"Mi sueño es el de la patria, el pan y la justicia para todos los españoles, pero especialmente para los que no pueden congraciarse con la patria, porque carecen de pan y de justicia.". JOSÉ ANTONIO

26 de septiembre de 2015

Cataluña nunca dejara de ser española. Por José Utrera Molina

Artículo publicado en Abc el 26 de septiembre de 2015

Hace ya muchos años en el calendario alborotado de España, se registraba un acontecimiento para muchos españoles extremadamente doloroso. El presidente de la Generalitat de entonces, había culminado su siembra y declarado el Estado Catalán. Yo entonces, tenía 9 años y por tanto no podía comprender la profundidad del acontecimiento que las radios transmitían. Pero hubo algo referido en algún que otro artículo mío, que me llamópoderosamente la atención. Las lágrimas de mi abuelo que se encontraba encorvado junto a un aparato de radio telefunkenCreo que ahí nació el dolor de mi patriotismo. No presumo de él. Lo ostento y creo que me acompañaráen los últimos momentos de mi vida.
Cataluña es una parte fundamental y esencialísima de España. Yo he recorrido sus ciudades, sus pueblos. He convivido con una gente verdaderamente extraordinaria. Jamás se planteó en mi presencia la posibilidad de una separación de aquellas tierras entrañables. Pero lo fataltiene siempre una vertiente de ocurrencia y hoy nos arrebata el corazón las vísperas de un episodio trascendente.
Si repasamos la historia de España, nos encontramos con infinidad de episodios que otorgan al pueblo catalán la hegemonía del patriotismo español. En la guerra de la Independencia, brillaron a gran altura, no solamente figuras excepcionales sino el furor contenido de los catalanes que no podían admitir que nos pisaran las botas el ejército francés comandado por Bonaparte. Nos preguntamos atónitos y turbados pero ¿es posible que se plantee un problema de estas dimensiones, de este significado y de esta importancia?. ¿Es posible que sobre el silencio de los españoles se pueda perpetuar un crimen histórico que abandera y eleva a nuevos altares  al espíritu de Cataluña?. Cataluña es española, lo repito una y otra vez. Un hijo mío ha permanecido sirviendo los intereses españoles más de 18 años en Barcelona. Ha vivido las notas increíbles de una sinfonía sin instrumentos. Me refirió en varias ocasiones la úlcera agrandada por insolventes y malhechores y que tarde o temprano esa herida tendría que abrirse ante la perplejidad dolorosa de todos los españoles. Pues bien, esa hora ha llegado. Estamos en las vísperas de un acontecimiento inigualable, de una traición que pone los vellos de punta, de un disparate que no tiene límites ni explicaciones. España no puede permitir que una parte de sus entrañas quede desgajada de su valor central, corrompiendo lo que los siglos han compuesto como una irrevocable unidad de todos aquellos que nos sentimos españoles. ¿Qué vamos a hacer? Todo menos callarnos. Denunciamos en alta voz la trágica desmesura del SeñoMas y nos sorprende dolorosamente que haya gente que le acompañe en su camino infernal y traidor. Yo acuso al Señor Más de traidor y lo hago con toda la fuerza de mi espíritu, con todos los resortes que aún me quedan de mi empobrecido corazón. Le pido a Dios morir antes que contemplar la ruptura de la sagrada unidad de España. 
Alguien dirá que tengo el alma encendida. Es cierto. Y me duele y me destroza este fuego interior pero España no puede morir en brazos de gente sin escrúpulos que tienen por emblema la cobardía y por cobijo la mayor de las desvergüenzas.

24 de septiembre de 2015

¿Catalanizar España?

Dejo al margen la para mí disparatada decisión de que un ministro del gobierno de España se preste a debatir con el número 5 de una candidatura al parlamento autonómico que propugna la secesión de una parte de España. Si se sostiene que son unas elecciones autonómicas y que en ellas no se decide la soberanía, ¿a qué viene darle esta relevancia? ¿no se está entrando en el juego de los separatistas?

No vi el debate, pero sí alguno de sus cortes. Y una vez más Margallo nos regaló con una de sus píldoras de complejistina con las que trata de hacerse el simpático a quienes quieren robarnos la cartera a todos los españoles: “Hay que catalanizar a España”.

Cuando hablo con mi hija adolescente y tengo que decirle que no, no acostumbro a decirle después que pese a todo, su madre y yo debemos adolescentizarnos. Si lo hiciera, mi hija, que de tonta no tiene un pelo, captaría perfectamente el mensaje: ella lleva toda la razón, pero las cosas son como son. Una victoria moral.

Pues bien, la errática y suicida trayectoria del pueblo catalán en los últimos cuarenta años no es ni mucho menos como para alabar su sentido común. Teniendo la clase política catalana una evidente responsabilidad, no podemos olvidar que esa clase política ha sido elegida por sus conciudadanos, que han convivido sin inmutarse en una ciénaga de corrupción institucionalizada y con una estrategia creciente de discriminación étnica y lingüística –sí, lo que leen- propia de la Alemania de los años 30. 
Hace tan sólo unos días, un buen amigo catalán de más de 17 apellidos catalanes y sin embargo –o quizás por ello- español hasta la médula me decía con resignación “ya sólo falta, querido amigo, que nos pongan la estrella”.

