"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

7 de junio de 2016

Mañana será tarde


Mucha gente debe hacerse mirar cuál es su actitud ante los episodios de violencia que estamos viviendo en España, si se siente aludida por el célebre poema de Niemöller. Hace unos días, unas bestias independentistasapalearon a dos chicas y arrasaron el puesto en el que defendían el derecho a ver a la selección española en la vía pública. Ayer nos enteramos de la palizaque unos cobardes “antifascistas” propinaron a un hombre que llevaba en la manga de su chaqueta una bandera nacional.

Ni una ni otra noticia ha merecido una portada en los medios de comunicación, aunque el empuje de las redes sociales hace que las noticias se hagan hueco en los periódicos.

Lo que estamos recogiendo no es sino el fruto de la tolerancia suicida de un sistema ante los constantes ataques a España, a sus símbolos, a su identidad como nación y a su unidad. Y corolario lógico de la cobardía de amplias capas de la sociedad, empeñadas en ponerse de perfil y mirar para otro lado mientras todo esto sucede ante sus narices. Y me gustaría equivocarme, pero pronostico que este tipo de situaciones arreciará con el tiempo.

Acostumbro a lucir a diario en mi solapa los colores de la enseña nacional y me entristece contemplar cómo a muchos les llama la atención y lo consideran casi una extravagancia propia de “ultras”, sentimiento que no albergan cuando ven a Obama lucir en su solapa la bandera americana o a Hollande la tricolor.

Los españoles tenemos sobrados motivos de orgullo para convertir en normal el homenaje a nuestra bandera y hacerlo viral. Hasta que no nos sacudamos los complejos impuestos con el paso de los años por una izquierda heredera de lo más rancio de la internacional comunista que sigue reivindicando la bandera de la nefasta II República como símbolo del progreso, asistiremos a episodios de violencia contra los pocos españoles que seguimos luciendo con orgullo nuestra bandera y proclamando ufanos nuestra condición de españoles. Y, algunos se darán cuenta, como en el poema de Niemöller, demasiado tarde.


LFU

30 de mayo de 2016

Carta abierta a Julio Rodríguez

Te escribo como Alférez de Infantería, pero permíteme que te apee el tratamiento de vuecencia que durante años te dispensaron tus subordinados, pues presumo que para ti debe tener reminiscencias de un pasado oscuro y de ingrato recuerdo.

En mi breve e intenso paso por la milicia pude sentir el singular orgullo de vestir el uniforme de un ejército heredero y depositario de la gloriosa tradición española.  Aprendí de mis superiores el valor de la disciplina y las virtudes del sacrificio callado, la abnegación y la lealtad. Pocas veces en mi vida he sentido tanta emoción como cuando mis hombreras lucieron por vez primera la estrella de seis puntas que me acreditaba como oficial de la mejor Infantería del mundo. Siempre recordaré el orgullo de mi padre en aquel gélido día de diciembre en el patio de la Academia toledana cuando quiso fotografiarse conmigo delante de la estatua de su viejo capitán, que  hoy -gracias entre otros a tí-  estará cubierta de polvo en algún lejano y frío almacén.

Aprendí de memoria aquél artículo 72 de las Reales Ordenanzas que aún hoy guarda el eco de la mejor tradición castrense española y procuré ser fiel a su letra y a su espíritu durante el breve tiempo en el que tuve el privilegio de mandar una sección de fusileros.

Desde entonces, he seguido en contacto con la familia militar en la que tengo grandes y entrañables amigos que son exponente de las mejores virtudes del soldado y del caballero español. Conocí también jefes y oficiales a los que no pude admirar, pero jamás tuve la desgracia de despreciar a ninguno como militar.....hasta que te empeñaste en deshonrar el uniforme que durante años te ha proporcionado respeto y una dignidad que tu mismo has querido pisotear.

Prefiero no acordarme de la cobarde actuación que como JEMAD tuviste con ocasión del rescate del "Alakrana", La Armada tenía preparado el asalto de los secuestradores, te pideron una orden, pero al otro lado del teléfono sólo hubo silencio. Dejaste escapar a los piratas, pero no tuviste el coraje de reconocerlo en público. Antes que asumir la responsabilidad del mando, preferiste que la duda se cerniese sobre la eficacia y profesionalidad de tus soldados. 

Lo de menos fue tu anuncio extemporáneo de unirte a las huestes de Podemos mientras vestías el uniforme. Ni a mí ni a tus compañeros de armas nos importa una higa como piensas ni a quien apoyas, pero existen formas y procedimientos que debías respetar y que por un mínimo sentido de la lealtad y la coherencia debiste haber cumplido. No fue así y celebro que figure esa mancha en tu hoja de servicios.

Fue miserable tu compadreo con Ada Colau tras el trato chulesco y degradante que dispensó a dos jefes uniformados en Barcelona. E imperdonable cuando no tuviste reparos en defender a Bildu, donde se alistan buena parte de las hienas que vistieron de luto los hogares de muchos de tus antiguos camaradas.  

