoles (a partir del minuto 5, para los impacientes), el que me envía mi amigo Guillermo. Y agridulce la sensación que se le queda a uno al pensar que lo que puede suceder en Maastrich con alborozo y normalidad sería hoy imposible en una ciudad tan bonita y española como Barcelona.
Hace dos días se cumplió el 75 aniversario de la liberación del Alcázar de Toledo, uno de los episodios de heroísmo más notables de la historia de España, mundialmente conocido y que, por supuesto, la España oficial ha ocultado en el baúl donde duerme el sueño de los justos cualquier gesta que nos enorgullezca como Nación. A diferencia de la noble actitud que tuvieron con el heróico Capitán Cortés los soldados republicanos vencedores en el asedio del Santuario de Santa María de la Cabeza, el gobierno de Rodríguez Zapatero ha condenado al olvido la epopeya del Alcázar, tras la tramoya modernista de un museo del ejército cruelmente jibarizado. Pero hoy prefiero ceder mi espacio a mi buen amigo Kiko Méndez-Monasterio, cuya pluma siempre alerta, nos ha dejado en el Semanario Alba, unas líneas llenas de justicia y verdad:
LFU
"Sólo los idiotas pueden pensar que el homenaje que la historia le debe al Alcazár de Toledo tiene algo que ver con la política. Existen en todos los siglos y en todas las naciones episodios dignos de ser recordados y ensalzados, como muestras de que el hombre no es necesariamente esa criatura despreciable que encontramos retratada en los periódicos, y que nuestra naturaleza también es capaz de lo sublime, incluso en mitad del horror colectivo.
Este septiembre se cumplen 75 años de la entrada de los legionarios en Toledo, consumando la ansiada liberación de los sitiados. Tres cuartos de siglo de aquella frase con vocación de bronce: “Sin novedad en el Alcázar, mi general”, que es como saludó Moscardó a Varela. No fueron las únicas palabras para el micrófono de la historia, que también se recuerda la conversación de teléfono que tuvo con las tropas sitiadoras, y con su propio hijo.
Era julio de 1936. El coronel Moscardó se había unido al alzamiento militar, atrincherándose con poco más de un millar de combatientes en la fortaleza toledana. El gobierno de la república ordena acabar de inmediato con ese núcleo rebelde, y se envían varias columnas desde Madrid. Fracasados los intentos de tomar la plaza al asalto, el Jefe de Milicias llama por teléfono a Moscardó: “Le doy un plazo de diez minutos para que rinda el Alcázar, y de no hacerlo fusilaré a su hijo Luis que lo tengo aquí a mi lado. Para que vea que es verdad, ahora se pone al aparato”. Llegó entonces la voz de Luis Moscardó: “Nada, que dicen que me van a fusilar si no te rindes, pero no te preocupes por mí”. “Si es cierto -contesta el padre- encomienda tu alma a Dios, da un viva a España y serás un héroe que muere por ella.” Y después se dirige al jefe de milicias. “Puede ahorrarse el plazo que me ha dado y fusilar a mi hijo, el Alcázar no se rendirá jamás.”
La conversación resulta tan incómoda que la han censurado en el nuevo museo, porque hoy el heroísmo se contempla como hace cincuenta años se veía el desnudo: como una falta de pudor.
En los setenta días que duró el asedio, la artillería republicana disparó sobre el edificio más de 3.500 proyectiles de gran calibre, a los que hay que añadir las bombas que lanzaba la aviación, que visitaba a los sitiados prácticamente a diario. Como toda esa lluvia de plomo y fuego no terminaba de rendir a los sitiados, los soldados de Largo Caballero empezaron a escarbar la tierra, construyendo dos minas con las que pretendían que saltara por los aires toda la fortaleza. Casi lo consiguen. La explosión de la primera derribó gran parte de la construcción, y la polvareda tardó veinte minutos en disiparse. Los milicianos avanzaron entonces convencidos de la victoria, pero entre el humo y los cascotes, cubiertos de sangre y yeso, surgieron una especie de cadáveres vivientes que no tardaron en recuperar el terreno perdido. Estos son sólo algunos detalles del asedio, reuniendo todos sería difícil hacer una película y que no quedase exagerada, porque si en los combates se registraron setenta días de heroísmo militar, en el interior de la Academia se escribía toda una novela de robinsones, imaginación e ingenio al servicio de la supervivencia: se comieron hasta los caballos, construyeron un molino con una motocicleta, y con cuatro médicos que había allí, ninguno cirujano, montaron un hospital en los sótanos, donde se operaba con la luz de candiles alimentados con grasa de caballo. Si hasta editaron un periódico.