Así pues, aquél seny que era señal de identidad de un pueblo próspero, abierto, emprendedor y cosmopolita como lo fue en un tiempo el pueblo catalán, ha sido arrumbado y sustituido por un aldeanismo excluyente y xenófobo que ha triunfado en la actual sociedad catalana, que avanza a marchas forzadas hacia el abismo frente a la cobardía y el silencio culpable de la mayoría.  Y los pocos que aún conservan aquél señero sentido común y se atreven a alzar su voz, son una minoría señalada y apestada que está a punto de ser desahuciada por española.

Nada de dorar la píldora a los canallas. El pueblo catalán de hoy –salvo muy contadas y honrosas excepciones- no tiene nada que enseñar al resto de los españoles. Más bien necesita -y merece- una buena cura de humildad que le redima de unos errores que ya nos están costando mucho a todos.


LFU

21 de septiembre de 2015

Cataluña no es una nación

Esto, que tantos españoles y catalanes tenemos claro y que se publicaba sin ambajes en el año 1932 (magnífico libro, por cierto), no hay un solo político español actual que se atreva a decirlo. Es más, cada vez menos españoles de a pie se atreven a decirlo por miedo a molestar o ser tachado de extremista, radical o intolerante.  Por cobardía.

Nadie puede negar la singularidad del pueblo catalán, como tampoco la del gallego, vasco, andaluz, asturiano, murciano y extremeño, cuya riqueza y variedad convierten a la nación española en la nación culturalmente más rica de Europa. Cataluña tiene una lengua propia y una cultura propia, enriquecida durante siglos por su pertenencia al Reino de Aragón y después al reino de España. Una tradición que no es posible separar de su condición, primero aragonesa y luego  española, y de las aportaciones que la emigración del resto de España ha dejado en aquella tierra de emprendedores y comerciantes, sin incurrir en una falsificación histórica escandalosa.

El nacionalismo catalán, surgido en el turbulento siglo XIX y fermentado durante los últimos cuarenta años gracias primero a la irresponsabilidad de los padres de la constitución y después a los intereses electorales de los sucesivos gobiernos de uno y otro signo, está basado en una sucesión interminable de mentiras colosales y burdas, que a fuerza de repetirse ad nauseam por los diferentes medios de comunicación públicos y privados –todos vasallos de la Generalidad- y por los libros de texto en los colegios ha adquirido consistencia en la mente de dos generaciones de catalanes que ya no se sienten españoles.

Cataluña jamás fue un reino, jamás fue independiente de Aragón o de España y nunca ha sido reconocida como nación  por estado o nación alguna. Pero es que tampoco lo pretendió hasta ahora. El referente histórico de los separatistas resulta ser un edil que luchaba porque la casa de Austria mantuviese la corona de España en la guerra de sucesión. Luchaba en nombre de España, perdió y murió jubilado como Notario en Barcelona y recientemente sus descendientes reivindicaban su condición de patriota español.    Y los que pretenden pasar a la historia como los próceres del nuevo estado independiente son el ejemplo más escandaloso de corrupción política de la historia de España, que sin embargo ha gozado hasta ahora de una vergonzosa impunidad.

El separatismo catalán es fruto de la expansión impune de una serie de mentiras consentida en los últimos cuarenta años  por los gobiernos de España según su conveniencia electoral. La mentira está en su origen, la mentira, el engaño, la corrupción y el latrocinio ensucia a sus promotores y la mentira ampara su último envite, prometiendo un estado próspero y europeo en lugar de una sima profunda de miseria y división que es lo que sería una Cataluña separada.  

La verdad es la verdad, la diga Agamenón o su porquero. La mentira, su difusión indiscriminada y la ausencia de una clara contradicción suele acabar en una frustración colectiva. Si no, que se lo digan a Goebbels.


LFU 

8 de septiembre de 2015

Villalobos.

Si Agustín de Foxá hubiera conocido a Celia Villalobos, seguramente habría superado en su semblanza aquella célebre de Azaña en su inolvidable Madrid de Corte a Checa. Y es que confluyen en este cutre y rancio personaje todos los rasgos que definen uno de los tipos humanos más despreciables de nuestra piel de toro: el clásico merdellón[1] malacitano.

La condición de merdellón o merdellona lleva consigo la negación de toda clase, estilo o elegancia. La antítesis de la prudencia y la ausencia absoluta de pudor.  Basta recordar el célebre vídeo en el que demuestra el mezquino trato que dispensa a sus servidores para ver la incapacidad del personaje para mantener una mínima compostura o dignidad.

Por supuesto, los integrantes de esta singularísima categoría social suelen padecer un exceso de soberbia y desconocen la humildad. Como muestra  de lo anterior, valga el botón de la inexistencia de disculpa alguna tras ser pillada in fraganti jugando al “Candy crush”  en una sesión del pleno del Congreso de los diputados.  