Que te definas como pacifista me parece muy bien. Todos queremos y ansiamos la paz y ya Julio Cesar dijo aquello de "si vis pacem para bellum", porque para eso están los ejércitos, para salvaguardar la paz frente a los que quieren violentarla.  Pero que un militar se confiese antimilitarista es, además de un oxímoron insoportable, una bofetada en la cara de todos tus antiguos compañeros y subordinados.

La última villanía, la de despreciar el día de las fuerzas armadas por franquista. Un sencillo desfile y un acto de homenaje a los Caídos que tu mismo deshonras con tu penúltima ruindad no es sino un acto de justicia y gratitud para los que han dado su vida por España, antes de Franco, con Franco, contra Franco y después de él y para los que con singular ejemplaridad velan para salvaguardar nuestra paz, nuestro bienestar y la integridad de nuestra patria.

Dice el viejo refrán castellano que no hay peor cuña que la de la misma madera. Y tú, Julio Rodríguez, eres la viva expresión de esas palabras.

Te auguro una corta e ingrata carrera política porque Roma no paga traidores. Quienes te utilizan lo hacen para denigrar toda la dignidad del uniforme que has vestido durante toda tu vida. Y cuando ya no les sirvas, probarás la amarga hiel de una soledad acentuada por el desprecio de todos aquellos que tuviste bajo tu mando y que te recordarán aquel juramento que hiciste de joven y no has sabido cumplir como un soldado español.

No me despido a tus órdenes porque sólo recibo órdenes de quien tiene autoridad moral para darlas. Tan solo espero que Dios te de la ocasión para devolverme con honor esta pluma que hoy te hace llegar un oficial de Infantería.

Luis F. Utrera-Molina



20 de mayo de 2016

No es una bandera

Mi aplauso a la Delegada del Gobierno Concha Dancausa, que no se ha acochinado, como sus compañeros de partido catalanes Albiol y Fernández Díaz, a los que se les debería caer la cara de vergüenza, si conocieran esa palabra.

Vamos a ver si nos entendemos. Quienes enarbolan una señera estrellada, los discípulos del latrocinio pujolista, lo hacen para reivindicar el separatismo y como tal, me ofenden y provocan a mí y a muchos millones de españoles, catalanes incluidos.

Pero hay tanto estúpido acomplejado por el foro –periodistas y politiquillos de derecha e izquierda- que, ante el desplante de tipejos como Colau y Pucherón, han comprado el discurso victimista de que no hay que ofender los sentimientos de los “independentistas” y sacan a relucir el espantajo de la libertad de expresión, que por lo visto sólo sirve para separatistas y extremistas de izquierda.  Y a los españoles, a los que fuera y dentro de Cataluña la amamos por española y llevamos siendo insultados de forma continua desde hace décadas por los separatistas, que nos zurzan. Que nos aguantemos con la quema de banderas, con las pitadas al himno nacional y al Jefe del Estado.  Eso es libertad de expresión.....

Pues no me da la gana de callarme. Eso no es una bandera, es un trapo inventado por unos golfos apandadores para tapar sus vergüenzas. Han mancillado y cubanizado la gloriosa bandera del reino de Aragón, la entrañable seña de la patria chica de los catalanes con el sólo propósito de tratar de ennoblecer lo que no es sino una historia inventada, una burda mentira casposa y, por supuesto, para ofender a España. Como reza la leyenda, un estandarte no es una bandera hasta que no se ha derramado sangre por ella y a sus portadores les falta valor para ello porque les sobra vileza y carecen de la emoción de la verdad.
Así que ese trozo de tela infecta que sólo representa el odio a España que se lo metan por donde les quepa, pero que no nos hagan tragar a los demás con el miedo y la cobardía que impera en toda la sociedad catalana. Que no se sientan cómodos en la capital de España quienes odian y quieren acabar con España, quienes orinan en medio de la calle y no respetan los símbolos y sentimientos de todos los españoles. Y si no quieren venir, aquí se respira mucho mejor sin tanto gilipollas.

Definitivamente, aquí no cabe un rufián más.

LFU

P.D. El siguiente capítulo lo ha protagonizado un juez politicamente correcto que ya tiene su minuto de gloria. Lo siento por el rey, que finalmente tendrá que aguantar el odio de la mitad del campo y la compañía de unos cuantos indeseables que preferiría tener lejos.

17 de mayo de 2016

Gistau y los "franquistas"

David Gistau contesta en su columna de ABC del pasado viernes -sin nombrarlo- a mi artículo “Gistau y el Valle de los Caídos” publicado en esta humilde página hace unos días. Por el tono de sus palabras interpreto que han debido escocerle, y mucho, las mías, pues me tacha de “fascista” y “zombie del siglo XX”, y confirmo que no ha entendido –o no ha querido entender- el fondo de mi artículo, quizás por un exceso de soberbia y un defecto de humildad.

Parte su artículo de un axioma tan falso como sus palabras en COPE sobre el Valle de los Caídos, pues supone que mi inicial admiración por él se debía a una coincidencia en lo ideológico. Y sobre esa falsa premisa, el despechado comentarista construye un artículo tramposo que le lleva a caer de bruces en el sectarismo que me achaca, al rechazar cualquier admiración que pudiera provenir de alguien que ose pensar como yo.