Toda una epopeya, en fin, que se comenta todavía con la boca pequeña, porque la Memoria dirigida parece haber prohibido detenerse en el Alcázar de Toledo y maravillarse con una gesta que maravilló al mundo, y por la que aquí todavía estamos pidiendo perdón.
Era guapa, resuelta y elegante. Derrochaba clase y estilo y estaba enemistada con la vulgaridad. Siempre me impresionó su sentido práctico de la vida y es que detrás de su célebre flequillo se escondía una admirable capacidad organizativa que ofrecía, siempre desprendida, a cualquiera que lo necesitara.
La conocí hace más de veinte años y ahora, cuando tengo que acudir al arcano de mi memoria para volver a ver su rostro, aparece siempre un flequillo y una sonrisa adornada por la verde luminosidad de sus ojos.
Su espíritu alegre, su entrega y generosidad con cuantos la necesitaban y querían, ocupaban un espacio imposible de llenar para los que hoy, atribulados, no acaban de acostumbrarse a la pesada carga de vivir una vida sin ella. Y es que, Teresa, te necesitaban porque te querían y no al revés.
Pero si tuviera que escoger algún rasgo de su vida que me ha dejado huella, me quedo con la sublime lección de entereza y serenidad que nos dio a todos en su mano a mano con la muerte que, si no pudo ganar, lo perdió con admirable coraje y dignidad. Como los buenos toreros que ella admiraba, conocía bien el terreno que pisaba y tenía los pies bien asentados en la tierra. Sabía que la muerte jugaba con las cartas marcadas y aún así jamás cayó en la desesperanza. Decidió salirle al encuentro, mirándola de frente y con esa sonrisa que dedicaba siempre al último que llegaba, acompañada de una palabra amable.
Jamás escuché de su boca lamento ni reproche alguno por la suerte adversa que iba robándole apresuradamente las hojas del calendario. Poco antes de partir hacia valles tranquilos, seguía diciéndonos que se encontraba bien, alargando divertida la “e” del final, como queriendo arrancarle importancia al destino que adivinaba tan cercano.
Ordenada hasta el final, se despidió de todos y quiso prepararse a conciencia para recibir el abrazo amoroso del Padre que le esperaba al otro lado para invitarla a decorar a su gusto y poner en orden la estancia que le tenía preparada. Desde allí, seguro que se habrá puesto de inmediato a echarle una mano –o las dos- a propios y ajenos, de este lado y del otro de la vida, con su inconfundible sonrisa.
Agradezco a Dios el privilegio de haber conocido a personas que, como Teresa, son toda una lección de fortaleza y generosidad. Descanse en la paz del Señor quien hizo de su vida terrena una permanente ofrenda a los demás.
En medio de la tormenta económica que está poniendo en revisión la "sociedad del bienestar", el modelo autonómico y el despilfarro público al que nos habíamos acostumbrado desde la transición, han pasado casi desapercibidas las miserables declaraciones de dos miembros del gobierno sobre la Sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña declarando el indiscutible derecho que asiste a los padres que lo deseen a escolarizar a sus hijos en la lengua oficial del Estado, algo así como declarar que es alba el caballo blanco de Santiago, teniendo en cuenta la inequívoca redacción del artículo 3.1 de nuestra Constitución.
Ante la reacción golpista y desafiante del gobierno de la Generalidad proclamando al viento su voluntad de hacer oídos sordos a dicha Sentencia, que los Ministros de Justicia y de Defensa de España (no los de Ciencia y tecnología e Igualdad) agarren el micrófono para menospreciar el alcance de la sentencia -el primero- y proclamar la segunda con descaro que ninguna Sentencia va a cambiar el modelo inconstitucional y totalitario de inmersión lingüística que se aplica en Cataluña, resulta absolutamente intolerable.
Proclama el artículo 9 de la Constitución que los poderes públicos están sometidos a la Constitución y al resto del Ordenamiento jurídico y el 118 la obligatoriedad de cumplir con las Sentencias y resoluciones de los Tribunales. Ante la meridiana claridad del mandato constitucional, la proclama de desacato de la Generalidad y la actitud condescendiente de dos ministros indignos del gobierno español -y qué ministros, el que debe velar por el cumplimiento de la ley y la que comanda las Fuerzas Armadas- debería excitar el celo del Fiscal General del Estado en cualquier país serio, que éste no lo es.
Nos acercamos peligrosamente al supuesto contemplado en el artículo 155.1 de la Constitución y veremos si quien presida el gobierno cuando la rebelión se cristalice, tiene el pulso y el coraje para aplicarlo.