Para ser un perfecto merdellón es necesario tener dinero. Villalobos lo tiene por partida doble, ya que además de cobrar un sustancioso sueldo público por jugar a videojuegos en el Congreso, está casada con Pedro Arriola, el rey de las alcantarillas, el brujo de Mariano Rajoy, el mejor adivinador del pasado que conocieran los tiempos, cuyos honorarios a cargo del partido popular superan el millón de euros anuales.   Y es que el perfecto merdellón es reconocible más que nunca cuando trata de lucir su patrimonio, pues se convierte en luminoso escaparate del mal gusto y de la zafiedad. Como decía Manuel Machado,  “no se ganan, se heredan, elegancia y blasón” y la falta de educación no se disimula, sino todo lo contrario, con la abundancia patrimonial.

Villalobos, el epítome de la vulgaridad y del mal gusto, el símbolo supremo de la mediocridad del ser humano, ha comparado en su último rebuzno político a Artur Más con Francisco Franco, a quien en un alarde de valentía y arrojo ha calificado nada menos que de “nazi que expulsó a los andaluces” (aún no sabemos a cuántos, de dónde y a dónde). Es natural. Los espíritus mediocres suelen condenar todo aquello que está fuera de su alcance. Y qué duda cabe que Franco, aquél hombre al que su marido desde el Frente de Juventudes y ella atacaron con tanta “saña” y riesgo de sus vidas, está a años luz de su pequeña humanidad.

Hace bien poco, Villalobos, que en su defensa del aborto tanto se acerca a algunos de los postulados eugenésicos nazis, expulsó de su partido a quienes se opusiesen al aborto. Hoy le ha echado otra manita a su jefe para ver si acaba de perder esa parte residual del votante de derechas, impermeable a lo políticamente correcto, que seguía votando con una pinza en la nariz a un partido que, con personajes como ella, ha perdido cualquier respeto por sí mismo.  

LFU




[1] Merdellón (del francés merd de gens):

4 de septiembre de 2015

He vuelto

He vuelto.  Me resistía a retomar la pluma, adormecido aún por las olas de la mar, pero la entrevista de esta mañana al miserable Artur Mas en Ondacero me ha despertado del letargo.

Llegaba tarde a una reunión y no he podido escucharla entera. Pero me bastaba lo oído.  El anuncio público y descarado de la próxima comisión de una serie de delitos de máxima gravedad, que habrán de culminar con la secesión de una parte del territorio nacional. La crónica anticipada de un delito anunciado.  La escandalosa confesión pública de la existencia de una conspiración para cometer un delito por quien tiene la posibilidad de hacerlo.

Adormecido aún por los ecos estivales, he llegado a pensar ingenuamente que la policía interrumpiría la emisión y detendría de inmediato al malhechor por orden de la fiscalía para ponerlo a disposición judicial.

He imaginado qué hubiera pasado si Antonio Tejero Molina hubiera sido entrevistado en enero de 1981 y hubiera desgranado paso a paso su plan para entrar en el Congreso como fue expuesto en el piso de General Cabrera ante Armada y los demás. El final de todo sería un gobierno de concentración para cambiar el rumbo del sistema. Imposible ucronía, ya que ni siquiera Tejero sabía lo que estaba detrás de su operación táctica.  Pero lo que todos sabemos –o no- es que Tejero no hubiera terminado la entrevista. Ya lo habían detenido y condenado por una conversación de café en el que hablaba de la posibilidad de un golpe de timón.

Pero he salido de la reunión, he consultado la prensa digital y España, su gobierno y sus instituciones siguen anestesiadas. Me gustó el artículo de Alfonso Guerra y su andanada contra el gobierno por su inacción ante un golpe de Estado a cámara lenta. Más que el de Felipe, dando lecciones extemporáneas que debiera haberse aplicado a sí mismo en su día. Nada de lo dicho ha excitado el carísimo celo de la Fiscalía General del Estado.

Me he acordado de la paralela que recibí anteayer de Hacienda y he pensado que no somos nadie. He pensado en el artículo 14 de la Constitución, ese que habla de la igualdad de todos los españoles ante la ley y me he sorprendido a mí mismo esbozando una escéptica  sonrisa. Me he acordado de la imagen de Rato mil veces repetida entrando cabizbajo en un coche policial y de la imagen idílica de los paseos del “honorable” Pujol y su mujer por la Costa brava.

Y me he acordado que dentro de nada, hay elecciones. Y ni España, ni el Estado de Derecho valen una higa cuando se trata de decidir quién será el próximo inquilino de la Moncloa. Tú tranquilo, Mariano, que cuando todo se haya consumado, a lo mejor ya no tienes que hacer nada más que fumarte un puro.

Bienvenidos queridos lectores, a este nuevo curso, que promete ser intenso.