No soy fascista, ni en su acepción ideológica ni en la peyorativa impuesta con los años por la izquierda. Tampoco más nostálgico de lo estrictamente necesario por imperativo del corazón. Pero si para Gistau es franquista todo aquél que reconozca las bondades que para España tuvo el régimen de Franco y no esté dispuesto a aceptar el anatema sobre los que sirvieron a España con honor, honestidad y eficacia durante el mismo -entre los que cuento a mi propio padre-, me confieso franquista, a sabiendas que ello me hace acreedor al desprecio de personas del talante democrático de Gistau. Y como la política hace extraños compañeros de cama, me divierte saber que en mi destierro del paraíso democrático estaré acompañado de personas como Sanchez Dragó, que recientemente se atrevió a escribir que era más libre la España de 1975 que la de 2015 o de Ramón Tamames, que fueron antifranquistas cuando serlo era una profesión de riesgo no muy concurrida y ahora son denostados por quienes se alistan con “enorme valor” en las abarrotadas filas del antifranquismo retrospectivo.
   
Mi artículo primero estaba dictado por la defensa de la verdad, una verdad tan evidente que sólo los contumaces se niegan a admitir o a discutir.  Comprendo y disculpo que los habituales de la pluma y el micrófono cometan errores pues sólo los que se callan –y no siempre- están libres de equivocarse. Pero confieso que esperaba de Gistau algo más de nobleza y humildad, virtudes que, al parecer, le son ajenas.

No quisiera terminar sin pedirle disculpas públicamente si en mi crítica se ha deslizado algún insulto u ofensa personal que le haya podido molestar o hacerle daño. No era, ni es mi propósito ofenderle ni atacarle como persona. A diferencia de lo que se desprende del artículo de Gistau, soy persona que se precia de tener amigos hasta en el infierno, tal vez porque el verdadero apostolado no se hace entre nuestros iguales. Los años –y sobre todo la fe- me han ido enseñando cómo Dios hace nuevas todas las cosas. Decía Chesterton que todos los santos tenían un pasado y todos los pecadores un futuro. Por eso no descarto que en ese futuro podamos abrazarnos algún día, Gistau y yo, en defensa de la verdad. Dios lo quiera.


LFU    

10 de mayo de 2016

Gistau y el Valle de los Caídos

Confieso que, durante un tiempo, David Gistau me tuvo engañado.  Su estilo fresco y buen manejo de la palabra, su juventud y su pertenencia a los “no alineados” le llevaron en sus inicios a romper los moldes de la corrección política, provocando a unos y otros por igual. Y por eso tuvo desde el principio mi simpatía y una naciente admiración.

Pero todo eso hace tiempo que se acabó. Su posición abiertamente abortista y sectaria con los defensores de la vida abrieron mis ojos a la realidad y los cerraron a la esperanza. Y esta misma mañana mi decepción se ha tornado en desprecio al comprobar cómo el antaño periodista libre se ha convertido en un vocero del más rancio “progresismo” al terciar en el tema de las exhumaciones del Valle de los Caídos, sin tener ni la más remota idea de lo que hablaba, es decir, llevado tan sólo por la sinrazón del putrefacto pensamiento único.

Gistau no sabe nada de la construcción del Valle de los Caídos, de ahí que hable a oídas de los "miles de trabajadores forzados", que más que forzados eran enchufados, pues había tortas por un destino que les aseguraba no sólo un salario más que digno, sino también comida, techo y escuela para sus familias en tiempos de escasez y una redención de penas de 3 días de condena por cada día de trabajo.  Ahí están los testimonios de Paco Rabal, de Peces Barba y de muchos otros, poco sospechosos de “franquistas”.

No sabe tampoco que el médico Ángel Lausín, a la sazón preso en el Valle, contabilizó un total de 14 muertos en los 19 años que duró su construcción, de los cuales aproximadamente la mitad eran obreros libres que, por cierto, cobraban lo mismo que los penados.  

Ni sabe tampoco que existe un minucioso registro de todos y cada uno de los enterramientos con el consentimiento de las familias de cada fallecido, con la sola excepción de aquellos restos que reposaban en fosas comunes sin haber sido identificados, de uno u otro bando. Ni sabe, por último, que resulta imposible la identificación de ninguna clase de restos en los osarios porque, gracias al deficiente mantenimiento de los osarios –y del resto del Valle- por parte de Patrimonio, se encuentran mezclados los restos de los casi 50.000 cadáveres que se encuentran allí inhumados, al haberse podrido los féretros de madera por la humedad.

Ni lo sabe ni le importa, porque al mono hay que darle leña aunque no haya porqué. Esto es lo que diferencia a un periodista serio de un prosaico vocero de la corrección política. Decía Albert Camús que “la mentira es el mayor enemigo de la libertad” y Gistau hace tiempo que dejó de ser un hombre libre.

LFU