LFU 

28 de julio de 2015

Conspiración y Estado de derecho*

La seguridad jurídica es una de las notas consustanciales a todo Estado de derecho. Los ciudadanos necesitan disfrutar de un grado razonable de certeza y confianza en las normas jurídicas que regulan su convivencia y en la estabilidad del ordenamiento y disponer de un grado admisible de previsibilidad de las consecuencias del incumplimiento de las leyes, como elemento disuasorio de su violación.

En los últimas tiempos, los españoles –y con mayor conocimiento de causa los juristas- asistimos atónitos a una perversión de la seguridad jurídica en función de razones de oportunidad o conveniencia política establecidas por el gobierno de turno, encargado de cumplir y hacer cumplir la legalidad vigente.

El recién anunciado pacto entre Convergencia Democrática de Cataluña y Esquerra Republicana para una candidatura única -cuya letra pequeña no se ha hecho pública- incluye la secesión de una parte del territorio nacional en un plazo de seis meses según declaración pública del propio Presidente de la Comunidad Autónoma catalana. Es decir, con luz y taquígrafos se hace público un insólito pacto para cometer un delito de rebelión o, cuando menos, de sedición, de los regulados en los artículos 472 y 544 del Código penal, lo que implica ya la comisión del delito en grado de conspiración.

No se requiere ningún análisis sesudo de los hechos para llegar a esa conclusión, que obtendría  cualquier estudiante de primero de derecho.  Cierto es que el tipo penal del delito de rebelión exige que la declaración de independencia de una parte del territorio nacional venga precedida de un alzamiento «violento y público», y es la nota de la violencia lo que dificulta el correcto encaje de los hechos en ese tipo penal. Ello nos lleva a considerar como tipo penal más plausible el de sedición «Son reos de sedición los que, sin estar comprendidos en el delito de rebelión, se alcen pública y tumultuariamente para impedir, por la fuerza o fuera de las vías legales, la aplicación de las Leyes o a cualquier autoridad, corporación oficial o funcionario público, el legítimo ejercicio de sus funciones o el cumplimiento de sus acuerdos, o de las resoluciones administrativas o judiciales.». Y en cuanto al grado de conspiración resulta palmario, a tenor de lo dispuesto en el artículo 17 del Código penal «La conspiración existe cuando dos o más personas se conciertan para la ejecución de un delito y resuelven ejecutarlo.»

Sorprendentemente –o no, ya que la sorpresa requiere una previa expectativa de lo contrario- la noticia no ha excitado suficientemente el celo de la Fiscalía General del Estado, ni del Ministerio de Justicia, imbuidos todos ellos por el dontancredismo impuesto por el Presidente.

Es legítimo preguntarse cuál sería la respuesta del Estado si en lugar de tratarse del Presidente de una comunidad autónoma, se hiciese pública una conspiración de café para subvertir el Estado de Derecho por parte de un grupo de militares y civiles. La respuesta a tan retórica pregunta nos da la medida de que el Estado de derecho no funciona en España, o peor aún, lo hace o no en función de las conveniencias electorales de cada momento y lo que es casi peor, en función de la identidad de quien lo desafía.

Reza el dicho proverbial que «vale más prevenir que curar». El Estado de derecho no funcionó el 9 de noviembre de 2014 como funciona cuando un contribuyente comete un error en su declaración de la renta o sobrepasa el límite de velocidad.  No hubo nadie en la trinchera de la ley y los que retaron al Estado de derecho cosecharon una lamentable victoria moral. 

Ahora hay razones de sobra para temer que seguirá en fase durmiente a ver si el tiempo o la ventura le arreglan las cosas a un Presidente que parece no ser consciente de que puede que haya dejado de serlo cuando otros quieran consumar un delito para el que ya están públicamente conspirando. Para entonces, puede ser demasiado tarde, no para el Presidente, sino para España.


* (El artículo, escrito sobre la base de la entrada anterior, fue enviado a ABC pero finalmente no se ha considerado su publicación por la dirección) 


Luis Felipe Utrera-Molina Gómez.                          

16 de julio de 2015

El Pacto Mas-Junqueras y la conspiración para delinquir

El recientemente anunciado pacto entre Convergencia Democrática de Cataluña y Esquerra Republicana, cuyo texto aún no se ha hecho público aunque se publicita en la página web de CDC, constituye de por sí un flagrante delito de rebelión en grado de conspiración.
No se requiere ningún análisis sesudo de los hechos para llegar a esa conclusión. Basta con leer los siguientes artículos del Código penal:
Artículo 17.
1. La conspiración existe cuando dos o más personas se conciertan para la ejecución de un delito y resuelven ejecutarlo.
3. La conspiración y la proposición para delinquir sólo se castigarán en los casos especialmente previstos en la Ley.
Artículo 472.
Son reos del delito de rebelión los que se alzaren violenta y públicamente para cualquiera de los fines siguientes: (…)
5.º Declarar la independencia de una parte del territorio nacional.
Artículo 477.
La provocación, la conspiración y la proposición para cometer rebelión serán castigadas, además de con la inhabilitación prevista en los artículos anteriores, con la pena de prisión inferior en uno o dos grados a la del delito correspondiente.

Del texto de los mencionados artículos se deduce sin especial esfuerzo hermenéutico que

(i) la declaración de independencia de Cataluña constituye delito de rebelión o, como poco, si se entendiese que no existe violencia, de sedición del artículo 544 del Código penal.
(ii) el pacto por el que se compromete la secesión de Cataluña del Estado español constituye una conspiración para cometer un delito de rebelión; y
(iii) que el delito de rebelión es de aquellos castigados en grado de conspiración.
  
Sorprendentemente –o no, ya que la sorpresa requiere una previa expectativa de lo contrario- la noticia no ha excitado el celo de la Fiscalía General del Estado, ni del Ministerio de Justicia, imbuidos todos ellos por el dontancredismo impuesto por Rajoy.

¿Actuarían de la misma forma dichas instituciones si se descubriera una conspiración similar en una conversación de dos tenientes coroneles en una cafetería?

La respuesta a tan retórica pregunta nos da la medida de que el Estado de derecho no funciona en España, o peor aún, lo hace o no en función de las conveniencias electorales de cada momento.

No en vano reza el dicho proverbial que “vale más prevenir que curar”. El Estado de derecho ya hizo dejación de funciones el 9 de noviembre de 2014 y mucho me temo que seguirá en fase durmiente a ver si el tiempo le arregla las cosas a Rajoy, que parece no darse cuenta de que, presumiblemente, ya no presidirá el  gobierno de España cuando otros quieran consumar un delito para el que ya están públicamente conspirando. Para entonces, puede ser demasiado tarde.


LFU

13 de julio de 2015

La Memoria arrojadiza. Por José Utrera Molina

A continuación reproduzco el artículo publicado hoy en LA RAZÓN

Desde mi modestia política y consciente de mi insignificancia pública, denuncié hace unos años casi en solitario que la Ley de la Memoria Histórica abriría de nuevo todas las heridas de la guerra civil española, que dejó en mi propia familia señales inequívocas de su crueldad. No me equivocaba. Esa injusta ley, paradigma del sectarismo y la revancha, ha abierto una zanja insondable en la voluntad y la memoria de un pueblo como el español, curtido en la desgracia y poco enaltecido en sus innumerables e infinitas acciones ejemplares, pero también ingrato y proclive a la desmemoria interesada. Yo afirmé entonces –y sigo sosteniendo ahora- que aquella ley constituía una miserable y peligrosa agresión a la propia estructura medular de la nación española.

Hemos regresado al cainismo nefasto, a la España de los rojos y los azules. Volvemos a arrojar los muertos de un lado a los del otro. Se denigra impunemente la memoria de unos hombres que habían creído en la verdad eterna de España para ensalzar abiertamente a quienes desde la trinchera de enfrente, muchos sin ser conscientes de ello, luchaban por convertir a España en un satélite de la Unión Soviética.

Ahora, mientras contemplo con tristeza cómo se arrancan las lápidas de las calles de España, se destrozan los monumentos que recuerdan gestas de aquella guerra que algunos quieren manipular y perpetuar en sus efectos, se me abre el corazón y sin respiración para el rencor, tengo un toque de angustia inacabable. Me pregunto cómo puede toda una nación cubrirse de indignidad por la iniquidad de un gobernante nefasto como Rodríguez Zapatero, que no dudó en ensuciarse el corazón con las más perversa y cruel de las intenciones. Le imagino sentado en su sillón del Consejo de Estado, respirando tranquilo mientras contempla las consecuencias de haber asestado la más profunda puñalada a la reconciliación de los españoles.  Dicen que todavía sonríe al mostrarse orgulloso de la Ley que él patrocinó.

En mi absoluta pequeñez política, en mi falta de proyección sobre las gentes, en el clamor humilde de mi amargura, tengo necesariamente que gritar aunque sea lo último que haga en esta vida, mi rebeldía y mi intolerancia ante los que se revuelven orgullosos, erguidos y manchados con este impulso de resurrección inicua, injusta y despiadada. ¿Qué hemos hecho los españoles para merecer esto? ¿Qué silencio tan profundo nos dan los muertos para poner sobre ellos el sello del odio y de la crueldad? ¿Qué género de maldición recae sobre nuestro pueblo que contempla atónito la destrucción absoluta de todo lo que ha sido una España limpia, reconciliada y abierta a un futuro con esperanza? ¿Qué pecado hemos cometido para volver a traer a nuestras retinas imágenes ya enterradas en el tiempo, para merecer este silencio ominoso y cobarde que atenaza a tantos españoles?.

Yo suscribo este artículo con la más alta temperatura de mi corazón. Sin rencor, pero con la firme voluntad de perseverar desde mi pequeñez, en la lucha por la supervivencia de una España eterna, no ensuciada por los golpes de rencor y de odio como se producen en la actualidad. Se lo advertí en su día al Sr. Rajoy en una carta que sólo mereció la contestación de su escribano. Fuimos muchos los españoles que votamos al Partido Popular creyendo ingenuamente que las dos leyes más inicuas de la era Zapatero, la del aborto y la de la Memoria Histórica habrían de ser derogadas. Nada se ha hecho, por pura cobardía y cálculo electoral.

Entre las pequeñas brasas de indignación que aún transpiran los numerosos huesos de nuestros caídos y de nuestros muertos, que son todos los que, en una y otra trinchera cayeron con el nombre de España en sus labios, se alza un grito en el silencio, una luz en la noche frente a tanto olvido y una petición a Dios para que conserve la dignidad de los españoles y no volvamos otra vez a la enemistad, al enfrentamiento y a la crueldad entre aquellos que hemos nacido en este solar tan dolorido.  En los pocos años o días que me queden todavía, no dejaré de proclamar en alta voz lo que los muertos nos recuerdan, lo que nos dicen sus hijos y lo que callan los eternos sufrientes. España no puede sucumbir bajo la tiranía de un grupo de desalmados.  Sólo Dios puede salvarnos.


JOSÉ UTRERA MOLINA

10 de julio de 2015

Rezar por el Papa

Que el Papa es el vicario de Dios en la tierra y que, como tal, los católicos le debemos obediencia y por tanto creer, cumplir y aceptar su magisterio solemne, es decir, el que proclama por un acto definitivo la doctrina en cuestiones de fe y moral y está asistido por el Espíritu Santo, es algo indiscutible, desde luego, para mí.

Ello no implica que los católicos debamos estar de acuerdo con el Papa en todo aquello que no constituya magisterio solemne de la iglesia. Es evidente que el hombre es dueño de sus silencios y esclavo de sus palabras y no cabe duda de que el riesgo de meter la pata se incrementa exponencialmente cuanto mayor es la locuacidad del hablante. El Papa Francisco, que encarna la virtud de la caridad, no es un prodigio de prudencia en sus manifestaciones ordinarias, por su condición de extrema locuacidad.

El Papa es un hombre. Como tal puede equivocarse y a menudo lo hace. Como todos. Y desgraciadamente sus equivocaciones son mucho más sonoras que sus aciertos, que son muchos más. 

 No cabe duda de que en su viaje por Hispanoamérica el Papa ha cometido errores, para empezar, la lectura que ha hecho de la independencia de los países americanos que no nació de la conciencia de los oprimidos, sino más bien en las logias masónicas y en las clases acomodadas. Fue muy claro al respecto San Juan Pablo II al elogiar la enorme contribución de España a la cultura, los valores y la fe de toda Hispanoamérica. Aunque hoy sabemos que le dijo "No está bien eso", hubiera preferido también una mayor firmeza ante el miserable regalo del cretino Morales, pues no imagino lo que hubiera sucedido si el Crucificado hubiera estado anclado a una esvástica en lugar de una hoz y un martillo.

Pero no es menos cierto que seguramente los frutos apostólicos del viaje serán abundantes y mucho más importantes que los errores, a menudo consecuencia de intereses diplomáticos.

El Papa le pide a todo el mundo que rece por él. Yo lo hago a diario y todos debemos hacerlo, para que la luz y la prudencia guíen siempre todos sus pasos.

Los que tenemos el privilegio de disfrutar de padres mayores, sabemos que éstos se equivocan y no por eso dejamos de quererlos y rezar por ellos. Ni se nos ocurre ponerlos a caldo delante de los demás. A mayores errores, más cariño y más oración. Pues eso mismo tenemos que hacer los católicos con el Papa. Rezar por él.

Que Dios le bendiga, Santo Padre.

LFU  


6 de julio de 2015

Pilar Rahola busca la Luz


«Estad alegres. Os lo repito: estad siempre alegres, porque el Señor está cerca.» (San Pablo a los Filipenses 4, 4-5).

Y no es baladí la justificación de la alegría en un lunes de calor infernal en Madrid. Escuchar a Pilar Rahola -sí, han leído bien, a Pilar Rahola- hablar de la fe católica, de la luz que ilumina a quienes tienen  fe y viven el cristianismo, de la necesidad de una mayor presencia de la Iglesia en la sociedad, nos recuerda cómo Dios hace nuevas todas las cosas, cómo endereza las ramas más torcidas, cómo se preocupa de los que más le necesitan, como se manifiesta de las formas más insospechadas.

Pilar Rahola se confiesa. Desnuda su alma ante los demás reconociendo que sigue buscando el camino, que tiene sed de Cristo. Nos está pidiendo a todos una oración para llegar a la meta, para encontrar la plenitud de la verdad y del amor, que nosotros cristianos reconocemos en Jesús, Luz del mundo. 

Ya tiene la mía y seguro que la vuestra. 

LFU

2 de julio de 2015

«Ningún afán de beneficio propio» por José Utrera Molina

A continuación, reproduzco el artículo aparecido hoy en ABC cuyo título original es "La gloriosa División Azul de Voluntarios"


«Fueron a la muerte cantando, algo incomprensible para aquellos que tienen la desfachatez, la indignidad y la desvergüenza de atacar ahora la memoria de esos españoles, la mayoría de los cuales reposan bajo las tierras de Rusia y de España.»

Yo tenía catorce años cuando me acerqué al Cuartel de capuchinos de Málaga con la decidida intención de alistarme en las filas de la División Azul. El Brigada Espinosa, que tomaba nota, nos rechazó a mí y a un amigo con cajas destempladas por imberbes e insensatos. De eso hace ya muchísimos años.  Desde entonces no he dejado de proclamar en todas las ocasiones donde me fue posible mi delirante devoción por aquel grupo de españoles sin tacha, que ofrecieron generosamente su vida por España combatiendo el comunismo. Todos eran jóvenes, apenas si habían cumplido los 20 años pero tenían el corazón henchido de patriotismo y la voluntad acorde con el coraje de los mejores soldados.

Tuve la ocasión de tener relación y amistad con muchos de los que partieron a Rusia, entre ellos el laureado Capitán Palacios, el Comandante Oroquieta, el inolvidable teniente Miguel Altura y así podría seguir y me faltaría la tinta para grabar sus nombres. No hubo en aquél grupo de espléndidos muchachos el menor afán de beneficio propio. Nada que no fuese ilustre movía las almas de aquellos españoles. Un afán limpio, no de aventura, sino de nobleza movía los resortes íntimos de sus jóvenes corazones. Yo los vi partir emocionado cuando se dirigían al frente. Todos con una sonrisa, todos con una canción, todos bajo una bandera.

Fueron a la muerte cantando, algo incomprensible para aquellos que tienen la desfachatez, la indignidad y la desvergüenza de atacar ahora la memoria de esos españoles, la mayoría de los cuales reposan bajo las tierras de Rusia y de España.

Aquellos 45.000 españoles escribieron algunas de las gestas más gloriosas de toda la historia del ejército español y causaron la admiración y el respeto de todas las naciones. Podría relatar hechos verdaderamente increíbles realizados por las gentes de la División Azul. No cabrían en un libro, ni en un anecdotario interesado. Desbordan todo límite, toda relación de prudencia que pudiera establecerse entre los que iban a combatir y a morir por España.

Hoy me dicen que alguien cuyo nombre no quiero ni siquiera nombrar aquí, ha ofendido a todos los que marcharon a la División Azul, incluidos los más de 5.000 muertos cuyos cuerpos quedaron para siempre en las heladas estepas rusas.  Y una vez más, como haré mientras me quede algo de vida, no me resigno a permanecer callado. Desde mis casi noventa años  alzo mi voz, levanto mis nervios, tenso mis ya frágiles músculos para denunciar esta infame provocación realizada por el jefe de esos que dicen llamarse “Podemos”.

Nosotros sí que podemos defender una bandera, podemos cumplir con nuestro honor, podemos envidiar la hermosa muerte de tantos jóvenes españoles y sublevar nuestro ánimo maltrecho contra los que cobardemente son capaces de herir, no ya a los muertos enterrados sino a aquellos que todavía tienen en su corazón un último latido en sus pechos combatientes. Admiro y lo proclamo con toda la fuerza de mi corazón a aquella fuerza militar que tanta gloria nos supuso. Aquél puñado de jóvenes que se adelantaron a su tiempo grabando en las picas de la posición intermedia el valor y la dignidad de toda una nación; que no tuvieron otro horizonte que el de honrar y enriquecer con sus pechos y con sus manos la eterna canción que nos consuela frente a tanta bellaquería e indignidad como la que estamos ahora presenciando.



JOSÉ UTRERA MOLINA

25 de junio de 2015

Sin Biblia ni Crucifijo

Durante siglos, políticos y gobernantes españoles han jurado sus cargos sobre la Biblia y frente al crucifijo.  Muchos de ellos carecerían de fe, algunos tendrían otro credo, pero todos ellos asumían con normalidad su presencia porque España no podía entenderse sin la huella indeleble del cristianismo que se sitúa en las raíces de su propia identidad como nación.

Ayer fue el alcalde marxista de Cádiz quien de forma ostentosa apartó la cruz de su presencia para hacer profesión de laicismo militante. Hoy, Cristina Cifuentes, representante de este partido popular desnatado, se ha ocupado de que Biblia y crucifijo no estuviesen presentes en su promesa como Presidenta de la Comunidad de Madrid. Hace un año, hizo lo propio el Rey de España en su juramento como rey.

Sería un error interpretar el gesto en clave personal. Es una manifestación más del proyecto descristianizador de la nueva y decadente Europa que, abjurando de lo mejor de su historia y con la única amalgama de la eliminación de aranceles y monedas vaga desorientada en busca de una identidad perdida, que asiste impasible a la masacre cruel y despiadada de cristianos por el islamismo radical, que recluta sus huestes en sus barrios, en sus ciudades y en una juventud sin valores ni referencias.

La excepción, una vez más, la establece Gran Bretaña, recelosa por muchos motivos de una Unión Europea que trate de arrancarle su identidad. La reciente felicitación de Pascua del primer ministro Cameron reivindicando la identidad y tradición cristianas de su nación  es todo un ejemplo de claridad, de orgullo nacional y de falta de complejos, precisamente lo contrario de lo que sucede en nuestra querida España, que cada día nos duele más.


LFU

18 de junio de 2015

Mi hermana Vito

Lo poco que de bueno haya en mí se lo debo en buena parte a mis siete hermanos, una de las mayores bendiciones que he recibido en esta vida y para los que todo tributo es poco.

Victoria, la sexta y mi predecesora, la única con la que de niño podía pelearme, ha sido siempre el retrato de la sensatez. Callada, discreta, a veces impenetrable, siempre ha tenido los pies en el suelo y la cabeza en su sitio, guiada por un corazón alegre, desprendido y jamás indiferente.

De su oposición a fiscal casi nos enteramos cuando tuvo su primer destino. Jamás una queja, una tribulación o un desvarío. Acaso reservara su inquietud  para sus amigas, que son probablemente, quienes mejor la conocen.

Su mano izquierda raramente conoce lo que hace su derecha. Los que conocen bien su enorme generosidad saben bien de lo que hablo. Siempre está ahí para los que la necesitan, pero jamás hace público o privado recuento de favores.

Rodeada siempre de la excelencia, su discreción y su humildad nunca es impostada. Es sin duda su mayor virtud y una inequívoca señal de su bondad y de su enorme inteligencia. Pocas cosas tan difíciles en esta vida como saber estar y en eso mi hermana Vito, fina, elegante, prudente y maestra de la empatía, es capitán general.

José Miguel y sus hijos, José Miguel, Jaime y Luis (sus grandes pasiones), tienen razones de sobra para presumir. Y yo también para quererla y admirarla tanto como lo hago aquí, en este cuaderno que hoy se viste de gala para celebrar el cumpleaños de mi hermana Vito.

Que Dios te guarde, hermana y recibe un beso enorme de tu hermano pequeño.

LFU


17 de junio de 2015

Un rosario de migas de pan. Mi encuentro con Ortega Lara

La oración, para no dejarse vencer por la desesperanza;  
el cuidado y aseo personal para no perder la dignidad,
y la familia, la imaginaria conversación con sus seres queridos, para no dejarse arrastrar por el fantasma de la soledad.

Fueron esos tres factores los que ayudaron a José Antonio Ortega Lara a sobrevivir a 532 días de horrible cautiverio en un agujero inmundo que rezumaba humedad en el que tan solo disfrutaba de la iluminación de una mustia bombilla durante siete horas diarias, cuando sus perros guardianes no le castigaban prolongando su oscuridad durante días.

El relato de su secuestro estremece y te adentra en la historia de una fortaleza admirable de la que sin duda Dios no fue ajeno. En aquel agujero de 2.40 por 1.70 que recorría a oscuras sin tropezarse rezando ocho rosarios diarios se notaba la presencia de Dios, que nunca le abandonó, pero también de la tentación que se infiltraba cada mañana por las pequeñas rendijas de la ventilación.

Carecía de espejo, pero afilando el arco metálico de unos auriculares consiguió mantener un aspecto de cierta dignidad, cortándose el cabello con frecuencia. Se fabricó su propio rosario -su mejor arma contra la tristeza- insertando unas migas de pan en los hilos de los quesitos que le daban de vez en cuando sus captores.

Consiguió salir con vida cuando sus captores habían decidido dejarle morir y lo primero que le preguntó al Guardia civil que asomó la cabeza por el agujero fue: ¿Estamos a 1 de julio?.  Entonces se dio cuenta de que había triunfado. Había conseguido no convertirse en un guiñapo desorientado. Había ganado la batalla a quienes querían despojarlo de su dignidad y utilizarlo como un pelele. En 532 días no le arrancaron ninguna declaración deshonrosa, no consiguieron doblegarle ni derrotarle. Hablaba con ellos, discutía con sus mentes cerradas y adoctrinadas y pese a su fragilidad, a veces pavorosa, era capaz de exasperarlos obteniendo castigo tras castigo, música durante 48 horas, oscuridad prolongada, etc.

Tuvo momentos de terrible tribulación y a punto de estuvo en dos ocasiones de dejarse vencer por la desesperanza. Pero Dios quiso que una breve anotación en una libreta llevase a la pista que le devolvería la luz del sol.

Hoy vive para contarlo y aunque nunca desaparecerán algunas cicatrices de aquella gesta, ha podido encontrar la paz tras haber podido perdonar.

Cuando volvía a casa, aún conmocionado por todo lo que había escuchado, caí en la cuenta de que los tres factores que permitieron sobrevivir a Ortega Lara en aquél terrible agujero (oración, dignidad y familia) son precisamente los que  pueden hacer feliz a cualquier persona.

Que Dios te bendiga, José Antonio.


LFU